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Winterreise por el Staatsballett Berlin: paisaje interior disuelto en el minimalismo

Winterreise, fotos de prensa Staatsballet Berlin ©

(Con la colaboración especial de Staatsoper Berlin Unter den Linden + Staatsballett Berlin)

La coreografía de Winterreise, firmada por Christian Spuck y representada por el Staatsballett Berlin, se mantiene aún con altas expectativas en la Staatsoper Unter den Linden. Sin embargo, y pese a los nobles materiales de partida —la música de Franz Schubert, el canto del tenor Mathew Newlin, la poesía de Wilhelm Müller y una troupe de 28 bailarines—, la propuesta escénica parece, por momentos, no saber qué hacer con tanto recurso disponible.

Inspirada en el célebre ciclo de canciones Winterreise, esta coreografía huye de la narración directa para abordar una suerte de paisaje emocional desde una perspectiva abstracta. La intención es clara: transmutar la experiencia interna del caminante romántico —solitario, melancólico, herido— en un viaje físico. Pero esa ambición se diluye pronto en una puesta en escena que, aunque visual y estéticamente irreprochable, deja al espectador a la intemperie, sin un verdadero punto de anclaje rítmico o emocional.

Una estética impecable al servicio de la intemperie emocional

Basado en los poemas de Wilhelm Müller, el ciclo Winterreise de Schubert traza el monólogo errático de un caminante herido por una ruptura amorosa, sumido en un paisaje invernal tan desolado como su ánimo. Esa atmósfera melancólica y existencial nutre la versión coreográfica de Christian Spuck, una de las apuestas clave del Staatsballett Berlin esta temporada, cuyo poder de conmover, sin embargo, resulta discutible.

La escenografía de Rufus Didwiszus es, sin duda, uno de los aciertos de la producción. La textura que imita el cemento, junto a la disposición de ocho neones verticales que segmentan el espacio, genera un entorno frío, casi clínico, que armoniza bien con el carácter introspectivo de la pieza. El vestuario, diseñado por Emma Ryott, propone un cromatismo sobrio, donde grises, negros, blancos y beiges contribuyen a acentuar esa sensación de desarraigo y contención emocional. Visualmente, Winterreise construye una atmósfera coherente, precisa, incluso hipnótica a veces.

Winterreise, viaje interior sin horizonte

No obstante, más allá del planteamiento estético, la coreografía de Spuck se queda atrapada en una repetición de gestos que no siempre parecen responder a una intención clara. Lo que podría interpretarse como contención o sobriedad emocional a menudo se percibe como falta de impulso creativo. El minimalismo coreográfico, en lugar de intensificar la introspección del personaje, genera una sensación de estancamiento, como si la dramaturgia del movimiento hubiese optado por la mesura extrema en detrimento de la expresividad o del riesgo.

En una obra con 28 bailarines sobre el escenario, sorprende la dificultad para generar escenas colectivas de verdadero peso visual o emocional. La mayoría de los cuadros se suceden sin una progresión clara, ni un desarrollo que permita al espectador percibir una evolución interna o narrativa. La sensación predominante es la de una belleza formal algo vacía, donde la ausencia de virtuosismo no siempre se compensa con una carga emocional lo suficientemente fuerte como para sostener la atención.

Coreografía sin pulso narrativo

Spuck propone una coreografía donde los intérpretes —en dúos, solos o conjuntos fragmentados— transitan emociones sin concretarlas del todo. Se agradece la voluntad de evitar lo espectacular, pero se echa en falta una mayor riqueza en el vocabulario del movimiento, una mayor osadía en la construcción de escenas que mantengan viva la tensión dramática. El resultado es una experiencia que, aunque cuidada y visualmente sólida, se percibe plana en su desarrollo. No se trata de esperar pirotecnias ni acrobacias, pero sí de encontrar en el cuerpo —como decía la premisa de la pieza— un lenguaje del alma. En esta Winterreise, ese lenguaje parece hablar en susurros demasiado uniformes, sin los altibajos que el alma —y la danza— también requieren.

En el último Lied de Winterreise, cuando el movimiento casi cesa por completo, emerge el momento de mayor fuerza escénica. Los cuerpos semidesnudos y detenidos, entrelazados bajo un enjambre de cornejas, componen una imagen de gran potencia simbólica y belleza plástica. La figura del ave de mal agüero —presente a lo largo de la pieza como emblema de soledad, fidelidad o presagio— alcanza aquí su máxima expresividad. Si la coreografía hubiera comenzado con esa misma fuerza vehemente y se hubiera sostenido con igual convicción, el recorrido escénico habría alcanzado una trascendencia profunda y duradera, capaz de redefinir la percepción misma de la obra.

TOP BALLET EN STAATSOPER BERLIN UNTER DEN LINDEN 2025

Winterreise: 9 y 14 de junio
Cassandra:
 19, 22 y 25 de junio; 3 y 11 de julio
Gods & Dogs:
 28 y 29 de junio; 2, 3, 6, 13, 18 de julio; 14, 19, 21, 24, 26 y 30 de septiembre; 9 y 15 de octubre

Paco Arteaga para BA © junio 2025. Fotos oficiales prensa Staatsballet Berlin ©
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