La novela por entregas de BA
Una historia de ficción. Por Daniel Zimmermann
—Bienvenido a funnyJet, le atiende T…, ¿en qué le puedo ayudar hoy?
—Buenos días, te llamo de una agencia de viajes para hacerte una pregunta.
—¿De qué se trata?
—Quería saber qué se necesita para transportar piel humana conservada. Es para realizar un estudio científico en un laboratorio en Inglaterra y vuelan desde Madrid.
—Necesita un certificado médico que justifique el transporte de ese tejido y su uso. Además, debe transportarlo en un envase que contenga hielo seco y que no supere las medidas de mil mililitros.
—Ah, muy bien. Gracias por su ayuda.
—Gracias a usted por llamar a funnyJet, buenos días.
***
TAQUILLA. Ese invento que todos descubrimos en nuestra niñez y adolescencia viendo series de televisión sobre adolescentes en institutos norteamericanos. Degrassy High. Beverly Hills 90210. Teníamos la obligación de dejar todos nuestros enseres personales en una de estas cavidades antes de iniciar nuestras actividades productivas en el call center. Si la llave se rompía o se extraviaba, debíamos abonar diez euros para obtener una nueva. De nada servía negarse al pago, pues habíamos firmado un documento ex profeso que nos comprometía a este descarado desfalco consentido. Copiar la llave en una cerrajería habría costado, ¿cuánto?, ¿ochenta céntimos? ¿un euro con cuarenta y cinco céntimos? Otra de las razones aplastante para que Cagator Services, Petersmann, siguiera siendo considerada la peor empresa de Alemania.
La venganza consistía en no devolver la llave cuando el contrato había sido zanjado por alguna de las partes. Se dejaba una importante porción de comida en el interior y que el proceso de descomposición hiciera el resto. A veces, ayudaba más a tu consecución de la inmortalidad por puntos si en lugar de comida se introducía un ratón muerto. O un pescado.
TARJETA DE CRÉDITO. Método de pago habitual para las reservas. No, no es posible reservar por teléfono y pagar en el aeropuerto. Una reserva equivale a una compra, señor. El proceso de compra se culmina con el pago, como mandan los cánones. Y si es usted astuto y tiene una Visa, ahórrese los nueve con cincuenta euros de la comisión por pago con tarjeta de crédito seleccionando usted la opción Visa Electrón. No tema. No nos daremos cuenta.
Si tenemos bien presente, o sólo un poco, lo leído hasta el momento, no será difícil entender por qué algunos de nosotros necesitaban hacer uso de la Visa de papá para llegar a fin de mes. No sólo si calibramos la densidad de un salario, a todos los efectos, volátil, sino también a la ristra de vicios que arrastrábamos como la bola de un presidiario: con dignidad y orgullo. En cualquier caso, eran pocos los que contaban con ese privilegio. Y aquí con privilegio me estoy refiriendo a la Visa de papá.
Y luego teníamos a los trabajadores de funnyJet de moral disipada y ética laxa que vivían a cuerpo de rey gracias a que su Visa mostraba un agujero negro valorado en menos dos o tres mil euros. Craig, uno de los trabajadores más trash que pasaron por la plantilla de funnyJet, era el acreedor más endeudado. Cuando llamaban al timbre de su casa tenían que cuidarse muy bien antes de abrir la puerta o de hacer notar que dentro había alguien, pues a menudo solía ser la policía que portaba una orden de busca y captura contra él.
Lo curioso es que nunca le embargaron la cuenta del todo y todos los días que no estaba de baja —muy, muy pocos— se le podía ver luciendo pelo decolorado y raíces negras en el call center, amén de un tufillo —el suyo característico de siempre— que habría hecho reverenciarse a la más infesta de las mofetas. Apestaba cuan largo era. Hay que puntualizar que Craig era una marica lánguida bastante alta y desgarbada. Y aunque lo hayas leído antes, cuesta referirse a Craig y pasar ese dato por alto.
