La novela por entregas de BA
Una historia de ficción. Por Daniel Zimmermann
—Bienvenido a funnyJet, le atiende I…, ¿en qué le puedo ayudar hoy?
—Hola buenos días. Quería confirmar mi vuelo, por favor.
—Me dice el localizador de su reserva, ¿por favor?
—Se refiere a la referencia de la reserva, ¿verdad?
—Sí.
—Tengo dos, una de funnyJet y otra de Atrápalo punto com, ¿cuál le doy?
—¿Usted qué cree?
—Uhm… no sé… ¿La de funnyJet?
—¡Bravo!
***
IBIZA. Uno de los destinos recurrentes en el verano de cualquier español. Con cada verano llegaba al call center la misma tortura de cada año por las mismas fechas. funnyJet era conocida por el lanzamiento de viajes de ida y vuelta por valor de 18,99€ desde Madrid a Ibiza. Por mucha cala tranquila y paradisíaca que Ibiza tuviera, por mucho espacio recóndito y silencioso que uno allí pudiera encontrar, todos sabíamos a lo que realmente acudía uno en verano a Ibiza. No en vano, aquella acción comercial se denominaba ‘El Golfo de funnyJet’, es decir, vete a Ibiza un viernes por la noche y vuelve un lunes por la mañana, pégate la gran fiesta de tu vida sin descanso, no duermas y regresa justo a tiempo para incorporarte al trabajo el lunes.
Cada llamada confirmaba nuestras opiniones, nuestros prejuicios al respecto. Cualquier sábado o domingo por la mañana se sucedían las llamadas aleladas de contenido reiterado, torpe y ralentizado intentando posponer un vuelo con sonido de música electrónica de fondo. Tenías que confirmar y reconfirmar cada dato muchas veces para asegurarte de que era aquella la opción que el pasajero estaba seleccionando, para que una vez realizado el cambio, no te llamase el mismo cliente un par de horas o cuatro después con la intención de deshacer sin éxito libre de cargos el cambio en pleno proceso de bajón y arrepentimiento.
El error, o quien sabe si la astucia, había consistido en programar muchos de los vuelos desde Ibiza a Madrid a las cero horas y veinticinco minutos de un día cualquiera. Lo que nos importa aquí no es el día en sí, sino que muchos no supieran determinar exactamente a qué día se refería el día mismo al que aquel horario afectaba. Lo que queremos decir es que era probable que se presentaran de golpe una docena de pasajeros de reservas inconexas en el aeropuerto veinticuatro horas más tarde de lo que marcaba la reserva como fecha de vuelta. Digamos que pretendían hacer responsable al sistema de un error informático por la simple razón de que habían sido varios pasajeros los que habían incurrido en aquel error tan elemental, que ni siquiera había error alguno. Los había cautelosos que llamaban para asegurarse a qué día exacto correspondía aquel horario con preguntas que desarmaban al interlocutor experto. ¿Cómo explicarle a una persona cuándo comenzaba realmente un día? ¿No era aquello el paroxismo mismo del sentido común?
Los vuelos se perdían de la manera más tonta que se haya podido imaginar. Otros vuelos nuevos eran comprados sin dar lugar coherente alguno a reclamación, aunque las interponían por los motivos arriba mencionados, y funnyJet se anotaba otro tanto en su caja registradora con ese sonido tan característico que suele asociarse a una caja registradora.
IBUPROFENO. Ochocientos miligramos, por favor. En su defecto, seiscientos. Sustancia farmacéutica genérica, y por tanto low cost, que tenía que ingerir frecuentemente para mitigar los desperfectos de una resaca poderosa y lo que solía quedar de mi persona tras la ingesta incontenible de alcohol que iba a parar a mi torrente sanguíneo cada día. Si querías adquirirlo en Berlín, no ibas más allá de los doscientos miligramos permitidos por el reglamento sin receta. Y esa cantidad, a un adicto, no le hace ni cosquillas en las tripas. Ingeríamos ibuprofeno en cantidades industriales. Tanto que costaba imaginarse una vida sin él. ¿Mi recurso? Un ibuprofeno antes de acostarme solía procurar efectos sobrenaturales en el maltrecho estado de mi cabeza al día siguiente.
INCENTIVO. En funnyJet premiaban con incentivos económicos que por su carácter podrían compararse de manera clarividente con espejismos: cuando los empleados empezábamos a conseguirlos, Management se sacaba de la manga nuevos obstáculos, novedosas reglas que los volvían inalcanzables y que más que motivar, frustraban y hundían en el agujero negro de la decepción. Visto así, el espectáculo penetraba hasta nuestros órganos y los convertía en una espiral.
