La novela por entregas de BA
Una historia de ficción. Por Daniel Zimmermann
—Bienvenido a funnyJet, le atiende U…, ¿en qué le puedo ayudar hoy?
—Mi vuelo desde Ibiza a Madrid se ha cancelado. El caso es que yo tengo que estar en Madrid hoy sí o sí. Y aquí en el aeropuerto sólo me cambian el vuelo para dentro de tres días y eso no puede ser.
—Si en el mostrador de ventas del aeropuerto le han dicho eso, significa que no tenemos vuelos disponibles en esa misma ruta para los próximos días.
—Es que ustedes no me entienden. ¡Les digo que tengo que estar hoy por la tarde en Madrid!
—Por favor, acepte nuestras disculpas por la cancelación de su vuelo, pero lo que le han comentado en el aeropuerto, es lo que estamos en disposición de ofrecerle.
—¡Me cago en Dios! ¡Que estoy preso en la cárcel de Soto del Real y estoy disfrutando de un permiso que termina hoy, COÑO! ¡¿Lo entiendes ahora?!
—Ah,… En ese caso, compre usted un billete con cualquier compañía que nosotros le reembolsaremos el importe una vez nos haga llegar los recibos.
—¿Y con qué dinero quieres que compre yo un billete para hoy, eh? ¿Lo pinto? ¿Me cago en la hostia puta!
—Siga las instrucciones que le hemos dado. Gracias por llamar a funnyJet, buenos días.
***
UE. Bendita unión de países europeos que permitía nuestra estancia en Alemania sin que tuviéramos que preocuparnos de visas a punto de expirar, de Einbürgerungstests —test de naturalización para la obtención de la nacionalidad alemana— ni de matrimonios de conveniencia. A la UE apelaban nuestros clientes en materia de las compensaciones que solían interpretar muy mal cuando recibían aquel folleto informativo, con los derechos de los pasajeros impresos, después de cada cancelación.
Aunque por todos los ciudadanos de los países miembros, bien era sabido cuáles eran los países que integraban la comunidad económica europea casi desde sus orígenes, era lamentable comprobar las distinciones que solían realizar periódicos estatales de la talla del Berliner Zeitung en materia de encuestas y estadísticas. Cuando dividían a los países miembros de la UE y a los países miembros de la UE ¡del sur!, en los que se incluía a España, Portugal, Italia y Grecia, las hermanas pobres de la UE.
El resto de segmentos correspondía a Asia, América Latina, Estados Unidos, Turquía o África. O sea, que no era precisamente para hacer distinciones dentro de Europa. En más de una ocasión quisimos escribir una carta al director, otra, pero nuestro nivel de alemán jamás nos lo permitió. Alemania, nación de raza aria, siempre ha sido un país experto en hacer diferenciaciones de ese tipo.
UMSONST LADEN. En alemán en el original. Si queríamos ir más allá del umbral de toda lógica mercantil, más allá incluso de la era low cost, en Alemania, encontrábamos las Umsonst Läden —tiendas en las que todo era gratuito—, establecimientos en los que era posible llevarte hasta tres artículos sin pagar ni intercambiar nada en compensación. Lo que cualquier experto financiero no dudaría en tildar de suicidio económico. ¿Necesidad o convicción anticapitalista?
Gracias a Dios, seguíamos tropezando con el impacto de un pasado comunista. Fenómeno utópico que sobrevivía entonces en veinte ciudades alemanas, Berlín, una de ellas, exactamente, en la Brunnenstrasse. Un comercio paradigmático en el que no existía dinero y donde los ladrones se sentirían, cuando menos, desconcertados. La tienda más segura del mundo atentaba contra la lógica del consumo, ese otro dios al que todo se sacrifica. Una crítica feroz contra la economía de mercado. Y si no perdemos de vista lo poco que ganábamos, estas tiendas se convertían en una salvación.
UMWELT ZONE. En alemán en el original. Berlín y su burbuja de aire. Berlín era una burbuja en muchos sentidos. Los polos se derretían. El Amazonas pronto sería un desierto. El planeta no tardaría en alcanzar el punto de ebullición. El cambio climático advertía. El hombre se mostraba insolente. Íbamos al encuentro de un mundo inhóspito y deshumanizado, más todavía, donde lo que quedara de naturaleza sería lo suficientemente pequeño e insignificante para pasar desapercibido. Dentro de poco se viviría en burbujas de aire artificial —como profetizó Lothar Streblow en su popular pieza radiofónica de ciencia ficción, Der Fisch (1972) —, nuestra alimentación sería rica en uranio y el aluminio habría sustituido a las vitaminas.
