Escrito por: Literatura MISC. Nación Low Cost (la novela de BA)

Nación Low Cost: R (Richard)

libro sobre berlin reclamaciones aerolineas low cost

La novela por entregas de BA

Una historia de ficción. Por Daniel Zimmermann

 

—Bienvenido a funnyJet, le atiende R…, ¿en qué le puedo ayudar hoy?

—Hola, a ver si me puedes ayudar de verdad.
—Dígame.
—Ay, pues es que mis padres me van a regalar un vuelo y quería saber si me podrías asesorar.
—¿En qué destinos estaba interesada?
—Pues, me gustaría dar la vuelta al mundo y quería saber qué rutas me podrías ofrecer.
—¿Disculpe?
—Pues eso, que qué rutas me recomiendas para dar una vuelta al mundo saliendo desde Oviedo.
—Señora, funnyJet es una compañía inglesa que sólo opera en Europa.
—Pues menuda compañía… Vaya, gracias, ¿eh?
—Gracias a usted por llamar a funnyJet, buenos días.

***

RAÚL. Nos irritaba su seguridad. Actuaba como si tuviese un contrato secreto con el mismísimo futuro y estuviera autorizado para actuar en su nombre. ¡Qué asco!

Raúl era un intelectual de vivero. Creía que era él el elegido, el único de los trabajadores de funnyJet que estaba desperdiciando su sabiduría y preparación universitaria en aquella mediocre —aún más desde dentro— empresa. Su soberbia te helaba la sangre. O te la hacía hervir, más bien. Raúl utilizaba continuamente palabras rimbombantes para hablar que hasta deberían estar vetadas en la expresión escrita. Era una de esas personas que tiene una imagen muy grande de sí misma, un megalómano insufrible que hasta se aprendió los números de vuelo asociados a la ruta correspondiente con el fin de deslumbrar al personal. Otros preferíamos reservar cierto espacio en la memoria para cosas verdaderamente dignas de memorizarse.

Si por ejemplo, estábamos hablando sobre una antigua sede de la Stasi, policía secreta comunista de la RDA, algo de lo que usted probablemente ya estará enterado, que por entonces era un hospital a las afueras de Berlín en el que incluso los antiguos sospechosos investigados —gran parte de la población— podían visitar sus archivos secretos que aún se conservaban en aquellas instalaciones, Raúl solía interrumpir al que acababa de introducirse en la conversación con preguntas del tipo:

—Pero, ¿sabes lo que es la Stasi?

Daban ganas de abofetearlo sin importar que los demás a tu alrededor gritaran sin cesar:

—¡Ya basta!

Supongo que este ejemplo vivo arrojará mucha luz sobre la presunción de su persona. Algunos lo odiábamos en secreto, otros, a gritos. A veces, temíamos que en algún momento decidiera aplicar para alguna vacante como team leader o uno de esos puestos que habrían justificado, más si cabía, toda aquella petulancia. Era también una de esas personas que condenaban las drogas, así que puede ser que toda nuestra discordancia proviniera de ese detalle insignificante. Lo que le caracterizaba físicamente era su barba pelirroja puntiaguda. Y eran curiosos sus eczemas faciales que le cubrían las sempiternas camisetas o camisas en tonos oscuros que vestía, de partículas nauseabundas similares a la caspa y que tampoco se cuidaba mucho de sacudir ni siquiera de vez en cuando.

RECIBOS. Oigan esto.

¿Devolvería usted el importe de unos recibos sólo porque es usted todo ingenuidad y bondad y confía en la palabra del depositario de los mismos al que, por cierto, ni siquiera conoce personalmente sino gracias a la mediación de un hilo telefónico o de un mensaje electrónico? Sea usted sensato y no se deje en la cartera olvidado el sentido común. Sea usted razonable y no pretenda hacernos creer que no necesitamos unos recibos escaneados que efectivamente prueben que son esos los gastos que usted contrajo con motivo de otra de nuestras sonadas cancelaciones.

No nos haga repetir una vez más que sin un recibo, sin una prueba certificada que demuestre un gasto, no hay reembolso posible. ¿O cómo pretende usted que justifique un departamento de finanzas de una compañía aérea su volumen de ingresos y gastos? ¿Tiene usted nociones elementales de contabilidad? Una empresa no se gestiona tirando del ‘dos que te quito, tres que me llevo’. Y tampoco se gestiona haciendo cuentas en una pizarra para tiza. Porque, ¿no me será usted uno de esos hombres que odia la contabilidad y hacer la declaración de la renta, hombres que si les preguntas por el balance de su cuenta de ahorros o de su cuenta de crédito se limitan a encogerse de hombros?

