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Musikfest 2021: la sinfonía que enfadó a los nazis y otras joyas

En nuestra segunda tanda de conciertos del Musikfest Berlin 2021 hemos asistido a un excepcional concierto barroco de John Eliot Gardiner, desnudado a Stravinski, vengado a un exiliado opositor a los nazis, participado en un bello funeral y encontrado el éxtasis. La Filarmónica ha vuelto a convertirse en catedral de anhelos: Berlín ha resucitado.

Una noche de verano barroco (3 de septiembre)

“Deja que el rayo de sol nos ilumine”, canta con patetismo y clara voz la mezzosoprano Ann Hallenberg. Es la absoluta “Reina Sol” de la noche: ocupando el centro frontal del escenario, de ella emanan perfectas filas de instrumentistas —English Baroque Ensamble— y coristas —Monteverdi Choir—.

Mientras su voz resuena con fuerza, se ponen en pie los 30 miembros del coro para jugar a preguntas y respuestas de agudos y graves. Todo un despliegue barroco a la altura del maestro Georg Friedrich Händel, quien durante una estancia en Roma en 1708 compuso esta pieza, Donna, che in ciel di tanta luce splendi HWV 233, para deleite del Papa Clemente XI.

Del Vaticano a la cuna del protestantismo sin parpadear: ha llegado la hora de J. S. Bach y su Cantata BWV 4, con letra del mismísimo Martín Lutero (Christ lag in Todes Banden / Cristo yacía amortajado). Brilla en la dirección John Eliot Gardiner, “el” experto en Bach, fundador del Monteverdi Choir e iniciador de la orquesta del Ensamble. Es una estrella con casaca china de terciopelo negro, impecable melena gris y mirada firme. El coro sube el volumen de los versos en alemán, que hablan de una encarnizada lucha entre la vida y la muerte. Todo terminará en resurrección y en la certeza de que ni la Reforma ni Bach admitían medias tintas.

La respuesta no se hace esperar: la última pieza vuelve a ser de Händel en su época italiana, Dixit Dominus, un salmo con texto sacado del Libro de David. Da igual que dos tercios de los berlineses se definan como no creyentes: con escasa instrumentación los cinco solistas y el coro a cinco voces nos eleva a otras esferas. El público en la Filarmónica, hoy totalmente llena, se deja elevar. Es el Barroco por el Barroco. “La ira de Dios destruirá a los reyes”, alza la voz un espléndido solista. Solo uno quedará en pie, adorado por un público enfervorecido: Gardiner.

La catarsis musical contra el pasado nacionalsocialista (4 de septiembre)

Vladimir Jurowski tiene un plan: va a desnudar a Stravinski. Y nos va a sorprender con un opositor musical a los nazis. Jurowski sale al escenario y parece imitar a un sacerdote dando clase —chaqueta negra, collarín blanco—. Saca a sus alumnos de la Orquesta Sinfónica de la Radiotelevisión de Berlín, de uno en uno, a interpretar: la primera obra de Stravinski exige apariciones instrumentales individuales. En la segunda pieza sorprenderá el barítono como alumno avanzado.

Canta el texto en hebreo de Isaac & Abraham, que sonó por primera vez en Berlín en 1969, donde dos décadas antes se había teledirigido el exterminio judío. La fina muñeca del primer chelista se agita con velocidad, el codo del contrabajista es energía pura, los labios del barítono vibran como cuerdas tensadas, tras el oboe vemos un ceño fruncido. La reconciliación y sutil venganza está en los pequeños gestos.

De pronto desaparece en las profundidades una parte del escenario, que volverá a elevarse para traer a escena no leones ni gladiadores sino un fabuloso piano. La pianista Tamara Stefanovich sonríe con locura mientras clava los pasajes para virtuosa. Tras la tapa del piano se divisan la cabeza y los brazos de Jurowski, que parecen querer agarrarse con fuerza a una tabla salvavidas —Stravinski lo inunda todo—.

Se da paso a las Variaciones para orquesta en memoria de Aldous Huxley y vuelve el profesor: tras la interpretación de la maravillosa pieza en exactamente 6 minutos y 8 segundos, Jurowski se dirige al público, explicando el significado de las hasta doce voces, que “como en el ballet” adquieren personalidad propia. “Shostakóvich una vez habló a su público en un concierto en la Rusia soviética y les dijo: ‘Veo que han aplaudido. Creo que no han entendido la pieza, así que la tocaré otra vez’”, prosigue, justo antes de repetir la interpretación de las Variaciones. El público enloquece.

Termina la noche con media hora de la música que los nazis no podían soportar. Suena Mathis der Maler de Paul Hindemith, al cual los nacionalsocialistas reprochaban ser un “hacedor de ruidos atonales”. En marzo de 1934 se estrena la obra en Berlín: un éxito total de público. Los nazis la repudian, Hitler prohíbe la representación de una ópera homónima de Hindemith, Goebbels pronunciaría poco después su famoso discurso contra los opositores al nuevo régimen nazi y Hindemith se exiliaría en suiza. Y todo por el miedo a una aparente disforia entre el viento y la cuerda, sumada a la aparente anarquía y un deseo de trascendencia en lo sublime. Hoy nos vengamos y oímos la sinfonía a través del solo de la flauta, disfrutamos el sonido de las cuerdas del violín al ser pellizcadas, de la individualidad de la música en su mejor expresión.

