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Musikfest Berlin 2020: Bach, Beethoven y otros dioses imposibles

El director Peter Harding con la Orquesta Filarmónica de Berlßin Foto: Monika Rittershaus

No hay nada como la misa laica de los domingos en la Filarmónica. Los asistentes esperan cual devotos feligreses en sus butacas la salida al escenario del director de orquesta, que les acerca la palabra divina de los grandes compositores. Así ha sido durante los dos conciertos dominicales a los Berlín Amateurs ha asistido durante este Musikfest Berlin 2020. Y nos hemos encontrado con el amor terrenal más divino: Las Suites de chelo de Bach y la Orquesta Filarmónica de Berlín con un Beethoven y un Berg hinchados de drama amoroso. ¡Aleluya!

Primer domingo | El cortejo de Bach

Nicolas Altstaedt carga con ligereza el pesado violonchelo al entrar en el escenario de la Filarmónica. Vestido totalmente de negro, con media melena rizada y oscura, se sienta en una tarima de madera sobre el escenario y clava la pica del violonchelo como si coronase el Mont Blanc. Ha llegado a la cima de la cultura centroeuropea y parece saludar al levantar su arco con la mano derecha. Con la izquierda posa su mano sobre las cuerdas. Arrancan las Suites de Johann Sebastian Bach.

Gran novedad en la Filarmónica coronavírica: se permite sentarse en parejas, a pesar del limitadísimo aforo. Y no podría ser más acertada la decisión, siendo las Suites del maestro alemán piezas de baile cortesanas en las que las parejas a veces no se soltaban las manos ni para dar vueltas. Durante el tercer y cuarto movimientos, algo más lentos, se ve entre el público alguna cabeza apoyada sobre un hombro, alguna mano buscando calor.

Interpreta Altstaedt el soberbio preludio de la Suite n.° 1. El chelista asemeja con la celeridad de su arco un aserrador que va cortando capas de nuestro cerebro y desvelando emociones escondidas como solo en el Barroco era posible: con la confrontación total frente al misterio. Forma un dúo admirable con su sombra sobre el parquet del escenario, única confirmación de que no estamos presenciando una aparición divina.

Desaparece el chelista durante unos minutos, ha dejado el violonchelo en el suelo y entre el público se escuchan cuchicheos nerviosos. Y es que para la sexta y última suite se necesita un violonchelo de cinco y no de cuatro cuerdas, que afina Altstaedt en el último momento. Vuelve al escenario y comienza el preludio, tocado con tanto virtuosismo que somos capaces de oír de vez en cuando los golpes de los dedos de Altstaedt en la madera. Se regodea en el final balanceando su cabeza hacia atrás y hacia delante, mientras la mano izquierda sube y baja con gran rapidez el mástil. Cierra por fin los ojos y la Filarmónica estalla en vítores.

Segundo domingo | Amores imposibles

La batuta atraviesa un enemigo imaginario, los dedos golpean el aire en aspavientos que parecen de enfado, pocos segundos después acarician el espacio a su alrededor. No hay nada como observar las manos del director Daniel Harding para entender la esquizofrenia amorosa en la que Alban Berg compuso esta Suite Lírica, en la que tematiza su amor por una mujer casada.

Dirige Harding a una esperadísima Orquesta Filarmónica de Berlín, aún a medias, pues la obra de Berg solo requiere de los instrumentos de cuerda: vemos dedos pellizcando la cuerda de las violas, en un sonido que nos recuerda al cine de suspense de Alfred Hitchcock. Una chelista acompaña los movimientos con veloces giros de cabeza y nos hace temer que se descoyunte conforme aumenta irremediablemente el tempo de la obra.

Aparecen por fin los músicos con brillantes instrumentos de viento solo el charol de sus zapatos deslumbra más y el público enloquece. Aquí se ha venido a escuchar a Beethoven. Y comienza por fin la Sexta Sinfonía del maestro alemán, en la que Ludwig van Beethoven dejó una prueba irrefutable del amor centroeuropeo por la naturaleza. También conocida como Pastoral, la Sexta es “más expresión de sentimientos que pintura de sonidos”, como dijo el compositor. Pone Beethoven al ser humano frente al espejo de su origen salvaje: es hermoso e inquietante.

Se balancean los violinistas al unísono y parecen un grupo de hipnotizadores. Marca el oboe la archiconocida melodía, con un eco de violines que humedece los ojos. Era la calma antes del cuarto movimiento, Relámpagos. Tormenta, una explosión de tambores y trompetas, el exceso sinfónico que llena de vida los corazones alemanes.

Harding se agita, se sacude y apunta en todas direcciones. Se posa por fin en lento quinto movimiento, que maneja con suavidad hasta que levanta ambas manos y se hace el silencio. Parece que hubiese detenido una maquinaria perfecta, una que eleva al ser humano creador al Olimpo de los dioses en los que no hace falta creer.

Texto de Juanfran Álvarez para BA  © septiembre 2020
Fotografía: Monika Rittershaus para Berliner Festspiele

Algunos conciertos del Musikfest Berlin 2020, como los de Igor Levit, están disponibles en streaming durante 72 horas en esta página.


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