Escrito por: Actualidad Artes Escénicas CULTURA

Tres propuestas del teatro GORKI para un perfecto otoño berlinés

Teatro Maxim Gorki Atlas

Tres propuestas del teatro GORKI para un perfecto otoño berlinés: Atlas der Kommunismus, Pequeño hombre, ¿ahora qué? y Erotic Crisis.

El comunismo consiste en que todos tenemos de todo y decidimos cómo distribuirlo. Esa es la explicación sobre el escenario que se da a una niña de nueve años, a la que ni le suena Marx y cuya única preocupación es convertirse en Taylor Swift, en la obra de la argentina Lola Arias Atlas der Kommunismus.

El mapa del ayer se une al de la desaparición de la utopía y las contradicciones del neoliberalismo creciente en la propia Berlín, a través de las historias de cinco mujeres unidas a la de un chico —lleva pintado sobre su cazadora de cuero el famoso lema antifa de la canción de Slime “Deutschland muss sterben” (Alemania debe morir)—, acompañados de guitarras y teclado en escena, con el público a cada lado, cual propio pueblo en la plaza.

Hay una refugiada vietnamita a la que obligaban a tomar la píldora los comunistas para que no diera prole en Alemania; una mujer de cincuenta que cuenta cómo, por sus simples ganas de palpar la diferencia, acabó convirtiéndose en joven líder punk encarcelada por la Stasi; una traductora de idiomas del régimen, hoy en paro, que viste ropa demasiado vintage; una chica hippie de veinte años, la niña que quiere ser Taylor Swift y una hija de judío de campo de exterminio que, convencida del ideal socialista pos-Hitler, acabó siendo espía prominente de sus vecinos y amigos. Traumatizada por la culpa, esta anciana explica hoy cómo al final le era imposible salir de la espiral de control del régimen satélite a la URSS.

Sus dramas impresionan por tan fascinantes como ya irreales, en un futuro no muy prometedor, falto de ideales por los que luchar. Antes de entrar al teatro, a las puertas de la representación, un falso guardia de seguridad, interpretado algo cómico, nos da ya ciertas claves cuando se mofa de un nuevo sistema de vigilancia, mucho más sutil de lo que podamos jamás imaginar.

Conseguida la libertad, se respira un ligero tufillo a moho en el ambiente, mientras los protagonistas cantan hasta temas propios de los Pioneros, saltan o gritan, y una de ellas se pregunta si 1989 “fue quizás el principio del fin”. Fuera, frente al Gorki, la Unter de Linden se nos aparece sola y vacía, no importa cómo de perfecta se recree hoy la ficción de su monumentalidad.

Tan indefenso como humano se sintió también, hace noventa años, el protagonista de Pequeño hombre ¿y ahora qué? del superventas Hans Fallada, el escritor más conmovedor y exitoso de aquella Alemania de entreguerras, la del auge del nazismo como respuesta al hambre, la falta de rumbo político y la humillación tras la derrota en la Primera Guerra Mundial. Por aquel entonces en Berlín se prostituían hasta 300 000 mujeres por una lata de arenques.

La obra tiene como protagonista a una joven pareja enamorada. Su lucha por comprarse un simple aparador con espejo o una cuna para su nuevo bebé, a plazos, se convierte en misión imposible en una sociedad carcomida por la desesperación económica, donde imperó finalmente la ley del más fuerte. Fallada fue también destrozado por una falsa denuncia y el internamiento en un manicomio nazi, no sin dejarnos antes el testimonio del sufrimiento alemán en sus novelas.

Volviendo a la contemporaneidad, dos longevas parejas en crisis sexual, y todas sus torpezas, son el contrapunto al personaje de una berlinesa, hacker informática, muy segura de su independencia que ,aunque chulee de libre, es carne de cañón de rollos frívolos de una noche, en la comedia Erotic crisis. Curioso cómo los problemas actuales del individuo, ya libre, se corresponden a la vulnerabilidad emocional, ante un exceso de opciones de todo tipo, precisamente, en la metrópolis del momento.

Lara Sánchez para Berlín Amateurs © noviembre 2016; Fotos cortesía Teatro Maxim Gorki
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