Lo dicen las guías: Düsseldorf es una ciudad cosmopolita, moderna y elegante. Tres adjetivos muy poco originales que apenas sirven para describir una ciudad en realidad sofisticada, vanguardista, distinguida, artística y refinada. ¿Mejor? Todo en ella chorrea atractivo, clase y hasta cierta sensualidad. Capital del estado federado de Renania del Norte-Westfalia -fundado por los aliados en 1946 a partir de 2 provincias prusianas-, es el centro económico de Alemania occidental en el que viven unos 600 mil habitantes que no recurren a los estampados en el vestir. Si acaso echan mano del tartán clásico de Burberry’s para cualquier prenda o complemento: muy pulcro, pero sin estética relamida.
El Rin ha marcado su ritmo comercial e industrial, vía importante para el transporte de mercancías que atraviesa la ciudad. Ahí desemboca el Ruhr, uno de sus afluentes que además da nombre a toda una región. Düsseldorf es la capital del estado, eje financiero, industrial y administrativo, tierra pródiga en museos y en bares. Sede europea preferida de empresas internacionales, en Düsseldorf además, se asientan unas 400 agencias de publicidad. Núcleo de negocios, cuya riqueza procede de la banca, la publicidad, la moda y las telecomunicaciones. Su arquitectura de vanguardia protege el estilo tradicional del Altstadt, el barrio-centro histórico de calles empedradas que bordean el Rin. La escena artística de Düsseldorf es esencial para el país y para el mundo entero. Aquí se fundó en 1773 la academia de bellas artes más antigua de Europa que aún sigue atesorando todo su prestigio.
Altstadt
La hermosura de esta ciudad es de las que imposibilita desviar la mirada sin caer en el, a veces frecuente, empalago visual. Las calles impecables de la parte vieja dan la sensación de estar paseando por un decorado, pero luego descubres –si uno se fija bien- que a veces brota hierba entre los adoquines del suelo y caes en la cuenta de que todo debe ser de verdad. Los geranios rojos que cuelgan de los balcones, las fachadas impolutas de la Bilkerstrasse, las chicas que hacen jogging maquilladas y mascando chicle y el abuso de autobronceador mal administrado en según qué rostros y cogotes.
Altstadt es también die Längste Theke der Welt. La barra más larga del mundo. Más de 260 bares y restaurantes corroboran esta expresión popular. Hafenstrasse, Bolkerstrasse, Mittelstrasse, Bergerstrasse, Wallstrasse, Marktstrasse. Calles peatonales abarrotadas a cualquier hora, diurna o nocturna. Establecimientos gemelos que han copiado la fórmula del local contiguo para que el éxito aquí también funcione y se propague fácilmente a los gustos y a las cajas registradoras del establecimiento siguiente. Aunque los bares y cafés de estética más cuidada se encuentran en Andreasstrasse. Se bebe Altbier -esa cerveza típica de la zona, tostada de apariencia rojiza- o Kölsch –la cerveza menos amarga, especialidad de Colonia-. No hace falta exprimirse el cerebro para comprender que aquí a la gente le gusta beber y salir. Frankenheim Alt es la marca de cerveza local que puede leerse allí donde uno pose la mirada.
Su ramillete de plazas es digno de ser descrito. La solemnidad bucólica de Marktplatz, cuya vegetación cubre la fachada del Rathaus, cuenta con una estatua ecuestre del elector Jam Wellem (Johan Wilhelm) en el centro. Un inciso: sepan ustedes, al igual que tuve que averiguar yo, que un elector (Kurfürst), en el Sacro Imperio Romano Germánico, era un miembro del colegio electoral que tenía la función de elegir a los emperadores de Alemania. Los puestos de alimentación de Karlplatz, retomando el hilo de discusión propuesto, componen el mercado callejero que surte al barrio. Burgplatz custodia la rotundidad de la Schlossturm, única torre que sobrevivió al incendio del palacio del elector en 1872 y que hoy alberga el Schiffahrt Museum (muestra sobre el Rin y avatares), en cuya cuarta planta hay un café –predilecto de la tercera edad- que da acceso a planos cenitales de la ciudad y que invita -previo pago- a la degustación de tartas, a la vista, demasiado pomposas. La belleza serena y austera de Mediciplatz embelesa los sentidos.
El paseo obligatorio por la orilla del Rin a lo largo de Rheinufer –con más bares y terrazas a uno de los lados- permite admirar los puentes de acero de geometrías depuradas y perfectas, con ese encanto industrial que uno suele asociar al Twin Peaks de David Lynch. Y el Rin. Sometido siempre, una y otra vez, a constatar la inevitable veracidad del principio de Arquímedes.