Para optar a un incentivo mensual de cien euros brutos —lo que en Alemania, después de pasar por el lavado de los impuestos menguaba hasta los setenta y pocos euros netos—, debíamos alcanzar ciento doce ‘business units’. Cada llamada culminada equivalía a una unidad de negocio; un mail resulto suponían dos unidades. Una carta, tres. Y en definitiva: tenías que romperte los cuernos a trabajar para abrazar el incentivo y lo cierto es que preferíamos pasar un buen rato entre compañeros en lugar de alienarnos por arañar unos cuantos euros que desde luego no iban a volvernos ni ricos ni generosos. Las bajas por enfermedad también eran tenidas en cuenta a la hora de otorgar incentivos. Por muchas unidades de negocio que tuvieras en tu haber si te habías pasado con las bajas por enfermedad, adiós al incentivo. ¡Cabrones!
El sistema de incentivos era tan sabio que una vez que habías alcanzado los dos niveles en el incremento de sueldos previsto por el programa de incentivos, no era posible acceder a ningún otro aumento de sueldo en bloques de sesenta euros brutos cada uno, que era la cantidad máxima prevista para un aumento de sueldo por incentivos. Aquello quería decir que una vez alcanzado aquel valle, aquel Zulage, tu sueldo iba a ser aquel mismo lo que durara tu contrato en Cagator Services, así fuera por el resto de la vida. Una sorpresa a la que asistimos algunos al enterarnos que aquel otro aumento por incentivo que nos habíamos ganado jamás sería pagado porque ya habíamos acumulado todos los incentivos posibles. Con las protestas llegó el final de los incentivos monetarios que fueron sustituidos por tretas del tipo ‘elige tú mismo tus días y turnos de trabajo’ o ‘sugiere las tareas en las que te gustaría trabajar’. Como si aquel menú de sugerencias fuera en realidad muy variado. Aquello más que un incentivo era lo contrario de un incentivo.
INCONFORMISMO. Creo que hubiésemos podido manejarnos con sólo cuatro o cinco desgracias habituales, cotidianas. Pero aquello era otra cosa. Trabajando para funnyJet, cualquier día podía ser hermoso considerado desde el punto de vista de sus condiciones atmosféricas, pero bajo otros aspectos estaba sumamente lejos del ideal. Digamos que nos dominaba el inconformismo y la insatisfacción administrados con generosas dosis de humor cáustico, de ingenio corrosivo. Ése era nuestro remedio. Para los clientes no teníamos solución posible al alcance. Quizá la tuviéramos, pero a ellos no les causaba demasiada satisfacción.
Digamos otra vez que cuando pagas 18.99€ por un vuelo de ida y vuelta no puedes esperar excelentes resoluciones cuando surgía un nimio contratiempo. Y cuanto más aumentaba nuestro inconformismo y el de los clientes, más crecían los beneficios para la empresa, por mucho que nosotros nos quejásemos de un trabajo que nunca abandonábamos o por mucho que los clientes amenazaran con no volar jamás con funnyJet, cosa que nunca hacían. Queremos decir aquí que nunca llevaban, llevábamos a cabo las amenazas podridas de tanto mantenimiento sin consumo. O descrito de otro modo: un vulgar círculo vicioso del que nadie hacía el mínimo esfuerzo por querer de verdad salir. Al fin y al cabo, hasta nosotros que repudiábamos a la empresa como un padre que no acepta a un hijo bastardo como legítimo, acabamos firmando contratos indefinidos después de dos años seguidos en nómina. ¿Qué era peor?
INDEMNIZACIÓN. ¿Usted, en qué colegio estudió? Si lo que desea reclamarnos es una indemnización, por favor, tenga la bondad de, por lo menos, escribir la petición de forma correcta, tal y como la ve aquí ahora: i-n-d-e-m-n-i-z-a-c-i-ó-n. Tampoco es tan difícil. Podemos perdonar una tilde o un par de letras invertidas por error tipográfico, pero no pretenda usted que, cuando menos, no nos espantemos al leer barbaridades del tipo indegnización, indepnización, indebnización, indennización, indecnización o indeznización. Use usted el corrector ortográfico o algo más fácil: un sinónimo. Nos vale compensación. Por favor…
INDIA. El primer grupo en caer fue el inglés. Los ingleses fueron barridos de las dependencias berlinesas que Cagator Services había designado para establecer el proyecto funnyJet. Y es que salía a cuenta muchísimo más rentable trasladar el call center a Poznan, Polonia, donde los trabajadores todavía ganaban la mitad de la mitad que nosotros. La resolución de reclamaciones mediante mail quedaba destinada a la India, donde los trabajadores percibían la mitad de la mitad de la mitad del sueldo que los trabajadores de Poznan. Visto así, sin necesidad todavía de volcar cifras reales, era bastante fácil sacar a flote una multinacional y comprender de golpe como Petersmann seguía consolidado a nivel global como uno de los conglomerados empresariales más carismáticos del planeta. ¡Había tantas manchas en los blasones de aquella empresa familiar orgullosa!
