Una de sus visitas guiadas se llama “Mundos en tinieblas”. Y no. No tiene nada que ver con Mary Shelley, Lord Byron ni Polidori, y su célebre reunión en la villa Diodati en el tormentoso y prolífico verano de 1816, allí donde Frankenstein fue concebido. Se trata de un viaje histórico a través de lugares ocultos que pueden ser descubiertos al módico precio de 12 euros a lo largo de un recorrido de 90 minutos en inglés, alemán o castellano gestionado por la organización independiente Berlin Unterwelten.
Mundos subterráneos de Berlín
Berlín, epicentro del Tercer Reich, fue uno de los objetivos militares más apreciado por los bombardeos de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Visitamos el búnker civil en la estación de Gesundbrunnen creado en los años treinta: había un importante espacio entre la profunda estación y la superficie que costaba mucho rellenar en plena recesión mundial. Se decidió sellar el espacio sin rellenarlo pudiéndolo usar años más tarde como refugio antiguerra. Una de las maneras con las que unas 1300 personas conseguían en ocasiones salvar el pellejo en cada siniestro toque de queda. Solo quince minutos transcurrían desde que sonaban las sirenas hasta que las puertas del recinto se cerraban. Pasajes y dependencias, objetos de la época recuperados entre los escombros. Laberintos. Recreaciones y remodelaciones. Sobre todo remodelaciones.
Por aquí pasó gente asustada, desconocedora de su destino, en el mejor de los casos. Personas encerradas entre paredes de hormigón armado de espesor no apto para la resistencia de bombardeos, algo que supieron ocultar astutamente a los que allí se refugiaban. Algunos sobrevivieron. Otros no.
El arquitecto predilecto de Hitler se llamaba Albert Speer, también conocido como el primer arquitecto del Tercer Reich, el arquitecto del diablo, uno de los destacados jerarcas de la Alemania nazi. Hitler apadrinó a Speer y lo convirtió en el ideólogo de los cimientos arquitectónicos del Tercer Reich, donde ejerció de arquitecto jefe del partido, el arquitecto estrella del nacionalsocialismo.
A principios de 1937, Hitler nombró a Speer como Generalbauinspektor (Inspector General de Construcción) con el rango de Secretario de Estado. Se le encargó la reconstrucción de Berlín, que habría de convertirse en la idealística capital de un Estado supragermano: Welthauptstadt Germania. La reforma del Estadio Olímpico o la nueva Cancillería fueron algunos de sus principales proyectos. Del resto de los edificios planeados para Berlín, casi ninguno llegó a construirse.
El concepto general era reorganizar Berlín a lo largo de un bulevar central de cinco kilómetros. El comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939 impidió la finalización de estos proyectos ambiciosos, si bien no fueron formalmente abandonados por Hitler hasta bien entrada la guerra. ¿Entre sus planos? También la construcción de búnkeres civiles y militares, campos de concentración y factorías armamentísticas, una de sus funciones ya como Ministro de Armamento y Guerra a partir de 1942.
Berliner Unterwelten, tours por los búnkeres de Berlín
La empresa se llama Berliner Unterwelten (Mundos Subterráneos de Berlín) y se vanagloria de no depender del Estado. Desde 1999, la Asociación Berliner Unterwelten e. V. ofrece visitas guiadas regulares al interior de estructuras en el subsuelo berlinés. Estratégicamente ubicadas en las inmediaciones de la estación de Gesundbrunnen, las visitas se extienden a distintos complejos subterráneos que no brindan acceso al público.
Se realizan cuatro tipos de recorridos en diferentes idiomas cada semana. En 1997, un grupo de entusiastas decidió unirse para explorar el subsuelo. Berliner Unterwelten e. V. investiga y documenta instalaciones secretas, permitiendo el acceso público a algunas de ellas utilizándolas con fines culturales (exposiciones artísticas, presentaciones teatrales, conciertos, conferencias).
La asociación ha logrado poner al descubierto numerosas estructuras subterráneas casi olvidadas. Entre sus miembros se incluyen académicos (arquitectos, historiadores, abogados, economistas, historiadores del arte, especialistas en planificación y desarrollo urbanos y estudiantes) también artesanos, empleados públicos, profesores, agentes de la ley; quienes contribuyen con las actividades de la organización.
Tomando la historia subterránea de Berlín como punto de partida, Berliner Unterwelten trabaja en un territorio aún inexplorado y prácticamente desconocido. Siguiendo los preceptos del poeta filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: “Para que el pueblo conozca su historia y no esté condenado a repetirla”.
Una historia negra de la Historia, con mayúsculas, de este país. Cuando algo oscuro emborronaba al mundo entero en un instante prolongado por la muerte y la destrucción. Del mismo tono negro intenso que el betún para zapatos. Que la Biblia. Que la propia oscuridad. En un momento en que la vida, las vanidades, las luchas y las preocupaciones perdieron todo su sentido.
Podría ser interesante, pero se queda en el intento. Capaz de hacer reflexionar, pero no lo suficiente. Como un espectáculo de fuegos artificiales mojados. Hay momentos en los que uno no atina a averiguar si realmente se encuentra en las entrañas de un búnker real o en el interior de una atracción de feria.
Una sala con paredes fosforescentes donde, según coetáneos, se podía leer un periódico durante los cortes restrictivos de electricidad, es una de las salas principales del camino. Aquí el guía realiza un dibujo en la pared con ayuda de una voluntaria, un flash y una linterna. Rauchen verboten es lo que puede leerse en todas las paredes junto a la capacidad de cada sala, una señal original del momento de construcción. Una de esas elocuencias redundantes que necesitan los alemanes. A veces, no basta sencillamente con la coherencia.
Las vitrinas y su contenido, rescatado de una ciudad en su 80 % convertida en escombros después de la guerra, actúan como hilo conductor del trayecto laberíntico: cubiertos, monedas, hebillas de cinturón, bombas y torpedos, cascos metálicos, esvásticas, maletas de cartón piedra, una pistola, restos de porcelana, copas, una dentadura, máscaras de gas para niños, mujeres y caballos, juego para niños con 102 casillas donde se familiarizaba a los menores con el estado de excepción que domina una guerra, cartillas de racionamiento, depuradoras de aire del tan poco acogedor establecimiento.
Un lugar donde el mayor enemigo podrían ser los demás. Aquí el guía introduce una historia sobre una mujer que tropieza durante un toque de queda y es aplastada por la muchedumbre. Todo basado en testimonio de testigos presenciales que Berliner Unterwelten se ha cuidado de contrastar, presuponemos.
La falta de oxígeno hacia el final del recorrido oprime levemente el pecho. Quizá un paseo no apto para asmáticos. Hipocondríacos abstenerse. Hay que tener en cuenta que aquí moría gente asfixiada. Se cierra el recorrido con una breve introducción a lo que fue el búnker militar de Hitler y la recurrente leyenda histórica del extravagante cenicero que Stalin se hizo fabricar con el cráneo del Führer.
Redacción Berlín Amateurs © 2010 CAI. Revisado 2018
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