Escrito por: Literatura MISC. Nación Low Cost (la novela de BA)

Nación Low Cost: W (Wilhelm)

novela sobre berlin aerolineas low cost

La novela por entregas de BA

Una historia de ficción. Por Daniel Zimmermann

 

—Bienvenido a funnyJet, le atiende W…, ¿en qué le puedo ayudar hoy?
—Pues verá, quería hacer un cambio de nombre en una reserva. ¿Cuánto costaría?
—Hacer un cambio de nombre cuesta cuarenta y cinco euros por cada trayecto más la diferencia en la nueva tarifa.
—¿Cómo?
—Cuarenta y cinco euros por cada trayecto más la diferencia en la nueva tarifa del asiento. Para que lo entienda mejor: noventa euros en un vuelo de ida y vuelta más la diferencia en la nueva tarifa vigente. Es decir, sería como comprar un billete nuevo. A ese importe le restaríamos lo que usted ya había pagado por ese vuelo, pero habría que añadirle los noventa euros de las tasas de cambio.
—¿Pero cómo voy a tener que pagar la tasa de cambio más el asiento que yo ya he pagado?
—Son las normas de la compañía que usted aceptó a la hora de realizar la reserva. Ésas son las condiciones para realizar un cambio de nombre. A veces, realizar un cambio de nombre en una reserva resulta más caro que comprar un billete nuevo… Pretendemos con esta política evitar la reventa de billetes, entiéndalo…
—¿Qué lo entienda? ¡Usted lo que es, es un sinvergüenza!
—¿Sinvergüenza yo? ¡Sinvergüenza usted!
—¡Que te den por el culo, maricón de mierda!

***

WANDERGESELLE. En alemán en el original. Una tradición medieval europea en la que se ofrecían trabajos manuales a cambio de hospitalidad. Una costumbre bizarra que perduraba por entonces. Un extracto —con equis— superviviente de la historia. Una sociedad de artesanos itinerantes donde se imponía la disponibilidad para el viaje y versatilidad para encajar en cada cambio. Aprendices de un oficio, trabajadores calificados, que completaban su Praktikum en el mundo. Una combinación de habilidades artesanales y valores. Una acumulación de experiencias bajo la tutela de distintos maestros.

Son los Wandergesellen auf der Walz. Técnicos profesionales ambulantes que cumplían con un antiguo deber de perfeccionamiento. Almas errantes, aventureras donde viajar era parte esencial del training. Aspirantes a maestros, a oficiales, que debían cumplir tres años de formación académica y otros tres años fuera de sus respectivos hogares trabajando por comida y cama, sin recibir dinero a cambio. Éxodo provechoso válido y vigente para toda una vida, suponemos. ¿Te parece mucho tiempo? No si tenemos en cuanto que el viaje, el itinerario no sólo ampliaba la mente, si no que reforzaba, expandía habilidades básicas como la humanidad y la conciencia. Algo que también le sería provechoso a cualquiera que esté pensando precisamente en emigrar.

Al fin y al cabo, puede que en realidad esta práctica no sea más que una metáfora concreta de lo que significa en definitiva la simpleza, la esencia, de la vida: todos vagamos de un lugar a otro en busca de nuestro perfeccionamiento como profesionales y personas. Maneras errantes de dejar nuestra huella por el mundo. Buscarse la vida…, que debe estar en alguna parte. ¿Y acaso no somos todos unos Wandergesellen? Puede que nuestro aprendizaje dure menos o más. Puede que toda una vida. Puede que más.

WAGON. En inglés en el original. ¿No es gracioso? Al menos sí estarán ustedes de acuerdo conmigo. Un joven que trabaja para una aerolínea acaba despedazado por las garras de una locomotora. El destino. Su rumbo. Su trayectoria. Su parada. Su destino final. Todos aquellos vagones del Regional Express pasándole por encima. Era la persona corriente más fuera de lo corriente que jamás habíamos conocido. Aquel tipo tenía aspiraciones solemnes, pero quizá ya no le quedara valor, parecía como si lo hubiera gastado todo transformando en fábulas sus fatigas cotidianas.

Harto ya quizá de los anhelos incumplidos, de los placeres negados. Cada cual vive sus propias discordancias e incongruencias. Desaforadamente neuróticos y destructivos, digamos que éramos obras maestras de la desilusión y la renuncia. Puede que aquel agente, aquel tipo que se suicidó a lo Ana Karenina sólo se hubiera negado a acusarse otra vez más de todo lo que podría haber hecho y no había hecho, de todo lo que había hecho o no debería haber hecho: harto de sangrar por la misma herida para siempre. ¿Es de envidiar o es de compadecer?

