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Schönes Wochenende Ticket III: Dresde

Skyline Dresde contraluz dresden

En Dresde los pensamientos se vuelven, de repente, optimistas sin querer. Aquí nada inspira un rechazo fóbico. Más bien, todo lo contrario. Entre las joyas arquitectónicas góticas y neorrenacentistas ennegrecidas del Skyline de Dresde -de torres y cúpulas dominantes en palacios e iglesias con formas curvas, pomposas y puntiagudas-, sólo se cuela una grúa amarilla de la construcción. Situada a orillas de los meandros del Elba, Dresde es en la actualidad una ciudad completamente reconstruida, así que un avistamiento de este tipo no debería espantarnos.

Dresden grüsst seine Gäste

Uno pasea por las calles de Dresde y no tiene esos sobresaltos que a veces embisten a cualquiera en Berlín cuando irrumpe en el camino los clásicos bloques de viviendas socialistas. Los Plattenbauten de Dresde no desentonan; diríase que fueron despojados de aquella severidad y aquel dramatismo que en la capital alemana llegan a atemorizar al transeúnte. La comparan con Florencia; sin duda, alguna extraña metáfora vinculada a la cultura o el arte. Aquí se llega al convencimiento, agradable y reconfortante, de que una ciudad capaz de reinventarse a sí misma respetando cada uno de sus cimientos originales, debe ofrecer otras revelaciones capitales. Aquí van algunas.

Joyas barrocas y neorrenacentistas

Todo queda en los aledaños de Altmarkt, en el casco antiguo de la ciudad. Edificios restaurados en las últimas décadas con mucho trabajo y sumo respeto a cada piedra del original. La solemnidad de los 95m de altura de la Frauenkirche, como la belleza y la bondad de muchas personas, se queda lamentablemente en la fachada. Toda una proeza de una reconstrucción que duró 10 años y que culminó en 2005, un año antes de lo previsto. Los colores elegidos para embellecer el interior, digamos para ser amables que, no fueron elegidos de una forma acertada. Kreuzkirche, iglesia evangélica del barroco tardío, cercana al nuevo Rathaus, con interior sencillo tras la reconstrucción, compite en seria desventaja por el protagonismo de la zona.

En Theaterplatz confluyen Zwinger, Hofkirche, Residenzschloss y Semperoper. Zwinger (obra de Pöppelmann), al igual que Residezschloss, también es un palacio convertido en multimuseo. Aquí celebraba Augusto el Fuerte (Elector de Sajonia y rey de Polonia) sus fiestas. Entre los 5 museos, destacan la galería Semper, la Colección de Porcelana o la Gemäldegalerie Alter Meister con obras de Rafael, Rubens, Tiziano o Tinttoreto. A su jardín interior se accede por diferentes pórticos. Sus fuentes e infinidad de esculturas barrocas, otorgan al recinto una teatralidad majestuosa digna de un drama de Shakespeare. La catedral católica barroca Hofkirche sirve de cobijo al corazón de Augusto el Fuerte, en sentido literal y figurado.

El neorrenacentista Residenzschloss, fue la residencia de los reyes hasta 1918. Protege y exhibe la Grünes Gewölbe –bóveda verde–, es decir, el tesoro de los reyes sajones, la colección de joyas más valorada de Alemania. ¿La pieza estrella? Una esmeralda verde tamaño almendra -sin partir- gigante. Las obras de Wagner y Strauss se estrenaban en Semperoper, ópera diseñada por el arquitecto Gottfried Semper en estilo renacentista italiano. A pocos metros de Theaterplatz, nos vemos inmersos en un agradable paseo por la Terraza de Brühl. También conocida como el Balcón de Europa, no era más que el jardín privado del conde de Brühl situado sobre el Elba; jalona la Academia de Bellas Artes y el Albertinum, museo que contiene la Galería de los Maestros Modernos y la colección de esculturas de Dresde.

Porzellansammlung

Oro blanco en forma de maxijarrones, vajillas, pavos reales, aves exóticas, animales bizarros bajo pagodas, perros boloñeses o monos. Esta muestra de porcelana es una de las maravillas –ignoramos el número ordinal- de Dresde y la más extensa del mundo. Se compone de unas mil piezas de la temprana porcelana fabricada en Meissen y otras 19 mil procedentes de las inevitables maravillas chinas (de la dinastía Ming) y japonesas; porcelana oriental exótica de los siglos XVII y XVIII. Obras de gran destreza artesanal. Opulencia de belleza conmovedora. Apasionado de la porcelana, Augusto el Fuerte (1670-1733) es el propulsor de esta colección y de la fabricación de la porcelana de Meissen –primera de Europa-, inventada en 1708. Quería que el Palacio Japonés se convirtiera en el Palacio de la Porcelana, pero su muerte truncó la prosperidad de aquel deseo.

La porcelana oriental era entonces un claro símbolo de riqueza, importancia, esplendor y buen gusto. El comercio recaía en el monopolio europeo de La Compañía Holandesa de las Indias Orientales que a través de la feria de Leipzig, llegó a la corte de Sajonia. Augusto el Fuerte nunca ocultó su pasión por este tesoro frágil. En 1710 fundó la primera fábrica artesanal de porcelana en Europa, preservando siempre el secreto de elaboración. Durante la Segunda Guerra Mundial, la colección fue evacuada a la Unión Soviética y devuelta a Dresde en 1958. Desde 1962 reside en Zwinger. Cualquier cosa servida en aquellas soperas, platos y ensaladeras, a la fuerza, debía saber muy bien.