Desde luego, con personas de su idéntica mentalidad, seguramente se llenarían países donde la estafa y el desfalco serían lo más natural del mundo, el pan nuestro de cada día. Sin mencionar que esos países ya, verdaderamente existen. Y si no tiene escáner —¡¿a mí qué me importa si no tiene usted escáner?!—, recurra a un familiar, a un amigo, a un vecino, a un cibercafé. No es tan difícil.

Tampoco nos envíe usted un archivo escaneado que contiene un recibo de un taxi con una capacidad de veintidós megas, porque sencillamente, el sistema de envío de documentos adjuntos no lo soportará. Está usted muy equivocado: no es necesario ser un ingeniero informático para reducir ese archivo a una capacidad razonable. No, no le estoy llamando ignorante. Inútil tampoco. Por favor, ¡yo no he dicho jamás que sea usted un inepto! Eso, todo eso, ya ha quedado de manifiesto entre líneas. Sobre ellas también.

RECLAMACIÓN. Decía mi madre que el que no llora no mama. ¡Reclame, que algo queda! Podían pasar meses, a veces años, para que una reclamación se resolviera favorable o desfavorablemente. Digamos que las montañas se erosionaban antes. Siempre había un reembolso que no acababa de figurar en el extracto bancario del beneficiario, lo que dilataba la partida de ping-pong hasta el infinito. Hasta que un buen día, ¡voilà!, descubríamos que los billetes habían sido pagados a través de la tarjeta de la empresa intermediaria —a veces de la agencia de viajes, a veces del buscador de vuelos internauta— mediante la cual se había comprado el vuelo.

Nadie dijo que el coeficiente mental de muchos de nosotros fuera lo suficientemente avispado para detectar qué era lo que no cuadraba en aquel caso. Lo que sin duda te hacía odiar con desprecio desmedido la torpeza inaudita de según qué colegas. Y así era como algunos casos se dilataban durante años y muchas compensaciones económicas de cuatrocientos euros iban a parar a cuentas que no eran las correctas. Y llegados a este punto, nos lavábamos las manos cual Poncio Pilatos:

Le informamos que el reembolso fue realizado exactamente hace catorce meses en la misma tarjeta con la que se efectuó el pago original de los billetes. También le informamos que el propietario de esa tarjeta no es usted ni ninguno de los pasajeros. Por favor, póngase en contacto con el titular de la tarjeta con la que se pagó la reserva para resolver este dilatado contratiempo.

No había mucho más que nosotros pudiéramos hacer. Al fin y al cabo, habíamos dado con la solución del enigma.

Otras veces el ‘no’ se perpetuaba de principio a fin y vuelta a empezar, porque aquello daba vueltas sobre una misma órbita, sobre un hilo interminable de discusión semejante una y otra vez. Desde la prorrogada correspondencia mantenida directamente entre cliente y agente, pasando por los representantes de aquél —léase abogados particulares, AENA, OCU, OMIC— hasta llegar a las apelaciones últimas del Ministerio de Fomento y del Air Transport Users Council.

Si no tenías derecho a una compensación por los motivos que te hemos explicado en reiteradas ocasiones, ¿por qué insistes? ¿Acaso crees que un membrete oficial va provocar que una compañía aérea se ablande y modifique todas sus normas y condiciones y cambie de parecer? Por favor, date por vencido, ¡coño! Note que escogemos la palabra ven-ci-do. Si bien es cierto que si no apelabas a la compensación, nosotros no íbamos a concedértela de motu proprio, tampoco se la negábamos a aquél que la mereciera y la hubiera solicitado.

La mayoría de las veces, el craso error se situaba en la lectura sesgadísima de los derechos comunitarios de los pasajeros. La gente leía compensación económica, cuatrocientos euros y eso bastaba para movilizar todos sus esfuerzos y recursos a su alcance para hacerse con aquel buen fajo de billetes. La gente se volvía loca cuando se trataba de dinero. Si es que todo se reduce a dinero.

Ciertamente, la gente estaba muy mal educada. Los niños malcriados del pasado se convertían en los adultos consentidos del presente que casi siempre iban a parar a los aviones de la flota de nuestra compañía. Puede que muchos de nuestros usuarios no hubieran finalizado con éxito sus estudios primarios pero, de pronto, todos tenían la pasmosa habilidad de nombrarte un par de artículos del Código Civil y otros tantos de algún tratado de la UE, amén de los consabidos del Tratado de Montreal.