WARNUNG. En alemán en el original. Warning, en inglés en el original o aviso, en cristiano. Amenaza también nos sirve. Si se prefiere, falta grave; la falta leve era un aviso verbal sin repercusiones. Era un pedazo de papel en el que la gorda asquerosa de Recursos Inhumanos certificaba que habías sobrepasado los límites legalmente impuestos y propuestos por la empresa a los que nos habíamos acogido al firmar el contrato. Solía entregarlo cuando pensabas que te habías librado de él. Por ejemplo, si faltabas un día sin justificar, te lo acababan dando exactamente dos meses después.
Dos Warnungen significaban el despido, pero debías acumularlos en la misma categoría, es decir, que podías tener uno por usar internet con fines privados en el ordenador de trabajo, otro por realizar llamadas personales desde el teléfono de trabajo, otro por llegar tarde, otro por no respetar los miserables treinta minutos de los que disponíamos para almorzar, otro por abandonar el puesto de trabajo sin previo aviso antes de que la jornada finalizase y otro por desacato a la autoridad.

Seguramente había más tipos. Había muchos que tenían unos cuantos por motivos diferentes. Nos amenazaban con asestarnos un Warnung a cada momento. Y lo cierto es que la gorda aquella de mejillas sonrosadas se moría de placer sádico cada vez que tenía que firmarnos uno ante nuestras narices. Como si en realidad deseara echarnos, o lo que era peor: ¡Comernos!

WC. En inglés en el original. El código del baño se convirtió en el comodín perfecto con el que suplir otras necesidades con el plus de peligrosidad que la acción contenía. Cagator Services quería exprimirnos al máximo, no permitían que anduviéramos por ahí perdiendo su tiempo. Cuando, en realidad, todo el tiempo que ellos ganaban en productividad de nosotros, nosotros mismos perdíamos tiempo de productividad irrecuperable de nuestras vidas.

Y lo cierto es que nadie quería permanecer en un baño sin ventanas más de lo necesario, si teníamos en cuenta que, al menos una vez al día, las más de cien personas que componían el equipo tenían que cagar impregnándolo todo con esos olores característicos asociados irremediablemente a la heces fecales. Y a los olores debíamos añadir los sonidos: nada tan desagradable como que tus oídos se tragaran el impacto de un pedazo de mierda que no era tuyo en el fondo del inodoro, las fuerzas humanas contra el estreñimiento o la evacuación de gases reverberantes. Un hilo musical consistente habría solucionado aquel repugnante suplicio. Un hilo musical que maquillara aquel otro hilo musical.

Y si hablamos de tacto, el baño también se convertía entonces en el lugar apropiado para los encuentros furtivos entre miembros del mismo sexo. Y por lo que llevas oído, digamos otra vez que nuestros compromisos con miembros de nuestro propio sexo para practicar sexo con sus propios miembros no intercedían de manera considerable en nuestros compromisos laborales con funnyJet. Siempre había algún italiano dispuesto a hacerte una mamada de emergencia en el baño o algún francés con el que mantener una secuencia de morreos. El tacto también intervenía al mismo tiempo que aquel papel de baja calidad con el que nos despellejábamos al limpiarnos la piel sensible que rodea el esfínter.

Digamos que en el WC, todos nuestros sentidos sensoriales se veían implicados.

WEB SUPPORT. En inglés en el original. El mismo perro con distinto collar, al doble de euros la llamada. Al fin y al cabo, seguíamos siendo nosotros. Una tomadura de pelo más. Otra vuelta de tuerca. Existía una lista en la que buscábamos el código de error que nos mencionaba el cliente y le dábamos la explicación y la solución que allí nos aparecía. Muchas veces, al no saber cómo salir del paso ante los reveses informáticos que nos narraban, no nos quedaba más remedio que decir:

—Lo siento mucho, señor. Soy agente, no informático.

Sí. Ya sabemos que usted ha llamado a los responsables de mantenimiento de las conexiones de internet que conocen mejor que nadie los intersticios del sistema, pero en una empresa low cost como funnyJet, las cosas funcionan de esta manera. Y por favor, no pierda usted su tiempo en una reclamación que no vamos a satisfacer.