Sin embargo, ellos eran condecorados una y otra vez por alguna razón u otra. Petersmann se vanagloriaba de desarrollar una nueva cultura empresarial que contribuía al desarrollo positivo de la sociedad. Digamos que eso sería correcto si entendiéramos por desarrollo positivo una vuelta a los orígenes primarios, primigenios del vasallaje más elemental. En la actualidad de aquella época, Petersmann era uno de los principales grupos mediáticos mundiales, el primer editor de revistas en Europa y el segundo en el mundo. Una compañía centrada en el negocio de la comunicación que operaba en sesenta y ocho países y daba empleo —es un decir—, a más de cien mil trabajadores. Por aquel entonces yo era el trabajador 108552. Nada más para ellos. Una profunda tristeza para mí. Véase ‘Salario’.
INFANT. En inglés en el original. Bebé, en cristiano. Véase ‘Bebé’. Si es que había gente tan poco acostumbrada a viajar que ni siquiera sabía qué hacer con su bebé en el momento del despegue. Lo decimos porque una vez una señora, a la que no sabemos si calificar de madre, se le ocurrió depositar a su bebé en el compartimiento superior situado encima de su cabeza y destinado a colocar el equipaje de mano. La fase de despegue estaba a punto de iniciarse y a la tripulación de cabina se le escapaba un bebé del recuento de pasajeros. Inevitablemente tuvieron que preguntar a la madre por el paradero de una criatura que supuestamente había embarcado. Y no vamos a describir aquí la sorpresa superlativa de propios y extraños.
INFORMACIÓN. La información es poder. O al menos, eso dicen, ¿no? A cualquier precio.
INGO. Ingo se estrenó con nosotros impartiendo su primer training mientras combatía sus lagunas de conocimientos que sobre la compañía debía impartirnos, con bochornosas intervenciones ante la concurrencia. Estaba muy verde para echarlo a rodar antes de tiempo delante de personas implacables y exigentes como nosotros. Éramos demasiado tremendos para aquel tipo de oratoria virginal recién estrenada. Suerte que contaba con el apoyo de Winston, manager venido expresamente de Luton como apoyo, que le sacaba del atolladero cada vez de las muchas veces que terminaba metido en él. Ingo, sin exagerar, se parecía al hermano mongolo de los Fratelli en Los Goonies. Las asimetrías de su rostro invitaban a pensar que se había caído —o lo habían tirado— de cabeza demasiadas veces desde la cuna cuando era un recién nacido. Sin embargo, tenía buen talante y sentido del humor, algo muy de agradecer en un alemán y en un supervisor.
Ingo se comportó como un niño mal educado con pataleta incluida cuando le comunicaron que su contrato no sería prolongado. Abandonó su puesto de trabajo de forma airada, imperdonable y soberbia, como si de una adolescente en plena gresca familiar se tratara. Días después nos mandaría un mensaje a través de intranet en el que se despedía de nosotros y acusaba a Francesco Stronzzi poco más o menos que de todos sus infortunios. Aquello, más que una manera pseudoelegante de abandonar a la desesperada un empleo a lo ‘antes de que me eches me marcho yo’, terminó siendo algo, lisa y llanamente, bochornoso.
INSTRUMENTOS MUSICALES. Si su instrumento respetaba las medidas propuestas, si había espacio en los compartimentos de cabina y si el comandante lo permitía, podría viajar en cabina. Sólo se permitía una pieza de equipaje de mano por persona. No se plante usted en la puerta de embarque con su violín y dos bolsas más, porque se quedará en tierra como finalmente le ha sucedido. Y por favor, no nos reclame ahora el importe de ese billete, una indemnización y los honorarios finalmente no cobrados por ese concierto en Viena que no pudo dar.
