Escrito por: Actualidad Cine Festivales

Berlinale 2023 | Los lejanos ecos de un universo femenino

La directora salvadoreña Tatiana Huezo estrenó el jueves su documental El eco, parte de la sección Encounters (Encuentros) de la Berlinale 2023.

El eco es un lejano pueblo mexicano cuyos habitantes –mujeres y niños, principalmente– viven y pasan sus días enfrentando las adversidades del trabajo duro del campo, de los cambios de estación y de la pobreza. Además de ser el escenario, el lugar también le da nombre a la película documental más reciente de la directora salvadoreña, Tatiana Huezo, Esta cineasta ha llevado a la pantalla otros trabajos del mismo género, como El lugar más pequeño (2011), Tempestad (2016) y la ficción Noche de fuego (2021).

Con esta producción, esta realizadora participa en la sección Encounters (Encuentros) de la 73.ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlín. Esta sección se caracteriza por presentar nuevas perspectivas en el cine y por buscar ser un escaparate de diversas formas narrativas y documentales.

Como propuesta, El eco es un documental que juega a ser una ficción, pues en la cinta no hay entrevistas o voces en off que acompañan lo que se registra. Se trata de una historia que se nutre de momentos y en la que los actores naturales siguen su vida conforme cambian las estaciones y a medida que estas traen consigo sus sequías, sus heladas, sus lluvias, sus vientos y sus truenos. La directora ha sabido aprovechar estos elementos de la naturaleza tanto para la fotografía, a cargo de Ernesto Pardo, como para la soberbia banda sonora.

En El eco Huezo acompaña durante un año la vida de un grupo de niños del lugar y de la familia de Andrea, una madre de tres niñas y un pequeño, que se ha quedado al frente de la casa. Su cotidianidad, de pasajes sencillos y extraordinarios, revela una forma de vida que en pleno siglo XXI ya se hace ajena.

No porque en el campo la pobreza le arrebate los sueños o la infancia a los niños, algo que ya no resulta novedoso en los entornos rurales, sino porque en el campo la figura masculina es cada vez más ausente. Ahora en el campo predomina la fuerza de mujeres y niños.

Para Huezo esta transformación de la vida en el área rural es materia prima valiosa y el punto de partida de un posible cambio de roles y formas de pensar que podrían terminar con esos ecos que Andrea ha heredado de sus padres y que hoy transmite y refuerza en sus hijas.

Por ello, no es casual que, en toda su lógica de vida, Andrea cuestione a su compañero y le rete a ponerse en sus zapatos, a que se quede en la casa, que la deje ir a ella a buscar trabajo fuera, para que tome consciencia de lo dura que se ha convertido la vida entre llevar adelante la crianza, las labores del hogar y atender a los animales y las plantaciones de maíz que son su fuente de ingresos.

También conocemos a Montse, la hija mayor de esta familia que, además de ayudar a su madre, se ocupa de cuidar a su abuela postrada en cama. A ella la vida del campo no le convence y quiere seguir a su padre al Distrito Federal. Pero no para trabajar en la construcción, sino para alistarse a la armada, una idea que –de solo pensarla– estremece a su amiga Bere, otra adolescente de El eco que, probablemente, se ha criado igual a Andrea.

Mientras Montse idea su plan para alejarse del pueblo, también quiere participar en las corridas con su caballo, algo que en el poblado practican únicamente los hombres y que su madre no está dispuesta a autorizar. Frustrada, Montse abandona El eco dejando a Andrea con el peso de no haber sido una buena madre, pero sembrando una semilla en su hermana Luz Ma, quien al igual que ella más adelante decide dejar el poblado para ir a su encuentro.

Pero en El eco, la directora no solo retrata la mística con la que estas mujeres sortean la vida, la muerte, la enfermedad, el amor, la amistad, sino también la profunda relación que los niños construyen desde temprano con el lugar que habitan. Una relación que va moldeando su visión de mundo. Un vínculo que, si eres niña, también puede llegar a jugarte en contra como sucede con Sarahí, otra de las hijas de Andrea. Su deseo de continuar su educación, depende de la situación económica de su familia, que con la partida de Montse se ha tornado aún más difícil.

Esa vida de los niños plagada de responsabilidades, de trabajo duro y de cansancios inconscientes en ciertos momentos encuentra un respiro en la escuela que, más allá de ser ese espacio de aprendizaje, se convierte en el lugar donde los niños pueden vivir su infancia.

Allí olvidan durante unas horas los quehaceres, donde se divierten, se enseñan unos a otros y hablan de sus planes futuros. Un espacio que alberga por unas horas esas vidas que comienzan a florecer en un poblado que ha dejado de ser lo que era y que en un futuro no muy lejano deberá sortear las consecuencias de estas transformaciones y, con total seguridad, un cambio en los ecos que heredarán las nuevas generaciones.

Texto: Carla Hannover. Foto: Montse junto a su caballo en una escena de El Eco. Crédito: Radiola Films
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