WEDDING. En inglés y en alemán en el original. Bodas a bordo. Visto desde fuera, parecía una broma pesada que no se permitiera, en ninguno de los casos, viajar con el traje de novia en cabina, ni siquiera comprando un asiento extra, y que de repente, lo que solíamos decir a estas clientas como cierre de llamada se convirtiera en un método más de ingresos:

—A menos que viaje usted con el vestido de novia puesto, no podrá viajar con él en cabina.

Las bodas a bordo llegaban así a la oferta de servicios contratables de funnyJet.

Wedding era también un barrio periférico situado al noroeste de Berlín en el que nadie que conociéramos quería vivir. Ya sabes, el típico sitio de alquileres baratos donde suele reagruparse lo peor de cada casa. Muchas veces que alguien solía mencionar la celebración de una fiesta en Wedding como propuesta seria para salir, solíamos descartarla al grito de:

—    ¡¿A Wedding?! ¡Ni muerta! ¡Si se llega antes a Londres!

Luego se convirtió en el barrio de moda. Suele pasar.

WHEELCHAIR. En inglés en el original. Debíamos ser especialmente considerados con las personas discapacitadas. Había ciertas normas ridículas que nos prohibían hablar más alto a un cliente con problemas de audición, cuando en realidad, la cordura apuntaba a lo efectivo. La ley protege a lo tullidos, pero no por ello hay que considerarlos los amos del universo. El hecho de que usted se movilice en una silla de ruedas no va a poner a sus pies a todos los empleados de una compañía aérea por muy low cost que ésta sea.

Recibíamos trainings a modo de amenazas encubiertas en los que se nos alertaba de que fuéramos muy-muy cuidadosos con este tipo de clientes que eran los que más podían, paradójicamente, hacer daño a la empresa. Discriminación positiva. Las reclamaciones por parte de minusválidos debían ser estudiadas con lupa y tratadas con conmiseración. En una ocasión hasta nos proyectaron un vídeo en el que un desconsiderado se despertaba un día en un mundo donde todos sus habitantes eran lisiados, donde el impedido era precisamente él, la persona sana, la personal normal. Ya sabes, la típica vuelta de la historia que tanto funciona.

Si una persona discapacitada necesitaba asistencia especial en el aeropuerto, eso se traducía en un código específico añadido a la reserva donde se indicaba el tipo de apoyo requerido. Algunas veces, se nos olvidaba añadir esos códigos. No sabíamos por qué, pero pasaba. Y tampoco éramos tan viles para ser tan desconsiderados a posta.

WHITE MAIL. En inglés en el original. Más bien, blackmail. Emocional. Un correo electrónico que contenía una queja. Como los que hemos venido aportando al cierre de cada capítulo. Con las quejas escritas nos explayábamos. Dábamos rienda suelta a nuestra imaginación y altanería cultivada. Procurábamos insultar entre líneas. No podíamos incriminarnos hasta el punto de poner a los clientes a parir usando toda la elasticidad semántica que permite el léxico más peyorativo del castellano, pero había que aplaudir nuestros esfuerzos por camuflar todos los espumarajos que queríamos soltar por la boca en efectivos y elegantes eufemismos. Sólo a quien realmente lo merecía. No éramos tan indiscriminados. Si hay algo que no podamos hacer por usted, tenga usted a bien seguro que lo vamos a hacer si sigue usted los códigos de conducta equivocados.

Por ejemplo, si su vuelo se canceló y merece usted la compensación económica de cuatrocientos euros que con tan escasa delicadeza nos está exigiendo, no se la vamos a negar, pero ralentizaremos cada paso con todos los trucos imaginables posibles. Dilataremos un proceso hasta límites kafkianos que podría resolverse en un solo paso. Al final, le comunicaremos a usted mediante correo electrónico que le haremos llegar una carta en la que se expone la resolución de su caso.

Usted nos llamará para interesarse por el resultado de dicha resolución, pero le comunicaremos que no tenemos acceso a la misma, a pesar de haber pilotado su caso desde el primer momento, mientras se dibuja en nuestro rostro la sonrisa más sardónica que jamás se haya esbozado. Y cuando usted cuelgue nos encargaremos de que el envío de esa carta se posponga unos días más. Y el reembolso, otras tantas semanas. Sea usted más amable la próxima vez, ¡coño!  Háganos creer que habría que someterla a tortura para extraer de usted una queja y obtendrá todo lo que quiera, y más, de nosotros.