Pero, curiosamente, nadie se había parado a releerse las condiciones del contrato que antes, y sobre todo, habían contraído con funnyJet. Dios mío, si en aquella época me hubiesen preguntado qué deseaba del mundo para ser feliz, habría contestado que lo vaciaran de toda aquella gente.

En raras ocasiones, ya hacia el final de la llamada, te tropezabas con alguna persona sensata que te devolvía momentáneamente la confianza en la especie humana:

—Dígame sólo una cosa, y por favor, le ruego que sea sincero conmigo: ¿Si decido finalmente poner una reclamación, servirá de algo?

—Después del caso que me acaba de describir, lamento comunicarle que no.

—Muchas gracias.

Y aunque leído así no quede claro si la reclamación sería interpuesta o no, lo cierto es que el tono de aquel agradecimiento aseguraba que aquella queja no iba a ser interpuesta jamás.

RECURSOS HUMANOS. Más bien, ‘¡Recursos Inhumanos!’. Departamento sanguinario regentado por una gorda temible y feroz, cuyos jamones habrían atenuado el hambre de muchas tribus famélicas de algún páramo perdido azotado por el hambre. Este departamento insensibilizado era el más odiado y el más temido entre los empleados de funnyJet. No eran infrecuentes los errores en el cómputo total del salario, siempre a favor de la empresa, ni los olvidos fortuitos o pretendidos al no incluir en nómina incentivos o suplementos por trabajos desempeñados en domingos y festivos. Eran expertos en la rapiña y el trapicheo, siempre a favor de Cagator Services.

Independientemente de si eras religioso o estabas dispuesto a donar un pequeño porcentaje de tu nómina a la iglesia, los trabajadores expertos de Recursos Inhumanos debían creer a pies juntillas que la solidaridad de los trabajadores no conocía parangón y confeccionaban contratos sin consultar antes donde la casilla de impuestos de credo ya estaba marcada de antemano. A Dios rogando y con el mazo dando.

Si habías recibido dos ofertas de empresas de trabajo temporal distintas para trabajar en Cagator Services, ellos solían recomendar aquélla en la que las condiciones de trabajo resultaban ser ínfimamente peores: donde los trabajadores de cuarenta horas semanales cobraban salarios inferiores a los que estaban contratados directamente por Cagator Services y trabajaban treinta horas, sin contar con que los días de vacaciones no estaban del todo remuneramos, es decir, que si te cogías el mes de vacaciones correspondiente (veintiséis días anuales), acababas cobrando la tercera parte de un sueldo ya de por sí deprimente. Huelga decir que esas agencias eran recomendadas por Recursos Inhumanos porque ya sabían de antemano que la cantidad que Cagator Services les pagaría por el trabajo de cada agente iba a ser menor.

De los errores grandiosos, de los gambazos sonados —aquéllos que afectaban negativamente a los salarios de los empleados: que si un descuido al no ingresar los incentivos por aquí, que si un descuido al no contabilizar los domingos trabajados al mes por allá— pretendieron responsabilizar a una de sus cobayas, a la subordinada de menor alcurnia: Jenny. A Jenny la inculparon de catastróficos errores en las cuentas de la empresa en periodos en los que ella misteriosamente estaba de vacaciones. Después de las vacaciones, los documentos que ella solía manejar, o bien habían desaparecido, o bien habían sido manipulados. Y ella fue despedida. ¡Si es que Recursos Inhumanos estaba en manos del mismísimo demonio!

REEMBOLSO. El principio fundacional de funnyJet es que era una compañía no reembolsable. Eso ya lo has leído antes. Puede que aquí. Puede que en las normas y condiciones de la compañía. Bueno, ahí segurísimo que no. Cuando uno parte de una base tan elemental, precisa y tajante, ¿por qué eran entonces tan elevadas, incomprensibles e imponentes las expectativas?

Los reembolsos consistían mayoritariamente en compensaciones y devolución de gastos en los casos de cancelación de vuelos. Las cancelaciones de vuelos por motivos particulares sólo eran posibles en contadas situaciones, si se había contratado un seguro de viajes. En cualquier caso, los errores en las devoluciones se sucedían a veces por fallos en el sistema informático de pagos y conexiones de red con los bancos, debido a que las tarjetas de crédito habían caducado o porque se había realizado el ingreso en la tarjeta que figuraba en la reserva y que pertenecía a la agencia de viaje intermediaria.

Sin embargo, además de las causas que acabamos de enumerar, en algunos reembolsos el fallo persistía. Solicitábamos entonces un extracto de la cuenta afectada que de nada servía en última instancia si el departamento financiero de funnyJet finalmente determinaba que el ingreso sí se había hecho, a pesar de que no figurara por ningún lado. Transmitíamos la decisión de finanzas al cliente, le remitíamos a su banco y Santas Pascuas.