Sin embargo, Deutsche Bank solía ser más piadoso con sus clientes insolventes. Aunque también era habitual que los que conseguían crédito de Deutsch Bank tuviesen la Visa a menos mil ochocientos euros, un sistema sin intereses que sólo les tomaba de su sueldo el diez por ciento cada mes, les mantenía un ritmo de vida más o menos boyante. Una gallina de los huevos de oro para los amantes de la vida por encima de las posibilidades, que quedaba asesinada en cuanto los contratos no eran renovados y los nuevos trabajos no eran conseguidos. Aunque el sistema de ayudas sociales alemán era en aquella época de los más generosos del mundo —hasta los yonquis recibían subvenciones para alimentar a sus perros—, no podías perpetuar con las ayudas una vida cimentada en el lujo socialista que uno podía permitirse viviendo en Berlín este.
TASAS (ver fee). Las tasas era lo que verdaderamente sustentaba la empresa. De donde provenían los beneficios en los que no participaban nuestra portentosa plusvalía. Cuando pagar por la facturación de una maleta duplicaba el coste total del billete, no podemos llegar a otro tipo de conclusiones. Cambiar un vuelo, un nombre de pasajero, añadir maletas, seguro de viajes, Speedy Boarding, una cerveza a bordo, era donde funnyJet hacía su agosto. Como en todos los restaurantes donde la comida era muy barata y la bebida muy cara.
La tasa de alcoholismo en Alemania situaba en aquel momento a sus promotores en los uno coma tres millones de ciudadanos, mientras que la de desempleo sobrepasa los tres millones. La tasa de absentismo laboral en Cagator Services era insuperable. La de insatisfacción también. Ya sabes, cada uno tenía su tasa de algo, al igual que se tenía una tasa de colesterol en sangre o de vanidad en la mirada.
TASSJA. Según nuestras teorías bizarras, Tassja era la esperanza generacional que auparía la estirpe de una familia de emigrantes camboyanos, asentados en la ciudad hacía décadas, que tenían un par de floristerías en la capital alemana. Cuando estábamos aburridos divagábamos acerca de los hipotéticos ramos de tulipanes, lilien, peonías, hortensias, orquídeas, girasoles y flores de pascua que habían tenido que vender sus padres para pagarle unos estudios decentes con los que su vástago había llegado a las esferas dominantes de Cagator Services.
Tassja siempre iba de acá para allá con su ordenador portátil, preguntando en qué nivel de los cursos de inglés o alemán que impartió gratuitamente la empresa durante sólo dos meses nos gustaría tomar parte. Los niveles, por cierto, eran únicamente dos: principiante o avanzado, sin gama posible de grises, como debe ser, coño.
Tassja también se encargaba de realizar las presentaciones de Powerpoint que colgaban en la red interna después de una fiesta de empresa o de la apertura del nuevo call center en Marruecos, en Gurgaon o en Poznan. Es decir, que juntaba un par de docenas de fotos a las que añadía comentarios —que ella debía creer muy ingeniosos— en cualquier fuente de letra horrenda con relleno de colores sin el menor atisbo de gusto. No sabíamos cuánto, pero ganaba más que nosotros y tenía su posición de ejecutiva de cuentas en la cúpula de Management haciendo cositas como ésas.
Ah, y era del tipo de profesionales que te decía que no miraras su ordenador cuando estabas frente a ella y al ordenador en su despacho. Si había una cosa que me interesaba menos, era descifrar el contenido de algunas tablas de excell superpuestas que era lo que yo veía en el ordenador de Tassja la última vez que me dijo aquello. Los ‘hi’ que te dedicaba cuando te la encontrabas por el pasillo eran los más desprovistos de autenticidad que ningún hipócrita jamás haya osado dirigirme al saludar, Silvia Host aparte.
¡TE COMPORTAS COMO UN CLIENTE DE FUNNYJET! El peor insulto de la baraja.