WILFRED MC FARLANE. También conocido como el pastor. Wilfred era tan escocés y tan rural que bastaba con que llevaras puesta en el call center una gorra-souvenir traída de Edimburgo con el tartán clásico, para que te rindiera pleitesía para los restos. Era dueño de uno de esos cuerpos grandes, blandos, aunque en su día fuerte, y amorfos. Si por castigo de la fortuna te tocaba en el mismo grupo con él en uno de los innumerables trainings a los que éramos sometidos a medida que las reglas del juego cambiaban, sabías ya por adelantado que se dilataría una hora más. Wilfred era uno de esos listillos que los que suelen destacar poco en clase detestan, uno de esos a los que gusta escucharse en público y que lo escuchen, uno de esos tipos que hace preguntas de tal grado de interés y de tamaña grandilocuencia que debe creer que se encuentra en una conferencia donde se presentan los últimos avances en la lucha clínica contra el sida.

Sin embargo, a pesar de su semblante sombrío, a pesar de su porte imponente, al fin y al cabo, a pesar de su perpetuo ceño fruncido, a pesar de aquella torpeza agraria que le hacía caminar dando tumbos, Wilfred te dejaba irte dos horas antes si te encontrabas mal aunque supiera a ciencia cierta que estabas mintiendo; si necesitabas una siesta reparadora o de emergencia cualquier sábado o domingo, lo permitía; si te apetecía leer a Julio Cortázar o a Chuck Palahniuk en lugar de responder emails quejumbrosos, él no iba a impedírtelo, incluso te habría aplaudido si aquel ejemplar hubiera sido el mismísimo Ulises de Joyce o Esperando a Godot de Samuel Beckett. Wilfred Mc Farlane sí que era un tipo de fiar. Sobre todo cuando descubrías que en una cena de empresa era capaz de beberse una botella de vino tinto entera más tres copas de coñac a rebosar, además de copa de helado y todo lo que había engullido entre las dimensiones colosales que separaban aquel pecho de su espalda.

A Wilfred sólo le inundaba una gran preocupación: averiguar el paradero de su hija, secuestrada por su madre y escondida en un lugar que él ignoraba. En sus ratos muertos en el trabajo, aprovechando la cierta libertad que disponía siendo Schift-Leiter como era, dedicaba sus energías, parte de su desesperación y aquella rabia contenida que cada día apuntaba más a la derrota, a buscar en internet rastros de su ex mujer y de su hija. Cualquiera veía en aquello algo tan descabellado como inútil y desesperado, hasta que nos enteramos que había descubierto a su mujer gracias a una foto en el Facebook de vete tú a saber quién, que las ubicaba en Rumanía.

WINSTON. Winston era uno de los managers enviados desde Luton para supervisar el primero de los cinco grupos de trainings iniciales cuyo fin trasladaría definitivamente el call center de funnyJet desde Londres-Luton a Berlín. Winston era un tipo risueño y muy ingenuo. Vietnamita, optimista y con un sentido del humor excelente, aunque naïf. Winston se escandalizaba si nos oía hablar de drogas, fist fucking o simplemente de sexo. Debía tener unos veintiséis años por aquel entonces y muchos creíamos que no habían sido demasiadas las pollas que Winston —gay, por supuesto—, se había llevado a su boca o a su culo.

Su jefe directo era Peter Porkins. Winston siempre me preguntaba si Peter me había dicho esto o aquello o que si incluso nos habíamos enrollado, cuando la confianza subió algunos enteros, semanas después de que el training hubiera concluido. Winston era uno de esos tipos geniales que uno siempre desea que se convierta en su jefe o en su compañero de trabajo. Siempre estaba dispuesto a ayudar y nunca vimos en su rostro un atisbo de reproche. Su sobrepeso sólo era equivalente a la magnitud de su bondad. Una de esas personas que provoca una sonrisa en tu cara cuando te acuerdas de ella.

WIR, KINDER VOM BAHNOHF ZOO. En alemán en el original. Bestseller juvenil de la editorial Stern, propiedad de Petersmann, ¿te suena? No había demasiadas cosas que nos diferenciara de Christiane F y su pandilla de heroinómanos. Con ellos compartíamos la misma endémica falsedad social a la que también estábamos expuestos. Nadie se tomaba a nadie demasiado en serio. Como los niños de la estación del Zoo, sólo tratábamos de vivir de la mejor manera posible que se nos ocurría. Puede que equivocada. Puede que no. Y aunque ya éramos adultos, dentro de nosotros, y no había que hurgar demasiado adentro, sólo encontrábamos, sólo habitaban criaturas desvalidas en busca de atención y de cariño. Sobre todo de cariño.

WWW. La red en la que caímos estaba deteriorada. Rota. Incapaz de sostener ninguna caída. La de los clientes de funnyJet también.