Y luego teníamos los reembolsos extraoficiales que nosotros mismos efectuábamos a amigos y allegados. Había cierto control para detectar fraudes internos de este tipo; para ello se vigilaban las reservas en las que estaban directamente involucrados los agentes, ya sea porque viajaban en ellas, ya sea porque se compraron con su tarjeta, ya sea porque viajaba un familiar. Pero el resto de reservas (más de cuarenta y cinco millones de clientes registrados), habría implicado una vigilancia digna de la GESTAPO que, aunque estábamos en el país indicado, hubiera significado el descalabro económico de una compañía low cost como la que nos ocupa.

Un amigo que no podía realizar un vuelo por el motivo que argumentara —pues para eso era un amigo, sin demasiadas explicaciones— le practicábamos una devolución alegando que el vuelo de la reserva de vuelta se había cancelado. No había vuelta atrás una vez que el reembolso —casi siempre automático— había sido autorizado. Llegados al caso de ser pillados, argüiríamos que aquello sólo fue fruto de un despiste y nos mostraríamos torpes, sorprendidos y levemente culpables de nuestra pequeña e insignificante equivocación.

Al fin y al cabo, se cometían errores de verdad, no premeditados, de cuantías elevadas a la enésima potencia del importe de aquellas hipotéticas reservas devueltas. Nunca supimos de casos en los que este tipo de operaciones hubieran sido descubiertas. Y quien dice una devolución extraoficial también se está refiriendo a un cambio de nombre total —acción harto costosa— o a un cambio de vuelo sin coste alguno. Eran nuestros mordiscos a la manzana: no podíamos dirigir aquellos beneficios hacia nosotros mismos, por eso nos dedicamos a hacer obras de caridad —good will gestures— con los que más apreciábamos de nuestro entorno. Aunque no nos faltaban ganas de hacerlo con cualquier desconocido que nos cayera bien.

REFERENCIA (ver localizador). Seguíamos modelos de imperfección. Cuanto más grosero, grotesco o extravagante era un personaje público, más crecía su popularidad y nuestra admiración. Kate Moss, Amy Winehouse, Britney Spears, Pete Doherty, Lindsay Lohan, Rhianna y, sobre todo, Winona Ryder, eran nuestros referentes absolutos.

Celebrábamos con adoración fervorosa cada recaída, cada ataque de desesperación, cada ingreso en una clínica de rehabilitación, cada desaparición de piezas de Bvlgari durante la celebración de eventos internacionales, como si en realidad se tratara del último de sus exitosos hits en cualquier ámbito de las artes en los que estos personajes estaban implicados. No en vano, ese tipo de cosas era el que precisamente incidía en un mayor número de contratos provechosos.

Las bondades y las vidas rectas no enganchan. Las desgracias sí. Sobre todo las ajenas. Las desgracias vuelven humanas a las celebridades y hace que hasta el más miserable se sienta identificado con ellas. Dale a cualquiera un mínimo de talento, un productor, una sobredosis, un coma etílico, un turulo o una paliza pública y ahí tendrás a nuestros ídolos. ¿Acaso Jesucristo no fue un mártir ejemplar, un desgraciado irrepetible? Ellos supieron morder la manzana. Y nosotros seremos para siempre sus devotos imitadores.

Reduce una referencia a la nada y tendrás un código de siete dígitos compuesto de números y letras con el que mucha gente podía volar. Un billete electrónico en funnyJet no era más que eso. Y muchos billetes electrónicos de funnyJet, más de los que podrías contar en el cielo en una noche estrellada, constituían los elementos precisos de nuestra alienación.

RAINER. Encargado del Betriebsrat, dirigente del sindicato. Rainer solía mandarnos circulares internas vía intranet una vez al mes para que nadie sospechara ni dudara de su valía frente al sindicato, cuando en realidad cada vez que las recibíamos nos mofábamos de su descaro al frente de unas funciones que no sabía dirigir. Los sindicatos eran a los empleados lo que los servicios de atención al cliente a los usuarios: inútiles en la medida que ambos actuaban y eran desarrollados dentro de una misma empresa que no iba a consentir según qué compensaciones o beneficios en ambas direcciones. Así que, aunque resultaran igualmente ineficaces, era conveniente recurrir a órganos externos de reclamación como organizaciones de defensa y protección al consumidor o a organizaciones sindicalistas independientes que en Alemania se reducían a VerDi.