TEAM LEADER. En inglés en el original. Un team leader, un jefe, en cristiano, debía velar en funnyJet por la armonía y el bienestar de la totalidad del grupo. Si éramos idealistas, ésta es la mejor definición a la que podemos acogernos. Se encargaba de cuadrar los horarios una vez confeccionados para que no hubiera franjas horarias descubiertas, se ocupaba de confirmar las vacaciones y los días libres solicitados previamente.
Solucionaba los casos complicados o, por lo menos, los trasladaba a las altas esferas de funnyJet en Luton desde donde rara vez obteníamos alguna respuesta. También controlaba que introdujeras el código correcto en tu teléfono cuando ibas a comer, a fumarte un cigarro, a Recursos Inhumanos, al Betriebsrat, a un training. ¡Ay! de ti como invirtieras más tiempo del que él o ella creía necesario para realizar alguna de esas actividades. Digamos que jugábamos al escaqueo como veteranos deportistas de élite.
Una pausa de diez minutos para fumar un cigarro implicaba que esos diez minutos serían descontados de tu sueldo. ¿Qué mejor que marcar un código baño para fumar un pitillo rápido y una ojeada al correo electrónico personal desde el acceso a internet del que disponíamos en el único ordenador habilitado para tal efecto —y para el centenar de personas que allí trabajábamos— en el lounge? A veces éramos descubiertos en plena faena. A algunos les costó algún Warnung. A otros, una simple disculpa. Había que ganarse la simpatía de los team leaders si querías que te cuidaran.
¿Cómo? Proponiéndote de vez en cuando para hacer alguna tarea más interesante que requiriera un mínimo más de esfuerzo, aumentando la productividad de cuando en cuando o llegando media hora de antelación durante un mes seguido. Cada tres meses, se realizaban controles de calidad con cada trabajador en el que se le mostraban todos los gráficos posibles en los que las tareas de cualquier trabajador podían ser evaluadas en formato estadística, la pasión de Cagator Services. Allí tenías tu hora media de todas las comidas de los últimos tres meses, además de todos tus minutos desperdiciados en el váter, al lado de tu porcentaje de productividad total. Éramos un número. Y en muchas ocasiones, de muy pocos dígitos.
Otro factor a tener en cuenta es que, el hecho de que la totalidad de la plantilla estuviera afiliada a la red social Facebook, complicaba en algunos casos las cosas. El círculo se había estrechado demasiado y lo que empezó siendo el no va más del buen rollo y la diversión se estaba enturbiando. Digamos, y vamos a ser indulgentes, que empezamos a afianzar vínculos más de lo que hubiésemos deseado. Empezaban las primeras rencillas, las primeras disputas verbales, los primeros amores no correspondidos. Y todos hablábamos sobre ello de cuerpo presente u online.
TERMINAL. La pregunta estrella de los sábados y domingos era ‘¿desde qué terminal salen los vuelos de funnyJet en Madrid Barajas?’. Desde la terminal uno. Sí, sí lo pone en la reserva si se fija usted bien. Créame. No, no es necesario que me de el número de vuelo. No, no operamos desde la terminal cuatro. Sí, estoy plenamente seguro, ¿cómo no voy a estarlo? El destino es irrelevante, señora. Uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno, uno. ¿Me he expresado con claridad? Adelante, pues. Vaya usted a la T4 si se queda más tranquila…
THERESA DRISCOLLA. Todos los casos relacionados con usos fraudulentos de tarjetas de crédito ajenas, iban a parar al escritorio de Theresa Driscolla. Nunca supimos si en realidad esta mujer existía y lo que era más importante: que se ocupara de resolver los casos de fraude. Theresa Driscolla era una figura tan importante que ni su teléfono ni su correo electrónico podían ser facilitados indiscriminadamente. Sólo a la policía podíamos ofrecer tan sólo su correo electrónico. Si tenía un teléfono en su despacho, el número nos estuvo totalmente vetado.
Tampoco sabíamos cómo esta misteriosa mujer resolvía sus quehaceres laborales, dado que era muy común que recibieras la llamada de un policía de Cádiz denunciando un delito de este tipo y que un mes después recibieras otra llamada del mismo agente mencionando que ninguna Theresa Driscolla se había puesto en contacto con aquella comisaría de policía para resolver aquel turbio asunto, a pesar del ramillete de mensajes enviados.