INSULTO. Síntoma de debilidad y rasgo característico provocado por la histeria, entre otros inductores de idéntica categoría. Los deseos frustrados, las plegarias desatendidas, los caprichos irrealizados solían terminar en un bonito insulto. O en varios. Llegados a aquel punto desagradable poco importaba ya la cantidad. Ser insultado por un desconocido podía ser lo más incomprensible e indignante que pudiera pasarle a uno. De la misma manera que se nos solicitaba no implicarnos emocionalmente con cada llamada difícil, ¿por qué no podían arremeter los clientes insatisfechos contra la empresa como ente sin identidad personal en lugar de contra nosotros como personas indefensas y desvalidas en desigualdad de condiciones?
Nos limitábamos a cumplir y a hacer respetar las normas de la compañía con las que usted mismo se había comprometido. Sí, tiene usted razón. Éramos la persona que ante usted representaba a la empresa que usted detestaba. Y eso sin contar con que no estábamos contratados por esa puta empresa. Pero esa realidad no nos convertía automáticamente en su saco de boxeo. De la misma manera que se instruye en un training a los empleados de una empresa destinados a trabajar en el departamento de atención al cliente, se debería dar paralelamente otro curso de entrenamiento de idéntica duración a cada cliente con la firma de cada contrato, en el que el trato al agente y los modos de comportamiento al respecto iban a ser un par de puntos ineludibles, interesantes e intensos del temario.
INTERNET LOUNGE. En inglés en el original. En la minúscula sala de descanso decorada con muebles baratos de Ikea, valga la redundancia, donde muchos también almorzaban las viandas preparadas en casa, era posible acceder a internet desde el único terminal que habilitaron para el uso del más de centenar de empleados que había en plantilla. Contaba con tres sofás de pana roja, una mesa de conglomerado de madera no lacada, un plasma con un puñado de canales, una mesa de cristal y algunas sillas de mimbre de plasticurri. Podías hacer uso del ordenador de esta sala en tus pausas para la comida, en las dos de diez minutos no pagadas de las que cada uno podía disponer cada día. Nadie estaba muy dispuesto a despilfarrar esas pausas por muy importante que pudiera ser la consulta que quisiera realizar en internet. Se impuso el código baño, así que las labores de vigilancia de los team leaders se intensificaron. Muchos fueron amonestados; algunos incluso despedidos.
Era desconcertante comprobar cómo al menos dos veces a la semana la conexión a internet en el lounge se perdía. No entendíamos cómo en todo aquel tiempo nuestra conexión en el call center había funcionado a la perfección y cuatro metros más allá, planteara tantos problemas. Se llegó a especular que aquello no era más que otra treta de Management para desbaratar nuestros planes y aumentar así nuestra productividad. Si no había internet en el lounge nadie iba a malgastar minutos de baño en chequeos electrónicos que costaban a la empresa muy caro.
También nos sorprendía que estas averías ridículas tardaran en solventarse casi un par de días o tres después, teniendo a mano un departamento cualificado de IT como el que tenía una empresa en la que las conexiones telefónicas eran primordiales. Así que el uso de internet quedaba restringido, pues era más frecuente que no funcionara con lo que eso podría repercutir en algunos pluriempleados que necesitaban disponer de su correo electrónico para llevar a cabo otros trabajos más gratificantes que aquél. Estaba claro que la conexión del lounge era desconectada a propósito por alguna mano negra despiadada.
Se suponía que el uso del ordenador de esta sala era privado. Sin embargo, no era posible descargar documentos adjuntos ni siquiera en modo lectura. ¿Por motivos de seguridad? No, si tenemos en cuenta que tampoco se estaban destinando los recursos necesarios para que los parámetros de seguridad se cumplieran y se mantuviera a raya dentro del call center. Las medidas de seguridad sólo se extremaban, sólo se cumplían queremos matizar, aquellos días en los que los miembros de Management debían mostrar las instalaciones de la empresa a algún cliente potencial, esto es, de cara a la galería.
Algunos tampoco entendíamos cómo era posible acceder a páginas porno del Redtube o Youporn, mientras que el acceso a la red social homosexual GayRomeo estaba bloqueado, no así el acceso a la red social lesbiana Lesarion. Había tantas cosas incomprensibles que tenían lugar en aquella misma empresa que simplemente decidimos no pensar en ellas.