***

Compré un reloj a bordo y no funciona. El reloj no tiene garantía en España. Intento contactar con www.funnyreturns@gategourmet.com y no encuentro esa página. He intentado devolver el reloj y no he podido. Les ruego me informen a dónde dirigirme para que me reparen el reloj o me den otro nuevo que funcione.

Muchas gracias por su atención.
Bernardo Escobar

***

Estimado Sr. Escobar:

Gracias por contactar con nosotros.

Sentimos que el artículo comprado a bordo no funcione correctamente y le comunicamos que tendrá que remitirlo junto con el recibo de compra y sus datos de contacto para poder realizar la devolución del importe pagado, a la siguiente dirección:

funnyJet Airline Company Limited
Hangar 69
London Luton Airport
Luton
Bedfordshire
LU2 9PF
UK

Esperamos que esta información le sea de utilidad.

Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de necesitar nuestra ayuda de nuevo, utilice la sección ‘Contáctenos’ en nuestro sitio Web.

Atentamente
Marcos Dos Santos
funnyJet Atención al Cliente

***

Hola de nuevo.

La solución que me ofrecen no resulta muy interesante para mis intereses, además no dispongo del recibo de compra, dado que no nos fue entregado en el momento, y al ser efectivo no dispongo de recibo de Visa. El número del reloj es AVW5839G1 – 5031267014054. Con él pueden comprobar que efectivamente fue comprado a bordo de un avión de funnyJet.

No deseo enviarles el reloj, sino que un operario suyo lo retire de mi domicilio en Madrid, calle Buganvilla nº 3 Esc 1 1ºB, y me entregue otro a cambio, o bien pueda efectuar el cambio a bordo de alguno de los aviones de su compañía. Les ruego tengan en cuenta las muchas molestias que esto me ha causado: varios desplazamientos, mala imagen ante la persona a la que regalé el reloj, así como comprobar que su garantía es inexistente. Ahora ustedes me piden que aumente mis gastos tanto en tiempo como en dinero, más mis molestias.

Les ruego tengan en cuenta mis consideraciones y solucionen el problema que me han ocasionado.

Un saludo

Bernardo Escobar

***

Estimado Sr. Escobar:

Gracias por ponerse de nuevo en contacto con nosotros.

Lamentamos tener que comunicarle que, como comprenderá, no podemos acceder a su petición de ir a recoger el reloj a su domicilio. La manera de recuperar el importe del reloj, según las condiciones de la garantía del producto, es la que se le ha indicado en un correo electrónico anterior, es decir, remitir el reloj defectuoso a la misma dirección ya proporcionada y que le reiteramos a continuación:

funnyJet Airline Company Limited
Hangar 69
London Luton Airport
Luton
Bedfordshire
LU2 9PF
UK / Reino Unido

Como en cualquier otro tipo de devolución de cualquier producto de cualquier otra compañía, marca o establecimiento comercial, es absolutamente necesario presentar factura de la compra del producto en cuestión, en este caso, del reloj que adquirió en uno de nuestros vuelos. También deberá adjuntar sus datos de contacto.

Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de necesitar nuestra ayuda de nuevo, utilice la sección ‘Contáctenos’ en nuestro sitio Web.

Atentamente
Juan García
funnyJet Atención al Cliente

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Hola de nuevo. No le puedo facilitar la factura, dado que funnyJet no me la facilitó a mí en el momento de la compra. Pero ustedes saben que el reloj fue vendido por ustedes. Ustedes hacen una política engañosa, dado que ofrecen sus productos con una garantía que no existe. ¿Se puede enviar el mismo a portes debidos? ¿Lo podría cambiar en un próximo vuelo? Muchas gracias.

***

Estimado Sr. Escobar:

Gracias por contactar con nosotros.

Si quiere reparar su reloj, la solución es la que le hemos aportado en sucesivas ocasiones. No hay nada más que podamos hacer en este caso. Si lo prefiere, utilice la siguiente dirección de correo electrónico y exponga nuevamente su reclamación: funnyreturns@gategourmet.com. Le advertimos que esta dirección es de un correo electrónico y no de una página web, como usted suponía en un primer momento, es decir, no debe añadir las 3 w.

Le agradecemos una vez más, que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de necesitar nuestra ayuda de nuevo, utilice la sección ‘Contáctenos’ en nuestro sitio Web.

Atentamente
Paco Neumann
funnyJet Atención al Cliente

Una historia de ficción que podría ser increíblemente real. Por Daniel Zimmermann

CONTINUARÁ…

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