Rainer era lisa y llanamente un lameculos a la merced de Cagator Services que dilataba las sesiones de reunión del sindicato que tenían lugar todos los miércoles tan sólo para lucir una verborrea que más le hubiera valido llenar de contenido y vaciar de retórica. También manoseaba una y otra vez los mismos papeles que contenían los puntos neurálgicos de la reunión. Uno de esos señores de cincuenta años que se aferran al poco reconocimiento que al final de su carrera han decidido otorgarle en el ocaso de su vida laboral. Ocaso-apagón, más bien.

Siempre iba de allá para acá, o desde ninguna parte hacia otra, caminando sobre el aire y con algunos manuales del buen sindicalista debajo de aquellas manazas cubiertas de bello blanco. Era una especie de David el Gnomo en plan gigante. El gorrito no era necesario, pues saltaba de golpe en la imaginación cada vez que lo veíamos. El tono natural rosado brillante de sus mejillas no habría podido inventarlo ni la más competente de las firmas de cosmética, ni siquiera en los productos de maquillaje de su línea juvenil-megazorrón. A aquel bonachón-barra-bribón seguro que le encantaba pimplar entre comida y aperitivo, entre horas, vaya.

RESCHEDULED FLIGHT. En inglés en el original. Vuelo reprogramado. O cancelaciones encubiertas —y nos dejamos de contemplaciones— en las que siempre el pasajero tenía derecho a una compensación que nunca vería en sus bolsillos. Había que tener muy poca vergüenza y un descaro colosal para explicarle a una persona afectada por un vuelo que se había retrasado, en ocasiones, por más de trece horas, que su vuelo original no había sido cancelado sino reprogramado.

Y por tanto, no serían agraciados con una compensación. ¡Qué valor! Y qué repugnancia la compañía para la que trabajábamos. funnyJet se sacó de la manga dos tipos de cancelaciones que Dios y la humanidad deben saber muy bien ahora a qué tipo de intereses correspondían: a los de una compañía aérea, y por extensión a una multinacional, cuyos escrúpulos ya han quedado de manifiesto en las páginas leídas hasta el momento.

Una cancelación secundaria quería decir que la cancelación de ese vuelo en realidad se debía a una cancelación primaria provocada por el retraso del mismo avión, pero en el itinerario anterior al que precede a la cancelación secundaria. Para que me entiendan ustedes bien: si un Funchal-Lisboa se había retrasado cuatro horas porque una cruenta tormenta azotaba el litoral de la isla, eso constituía un motivo extraordinario para un retraso o una cancelación en la medida en que era inevitable para la empresa someterse a él. Ese mismo avión, una vez en Lisboa, tendría que efectuar la ruta Lisboa-Madrid.

Sin embargo, como puede que fuera probable que la tripulación llevara volando más horas de las reglamentarias, al llegar a Lisboa la tripulación se desvanecería al estar fuera de horas. Out of hours, en inglés en el original. Los miembros de la tripulación ya habrían trabajado las horas que para aquel día la ley y su plan de trabajo establecieran. Un motivo no extraordinario en materia de cancelación, ahora secundaria, que vendría encubierta por aquella cancelación primaria provocada por la tormenta de Funchal, es decir, por un motivo extraordinario original. Una mierda, vaya. Digamos que funnyJet sabía aprovechar muy bien los vacíos de cualquier tipo. Si es que se podía atribuir aquello a un vacío legal. O quizá fuera todo una insolencia más: costaba mucho sacar adelante un proceso judicial contra funnyJet.

La indignación en estos casos solía ser superlativa. Y para muestras, un botón:

¿Cómo sois tan cabrones de alegar que un vuelo ‘se ha retrasado con salida prevista para el día siguiente’, cuando estaba yo y otros 150 pasajeros delante del avión y vemos cómo la tripulación baja del aparato y se mete en otro? Preguntamos ahí mismo y nos dicen que la tripulación ha excedido el límite de horas permitidas por día. De ser así, ¿por qué se suben a otro avión uniformados?, ¿por qué sostienen que es una circunstancia extraordinaria? Lo extraordinario es que tengáis tramas legales para hacer esto.

No voy a poner información personal en este comunicado, ya que viendo la poca seriedad en vuelo, seguro que mis datos acaban vendidos en cualquier lado. Si estáis recortando personal de esa forma tan ‘cutre’, no me quiero ni imaginar a la gente que no está cara al público. Dios santo, se me pone la carne de gallina de pensarlo.

Les pido disculpas por no darles la oportunidad de responderme. Sé que es un acto poco profesional, pero se me ocurrió ponerme a su misma altura, para ver si lo entienden. Con toda la indignación que jamás pensé que iba a sentir, hago saber al equipo de dirección de su empresa, ‘funnyJet’, mis más sinceros deseos de que les metan un paquete tan grande por el culo que les cueste volver a levantarse en el resto de su triste vida.