Los dos mosaicos: Fürstenzug y Weg der roten Fahne

Fürstenzug. O el desfile de los príncipes y los monarcas de la casa Wettin entre los años 1123 y 1906. Una cabalgata de jinetes compone este mural sobre porcelana Meissen. Con 24 mil azulejos, se trata del mosaico de porcelana más grande del mundo. La escena del desfile fue dibujada sobre base de cal entre 1872 y 1876 para celebrar los 800 años de la dinastía Wettin. Creado por Wilhelm Walter en técnica esgrafiada, no sobrevivió una rápida descomposición. Los azulejos se añadieron entre 1904 y 1907. Restaurado en 1980, Fürstenzug discurre por 102m de una de las paredes del establo de Residenzscholss en Auguststrasse. A simple vista parece una lona o un tapiz, pero se cae pronto en la cuenta de que un tapiz en exteriores no tiene razón de ser.

Las dimensiones del mural socialista Weg der roten Fahne, 30x10m, muestra en figura central a una mujer portando la bandera roja. Marx y Lenin, entre muchos otros trabajadores y soldados, quedan en segundo plano. La mujer, dicho sea de paso, evoca más bien la silueta de una profesional de la gimnasia rítmica con cinta, que sin embargo, no desmerece todo el atractivo del mosaico. Este mural, hecho a partir de azulejos de cemento y vidrio de color, cuelga de la fachada del Kulturpalast que da a la Schlossstrasse. Realizado en 1969, Weg der roten Fahne es una pieza del artista Gerhard Bondzin. Una muestra viva del Realismo socialista y monumento cultural protegido desde 2001. Kulturpalast (del estudio de arquitectos Wolfgang Hänsch), concebido en estilo Bauhaus moderno, es uno de los edificios que acota el Altmarkt. Aquí tiene su sede la Filarmónica. Construido entre 1962 y 1969, es una pieza arquitectónica clave del núcleo urbano de la nueva Dresde socialista.

Prager Strasse vs Hauptstrasse

Las dos calles peatonales de la vieja y nueva ciudad: Altstadt y Neustadt. Es una particularidad muy peculiar –valga la redundancia– hablar de nuevo y viejo, cuando se trata de una ciudad rehecha casi por completo y al mismo tiempo. Prager Strasse es un evidente homenaje a la capita checa. Reconstruida entre 1963 y 1970, esta calle une la estación principal con el centro histórico de Dresde, el Altmarkt, donde se quemaron libros y personas. Su arquitectura socialista primigenia ha quedado empañada por los nuevos edificios, enormes centros comerciales -a cual más conmovedor- que jalonan la calle peatonal principal de Dresde. El Rundkino (1972), asombrosa edificación símbolo de la época, con su planta circular y 25m de altura, queda oculto por la marabunta arquitectónica. El nuevo Karstadt intenta mantener la esencia del edificio original -antiguo Centrum Warenhaus en los 70-, aunque los paneles modernistas sean totalmente nuevos, de talante futurista más que retro.

Sobre el Elba, Augustbrücke une el casco antiguo con el Neustadt. Aquí comienza Hauptstrasse, una vez que la estatua de Augusto el Fuerte ha quedado a nuestras espaldas. Estamos en la calle central del Innere Neustadt. Reconstruida entre 1974-1980, su lado oriental mantiene un claro estilo Plattenbau, símbolo de la arquitectura socialista -igual a cubos de cemento, metal y cristal-, mientras que la parte occidental conserva las líneas arquitectónicas del siglo XVIII.  Un curioso, aunque no descabellado, experimento de integración conseguida. A la mitad, el nuevo Markthalle en una calle transversal. Hauptstrasse muere en Albertplatz, allí donde se despliega el Äussere Neustadt repleto de bares, restaurantes, tiendas y otros comercios en calles como Alaun Strasse o Görlitzer Strasse,  o salpicado de patios llenos de galerías y más bares como el Kunsthof, entre ambas calles.

Dresde, capital de Sajonia

Después de los bombardeos de febrero de 1945, aquí tuvieron que hacer como si la vida siguiera, eso es lo más duro, esa mentira. Hoy, Dresde tiene poco más de medio millón de habitantes -4% extranjeros- y una superficie que la sitúa en el cuarto puesto entre las ciudades más grandes de Alemania. 44 museos, 36 teatros y óperas colman el ramillete de una oferta cultural con tradición en la música y en las artes plásticas, escénicas y aplicadas. Su crecimiento económico radica en competencias especiales como el desarrollo de la microelectrónica, la tecnología de la información, la biotecnología y nanotecnología o la investigación y fabricación de materiales nuevos que convierten a la capital de Sajonia en el emplazamiento económico más avanzado de Alemania.  La ciudad cumplió 800 años en 2006. 8 siglos. Desde la instauración de la residencia de Electores y reyes hasta la proclamación de la capital del Estado Federado de Sajonia.

Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. A eso debe el viaje su fuerza. Si elegimos esta ciudad como destino, ante todo, debemos saber que Dresde significa ‘gente de bosque’. Pero no teman. Hay ciudades en las que los oriundos, de forma espontánea, ayudan a los turistas cuando despliegan un mapa en plena calle y ciudades en las que esto no ocurre. Dresde pertenece al grupo de las primeras. Un índice muy común y extendido a la hora de determinar cuándo la gente de un lugar es cordial o desdeñosa. Un detalle insignificante que invita a pensar que estamos ante gente amable y civilizada y no ante ermitaños de bosque. En la vida, lo principal es explicarse. En resumen, nos encanta Dresde.

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Redacción Berlín Amateurs © septiembre 2011

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