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Berlin Atonal 2018. O por qué la música salvará a Europa

Berlin Atonal 2018 review Sasa Yagüe miss sasa DJ

Después de diez años sin pisar Berlín, vuelvo tras un largo recorrido vital a una ciudad cuyo semblante ha cambiado por completo. Hay una destrucción total de los lugares simbólicos que conlleva la deshumanización que representa a occidente y su idea del confort y de la vida que nos gustaría vivir. Una catástrofe a la que la ciudad de Berlín y sus habitantes responden con verdadero ruido, porque solo la vida de sus habitantes la hace existir. Ese ruido se llama Berlín Atonal, un festival de música experimental avant-garde, entre las innumerables cosas que ocurren en esta ciudad todos los días, de un tiempo pleno y completo donde no hay suficientes horas para vivirlo todo.

Han sido cinco días intensos de una compleja y exquisita programación construida al milímetro, un ritual de luz y música electrónica contemporánea, delineado y esquematizado para que ese ritual sobreviva a la memoria. Días que se han ido sucediendo a golpes rítmicos de deseo y satisfacción, como una advertencia de mejorar la inteligencia del presente bajo el techo protector y entre los gigantescos muros del edificio industrial Kraftwerk, antigua central térmica construida prácticamente al mismo tiempo que el Muro.

Golpes electrónicos como los de Lanark ArtefaxObjekt, British Murder Boys, Alessandro Adriani (Mannequin Records), Le Syndicat ElectroniqueBroken English Club junto con Shifted y Ilpo Väisänen en un proyecto único comisionado por el propio Atonal y un largo etcétera, bajo una crisis sistémica y que ojalá destruyesen todo el resto de los muros. Asistir atónita a la salvajada techno incendiaria de Giant Swan me hizo desear que mi hijos adolescentes y sus compañeros estuviesen ahí delante contagiados por ese espíritu extraordinario y ensordecedor, obligados a pensar con los oídos, o que todas las niñas deberían de estar hablando con las artistas que han venido a tocar al festival, Lucrecia Dalt, Tutu, Hiro Kone, Veronica Vasicka, Lena Willikens, Helena Hauff, Martina Lussi, Sophia Loizou, Caterina Barbieri, Kathleen Malay (Ora Iso) y Machine Woman entre otras, para la computación de una ética futura feminista y la singularidad esencial del arte contemporáneo. O Group A junto a la performance visual de Dead Slow Ahead, que hicieron de esa mole de cemento una necrópolis levantada por los muertos; estertores del sonido que devenían nuestras propias células y órganos como una verdad de nuestro propio psycho: vivimos como si ya estuviésemos muertos.

Porque no estamos hablando solo de pasarlo bien y bailar, sino también de toda una responsabilidad entre unas generaciones y otras, la más jóvenes, atraídas por la música electrónica y que han transformado definitivamente la ciudad de Berlín; y la otra generación más adulta y más al límite, ambas cohabitan en un espacio inacabado y romántico donde los destinos están ligados a los intercambios más íntimos del ambiente y que deberían luchar por la no fragmentación y la no degradación del individuo.

A las ocho de la mañana del lunes nos despedimos del festival después de abrazar llorando a la DJ Eris Drew; imposible dar tanto como ella y no terminar temblando, imposible recibir tanto y volver a una vida cotidiana. Mi cerebro aún está formulado de láseres y de música electrónica apocalíptica, de imágenes, luces estroboscópicas y máquinas de humo, de artistas que dan sentido a la vida como parte de una geometría sagrada.

Berlin Atonal ha sido épico y es imposible asistir y no quedar tocado para siempre.
Gracias, Berlín.

Texto: Sasa Yagüe. Video: Maie Escorial © Berlín Amateurs, agosto 2018
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