Mira que a gusto se queda uno. Aunque si queréis, podéis responder a la siguiente dirección: funnyJet@noteneisremedio.com

Cliente Enfadado

Los cambios horarios en los vuelos también eran considerados como vuelos reprogramados. A veces, la variación era de cinco o diez minutos o media hora que, por lo visto, trastocaba sin remedio las vacaciones programadas desde hacía meses por los usuarios absurdos de funnyJet. Los clientes exigían entonces cambios de vuelo gratuitos o compensación para paliar aquel mal tan mayor que no les cabía el dolor en el pecho. Y claro, ¿cómo va uno a discutir con una persona que tiene tales anhelos?

Pero los cambios gratuitos para la misma ruta sólo eran posibles si el retraso o adelanto, la reprogramación del vuelo, era superior a una hora. Y de compensaciones, nada. Por favor, díganos: ¿De dónde saca usted ese derroche de frescura, esa cara dura que le impulsa a increparnos que cinco minutos en la alteración de su vuelo tiran por tierra sus vacaciones, sus planes, sus ilusiones y sus ganas de vivir casi? Haznos un favor, por favor: ¡Cósete la boca!

RESERVA DUPLICADA (ver duplicate booking). No, no es nuestra culpa que usted se haya dedicado a realizar reservas, una detrás de la otra, simplemente porque no haya recibido un mail de confirmación pasados tres minutos después de haber validado la compra. Los sistemas informáticos no son como las personas: rara vez se equivocan. Veamos. Pero, ¿qué tenemos aquí? Usted ha escrito su mail erróneamente, por eso no recibió la confirmación de la primera reserva. En lugar de poner hotmail ha escrito usted hotmal. ¡Muy mal! ¿Lo ve? ¿Ve como nuestro sistema es sabio y no ha tenido la culpa?

Debió usted llamarnos para confirmar que efectivamente no había realizado una reserva con éxito. Lamentablemente, no podemos rembolsar ese importe, dado que se debió a un error humano. Le ofrecemos un bono por el valor de ese importe con el que podrá comprar vuelos en funnyJet para quien usted desee en los próximos seis meses y va que chuta. No hay otra solución posible en este caso. Como lo oye. Lo siento. Mire, éstas son las condiciones de la compañía que usted aceptó doblemente en este caso. Las toma o las deja.

RESERVA MENTAL. A veces, quitábamos la razón a los clientes a pesar de que estaban en lo cierto. Era nuestra reserva mental: un recurso de la abogacía en la que el acusado afirma algo por temor, pero en realidad, mentalmente, es partidario de lo contrario. Cuando los agentes negociales silencian parte de su voluntad sin conocimiento de la contraparte, de suerte que ambas, recíprocamente ocultan o engañan en algo.

Ante todo, debíamos lealtad a una compañía aérea que —Cagator Services mediante— nos pagaba menos del salario mínimo interprofesional —menos de siete euros la hora, menos que una limpiadora turca sin papeles del último eslabón de la cadena laboral—, que no nos beneficiaba con tarifas especiales en la compra de sus vuelos, que penalizaba nuestros retrasos desde el minuto menos quince, que castigaba nuestras meteduras de pata levísimas con contundentes Warnungen, léase warnings, léase aviso, que nos hacía pagar diez euros si perdíamos la llave de la taquilla o si ésta se nos partía en dos de puro obsoleta, que nos restaba o denegaba euros en los incentivos si acumulábamos cuotas de retraso considerables, que nos despojaba de nuestra personalidad designándonos con un número de seis cifras, que nos premiaba en las cenas de empresa de navidad y verano a las que acudíamos previamente cenados dado los exiguos manjares de dudosa calidad nutricional y el número limitado de cerveza y vino baratos que allí nos ofrecían, que nos regalaba dos miserables porciones de pizza por cabeza en contadísimos días festivos cuando la Kantine estaba cerrada y el puesto de alimentos más cercano se encontraba a casi dos kilómetros de distancia y que sólo nos felicitaba cuando nuestra productividad había triplicado la media. Cuando ya éramos absolutos, doblegados y entregados esclavos.

Eso sí, nos abastecían de mandarinas —en las que casi te dejabas las uñas para arrancarles la piel—, en invierno; plátanos, peras y manzanas —a los que todavía les quedaba semanas de maduración— en verano; chocolates del Lidl por Navidad y Pascua; helados de hielo de marca blanca también en verano; y las revistas gratuitas que la compañía exponía a bordo, con dos meses de retraso. Petersmann. Una de los imperios de la comunicación con un volumen de facturación sólidamente posicionado en el mundo de las finanzas.