Nuestros hijos irían de excursión a las centrales nucleares y se practicaría senderismo en las autopistas. Los parques serían sustituidos por sofisticados vertederos y las reservas de la Biosfera, por campos de experimentación de armamento atómico. Las ciencias naturales habrían desaparecido de los planes de estudio y los árboles, como la historia, sólo existirían en libros de texto que ya no serían de papel. Ése sería nuestro destino si no proliferaban pronto medidas de auxilio que protegieran el medio ambiente.
Bienvenidos a Berlín, zona medioambiental. Mientras nosotros nos contaminábamos vivos, el centro de Berlín se autoproclamaba poco menos que reserva de la biosfera, casi. ¿Qué tipo de broma era aquélla? La zona medioambiental englobaba un área en la que sólo se permitía el tránsito a vehículos (coches y camiones) que mantuvieran emisiones estándares. A los vehículos con emisiones elevadas les era bloqueada la entrada. Esto también se aplicaba para residentes y negociantes de la zona medioambiental. El criterio de esta zona afectaba por igual a los vehículos extranjeros.
La clase contaminante podía ser determinada por un registro anual o por la clasificación europea estándar visible en los documentos del vehículo. Con esta medida se contribuía significativamente a reducir los niveles perjudiciales de contaminación, en pos de una metrópolis saludable y respetuosa con el medio ambiente, que beneficiaría a todos. Así mismo era como Berlín actuaba para nosotros como una burbuja doblemente concebida.
Una superficie de 88km2 delimitaba la zona medioambiental. Espacio que cubría el centro de Berlín, dentro del área que recorría la vía de ferrocarril interurbano conocida como ‘Ring’, especial y densamente desarrollada. Más de un millón de los tres coma cuatro millones de habitantes que vivían en Berlín habitaban en ella. Los vehículos permitidos lucían una pegatina distintiva en la que se anunciaba el grado de contaminación del vehículo.
Si se hubiera llevado esa práctica a las personas, pues somos muy dados a llevar cualquier experimento a las personas, a probarlo todo en las personas, las ciudades se habrían quedado hace ya mucho tiempo desiertas. Una pegatina que evidenciara el grado de contaminación del organismo o tal vez del pensamiento de cada individuo. Habría sido gracioso toparse por la calle con todo lo extenso del escalafón de ese peculiar organigrama que ya no sólo afectaba a los coches sino también a los peatones. Y participar en el contrabando de pegatinas con tal de no abandonar el centro de Berlín, la tierra prometida, la patria de Peter Pan.
URGENTE. La mayoría de nosotros tenía una lengua rápida y afilada. Lo suficiente para mantener a raya las urgencias de cualquier tipo. Esta palabra era clave en boca de secretarias que se tomaban todos nuestros plazos al pie de la letra. Si una factura era recibida en un promedio de tres a cinco días hábiles, si un reembolso tardaba entre cinco y diez días laborables en aparecer en el extracto de una cuenta bancaria, nadie apreciaba matices del lenguaje tales como días laborables o adverbios cuantificadores o temporales como aproximadamente, promedio o alrededor de, a cuya elasticidad semántica nos aferrábamos.
Por eso modificábamos los plazos estándares. Si en el texto predeterminado ponía de cinco a diez días, nosotros corregíamos, de veinticinco a treinta días, que se ajustaba más a la realidad en la que todos saldríamos ganando; usted porque no se desespera y no tiene que llamarnos otra vez y nosotros porque no sufriremos su desquicie mientras espera un reembolso que tarda más de la cuenta.
USTED. ¿Cree usted que lo vale? ¿Cree usted que de verdad merece que le tratemos de usted? ¡Váyase a la mierda, hombre! Ya sé que no se lo van a creer, pero había gente que reclamaba el mal trato de algún miembro de funnyJet de los mostradores de facturación de cualquier aeropuerto sólo, tan sólo, porque el trabajador se había dirigido a ellos por sus nombres de pila y los tuteaba. ¿Acaso no resulta increíble? ¿Acaso está eso tipificado en algún manual de protocolo como falta de respeto? ¿Quién coño se cree usted que es?, ¿la reina de Inglaterra? La verdad, yo me ofendería si alguien me llamara por otro nombre que no fuese el mío propio.