IROPS. Irregular Operations. En inglés en el original. Un Irops consistía en realizar un cambio automático de un vuelo a otro sin costes adicionales. Cuando un vuelo se cancelaba o cuando un vuelo se retrasaba por espacio superior a una hora se nos permitía realizar un Irops a los pasajeros afectados. En tanto que era una operación irregular, decidimos tomarnos el asunto al pie de la letra: muchos de nuestros amigos pudieron beneficiarse de estas operaciones sin que mediara ningún trastorno en los vuelos de por medio. Eran nuestros mordiscos a la manzana.
El Irops venía a ser lo más parecido a una teletransportación. Si bien para hacer un cambio de vuelo convencional se nos exigía respetar una serie de pasos que requerían la elección de un nuevo vuelo de igual o superior valor que el vuelo original, la eliminación del vuelo original, el cobro de la tasa de cambio y el cargo de la comisión de la tarjeta de crédito, el Irops era automático. Introducías un par de datos en la pantalla correspondiente y cuando volvías a abrir la reserva aceptada, voilà, el vuelo había sido cambiado.
El Irops en la vida real también habría resultado muy efectivo. Acostarse un buen día siendo todavía agente chusquero de una multinacional que prestaba servicios para una compañía aérea low cost desde Berlín y levantarse en un apartamento del Upper West Side de Nueva York poco antes de empezar a trabajar como agente de Bolsa en Wall Street. Habría estado muy bien que alguno de aquellos amigos nos hubiera devuelto el favor de esta feliz manera. No es que quisiéramos ser brokers en Nueva York, pero nos gustaba soñar a lo grande.
ITINERARIO. Ruta. Camino. Distancia entre un punto A y un punto B. ¿Hacia dónde se dirigían nuestras vidas? La ruta de nuestro viaje partía de nosotros hacia el futuro, esa oscura amenaza en forma de línea temporal que se nos antojaba la felicidad, paradigma de lo próspero. Es decir, hacia la muerte. De lo que éramos hacia lo que seríamos, a lo que nunca habíamos dejado de ser. Nos proyectábamos hacia el futuro, en un itinerario en cuyos extremos, al igual que el lujo y lo low cost eran las aristas de otro universo horizontal paralelo, no había otra cosa que muerte. La muerte física y el pasado ya muerto. Los extremos se tocan.
Costaba no reírse al recibir llamadas en las que los pasajeros se habían confundido tanto en los destinos como en las fechas. En un proceso de compra de seis pasos en los que en todos ellos se solicita la confirmación de todos y cada uno de los datos, ¿cómo era posible que se repitiera el mismo error entre los más de cuarenta y cinco millones de clientes de funnyJet todos los días? Si usted quería volar desde Madrid a Edimburgo, ¿por qué ha seleccionado la opción contraria? Te hacía pensar y mucho acerca de la trayectoria vital, de la biografía de las personas. Quizá aquellas mismas personas estuvieran proyectando en aquellas reservas fallidas lo que ellos mismos no habían sabido hacer con sus vidas: era probable que no supieran tal vez ni dónde se encontraban, ni adónde querían ir, ni en qué dirección situar sus pasos, ni en qué momento. Los errores de funnyjet, como algunos de la vida, costaban muy caros. Y aquí el término low cost quedaba no sólo invertido sino anulado.
En este mundo no se podía hacer previsiones. Puede que nosotros mismos nada más estuviésemos proyectando al imaginar la situación de aquellos clientes que cometían errores de este tipo en sus reservas. Quizá nosotros mismos no sabíamos qué hacer con nuestras vidas: era probable que no supiéramos tal vez ni dónde nos encontrábamos, ni adónde queríamos ir, ni en qué dirección situar nuestros pasos, ni en qué momento. Si exceptuábamos a Peter.
El cuerpo siempre erguido como su culo y el cuello estirado hacia atrás con la misma rigidez de una polla palpitante. Ése era Peter. Peter se dedicaba egoístamente a sí mismo, ni siquiera a funnyJet. Se esforzaba por obtener los mejores resultados de la empresa, las mejores calificaciones, no por entrega y altruismo profesional, sino para abandonar el barco en el momento y resultados idóneos que le abrieran las puertas de otra empresa más seductora. funnyJet era para él sólo una ruta en su trayectoria profesional, una calle de dirección única que le catapultaría muy hacia adelante. Llegué a sentir por él un amor urgente primero y culpable no mucho después.
***
FUNNYJET Att. Servicio de Atención al Cliente.