RETRASO. Escuchen esto. Y por favor presten ustedes atención. Independientemente de la magnitud del retraso, independientemente del tiempo total de espera, si usted decidía volar finalmente en el vuelo retrasado, no tenía derecho a ninguna compensación posible que fuera más allá de los cinco euros correspondientes a las expensas por comida y bebida cada dos horas de retraso y del coste de dos llamadas realizadas —previo envío de la factura telefónica— durante la espera.

No le vamos a devolver, por nada del mundo, el importe de un billete que usted sí ha usado, ni lo que le costara la carrera de aquel taxi que le acercó a su casa porque a las horas intempestivas a las que aterrizó el avión retrasado no había forma posible de transporte público. También nos desentenderemos de vuelos, buses, trenes de conexión perdidos por el motivo arriba enunciado, ni aunque las conexiones perdidas fuesen de funnyJet. Y lo mismo para las noches de hotel no usadas en destino. Era una gran putada, pero sólo una más. Todos llevamos alguna putada dentro. Al fin y al cabo, la vida estaba llena de ellas.

Muchas veces, los retrasos no eran más que tretas comerciales maquilladas de retrasos grotescos en las que juntaban con los del vuelo siguiente los pocos pasajeros del vuelo anterior. Si mirabas a las pantallas del aeropuerto después de cuatro horas de retraso, te dabas cuenta de que no iban a salir a la par dos vuelos de funnyJet para la misma ruta.

Y si al retraso de nuestros vuelos le sumabas el retraso mental de los clientes y el retraso de por lo menos cuatro temporadas —como un abrigo caro, pero pasado de moda— con el que nos enfrentábamos a aquella suerte de vida, tenías como resultado nada más y nada menos que esta bonita historia.

REUNIFICACIÓN. Fenómeno celebrado en Berlín cada 3 de octubre desde 1990, equivalente al gran día de la nación alemana unificada. No hacía falta vivir en Berlín para comprobar que la dicotomía este-oeste existía. Algo que en otras ciudades, nunca separadas por ninguna barrera física ni mucho menos por regímenes socio-político-económicos dispares, también sucedía.  El Upper West Side y el Upper East Side de Nueva York. El este —rico en su fuente inagotable de contraculturas y movimientos juveniles underground de Hoxton— y el oeste —donde se ubican los barrios pudientes como Chelsea y Notting Hill— de Londres. En ocasiones, esa diferencia radicaba en la centralización norte-sur, con el norte a la cabeza en la localización de la riqueza. Algo que sin duda trascendía a niveles planetarios. Sin embargo, descubramos por qué la dualidad de Berlín convertía su personalidad en una de las más radicales de su especie.

Todo aquel que no sabía muy bien qué hacer con su vida, acababa aterrizando en Berlín. Inconscientemente, muchos emigrábamos a Berlín para reencontrarnos con nosotros mismos, en busca de una reunificación personal en una geografía que quizá por motivos históricos fuera la indicada, tal vez más propicia que cualquier otra en el mundo. No huíamos hacia Berlín porque escapásemos de algo que nos atormentara en nuestro origen, sino que acudíamos en busca de respuestas que muchas veces eran encontradas.

RIGHT NOW. En inglés en el original. Right now era el programa a través del cual recibíamos reclamaciones por escrito y enviábamos las resoluciones. Una especie de Outlook de uso restringido. La contundencia del nombre acentuaba la firmeza de nuestro presente, nuestro ahora, y evidenciaba la inconsistencia de nuestro porvenir. Importaba el ahora. No queríamos ser Mr. Right sino Mr. Right Now. Y Berlín estaba plagado de ellos. Aquí te pillo, aquí te mato.

RUMBO. Estábamos a dos horizontes por detrás del resto de la gente y esa lejanía mareaba. Nuestro rumbo no apuntaba a ninguna dirección determinada. No da miedo si piensas que el resto del mundo no piensa en eso. Si nos hubieras preguntado dónde nos veíamos dentro de veinte años te habríamos mandado a la mierda. ¿Veinte años? ¿A aquel ritmo? ¿Quién iba a resistirlo? Agota pronosticar con tanta perspectiva, ¿no?

No podía decirse de nosotros que viviésemos ni siquiera a varias millas de distancia del futuro. Más bien nos alejábamos de él. Era irónico, resultaba temerosamente paradójico que desempeñando un trabajo en el que estabas constantemente en contacto con rumbos, destinos, trayectorias, rutas, casi nunca nos parásemos a pensar demasiado en serio en el significado, a veces evidente, a veces oculto, que esos términos parecían gritarnos a la cara sin que nos diéramos cuenta. Lo cierto es que íbamos a la deriva, como buscando puerto.