Se rumoreaba que Theresa Driscolla había sido despedida desde hacía meses. Estaba claro que si nosotros hacíamos mal nuestro trabajo, había gente por encima de nosotros que lo estaba haciendo infinitamente peor, así que ¿para qué preocuparse? Que el curso de la empresa funnyJet no perdiera su brío. En eso consistía nuestra misión.
TIEMPO. Una línea recta, un camino, una autopista de dirección única sin longitud medible. Un bien escaso. Sólo queríamos amañar la baraja un poco. Para que nuestro presente fuera mejor. Y también un poco el futuro, tal vez. Daba asco ver que nuestros amigos de la universidad tenían la vida montada y que nosotros no teníamos a nadie con quien salir más de una cita seguida. Puede que ser joven sólo sea una premeditada contrarreloj hacia la nada más sólida y absoluta. Aunque siempre puedes morirte y ya está.
Llevar reloj o estar demasiado pendiente del tiempo, quizá fuera comprometerse demasiado. Envejecer aterroriza demasiado. Algo que sólo pasa dentro de muchos, muchos años. Hasta que todos esos años se quedan atrás y empiezas a contar el resto de tus días desde ese momento. Quizá intentábamos aliviar los terrores del paso del tiempo recurriendo a las drogas para aminorar el dolor y la ansiedad respecto al futuro. El suicidio no era más que una manifestación de querer frenar el flujo del tiempo para siempre. No para ser joven eternamente, sino para detener el dolor. Y las emociones. Parar todos esos periodos de impaciencia amplificada.
Malgastábamos mucho tiempo. Cuanto más nos colocábamos, menos nos preocupaba el tiempo que estábamos malgastando. Nuestra vida no era dolorosa, sino menos profunda, sorprendentemente nula. Éramos incapaces de determinar la materia exacta de la vida. La vida, como la juventud o el dolor, se entendía mejor cuando volvías la vista sobre ella.
Los mostradores de facturación abren entre dos horas y cuarenta minutos antes de la salida del vuelo. Deberá facturar en ese intervalo de tiempo. De lo contrario, habrá perdido. El vuelo. La vida. La partida.
TORPEZA. Nadie queda excluido. Estas páginas son en sí mismas una apología de la torpeza. A veces, quizá de manera inconsciente, reconocía en los clientes de funnyJet indicios de mi propia ineptitud. Una pregunta estúpida, una obviedad pasada por alto, algo no entendido a la primera. Era entonces cuando la paciencia, a la que tanto apelábamos en situaciones extremas, se nos escurría del vocabulario y del sentido común y nos salía toda la frustración acumulada y toda la ira inagotable que brotaba de nosotros como de una tubería rota antes de que a nadie le hubiera dado tiempo a cerrar la presión. Ya no éramos víctimas de los clientes de funnyJet sino de nuestras propias limitaciones. De nuestra soberbia.
Uno suele admirar y rechazar todo aquello de lo que en realidad forma parte. La admiración no es más que una proyección, un apéndice de lo que ya somos o nos gustaría ser. El desprecio no es otra cosa que una forma de rechazo dirigido a los demás respecto a lo que nosotros mismos intuimos dentro de nosotros mismos sin aceptarlo del todo. De lo que nosotros mismos podríamos llegar a ser capaces. De lo que los demás no han sabido reprimir. Y por eso criticamos conductas, actitudes, actos y reacciones en los otros, mientras creemos en la ejemplaridad de la persona que nos hemos construido. Esa marioneta de nosotros mismos que los demás manipulan. Un muñeco sin pilas al capricho de Peter Porkins.
Una de las frases que Peter repetía hasta el hartazgo cuando se encontraba por ahí con algún agente de funnyJet era:
—Trabaja para mí—. Una fórmula bastante primitiva con la que pretendía conmover, quién sabe si impresionar, a quien te acompañase en aquel momento embarazoso mientras tú te morías de la indignación. Digamos que al soltar aquella sentencia categórica —revestida de un poderoso sentimiento de posesión— en la circunstancia que fuera, te quedabas tan sorprendido como la mismísima realidad a la que aquel enunciado tanto daño hacía.