Medienhafen
Cuando uno llega a Medienhafen descubre, sin necesidad de atar muchos cabos, que la Hafencity de Hamburgo no es más que un burdo intento de imitación con ínfulas de versión mejorada. Se trata de la zona portuaria remodelada situada a 1 km al sur del centro de Düsseldorf donde tienen su sede oficinas de alta tecnología. Desde Neuer Zellhof y alrededores se constata que este terreno demuestra claramente el cambio experimentado en este antiguo puerto industrial desde principios de los noventa. Poblado de empresas vinculadas a los medios, consultorías y telecomunicaciones, este distrito demandaba igualmente espacio residencial que culminó con la construcción de apartamentos.
Los edificios torcidos ideados por el arquitecto americano Frank O. Gehry -hito arquitectónico de esta parte de la ciudad- fueron concebidos como el Kunst- und Medienzentrum Rheinhafen. Se divide en 3 estructuras irregulares de edificios asimétricos de ventanas sobresalientes con trazado inaudito que parecen más unas esculturas gigantes. Los diversos materiales y formas usados, además de contraste, aportan a cada edificio identidad propia desde el enfoque siempre escultórico de Gehry. Las placas de titanio que recubren el edificio central –estilo Guggenheim Bilbao, versión oficinas- sirven de espejo para los 2 edificios laterales. Tres bloques sinuosos e inquietantes que recuerdan los decorados de la película estandarte del expresionismo ‘El Gabinete del Dr. Caligari’. Su efectismo es infalible, sin menosprecio de las otras edificaciones audaces del puerto (Grand Bateau o Colorium). Fascina descubrir cómo queda diseñado un producto como éste.
Sehenwürdigkeiten
Kö, en Düsseldorf, es a Königsallee lo que Ku’damm, en Berlín, a Kufürsterdamm. O sea, la abreviatura para la avenida del lujo. El escaparate de la capital del Land Renania del Norte-Westafalia no es más que eso: un gran bulevar con tiendas de primeras y segundas firmas por cuyo centro discurre un canal que nace en la Fuente de Tritón, ya casi a las puertas del parque Hofgarten.
En esta ciudad tuvieron la intuición, la lucidez o la suerte de fundar la primera academia de bellas artes de Europa. Uno de sus generosos propulsores del arte fue el príncipe elector que en el siglo XVII ejerció de mecenas. Quizá por eso hoy Düsseldorf cuente con un profuso elenco de museos: K20 Kunstsammlung am Grabbeplatz (arte posterior a la Segunda Guerra Mundial), K21 Kunstsammlung im Ständehaus (cuadros, fotografías, instalaciones y videoarte), Kunsthalle (exposiciones temporales de arte y fotografía), NRW Forum Kultur und Wirtschaft (exposiciones dedicadas a la moda, medios de comunicación, diseño y arquitectura), Museum Kunst Palast (obras de antiguos maestros contrapuestas a las de jóvenes promesas). En definitiva, algunos de los centros involucrados en Quadriennale, la muestra que cada 4 años convierte a Düsseldorf en un gran espacio de exhibiciones, que ya hemos tenido ocasión de diseccionar aquí. Joseph Beuys es el artista cumbre que honró con su nacimiento su vínculo imborrable con esta ciudad.
Encontramos manifestaciones de arte sacro en Andreaskirche (iglesia barroca fundada por los jesuitas en 1629) o St. Lambertuskirche, con su torre original del siglo XIV y la Neanderkirche, todas repartidas en el casco antiguo, en realidad, distrito Karlstadt. Y como la arquitectura meramente urbana y funcional también se ha convertido en un arte que ya casi roza la categoría de lo sagrado, debemos mencionar la Rheinturm, la torre de 240m de altura –con mirador y restaurante giratorio en el punto 172m-, que domina desde la parte nueva de la ciudad –Medienhafen-, más al sur.
Pasear por Düsseldorf significa participar en un perpetuo homenaje –a través de esculturas, textos en fachadas o estatuas- rendido a uno de sus personajes célebres más representativos de la literatura del país: Heinrich Heine. Este autor imprescindible de las letras germánicas, no sólo cuenta con instituto propio (Heinrich Heine Institut que a la vez ejerce de museo, archivo, biblioteca y centro cultural que desarrolla sus propias actividades), sino que la universidad de la ciudad también lleva con honra su nombre. Además, la Heine Haus, su casa natal, es hoy una librería especializada que ofrece un programa con lecturas, discusiones, charlas y presentaciones de novedades literarias.
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Redacción Berlín Amateurs © junio 2011
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