Escrito por: Aire libre Arquitectura Barrios Imprescindibles

La complejidad del mapa de Berlín y su desarrollo urbanístico: un rompecabezas moderno

“Berlín, una ciudad siempre nueva”, escribió Mark Twain tras un viaje a la capital alemana en 1891, al convertirse en testigo de un proceso que transformaría el centro del imperio prusiano en dinamo europea de la Industrialización. Al igual que hoy, el autor de ‘Las aventuras de Tom Sawyer’ admiró entonces sus anchas avenidas de más de veinte metros, además de una planificación urbana preparada para la embestida poblacional y el dominio de las máquinas. Allí donde él pensó encontrar barro y monotonía halló un lugar negligente con su tradición, “parece que acaban de construir la ciudad hace sólo seis semanas” – escribió en sus cuadernos de viaje–. Y nada más lejos de la realidad actual: Berlín se reinventa tan repetitivamente que hoy a uno le cuesta seguir el trazo firme de los pasos dados días atrás, más aún si acaba de aterrizar en la metrópolis.

El responsable de ordenar el primer barullo tiene nombre propio. A la espera de recibir dos millones de ciudadanos en los siguientes cincuenta años, en 1862 James Hobrecht rediseña el antiguo plano de la ciudad dotándola de dos anillos en los que desembocarán cientos de avenidas y calles, a modo de arterias que riegan el centro, y delimitando el espacio entre ellas en forma rectangular para los edificios de casas de varias plantas, patio trasero incluido, también en sintonía con las líneas de transporte existentes. Entonces nace el Berlín que intenta descifrar el turista, una capital hoy –según califica el Departamento de urbanismo del Senado berlinés– con forma de “estrella” y de “cabeza de perro” en el centro, acorde al trazado de la línea circular de tren famosamente conocida como “Ring”.

Fisonomía de una ciudad en constante proceso de transformación

La ciudad refleja esta herencia y  se completa con otras dos notables características: la ausencia de un centro único y la dificultad inicial para orientarse. En el Berlín tumultuoso de los años 20, en pleno caos político y económico, surgen distritos nuevos que dan cabida a la clase obrera como Wedding, Spandau, o Moabit, que pasarán a completar una vida en la ciudad definida como “policéntrica”, a raíz de sus doce distritos, completados por barrios o comunidades.

La vida de “Kiez” es motivo de orgullo para el berlinés o expatriado, generando un sentimiento de pertenencia más agudo que el de ciudad o región. De ahí que, para los próximos años, el propio gobierno de Berlín dibuje un mapa de más de veinticinco puntos de encuentro, desde Kortbusser Tor a Ku’damm, a Spandau, Tempelhofer Damm, Köpenick, o Schönhauser Allee, entre otros. Si a ello añadimos la forma de los dos ríos que lo cruzan, en especial el Spree, y la diversidad de localizaciones que generan, entre canales, embarcaderos, o puentes, es lógico que el habitante necesite urgentemente referentes y se someta a un proceso de abducción por zona.

Cubriendo las heridas

Esta complejidad es objeto de una inteligente disección por parte de la artista mexicana residente en Berlín, Vanessa Farfán, que en su proyecto ‘Mapping Berlin’ describe la fisonomía de la ciudad en tres modelos: “como un rompecabezas debido a la división de barrios por la ciudad; como espiral con un centro que se mueve hacia las afueras cual remolino, generando otra geografía o fisonomía de la ciudad; y como esquina, reflejando las diferencias que todavía se perciben entre el este y el oeste”.

Efectivamente Berlín se ha visto obligada a sobrevivir y reinventarse ante factores como la Revolución Industrial, el protagonismo del agua en la ciudad, o la destrucción tras la II Guerra Mundial, pero no hay mejor clave para entender el mapa moderno de la ciudad que sus tres décadas de “Muro de la vergüenza”. Su presencia logró en cuestión de horas que distritos céntricos se convirtieran en periféricos, produciendo huecos, confusión y un caos competitivo en términos de planificación urbanística que aún hoy protagonizan disputas expertas, debates públicos y búsqueda de inversores.

