En los últimos meses la preocupación por la seguridad no ha parado de crecer en Alemania y Berlín: a los riesgos del cambio climático, que aún algunos niegan, se ha unido el peligro de otras catástrofes también provocadas por el ser humano. Berlín, que desde el final de la Guerra Fría apenas conocía el sentimiento de inseguridad, vuelve a hacerse una pregunta clave: ¿Estamos preparados para una catástrofe?
50.000 hogares y empresas del suroeste berlinés amanecieron una mañana de septiembre sin electricidad. También se vieron afectadas las estaciones de S-Bahn, residencias de la tercera edad y escuelas. La red de teléfonos móviles apenas funcionaba y los números de emergencia (112 y 110) lo hacían solo parcialmente. A muchos afectados se les echó la comida a perder, ya que se tardó más de sesenta horas en recuperar totalmente el suministro eléctrico. Según las fuerzas de seguridad, el corte habría sido causado por un ataque a un poste eléctrico. Un grupo radical anticapitalista reivindicó el ataque.
Apenas dos semanas después, un ataque cibernético causó el cese del funcionamiento del software de embarque de pasajeros y gestión de equipajes en el aeropuerto de Berlín y provocó retrasos de vuelos durante casi dos semanas. Y esta no es la única preocupación del aeropuerto, donde se observa con preocupación el cierre de aeropuertos causados por el avistamiento de drones de procedencia desconocida, como ha pasado en Copenhague o Múnich.
Estos incidentes locales se enmarcan en un contexto difícil: desde hace tres años Rusia tiene parcialmente invadida Ucrania y ataca el país a diario, las tensiones internacionales aumentan entre las potencias, y por si fuese poco, estamos inmersos en un cambio climático que hace cada vez más probables los fenómenos extremos como lluvias torrenciales, nevadas o inundaciones.
En la segunda mitad del siglo pasado en Berlín se vivía con la sombra de un posible ataque de alguno de los dos bloques que tenían frontera en la capital alemana. Se construyeron numerosos búnkeres y espacios de protección, que se sumaban a los ya existentes durante la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que durante la Guerra Fría podían apenas albergar al uno por ciento de la población de la ciudad. Hoy día no podrían acoger a nadie, pues dejaron de estar en funcionamiento a partir de los años noventa del siglo pasado.
En vista de este problema y de la imposibilidad de alojar a grandes capas de población en búnkeres, el Estado alemán ha desarrollado un plan nacional de refugios (Schutzraumkonzept), que pretende localizar todos los edificios de acceso público que podrían utilizarse como refugio, tal y como informó la revista The Berliner en septiembre. El plan incluye sótanos, aparcamientos de coches y estaciones de metro. En 2026 deberán existir un millón de plazas en estos refugios, según dijo el jefe de la Oficina Federal de Protección Civil y Ayuda de Emergencias, Ralf Tiesler, al magazine Spiegel. Según Tiesler, Alemania debería gastar 30.000 millones de euros en protección civil en la próxima década, lo que incluye la mejora de los sistemas de alarma.
Por lo menos estaremos avisados
Quien lee estas líneas seguramente escuchó un intenso pitido en su teléfono móvil el día 11 de septiembre a las 11 horas. Se trataba del ensayo anual de los servicios de aviso de emergencias que se realiza en toda Alemania. Por primera vez en tres décadas también pudieron escucharse más de doscientas sirenas de emergencia, que sonaron durante un minuto y de nuevo tres cuartos de hora después para anunciar el fin del ensayo. El gobierno de la ciudad estado planea la instalación de cientos de sirenas, ya que se habían desmontado en 1993. El gobierno de la ciudad justificaba la medida por el cambio climático, las caídas de la red eléctrica, los ciberataques y la guerra en Europa.
Y no es el único preparativo en caso de catástrofe: desde 2024 existen en Berlín decenas de puntos de información y ayuda (“faros de protección civil” o Katastrophenschutz-Leuchttürme) repartidos por todos los distritos. Se puede consultar un mapa con todos ellos aquí. A estos puntos se debe acudir en caso de catástrofe si se necesita ayuda o información. Estos puntos tienen sus propios generadores eléctricos y pueden difundir información por radio, además de forma oral en caso de que las telecomunicaciones no funcionen. Aquí la ciudadanía puede organizar también por sí misma ayuda e informarse sobre el paradero de personas posiblemente desaparecidas.