Todos de negro (6 de septiembre)

Esta noche la Filarmónica está de luto: esto va de réquiems. El de Gabriel Fauré es la pieza más reposada y solemne que se ha escuchado en este Musikfest. Apenas se elevan las voces masculinas en el coro para el “Hosanna” del Sanctus, mientras un violinista tira de la emoción del solista. La soprano emociona con su Agnus dei. En el público se atisban miradas tristes y apenas movimiento: han sido casi dos años de muerte. Pero he aquí el efecto catártico de la música que nos reconforta en hora siniestra. Fauré dijo haber compuesto esta obra “para su propio disfrute”. Aunque en cinco de las nueve estrofas acaba pidiendo “la paz eterna”. La necesitamos tanto.

Breve pausa para recolocar sillas y piano. Una encargada se pasea nerviosa por el escenario. Risas y aplausos algo crueles entre el público: ha habido un error de organización. Las risas acaban disfrazando todo de amable comedia. Mayor es el contraste con la siguiente pieza: Canto fúnebre de Brahms. Los músicos de la Orquesta de los Campos Elíseos y el coro del Collegium Vocale Gent van completamente de negro, igual que el director Philippe Herreweghe. Brahms nos brinda en sus cambios de modo menor a mayor una pieza fúnebre con carácter de festejo. Y deja a la música flotando en una métrica dispersa. Vuelve a lo arcaico. Igual que la muerte.

“He escrito estos salmos para la Gloria de Dios”, dijo Stravinski con escasa modestia sobre su obra de 1930. Su Sinfonía de salmos sorprende con un dúo de pianos que complementa su “tradicional” juego de instrumentos tocados de forma aislada. Cantos de aleluya, trompetas. Un músico sujeta con fuerza la tuba, que suena de forma ensordecedora a la par de las sopranos y altos para alejar para siempre la paz eterna. Seguimos vivos.

La búsqueda del éxtasis (7 de septiembre)

“Shhhh” “uaaaah” “shhh” “uaaaah”. Sonidos tribales y versos en checo. La mezzosoprano Magdalena Kožená exhala de forma extravagante. Los instrumentos imitan el viento, la tormenta, el terremoto. Se inspiran en el Padrenuestro. Es la Orquesta Sinfónica de Londres. A la cabeza, Simon Rattle. De repente, Kožená mueve la boca sin pronunciar palabra mientras los instrumentos hablan por ella. Y gesticula de forma enloquecida, pasando de forma grotesca y simbólica a una canción folclórica checa. Escuchamos Where are you de Ondřej Adámek, una obra sinfónica escrita en 2020 como un ejercicio de búsqueda personal de lo divino. Una composición ecléctica en checo, inglés, arameo, sánscrito y español.

Y llega la sorpresa: la quinta estrofa es una saeta sevillana —Adámek vivió en la capital andaluza en 2009— que pasa de la voz a la orquesta. Las siguientes estrofas siguen motivos españoles: las experiencias místicas de Santa Teresa de Ávila. Y aquí brilla Kožená en un éxtasis erótico y místico que haría vibrar el cincel de Bernini. “Sweet pain, delicious pain”, exclama. “He draws out my entraints, leaving me all on fire”. Termina la obra con un amable susurro y un cántico en sánscrito, que parece una respuesta improvisada a la búsqueda divina: “Everywhere”.

Si en algún sitio encontramos lo divino, es en Beethoven. Rattle tiene preparada una de las joyas de la corona —vienesa, no británica— para cerrar la noche: La Sexta Sinfonía. La obra que Harding interpretó con la Orquesta Filarmónica de Berlín hace justo un año en este mismo lugar. Rattle lleva su sexagenario cuerpo hasta límites imposibles. Sacude los brazos con celeridad, se agita su melena blanca rizada, electriza a la orquesta. Y deja claro a su compatriota que aún no hay quien lo destrone. Esta noche Berlín se relame en el esplendor vienés con el que Alemania siempre soñó. Rattle lo hace posible.

Aquí termina la serie de conciertos a los que ha asistido Berlín Amateurs. El Musikfest Berlin 2021 continúa hasta el día 20 de septiembre. Aquí puede leerse más acerca del programa. Y aquí se puede disfrutar de nuestra primera tanda de conciertos.

Musikfest Berlin 2021

Del 28 de agosto al 20 de septiembre
Programa y compra de entradas
Lista de conciertos en la radio

Texto: Juan F. Álvarez Moreno; fotografía: Astrid Ackermann, Peter Meisel, Adam Janisch, /Berliner Festspiele @ septiembre 2021
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