Escrito por: Actualidad Alemania Sociedad

Libanés, gay en Neukölln y secuestrado por su familia. La historia del activista Nasser

Con una enorme sonrisa y una mirada satisfecha contempla Nasser desde su carroza en el desfile del Orgullo de Berlín la muchedumbre engalanada en vivos colores. Son los compañeros de lucha, que en el caso de Nasser adquiere tintes muy personales. Hace apenas tres años que la policía de aduanas rumana lo encontró medio sedado en un coche en el que iban su padre y dos tíos. Su propia familia lo había secuestrado para casarlo en Líbano de forma forzada. Del intenso negro de un maletero al caleidoscopio de los desfile. Del miedo al valor. Esta es la historia de Nasser El-Ahmad, activista LGBT.

Un terrible viaje

Octubre de 2012, distrito berlinés de Neukölln. Hace unos días que Nasser (que entonces tenía quince años) le contó a un compañero de clase que era homosexual. En el ambiente conservador musulmán de la escuela el rumor no tarda en expandirse. Cuando Nasser llega a casa, su tío y su padre lo esperan enfurecidos. Según Nasser, su padre lo amenazó con un cuchillo, su tío lo roció de gasolina y le acercó una cerilla. «La homosexualidad es un pecado mortal» y «¡Satanás habita dentro de los homosexuales!», son las pocas palabras que recuerda de ese día.

Así que en octubre de 2012 decidió fugarse de casa e ir a Protección del Menor (Jugendamt), donde le ofrecieron alojamiento en una vivienda compartida. Los padres perdieron la custodia. Sin embargo, un día su madre lo invitó a casa por teléfono. El accedió, al llegar se bebió un refresco que le ofrecían y de repente se sintió muy cansado. Se despertó, mucho después, en un coche con su padre y sus tíos. Iban camino a Líbano. Allí lo esperaba su prometida.

Pero la suerte se presentó en forma de policía de aduanas en la frontera rumana y supuso su salvación. La ausencia de Nasser, que debía presentarse cada día en Protección del Menor, había levantado las alarmas. Un trabajador social denunció la desaparición, por lo que Interpol estaba sobre aviso. A pesar de tener suerte, Nasser no ha visto hacerse justicia, pues su padre y sus dos tíos fueron condenados por el secuestro a pagar una sanción de 1350 euros cada uno. Una condena semejante a la que ha de pagar alguien detenido por robo. ¿Es ese el valor de una vida?

El valor de un activista

A partir de este momento su tránsito hacia el activismo es imparable. Una vez dejado atrás el enorme trauma, Nasser se puso detrás de la pancarta contra la homofobia y ha organizado demostraciones a favor de los derechos LGBT, algunas de ellas en las calles con más presencia de musulmanes conservadores en Neukölln, el ambiente donde se crió. Nada sencillo. Una vez pasó delante de la casa de su padre, que se le quedó mirando a los ojos.

Hay quienes consideran el valor de Nasser como una actitud temeraria, como en un lamentable artículo del rotativo berlinés Tagesspiegel en el que el periodista lo acusó de poner en riesgo su salud y su vida. Parece ser que el fracaso del Estado alemán en proteger el derecho a manifestación y a participación política (también a quienes se hallan bajo protección especial) apenas tuviera importancia. También la Asociación de Lesbianas y Gays de Berlín (LSVD por sus siglas en alemán) cree que la excesiva personalización no es adecuada, a pesar de que valoran positivamente su coraje.

Construir una nueva identidad

¿Y qué tiene que ver la religión en todo esto? La versión radical y conservadora del Islam en que su familia vive les hace creer que la homosexualidad de Nasser es una deshonra para la familia. A pesar de todo, la culpa no es del credo, de las ideas o de las palabras, sino de quienes las convierten en actos deleznables. Es por ello que hace poco se celebró un encuentro entre una asociación LGBT y la mezquita de Columbiadamm en Neukölln, sin duda, un gigantesco primer paso. Nasser, por su parte, ha decidido dejar de ser creyente. Su compromiso no es con la religión, lo es con los derechos de quienes son diferentes. Así, su nuevo círculo de amigos lo componen mayoritariamente personas de la escena homosexual. Con su familia ha dejado de tener contacto.

De vuelta al desfile donde el activista está pasando un gran momento, Nasser mira pensativo y uno se pregunta lo que pasará por su mente. ¿Quizá la próxima manifestación que está organizando? ¿Algún recuerdo de su familia?  O quizá las continuas amenazas que ha recibido; las últimas, en Facebook, firmadas con el logo de la organización terrorista Estado Islámico. Una nueva canción comienza y el desfile se vuelve a poner en marcha. No, por suerte hoy este joven de dieciocho años no tiene que preocuparse por nada de eso. Él no se deja adormecer por el confeti de la celebración y sabe que ha ganado la batalla, pero la guerra continúa.

 

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