“El viejo cine está muerto, creemos en el nuevo”. De esta manera se presentaba a sí mismo un grupo de jóvenes realizadores de cine que formaron parte del VIII Festival de Cortometrajes de la República Federal Alemana en la ciudad de Oberhausen en el año 1962. El Nuevo Cine Alemán —también llamado Cine Joven Alemán— tuvo así su comienzo el 28 de febrero de dicho año con la firma del manifiesto de Oberhausen y tendría luego su final con la muerte de su mayor representante, Rainer Werner Fassbinder, el 10 de junio de 1982.
El manifiesto de Oberhausen les dio a los directores de la nueva corriente la posibilidad de adoptar conscientemente un programa de valores, metodologías y —por qué no— de posturas políticas que regulase el quehacer de los cineastas. Otro elemento clave de la corriente fue que todos llegaron a desarrollar una visión conjunta del cine y lo comprendieron de la misma manera, motivo por el cual es posible hablar de una generación entera.
El apelativo de “nuevo” le valió a esta generación no solo por su nueva manera de comprender el cine en cuanto actividad artística, sino también por la relación que dicha generación entabló con el pasado histórico alemán. A este grupo de cineastas pertenecen, entre otros, Alexander Kluge, Edgar Reitz, Wim Wenders, Volker Schlöndorf, Werner Herzog y el ya mencionado Fassbinder.
El manifiesto de Oberhausen
El manifiesto fue firmado por 26 directores en una conferencia de prensa que llevaba por título “El cine de papá está muerto (Papas Kino ist tot)“. De esta manera, se hacía presente la necesidad de renovación tanto en el modo de ver y ejecutar el cine como también en la manera de relacionarse a través de él con el reciente pasado de Alemania que no encontraba hasta el momento su lugar en el (in)consciente colectivo.
El documento contenía fundamentalmente tres aspiraciones que la nueva generación intentó conseguir a toda costa: realizar una crítica de la manera de hacer cine del Unterhaltungskino (cine de entretenimiento), que en los años cincuenta había dominado la producción en Alemania; presentar el nuevo cine a los jóvenes alemanes; por último, generar subsidios por parte del gobierno alemán para poder llevar adelante este proyecto. Esta nueva visión del cine tuvo como condición de posibilidad el momento histórico por el que atravesaba Alemania y el nivel al que había llegado la industria del cine.
Los años 1961 y 1962 fueron intensos para Alemania: el levantamiento del muro de Berlín y los horrores del nazismo volvían a ser tema de debate en la opinión pública. El contexto histórico despertó así preguntas que habían quedado enterradas en la sociedad y que los nuevos directores aprovecharon para llevar a cabo una fuerte crítica a la sociedad contemporánea. Los nuevos realizadores veían como fundamental confrontarse y confrontar a la sociedad con el pasado nazi.
Y el cine parecía ser un elemento privilegiado para consumar este objetivo, ya que había sido el elemento principal de propaganda durante el nacionalsocialismo. El pasado fragmentado que todavía no encontraba un lugar en la historia de Alemania necesitaba una unidad, una identidad, y la manera de lograrlo era a través de imágenes y sonidos. Había que buscar una nueva interpretación de lo sucedido y romper con el vínculo de negación que la República Federal Alemana ofrecía.
El otro factor que posibilitó la emergencia de una nueva manera de hacer cine fue el estado prácticamente estancado en el que se encontraba la industria del cine. Las producciones televisivas comenzaron a tener un papel dominante frente al cual el cine perdió espectadores. Este vacío del cine comercial les dio a los directores la posibilidad de experimentar con nuevas tendencias y estilos alternativos y de romper con el cine de género.
Frente a él e influidos por la Nouvelle Vague y por los movimientos experimentales de la Avant-Garde, ellos proclamaban un cine de autor, que respetase los rasgos de cada realizador y se mantuviese al margen de las expectativas comerciales y de los espectadores. Este cine de autor y experimental si bien les abrió las puertas a los cineastas del nuevo cine a nivel internacional, por otro lado los mantuvo alejados del público nacional.
Fassbinder
No es posible hablar sobre el Nuevo Cine Alemán sin hacer una mención especial a Rainer Werner Fassbinder, uno de los directores más importantes de esta corriente. En quince años realizó más de cuarenta películas y producciones de televisión. Sus filmes generan tensiones, muchas veces incómodas pero al mismo tiempo atractivas no solo por las temáticas elegidas, sino por su manera de presentarlas.
Una crítica a la sociedad contemporánea de la República Federal Alemana a la que se suman métodos experimentales. El director alemán exiliado en Estados Unidos Douglas Sirk significó una gran marca en la producción de Fassbinder, permitiéndole dar a sus películas una ambientación teatral con un enfoque melodramático.
Entre sus películas y producciones televisivas cabe resaltar: El amor es más frío que la muerte – Liebe ist kälter als der Tod; Todos nos llamamos Alí – Angst essen Seele auf, El matrimonio de María Braun – Die Ehe der Maria Braun; Martha; Berlin Alexander Platz.
Después de Fassbinder
Con la muerte de Fassbinder en 1982 se cierra el conjunto de inquietudes y programas inaugurados por el Nuevo Cine Alemán. Paradójicamente, directores como Wim Wenders y Volker Schlöndorf se vuelcan en las coproducciones con reconocidos actores de Hollywood y París. Las temáticas de las películas producidas en Alemania comienzan a reflejar una nueva realidad emergente: la experiencia multicultural.
En los años noventa la distancia con respecto a los jóvenes cineastas alemanes se hace más evidente: los nuevos directores provienen de las escuelas de cine de Múnich y Berlín en las cuales han aprendido a hacer cine a la manera de Hollywood. Una historia emocionante sin enseñanzas ni sentidos profundos.
De este modo, el cine de autor se vio desdibujado por el cine de género. Las comedias se han vuelto particularmente predilectas con sus temáticas sobre crisis de pareja, de orientación sexual y estilos de vida, y las estrellas de cine reemplazan a lo que en algún momento, entre 1962 y 1982, fue el cine de autor.
¿Significa este movimiento una pérdida irreversible en la historia del cine? Esperemos que las películas de esta entrega de la Berlinale nos hayan aleccionado para dar respuesta a este interrogante.