UTOPÍA. En un mundo perfecto todo lo que acabas de leer no pasaría. La utopía está íntimamente relacionada con el deseo de dar un sentido a la vida y alcanzar la felicidad. No es necesario remontarse hasta La República de Platón para hablar de sociedades idealizadas donde todos sus componentes viven felices y satisfechos. Berlín ya nos parecía muy ideal con todos sus defectos y limitaciones. Berlín se había convertido en uno de esos amantes, no especialmente agraciados por la belleza o dotados por la inteligencia, que terminan enamorando a sus pretendientes con elocuentes pruebas de amor. Y perseverancia. Y no hay prueba de amor mayor que la libertad. Permitir en lugar de prohibir. Desatar en lugar de apretar. Liberar en lugar de dominar. Establecer la propiedad común de los bienes.
Lo que Berlín nos ofrecía en cada momento lo aceptábamos en calidad de ideales, algo que no pasaba, en realidad. Un no-lugar donde uno mismo podía sentirse como si fuera su casa. El socialismo utópico propuso reformas concretas a través de transformaciones radicales para hacer de la sociedad un lugar más solidario, en el que el trabajo no fuera una carga alienante y en el que todos tuviesen las mismas posibilidades de auto-realizarse. En pos de una sociedad mejor, más humana y justa. Una utopía que ya había intentado Berlín en el pasado y que se había ido a pique.
UWE-KAI. Uwe-Kai te miraba con ojos de propietario. Era una auténtica mina antipersona que no querías ni siquiera tener cerca cuando deambulabas por los pasillos por miedo a que su metralla te salpicara, como uno de esos suicidas islámicos que se hacen explosionar en medio de una muchedumbre que luego es casi imposible recomponer después del estallido, incluso echando mano del ADN. Era como si pudiéramos leer su pensamiento mientras elucubraba algo así como ‘cuando todo lo mío se derrumbe por vuestra culpa, algún pedazo acabará dándote a ti’.
Le teníamos una especie de asco verdadero emparentado con una forma extraña e inverosímil de respeto. Rezumaba todo el contento y la satisfacción y la confianza de un hombre de éxito en sus años de madurez, porque aunque vistiera denostados Levi´s quinientos uno, lo cierto es que ya había sobrepasado los cincuenta y bueno, digamos que en aquella época la cintura de un pantalón se situaba muy por debajo del ombligo que no era precisamente donde Kai se colocaba la parte superior de la prenda.
Se parecía físicamente al gremlin maligno líder, con maldad y mechón blanco, también a lo Susan Sontag, incluidos. Y con aspecto semejante, intuimos que ninguna pesadilla turbaba su sueño. Kai era de una repulsión que quitaban las ganas de comer en una cuantas horas. Despertaba un asco visceral que jamás experimentamos después con el género infrahumano de su categoría. Se prestaba a las peores sospechas. Cuando le mirabas sentías algo que no estaba por debajo del horror. Su proximidad inspiraba más miedo que confianza. Pero, después de todo, no creo que los alemanes, individualmente considerados, sean tan malos, ¿saben?
***
¡¡Hola!! Me gustaría saber qué debo hacer al realizar la reserva si sólo llevo equipaje de mano, es decir, si no facturo maleta, sólo llevo la bolsa de mano. Mi pregunta es: ¿Pongo una bolsa?, ¿o ninguna, al no facturar maleta?
Muchas gracias.
Saludos
***
Estimada Sra. Muñoz:
Gracias por contactar con nosotros.
Encontrará la respuesta a su pregunta en su propio mensaje. Y si aún albergara alguna duda debe usted seleccionar 0 bolsas y actualizar.
Para más información sobre nuestra política de equipaje en el precio por favor haga clic en el enlace siguiente:
www.funnyjet.com/ES/Reserve/regulations-baggage
Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de necesitar nuestra ayuda de nuevo, utilice la sección ‘Contáctenos’ en nuestro sitio Web.
Atentamente
Aitziber Gibson
funnyJet Atención al Cliente
Una historia de ficción que podría ser increíblemente real.
CONTINUARÁ…
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