No sólo no estábamos a las órdenes directas de Peter sino que ni siquiera trabajábamos en la misma empresa, ni física ni fiscal. Peter estaba contratado por funnyJet, nosotros, por Cagator Services. Que aquella filial de Petersmann prestase un servicio a la aerolínea para la que él trabajaba, no nos convertía automáticamente en las marionetas que él creía firmemente manejar. Mira Peter, ni trabajamos para ti ni nunca nos has infundido ningún respeto, nos habría gustado decirle.
TRAGEDIA. Quizá todo no fuera más que un mecanismo de defensa que nos preparaba para la catástrofe, para una hipotética tragedia de un avión de funnyJet que no sabríamos cómo encarar. Cada vez que un accidente aéreo inundaba los medios de comunicación, nos preparábamos para el próximo desplome. Spanair, Turkish Airlines, US Airways. Tic tac, tic tac. Nos tranquilizaba saber que la flota de funnyJet era de las más jóvenes de Europa. Pero los accidentes ocurren.
TRAICIÓN. Todavía ignoraba que los amigos eran los mejores traidores en potencia. Digamos otra vez que empezamos a conocernos más de lo que hubiésemos deseado antes de trabajar en funnyJet y lo que empezó siendo una experiencia profesional inolvidable se convirtió en un foco de recelo donde la desconfianza llegó a alcanzar rango de psicosis. La gente empezó a irse de la lengua. Si un agente abandonaba su puesto de trabajo cinco minutos antes, otro agente se encargaba de que aquello no quedara impune. Así los avisos se iban acumulando y las expectativas de despido aumentaban como las acciones en la bolsa.
A Recursos Inhumanos llegaban anónimos que acusaban a presuntos camellos, a hipotéticos vendedores de datos personales de los clientes o a supuestos hackers a punto de despedazar el sistema, hasta tal grado que todos llegamos a estar acusados de algo infinitamente más peligroso de lo que en realidad estábamos en disposición de perpetrar.
TRAINER. En inglés en el original. Responsable de impartir el training, léase entrenamiento. Los entrenadores de nuestro grupo fueron Ingo y Winston, todo un triunfo. Mientras nos aprendíamos al dedillo el manual de supervivencia de funnyJet con todas las normas y condiciones que usted acepta sin leerse cada vez que efectúa una reserva, podíamos usar Messenger, Facebook, Myspace, los correos personales de cada cual y Gayromeo. Algo sólo posible durante nuestro training; el acceso a internet de los otros grupos estaba tan restringido como lo estaría en las horas reales de trabajo.
Los trainers originales recibían apoyos de managers venidos ex profeso desde funnyJet Londres. Cada trainer tenía sus particularidades. Winston era entrañable, Ingo era la fealdad personificada, un antinarcisista en grado sumo, Claudia y Sandra eran las estrictas y Mathias, además de aburrido, no se lavaba mucho, convirtiendo cada sesión en un atentado contra el olfato.
TRAINING. En inglés en el original. Proceso de asimilación de los conocimientos de una empresa y su método de funcionamiento. El nuestro duraba un mes en el que te empapabas de los procedimientos de ventas, cambio de reservas y atención al cliente. Lo aprendido durante el training parecía esfumarse de la memoria en cuanto empezamos a coger llamadas y a resolver cada situación como nos parecía. El nivel de conocimiento del producto de la plantilla nunca alcanzaba el sesenta por ciento cuando era nuestro deber llegar hasta el ochenta y cinco por ciento por nosotros mismos sin ayudas externas.
De ahí que una misma reclamación escrita o una llamada pudieran obtener hasta cinco respuestas diferentes para asombro e indignación de los afectados. La cagábamos a menudo. No en vano, trabajábamos para Cagator Services. Cuando le pagas a un trabajador una mierda, lo incentivas con frustraciones y lo motivas con Warnungen y mentiras, no le puedes pedir —ni esperar— que acabe convirtiéndose en el empleado del mes.
