Escrito por: INSIDE BERLIN Mi Berlín

“A Berlín tienes que encontrarla, leerla entre líneas y tejerla con paseos a la deriva”

Carolina Velasco berlin periodista musical libro tour vertigo playground

CAROLINA VELASCO

O ‘meine liebe Berlin’, como llamo yo a Berlín desde que la pisé por primera vez, hace ya ocho años, si no recuerdo mal. Aterricé en Tegel con los nervios amarrados al estómago, con esa sensación mágica de pisar por primera vez una ciudad que llevaba años queriendo conocer. Tenía miedo de que me decepcionara, pero a pesar del tiempo escaso que pasé allí, del frío (¡en mayo!) y  de ese sempiterno cielo gris y esa noche que nunca oscurece del todo, me enamoré perdidamente de la ciudad. Me di cuenta -Beck’s en mano- en un pequeño bar de Pranzlauer, cuando el barrio aún no estaba lleno de turistas y tiendas pintonas (la mayor amenaza para el Berlín que amo, lo sé, es la ‘gentrificación’).

El año pasado volví a Berlín, prácticamente como cada año desde que la conocí. Era la primera vez que la visitaba con una primavera de verdad. En el parque de Görlitzer aún había cientos de plumas de colores que hablaban de la festividad del 1 de mayo y el tiempo invitaba al dolce far niente, al letargo bajo el sol y a la conversación reposada.

Pasión por el urbex

Pero en mi Berlín apenas me permito descansos: cada hora que duermo son unos minutos de atención que le robo no sólo a mi ciudad favorita, sino a mí misma. Así que como cada año, hay que buscar un edificio abandonado en el que colarse.

Lo llaman ‘urbex’, pero para mí se trata de viajar en el tiempo y leer la historia entre líneas, la famosa intrahistoria. El último descubrimiento fue la  Bärenquell Brauerei, una antigua fábrica de cerveza en Treptow en la que incluso encontramos un viejo coche de la RDA. Temo que la especulación inmobiliaria termine con estos lugares y con esta forma de ocio clandestino…

Bounjour Tristesse desde el café San Remo

Otra de mis paradas favoritas es el café San Remo (Falckensteinstr. 46), en Kreuzberg. En realidad en Berlín hay un buen café casi en cada esquina (se pueden probar las tartas de cualquiera de ellos prácticamente a ciegas), pero tengo predilección por éste, lo confieso. Ir a primera hora de la tarde es garantía de encontrarlo prácticamente vacío y conseguir una de las escasas y codiciadas mesas de la terraza. La situación es privilegiada: a la izquierda queda el Oberbaumbrücke, el emblemático puente berlinés y una de las pocas construcciones que quedaron en pie tras la guerra. Basta con cruzarlo para pasar de Kreuzberg a Friedrichshain, otro de mis barrios favoritos de Berlín.

A la derecha, se avista el edificio “Bonjour Tristesse”: se trata de una  gran mole de hormigón gris en la que alguien inscribió las palabras de Éluard cuando el cemento aún no se había secado. Ahí se quedó la frase, como protesta por romper con la arquitectura del lugar… y así es como muchos berlineses llaman al edificio (los berlineses tienen no sólo la capacidad de transgredir, sino de incorporar esas transgresiones a la cultura de su ciudad). Ese café, situado en pleno cruce de caminos, es un lugar perfecto para observar a los berlineses sin molestar y tomar el pulso a Kreuzberg mientras se escuchan los trenes del U-Bahn.

El encanto de Boxi

Desde allí es fácil llegar a pie hasta el mercadillo de Boxhagener Platz, ‘Boxi’ para los berlineses. Aunque empiezan a proliferar los puestos ‘modernos’ que se pueden encontrar en el rastro de cualquier ciudad, aún es posible toparse con vinilos a buen precio, cámaras de fotos analógicas de segunda mano, muebles de hace décadas y toda la parafernalia de la RDA que hace las delicias de los turistas.

Me gusta vagabundear por allí, buscar discos entre las cubetas, echar un vistazo a esas fotos en blanco y negro de principios del siglo pasado y que hablan de un Berlín aún ajeno a la desgracia: me pregunto quiénes son los protagonistas de esas fotos, cómo serían sus vidas, cómo han terminado en una caja de zapatos vieja a la venta por unos céntimos. Suelo comprar alguna y las atesoro con cuidado (Berlín y su intrahistoria una vez más).

Siempre algo nuevo

Lo que más me gusta de Berlín es que siempre que voy me descubre algo nuevo, un detalle, un lugar que había pasado por alto, un momento… porque Berlín tiene mil caras, sólo hay que estar atento, patearse sus calles, actuar como un berlinés, mezclarse con ellos, observar y aprender. No es como otras ciudades que funcionan como perfecto reclamo turístico y que parecen salidas de una postal.

Berlín no es así. Allí no te van a asaltar fastuosos monumentos ni grandes joyas arquitectónicas (que las hay, pero en menor medida que en otras capitales europeas). A Berlín tienes que encontrarla, leerla entre líneas y tejerla con paseos a la deriva. Así es como he construido yo mi Berlín, un Berlín que ya no es sólo un espacio físico, sino también emocional.

Carolina Velasco para Berlín Amateurs © abril 2012

Carolina Velasco, periodista especializada en música, además es autora de “Tour Vértigo”, libro que recoge más de 30 entrevistas que ella misma realizó a bandas de música internacionales, donde los músicos cuentan su vida desde dentro

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