Escrito por: Mi Berlín

«Mis dos Berlines»

MAIE ESCORIAL

Aterricé en Berlín el primer día de marzo, hace ya 6 años. La primera impresión fue de sorpresa, ya que aunque me lo imaginaba frío y gris, no me esperaba algo tan literal. Aun estando la primavera a la vuelta de la esquina, recuerdo que estuvo nevando dos semanas seguidas (día y noche sin cesar). Mientras dudaba de mi elección me aclimaté a la ciudad y a mi nuevo trabajo como pude y empezó mi primer Berlín: esto es, burocracia y trámites interminables e ir conociendo la ciudad en los pocos ratos libres que tenía.

Un día, sin apenas avisar, la primavera apareció de la nada y Berlín se convirtió en otra ciudad y sus habitantes con ella. Desde entonces, ese día imposible de calcular es mi día favorito del año, especialmente después de los inviernos más duros. Y es que para mí, Berlín no puede definirse sino por sus dos estaciones: invierno y verano. O invierno y no invierno, definición que se acercaría más a lo que tenemos en esos meses en los que no hace falta salir a la calle con mil capas de abrigo.

Y es que ese paso del invierno al verano es un acontecimiento tan (o más) importante que cualquier nochevieja. Miras al cielo y de repente te das cuenta de que el sol y el cielo azul existen (aunque sólo sea por un rato), de que los días por fin son más largos y de que hay mucha más gente, niños y perros en la calle que en los últimos 6 meses juntos. La calle es una fiesta y todas las caras llevan la sonrisa puesta.

Por tanto, para mí, además de los Berlines que construimos cada año (Berlines que se crean y desaparecen con cada casa, trabajo, curso, relación o partida de un amigo), existen estos dos Berlines principales, alrededor de los cuales modificamos nuestra rutina:

VERANO

PARQUES. A Görlitzer Park le tengo especial cariño, ya que lo considero el jardín de mi casa. No es precisamente de los más limpios, verdes o tranquilos de Berlín, pero el que esté a tan sólo 2 minutos andando desde mi portal, ha hecho que sea escenario de largas tardes al sol, barbacoas, picnics y desayunos improvisados en días en los que el tiempo realmente acompaña.

En verano uno no necesita tanto el ir a bares o cafés (aun habiendo terrazas bien pintonas), ya que visitando cualquier Späti de la zona y Kumru en Wrangelstr. 46 (todo tipo de frutos secos, antipastis y quesos frescos turcos) tienes la tarde hecha. Importante también alguna visita a la heladería de Falckensteinstr. 7, que aunque cada año va subiendo más los precios y cada vez hay que esperar más cola, no puedo resistirme a realizar, de vez en cuando, el primer tramo del parque helado en mano.

COMIDA PARA LLEVAR. En esta época del año es también raro para mí quedarme a comer en los restaurantes. Nuestra fórmula es pedir para llevar y elegir un lugar más interesante para ese trámite diario. Uno de nuestros pasatiempos preferidos es ir a por hamburguesas a Burgermeister y comerlas en el descampado de la Cuvrystr. con el río a tus pies, Oberbaumbrücke a la izquierda y Molecule Man a tu derecha.

Otro de los clásicos sería Spätzle Express de la Wiener Str. para trasladarnos luego a orillas del Kanal, Scheers Schnitzel (en la esquina de Warschauer con Stralauer Allee) para ir a la orilla del Spree o pollo asado y ensalada del Imbiss Hühnerhaus (Görlitzer Str. esquina Skalitzer Str.) para comerlo en el mismo parque. Eso sí, esta práctica requiere mucha tolerancia a las avispas, bastante más pesadas y abundantes que en España y, según los alemanes, inofensivas…

AGUA. Todo lo relacionado con el agua suele ser buen plan veraniego, como por ejemplo alguno de los lagos que rodean Berlín. Schlachtensee es nuestro favorito, aunque cada vez es más difícil encontrar buen sitio (orillitas privadas que rodean el lago) si no se madruga. Siempre tenemos como opción alquilar una de las barcas y celebrar el picnic tradicional dentro de una de ellas, aunque una vez más, los precios han subido bastante y ya no lo hacemos con la frecuencia de otros años.

Paseos por Landwehrkanal, tardes enfrente del barco abandonado un poco más allá de Admiralbrücke, cualquier espacio abierto cerca del Spree (Michaelsbrücke antes era muy buena opción) o alguna de las piscinas de verano de Berlín (no recomendadas si lo que buscas es tranquilidad). Badeschiff era lógicamente nuestra preferida, pero la aglomeración y el que no te dejen pasar bebidas ni comida han convertido a Sommerbad Kreuzberg en nuestra nueva opción.