TRANSPORTE ALTERNATIVO. ¿Cuál era la manera más rápida de llegar a Potsdam cada día? ¿El S-Bahn o el Regional Express? ¿La bicicleta o el tranvía? Para algunos eran necesarias combinaciones de transporte que englobaban todas las posibilidades de la Deutsche Bahn a las que había que sumar, en ocasiones, el uso de la bicicleta y un paseo rápido de al menos cinco minutos a pie. Por muy cerca que vivieras de Potsdam, a menos que vivieras en Potsdam, nunca tardabas menos de una hora y media en llegar.
En términos empresariales internos —hablamos de funnyJet, no de Cagator—, el transporte alternativo era lo que un usuario de funnyJet afectado por un gran retraso o por una cancelación, tenía que costearse para llegar a su destino lo antes posible. Más tarde nos encargaríamos de estudiar el caso y devolver ese importe al que restábamos lo pagado por el vuelo no usado con funnyJet. Casi todos reclamaban también el importe del vuelo no usado con funnyJet, pero aquello hubiera significado que el cliente habría viajado gratis.
Nuestros clientes viajaban con otras compañías a precios de funnyJet. Explícale eso al cliente medio de funnyJet. Y aunque teníamos unos límites básicos que no sobrepasaban los cien euros de reembolso para este tipo de casos, lo cierto es que si el cliente se mostraba disconforme e insistía —la excepción que confirma la regla—, siempre, siempre se le pagaría la totalidad de los gastos. Por favor, lea con atención: ¡Sólo insista en su reclamación en este caso!
TRIPULACIÓN. Siempre que me subía a un avión solía preguntarme qué les habría pasado a aquellas personas uniformadas que servían las comidas y luego retiraban los restos —bolsa de basura en mano— que parecían tan encantadas de haberse conocido y de sus trabajos. Tú lo llamarás envidia, yo desconcierto. Existe una misma forma de soberbia que es inherente a los dependientes de tienda de lujo, a los auxiliares de vuelo y a muchos camareros. Cuesta creerse que uno se convierta en azafato porque le gusta viajar o por lo abultado del salario, aunque no en funnyJet. Mi teoría es que la palabra en sí misma, la profesión tiene un gran poder subliminal que la asocia con un no sé qué que reviste de atractivo a aquellos que la desempeñan.
Los clientes susceptibles solían quejarse de que algunos miembros de la tripulación no sabían español y no podían comunicarles cosas tan importantes como la manera en la que debían hinchar el chaleco salvavidas por aquel pitorro si los tiradores fallaban en un momento fatídico del fatídico momento final o cómo ajustarse correctamente el cinturón de seguridad en las fases de aterrizaje y despegue. Costaba creer que personas que se dirigían a destinos internacionales se quejasen de que en el avión los auxiliares no hablaban su lengua.
¿Pretendían acaso todas esas personas que en la ciudad de destino todos los habitantes hablaran con soltura el castellano? Era penoso, de vergüenza ajena, recibir aquel alud de reclamaciones. Un país como España, ignorante en el uso y aprendizaje de lenguas extranjeras, debería poseer la mínima sensibilidad para imaginar que si una azafata dominara todos los idiomas de los países en los que la compañía tiene situada sus rutas, esa persona, esa azafata, estaría cualificada para trabajar en la ONU.
Y todos querían una copia de la amonestación dirigida por parte del supervisor a los miembros de la tripulación objetos de la queja. La soberbia era entonces de doble dirección. A la gente le gusta castigar a la gente. Observar con deleite cómo los leones devoran a los cristianos. Cebarse con las desgracias ajenas. Nunca supimos si aquellas reclamaciones llegaban o no a los supervisores correspondientes, como anunciaba el texto predeterminado que enviábamos a los clientes, aunque nos aseguraban que así sería. Se tomarán medidas internas. Le rogamos que entienda que en funnyJet no suelen producirse situaciones como ésta. Esperamos que este incidente no le impida seguir viajando con nosotros.