¿Puedo prepararme para una catástrofe?
En caso de catástrofe o emergencia que nos afecte personalmente se debe utilizar el número de teléfono 112, pero nunca con fines informativos. Las autoridades deben alertar por teléfono móvil, radio o televisión y se utilizarían las nuevas sirenas. Lo más importante es: mantener la calma y no actuar de forma que nos ponga en riesgo a nosotros u a otras personas. Y se puede acudir a los nuevos puntos de información y ayuda (Katastrophenschutz-Leutchtürme o K-Leuchttürme)
Lo que quizá pueda ayudar es estar preparados para las catástrofes más posibles, por ejemplo para la no tan improbable caída de la red eléctrica. El Land berlinés hace una serie de recomendaciones en este sentido. La primera de ellas es tener una reserva de alimentos y de agua potable en casa –ya que en edificios de muchas plantas a veces es necesaria una bomba eléctrica– para que el agua llegue a las plantas más altas. En cuanto a los alimentos, se recomienda tener una suficiente cantidad para varios días de alimentos no perecederos que puedan consumirse fríos. No está de más tener un “camping gas” y cartuchos de gas, pero si se utiliza debe ser con las ventanas abiertas o fuera de casa. Quien tenga bebés o mascotas debería pensar también en sus necesidades alimentarias.
En invierno se debe pensar en ropa de abrigo, ya que usualmente las calefacciones dejan de funcionar en caso de apagón. Se recomienda disponer de velas o como alternativa más segura una linterna cargada o con pilas. Los aparatos eléctricos tales como la plancha o el horno se deben desconectar de la red eléctrica, para evitar un arranque incontrolado cuando vuelva a funcionar el suministro eléctrico. Otro consejo importante es acopiar agua en cubos o bañera, para tener una reserva al menos para la limpieza básica. Una radio a pilas o la batería cargada es una buena idea para mantenerse al tanto de las noticias. Aunque suene a siglo XX, quien disponga de teléfono fijo debería tener apuntados los números de teléfono más relevantes: familiares, compañía eléctrica, vecinos o farmacia. Además, las autoridades recomiendan tener suficiente cantidad de varios medicamentos: aquellos para los que tengamos una prescripción así como medicamentos contra el resfriado, antiinflamatorios, pastillas contra la diarrea, un termómetro, tiritas, vendas y líquido desinfectante.
El nivel máximo de preparación consiste en seguir las recomendaciones de la Oficina Federal de Protección Civil y Ayuda de Emergencias (BBK) y tener preparada una “mochila de emergencia“. En ella tendríamos almacenado lo imprescindible para dejar la vivienda en caso de emergencia. Se recomienda meter en ella los siguientes objetos: medicamentos, material de primeros auxilios, radio a pilas y pilas, comida para dos días en una bolsa impermeable, botella de agua, platos y cubiertos, un abridor de latas y una navaja suiza, linterna, saco de dormir o manta, ropa para dos días, una gorra o sombrero, guantes de trabajo, artículos de higiene para dos días, mascarilla y una “cápsula SOS” con los datos imprescindibles en caso de tener niños.
Para los más despistados, papá o mamá Estado tiene un plan: la reserva civil de emergencia. Se trata de una reserva de emergencia de alimentos a la que se añade la “reserva federal de grano”. En total suman 800.000 toneladas, unos diez kilos por habitante, distribuidos en unos 150 puntos por toda la geografía alemana. Consiste en alimentos no perecederos como arroz, lentejas o leche en polvo. La idea es suministrar a toda la población al menos una comida al día durante una catástrofe. El valor de la reserva alimentaria se calcula en unos 200 millones de euros.
En definitiva, Alemania y Berlín muy lentamente se están comenzando a preparar para las posibles catástrofes del siglo en curso. En Berlín se está incluso discutiendo la posibilidad de crear un “escudo antimisiles”, ya que, como se vio en la Guerra Fría, es poco realista alojar a toda la población en búnkeres o refugios nucleares. De momento, seguirán sonando una vez al año las sirenas a modo de prueba, se seguirán acopiando alimentos y —quien quiera— podrá preparar su mochila de emergencia. Esperemos que nada de ello nos haga falta.
Texto: Juanfran Álvarez para Berlín Amateurs © septiembre 2025; foto: Mika Baumeister & Unsplash
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