Escrito por: Actualidad Cine CULTURA

Berlinale 2023 | Tensión en la colmena familiar

20.000 especies de abejas, identidad de genero

20.000 especies de abejas, de la directora española Estibaliz Urresola Solaguren, se estrenó el miércoles 22 de febrero y se ha convertido en otra de las favoritas al Oso de Oro de la 73.ª edición de la Berlinale.

“¿Qué vas a pedir?”, le pregunta Aitor (Sofía Otero) a su hermano Eneko (Unax Hayden) cuando están a punto de prenderle fuego a sus deseos escritos en trozos de papel. “Que venga papá”, le responde, “¿y tú?”, le devuelve la pregunta. “Llamarme Lucía”, replica su pequeño hermano. Eneko calla. Sabe, entre otras cosas, que el tema está causando tensión entre los familiares.

La escena es parte de la película 20.000 especies de abejas, ópera prima de la directora y guionista española Estibaliz Urresola con la que compite por un Oso de Oro en la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Berlín 2023. La cineasta cobró prestigio anteriormente por su cortometraje Cuerdas (2022), que presentó en la Semana de la Crítica de Cannes y que fue nominado a un Goya.

La película vasca se suma a una tendencia presente en varias de las películas iberoamericanas que participan en la Berlinale de este año en la que las niñas y adolescentes, hijas todas ellas, se han convertido en las grandes protagonistas del festival.

La película cuenta la historia de Lucía, una niña que ha nacido niño y a quien todos llaman Aitor y a veces Cocó, un apodo “neutral” que tampoco le gusta. Durante las vacaciones de verano parte junto a su madre Ane (Patricia López Arnaiz) y sus dos hermanos mayores, Eneko y Leire, al pueblo donde viven su abuela Lita (Itziar Lazkano) y su tía abuela Lourdes (Ane Gabarain), quienes se dedican a la cría de abejas y la producción de miel. Podría ser un verano cualquiera, pero no. Estas vacaciones cambiarán la vida de esta familia y obligará a sus miembros a ser honestos con ellos mismos y a aceptarse de la misma forma que hacen las abejas para así poder sobrevivir.

20.000 especies de abejas expone la complejidad de la identidad de género en la infancia, pero también la búsqueda del respeto y de la aceptación. Para encarar esta propuesta, Urresola acude a algunos estereotipos como el entorno de un pueblo católico, en el que sus habitantes dan relevancia al «qué dirán»; o a personajes como el de la abuela, cerrada a la sola posibilidad de un nieto trans; o el de un padre ausente que considera que el problema del niño es consecuencia de haberlo mimado mucho. Pero tanto el escenario como los personajes son solo el pretexto para crear una atmósfera tensa, que logra que la película se convierta en un generador de emociones en sus 129 minutos de duración.

López Arnaiz interpreta excepcionalmente a una madre que, además de lidiar con la crisis de identidad que vive su hijo de ocho años, debe enfrentar un posible divorcio, la falta de dinero y la presión de conseguir un trabajo mientras encara la crianza de sus tres hijos. Pero, además, carga con una deuda consigo misma: la de un reencuentro personal que tiene pendiente desde que se convirtió en madre.

Por su parte, Otero interpreta a una inolvidable Lucía, quien tampoco lo lleva fácil, pues quiere ser niña, pero en su ciudad vive bajo la hostilidad de sus compañeros que se burlan de ella. En el pueblo de la abuela, tiene que enfrentarse a las miradas desaprobatorias de un entorno muy tradicional. Únicamente encuentra un poco de paz junto a la tía Lourdes y sus abejas.

Durante sus viajes –el del desplazamiento espacial y el de la transformación– Lucía  interpela con su sola presencia pero, también, con su ternura, su rebeldía y su melancolía. Tiene una melena que es sagrada, las uñas de una de las manos pintadas color turquesa, se siente a gusto con las niñas, viste lo más neutral posible y se niega rotundamente a ir a la piscina. Es una niña que vive incómoda con su existencia, pues se enoja con facilidad cada vez que le llaman por su nombre de niño, cuando le dicen qué vestir o cuando le dicen que es perfecta y sin embargo no la entienden o no la pueden mirar.

Su impotencia y desesperación por vivir una infancia plena y libre genera una tensión que a lo largo del filme cobrará diversos matices en los que el espectador también se enfrentará a la angustia, la desesperación y la impotencia, entre otras emociones, que hacen que la propuesta de Urresola se convierta en una película simplemente inolvidable.

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