No podemos olvidarnos aquí de Rumbo, la agencia virtual de viajes, el buscador de vuelos en internet por excelencia. No podía decirse que tuviéramos unas relaciones excelentes, pero a veces nos salvaban del engorro de tratar directamente con los clientes. En Rumbo, como en funnyJet, había agentes simpáticos y no. Nada como despreciar a los de tu misma especie. No sabíamos por qué, pero muchas veces Rumbo disponía de los mismos vuelos que nosotros, pero a precios inferiores. Una contradicción si tenemos en cuenta que ellos además añadían su comisión al importe de nuestros vuelos. Suponíamos que ellos compraban paquetes de reservas no nominativas que luego vendían en su página web. Sin embargo, funnyJet negaba cualquier relación comercial de este tipo con los buscadores de vuelos.

Después de lo que acabamos de comentar, sería raro que no tuviéramos el caso tipo al respecto. Siempre había algún pringao, otro, que desperdiciaba unos cuantos euros en la llamada para interrogarnos sobre el particular. Resumiendo:

—Pues, la verdad, no entiendo cómo en la página de Rumbo los mismos vuelos están más baratos que en su página web.

—Pues, la verdad, no sabríamos explicárselo, pero ¿no puede usted comprar los vuelos más baratos y ya está? Al fin y al cabo saldrá usted ganando, por favor…

Pues no, no podía. Por lo visto aquella llamada era necesaria. Había gente que hasta desconfiaba de las ventajas. Habíamos nacido para ser mártires. Y ya sabes, no se suele bajar vivo de una cruz en esos casos.

***

BUENOS DÍAS,

EN MAYÚSCULAS SON MIS PALABRAS, EN MINÚSCULAS LAS VUESTRAS:

Le informamos que en todo proceso de compra y de posterior anulación, como en este caso, evidentemente primero se cobra la cantidad completa, dado que usted hizo una reserva en un primer momento, y después se procede a la devolución, que tarda de 15 a 20 días laborables.

SEGÚN EL PRIMER PÁRRAFO DE VUESTRA RESPUESTA, DICHA DEVOLUCIÓN SE HARÍA EN 15 Ó 20 DÍAS LABORALES. MUY BIEN, PERO UNA PREGUNTA Y, POR FAVOR, CONTESTE SOLAMENTE A ESTA PREGUNTA:

YA HACE MÁS DE 3 MESES DESDE LA CANCELACIÓN (06/06/2008), ESO, SI SABEMOS CONTAR, SON ¡MÁS DE 90 DÍAS! BIEN, AHORA LA PREGUNTA:

SI TENÉIS UN SISTEMA INFORMÁTICO DE GESTIÓN DE RESERVAS, VENTA DE BILLETES, ETC… DE VERDAD, ¿NO PODÉIS SABER SI LA DEVOLUCIÓN HA SIDO EFECTUADA? (ESTUVE HOY 19/09/2008 EN EL BANCO Y ALLÍ DICEN QUE LO SABÉIS PERFECTAMENTE).

ESPERO LA RESPUESTA (QUE NO SEA OTRA PARA GANAR TIEMPO)

ATENTAMENTE

SUSANA BLÁZQUEZ

***

Estimada Sra. Blázquez:

Gracias por contactar con nosotros.

Le informamos que si usted no ha recibido aún la devolución de su vuelo, necesitaremos que nos envíe los estractos bancarios a partir del 6 de junio del 2008, día en que fue autorizada su devolución, hasta el día de hoy. Estos documentos deben ser escaneados y enviados por este medio en formato PDF. Una vez recibamos sus estractos, los enviaremos a las más altas esferas financieras de nuestra empresa, para que la devolución se haga efectiva.

Le pedimos nuestras más sinceras disculpas por los inconvenientes ocasionados.

Atentamente

Gustavo Macet
funnyJet Atención al Cliente


***

Buenas tardes Sr. Gustavo Macet,

Como había previsto, no habéis contestado objetivamente a mi pregunta. Enviaré los eXtractos (¡con X!), y sólo espero y confío que las más altas esferas financieras de vuestra empresa no estén en la luna.

EN EL PRÓXIMO MAIL OS ENVIARÉ LOS EXTRACTOS.

Atentamente,

Susana Blázquez

Una historia de ficción que podría ser increíblemente real. Por Daniel Zimmermann

CONTINUARÁ…

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