AIRE LIBRE. O lo que es lo mismo: Open Air. En verano, me niego a meterme debajo de un techo para salir a tomar algo. A partir de mayo siempre hay fiestas al aire libre donde uno puede llevarse su propia bebida y su mantita y pasar la tarde tranquilamente. O no. Siempre encuentras gente de todo tipo, desde padres jóvenes con hijos, perros y barbacoas como otros que obviamente ya llevan unas cuantas horas de marcha a sus espaldas. Lo mejor es que nadie mira mal a nadie y extrañamente todos encajan en el ambiente.

Además de las fiestas que se van anunciando en las páginas de siempre o que llegan a través del boca a boca, están las fijas y que se repiten cada año: 1 de mayo, Fête de la musique, Karneval der Kulturen, Patentblau y Karneval der Verpeilten. Éstas son las que siempre intentamos no perdernos, y aunque las tres primeras no son estrictamente open airs, el ambiente en la calle es igual de festivo e incluso más interesante y siempre habrá alguna de las clásicas aprovechando la ocasión.

Flohmärkte los domingos (Boxi, Revaler Str. y Mauerpark) y excursiones a lugares abandonados completarían la oferta del verano.

INVIERNO

CUEVAS. Un amigo me dijo una vez que Berlín en invierno era como vivir en una nevera que tiene la bombilla estropeada. Yo desde hace unos años me tomo la comparación al pie de la letra y procuro quedarme la mayor parte del tiempo resguardadita en modo lechuga en el cajón de las verduras: mi casa. O la de otros. Cenas, fiestas en casas, días (o fines de semana) de pelis y manta y ponerse al día con muchas de las cosas que se dejaron de hacer en verano por esa urgencia de chupar la mayor cantidad de vitamina D posible.

Época perfecta para estudiar algo nuevo, aprender nuevas recetas, buscar un trabajo mejor, redecorar la casa o cualquier actividad que no requiera de mucho tiempo fuera del hogar. También es muy típico salir como si no hubiera mañana, pues oferta nunca falta, aunque ya hace unos cuantos años que esa opción no me inspira más que pereza.

BARES, CAFÉS, RESTAURANTES. En esta época sí que hago uso de ellos. Eso sí, mi radio de acción se reduce e intento no desplazarme demasiado. Para una tarde de café y tarta me inclino por Bierhimmel en Oranienstr. 183 (las mejores tartas que he probado aquí). Para tomar una cerveza iría a Schlesische Str., Reichenberger Str. o Weserstr. Y para comer o cenar fuera, me quedaría por Wrangelkiez, que cuenta con bastantes posibilidades. Sólo nos saltamos esta regla de vez en cuando para cenar sushi en Oranienstr.

AIRE LIBRE. Pero que no cunda el pánico, no todo en esta época del año es hibernar. Del modo lechuga podemos pasar rápidamente al modo cebolla y echarnos a la calle bien surtidos de capas en días en que el sol o el tiempo libre lo permitan. A pesar de todo, aquí siempre hay cosas que hacer y el frío no deja la ciudad del todo abandonada.

Paseos por el Kanal congelado, guerras de bolas de nieve en Görli o Hasenheide (casi siempre enfrentando a Kreuzberg y Neukölln), mercadillos de navidad, Silvester (nochevieja) y un montón de eventos que, yo creo, se planean en invierno precisamente para hacernos pasar estos meses con algún aliciente: Berlinale es uno de ellos. Durante 10 días da igual la nieve, el hielo y el frío, como mínimo caen un par de pelis cada edición.

Transmediale es otro ejemplo, así como muchas exposiciones, conciertos y opciones culturales que, aunque en principio puedan dar pereza sólo de pensar en el desplazamiento, al final hacen que tu cueva te parezca hasta más acogedora a la vuelta, además de sentirse uno orgulloso de sí mismo por haber hecho algo interesante más allá de las 4 paredes de la casa.

Para terminar, añadir que, a pesar de todo lo dicho, hay un elemento común y fundamental que me acompaña en ambos Berlines: mi bici. Desde que llegué, raramente la dejo aparcada por muchos días. A no ser que Berlín se haya convertido en una pista de patinaje (cosa algunos años bastante común), me acompaña ya llueva, nieve o haga un calor del infierno (que a veces también pasa).

Ahora sólo falta cruzar los dedos y esperar a que este año la primavera (o comienzo de la temporada de verano) llegue como manda el manual, a finales de marzo, que aunque este invierno ha sido el más suave desde que llegué, uno nunca sabe qué va a pasar, y recuerdo alguna que otra nevada en pleno abril. Y es que el clima de Berlín es tan imprevisible como la ciudad, cada año hay una versión nueva. Y como dicen los alemanes April april der macht was er will.

Maie Escorial para Berlín Amateurs © marzo 2012
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