***
Hola:
Les escribo porque he tenido el peor vuelo de mi vida y fue con ustedes. Mi vuelo debió salir de Gibraltar el día 6 de octubre a eso de las 18:50h y por motivos técnicos estuvimos esperando allí en el aeropuerto hasta que decidieron llevarnos al aeropuerto de Málaga en el que después de una interminable espera embarcamos a eso de las 1:30 am… Luego, por motivos de enfermedad de alguien de la flota, tuvimos que hacer parada de emergencia en Francia… Luego, alguien más se puso enfermo… Seguimos esperando… Luego, la tripulación se pasó de horas de vuelo y tuvimos que esperar a que 14 personas voluntariamente se bajaran del avión para poder seguir…
Luego, creo que había algún problema con los controladores de Burdeos. Total, que seguimos dentro del avión y sin que se nos ofreciera nada de comer tan sólo un refresco por el desvío a Málaga… Llegamos a las 9 de la mañana a Londres si no recuerdo mal. Fue realmente horroroso, sin poder salir del avión durante no sé cuántas horas y tuve que faltar al trabajo por culpa del desastroso viaje. Mi pregunta, después de toda esta historieta, es si tengo algún tipo de compensación por todo lo sufrido tanto yo como mi novio. Entiendo que puede pasar alguna de las cosas que le he relatado pero, ¿todas en el mismo vuelo? Realmente fue muy desagradable la experiencia.
Muchas gracias
***
Estimada Sra. Bermejo Sánchez:
Gracias por contactar con nosotros.
Le rogamos acepte nuestras disculpas por todas las molestias e inconvenientes que le hayan podido ocasionar las desventuras de su vuelo. Aunque las compensaciones económicas se conceden en casos muy específicos que no contemplan éste, sin embargo, al tratarse de un caso especial y delicado elevaremos su solicitud al departamento de finanzas para que ellos determinen si procedería el pago de una compensación económica o no. Es por ello que le rogamos paciencia, pues la resolución podría tardar algunos días. Nos pondremos en contacto con usted en cuanto esa decisión esté tomada.
Quisiéramos reiterarle una vez más nuestras más sinceras disculpas por el inconveniente ocasionado.
Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de tener una nueva solicitud, utilice la sección “Ayuda” de nuestro sitio Web.
Atentamente
Paco Neumann
funnyJet Atención al Cliente
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Estimada funnyJet:
He recibido este email y esperaré la respuesta del departamento de finanzas, pues aun siendo una compañía de bajo coste… y una compensación económica no es algo común con ustedes… no obstante el servicio recibido fue muy por debajo de cualquier aerolínea de bajo coste.
Así que espero que haya alguna respuesta gratificante por todas las molestias ocasionadas por ese horrible vuelo.
Muchas gracias
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Estimada Sra. Bermejo Sánchez:
Gracias por contactar con nosotros.
Le rogamos acepte nuestras disculpas por todas las molestias e inconvenientes que le haya podido ocasionar el retraso de su vuelo.
Nos ponemos en contacto con usted para informarle que las quejas y comentarios de nuestros clientes nos son de suma importancia y lamentamos oír que sienta insatisfecha con el servicio recibido. funnyJet tiene el compromiso de ofrecer a sus clientes un servicio excelente y sentimos no haberlo ofrecido en esta ocasión.
Sin embargo, lamentamos comunicarle que finalmente la compensación ha sido desestimada, ya que todos los acontecimientos que se sucedieron en su viaje se debieron a circunstancias extraordinarias, imposibles de prever por la compañía. Le agradecemos profundamente sus comentarios ya que funnyJet busca constantemente formas de mejorar su servicio.
Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de tener una nueva solicitud, utilice la sección “Ayuda” de nuestro sitio Web.
Atentamente
Paco Neumann
funnyJet Atención al Cliente
Una historia de ficción que podría ser increíblemente real. Por Daniel Zimmermann
CONTINUARÁ…
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