Buenos intentos tras su caída han sido los planes del gobierno que priman el crecimiento interior antes que el periférico; la reconexión de las vías de transporte y mejora de la comunicación, por ejemplo, con la creación del túnel bajo Tiergarten; y un esfuerzo para la reconversión en verde de muchas de las zonas antes inhabitadas. Otros, en menor medida satisfactorios, han tenido que ver con el principio de “reconstrucción crítica” que ha dado lugar a interrogantes futuros como el Berlín de los rascacielos en Alexander Platz, la arquitectura espectacular en aislamiento de Postdamer Platz, la lenta urbanización tras la estación de Hauptbahnohf, o el estéril uso público de Leipziger Platz.

El disgusto popular: MediaSpree y Palacio Imperial

La más notoria incertidumbre nace al contemplar los huecos en busca de mejor postor del MediaSpree, un plan de urbanización del río con alguna metedura de pata imperdonable como el edificio para conciertos del O2, hoy en soledad entre hormigón, raíles y parking. El plan generó una ardiente polémica que aún vive en los debates del noveno encuentro ‘Experimentsday’, evento entre urbanistas, arquitectos, promotores y ciudadanos que fomenta la participación ciudadana ante cualquier decisión unilateral sobre el desarrollo del suelo.

Durante estos encuentros –y durante todo el año– el equipo de Experimentsday, además organiza tours por el Berlín sostenible que ayudan a descubrir sorpresas positivas y negativas al respecto. Otra intrigante cuestión en la cabeza del berlinés medio es la aprobación de la reconstrucción del Palacio imperial por el Bundestag y el Senado de Berlín, una iniciativa de millones de euros que justifica su prepotencia ideológica con la idea de “recuperar un centro” en la ciudad.

Un futuro incierto

Tras las elecciones del pasado 18 de septiembre, con el Partido Pirata ya en la cámara de representantes y la posibilidad de una coalición gubernamental que incluya a los verdes, algunos berlineses esperan soluciones concretas. En primer lugar hay que resolver la polémica construcción de un nuevo aeropuerto, el futuro uso de Tegel, y la conexión de la carretera de circunvalación que pasaría por el centro. El problema aquí no radica exclusivamente en la falta de dinero, sino también en la importancia de conducir procesos de democratización claros sobre el estilo de ciudad deseable.

El director del Experimentsday, Michael Lafont, es contundente al confirmar que desde hace veinte años “no hay un plan que defina una visión global del Berlín del futuro” y añade que “solo se ha seguido una estrategia neoliberal de venta de suelo e inmueble públicos al mejor postor”. En la retina de muchos residentes aún se reflejan las consecuencias de algún error de cálculo post-reunificación como la predicción de tres millones de nuevos habitantes que nunca llegaron y por la que hoy Berlín tiene 100.000 apartamentos vacíos a la espera de inquilino.

Las líneas y vértices de esta ciudad albergan aún callejones sin salida o terrenos a la espera de un matrimonio feliz. Cierto es que toda la información sobre los planes proyectados por el gobierno de Berlín para cada esquina, gota de agua o árbol de la ciudad están disponibles en Internet y consecuentemente expuestos a elogios o críticas. El mapa de Berlín, la superviviente e indomable, es al fin y al cabo el resultado de un esfuerzo constante y responsable de sus ciudadanos frente a los acontecimientos. Aún queda por saber si persistirá en su carácter ante la crisis y de qué modo despertará en un futuro la admiración de un nuevo Twain.

Página del Senado – Departamento de Planificación Urbana:
www.stadtentwicklung.berlin.de

Creative sustainability tours Berlin:
www.creative-sustainability-tours-berlin.net

Lara Sánchez para Berlín Amateurs © octubre 2011
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