Tótem, la segunda película de la mexicana Lila Avilés, se estrenó el pasado lunes 20 de febrero en el Festival Internacional de Cine de Berlín. La cinta ha recibido elogios de la crítica europe, convirtiéndose así en una de las favoritas para el Oso de Oro.
Sol (Naíma Sentíes) tiene siete años y vive con su madre Lucía (Lazua Larios). En una de las primeras escenas de la película que protagoniza la vemos camino a la casa de su familia paterna, donde sus tías preparan la fiesta de cumpleaños para su padre Tona (Mateo García Elizondo). Cuando pasan debajo de un puente, ambas piden un deseo. Sol confiesa el suyo: “Que no se muera mi papá”. Ese inicio ya revela que la pequeña actriz carga con enormes desafíos.
Tótem es el segundo largometraje de la directora mexicana Lila Avilés (La camarista, 2018), con el cual compite por un Oso de Oro en la Berlinale de 2023. La directora fue elogiada por la prensa especializada que asistió a la conferencia que ofreció, junto al elenco, después de la proyección de la película. La crítica Europea, por su parte, destacó la inteligencia con la que la directora ha sabido desarrollar su propuesta y el trabajo de la protagonista infantil “intrépida y llena de carácter”, según se lee en el sitio Screendaily.
La película, ambientada en una casa familiar, se centra en un evento: los preparativos de una fiesta de cumpleaños con tintes de despedida. Aunque se lea simple, en ese periodo de tiempo la realizadora logra construir una historia profunda en la que visita temas como la enfermedad, la muerte, la familia, el amor, la ternura y la resiliencia desde la mirada de una niña.
Todo ello alejada de los llantos, angustias u otros lugares comunes para retratar un drama. Se trata de una película coral llena de voces, de personajes diversos, de mascotas e insectos que acompañan a Sol en su anhelado reencuentro/despedida con su padre.
Tona, un reconocido artista plástico de 27 años, no quiere que lo vean, eso solo se lo tiene permitido a Cruz (Teresita Sánchez), la ama de casa que ha acompañado a la familia toda una vida y quien lo acompaña a sortear los estragos que sufre a raíz de un cáncer terminal. “Tu papá está descansando para salir esta noche a la fiesta”, le dicen a Sol sus tías con dulzura y es la única respuesta que obtiene la niña a lo largo del día.
En esa espera de silencios más que de diálogos, Sol brilla. Transmite melancolía mientras espera poder reencontrarse con Tona. Se cuestiona sobre el amor de su padre, lanza preguntas a la asistente virtual de su teléfono móvil sobre el fin del mundo. En algunos momentos se distrae pegando caracoles en los cuadros o probando un vino viejo que encuentra en la bodega de la casa.
Avilés, por su parte, crea momentos íntimos en los que explora las relaciones humanas y nos muestra un México desde otra perspectiva; la de la familia y su relación con la muerte y la enfermedad. Un lugar alejado de esos estereotipos y tópicos de cárteles, crimen y sufrimiento tan explorados hoy en el cine mexicano.
La historia culmina con una verdadera fiesta que, aunque implica un trasfondo demasiado doloroso, revela la maravillosa conexión que hay entre cada uno de los personajes a partir del amor y el cariño por Tona. También nos invita a pensar en esos tótems a los que, más allá del lugar o la nacionalidad, uno siempre regresa y guarda en lo profundo.
Texto: Carla Hannover; Fotos: créditos en las imágenes
SOBRE EL AUTOR:
¡Síguenos y comparte!
[DISPLAY_ULTIMATE_SOCIAL_ICONS]