Distinguidos Srs.:
Me dirijo a Vds. en mi condición de perjudicado por el retraso sufrido por el vuelo concertado con su compañía en fecha 27/12/2008 con el núm. U22600. El cumplimiento de los horarios convencionalmente previstos en el caso del transporte aéreo es una prestación esencial de este contrato y ello porque, en buena medida, la expansión de este medio de transporte y las elevadas contraprestaciones económicas de los usuarios del mismo se justifican en atención a la posibilidad que ofrece de desplazar en un corto período de tiempo al usuario junto con sus equipajes, configurada esta última prestación, de acuerdo con la doctrina mayoritaria, como una obligación inherente al contrato de pasaje. En consecuencia, el cumplimiento de los horarios previstos se confitura como una prestación esencial del contrato de transporte aéreo de viajeros. El hecho de que el incumplimiento de los horarios de salida y de llegada estipulados se califique como esencial, permite al pasajero ejercitar la acción de resolución del contrato de pasaje al amparo de lo dispuesto en el párrafo 2º del art. 1.124 del Código Civil, con la consiguiente restitución del precio pagado, abono de los intereses e indemnización de daños y perjuicios que se determinen de conformidad con las previsiones de los arts. 1.107 y concordantes del propio Código Civil. El ejercicio de la acción de resolución contractual de la que dispongo y ejercito en virtud de esta notificación con fundamento en el hecho de que el retraso en el vuelo concertado con Vds. ha determinado la frustración de la finalidad del viaje, conlleva como consecuencias jurídicas: 1º) La obligación de reembolso del coste íntegro del precio del billete, que habrá de hacerse efectiva en el plazo de siete días desde la fecha prevista para la realización del viaje (ex art. 6 y concordantes del Reglamento CE 261/2004, de 11 de febrero, que establece normas comunes sobre compensación y asistencia a los pasajeros aéreos en caso de denegación de embarque “overbooking” y de cancelación o gran retraso de los vuelos [DOL núm. 46, de 17 de febrero de 2004]). 2º) Una indemnización suplementaria por los daños derivados del retraso (ex art. 12.1 del precitado Reglamento CE 261/2004, de 11 de febrero). Además de lo anterior, y siempre haciendo referencia al Reglamento CE 261/2004, en su art. 9.2 indica que la Compañía Aérea ofrecerá a los pasajeros gratuitamente dos llamadas telefónicas, télex o mensajes de fax, o correos electrónicos, de los cuales no pudimos hacer uso, gracias a la amabilidad del personal de dicha Compañía. También la Compañía Aérea tiene la obligación de proporcionar a cada uno de los pasajeros afectados un impreso en el que se indiquen las normas en materia de compensación y asistencia, además de una hoja de quejas y reclamaciones de la Compañía Aérea, a las cuales no tuvimos acceso en ningún momento. En orden a la cuantificación de la indemnización suplementaria a la que tengo derecho, ésta habrá de ser comprensiva tanto a los daños patrimoniales efectivamente experimentados, como de los daños morales o extrapatrimoniales. Entre los daños patrimoniales pueden incluirse: – Los desembolsos realizados para pagar servicios que no pudo recibir por parte de la Compañía Aérea, al tener que buscar una ruta alternativa para llegar a mi destino. En cuanto a los daños morales, la indemnización de éstos tiene cabida en el supuesto de incumplimiento contractual consistente en el retraso en el transporte aéreo, como ha reconocido abiertamente la Sentencia del Tribunal Supremo de 31 de mayo de 2000 (RJ 2000, 5089). En ella, frente a las alegaciones de la Compañía Aérea demandada realizadas al amparo de una concepción estricta del daño moral pretendiendo su necesaria identificación con la lesión directa del acervo espiritual de la persona, la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo declara que dentro de los daños morales indemnizables “deben comprenderse aquellas situaciones en que se produce una aflicción o perturbación de alguna entidad […] como consecuencia de las horas de tensión, incomodidad y molestia producidas por una demora importante de un vuelo, que carece de justificación alguna” (FJ 2º). En el caso del que trae causa esta reclamación concurren los tres presupuestos o requisitos exigidos por aquella sentencia del Tribunal Supremo en orden a la apreciación de la existencia de un daño moral; a saber: 1º) La no existencia de una justificación a la que pueda ser imputada la demora sobre el horario previsto (en el caso resuelto por aquella Sentencia, se estimó que el retraso obedeció al mero interés de la compañía aérea), y en mi caso la supuesta falta de una firma que tenían que recibir por fax para poder autorizar el vuelo, según la poca información del personal de vuelo. 2º) que el retraso, cuantitativamente considerado, sea de una entidad relevante (en el caso de la referida STS, la espera había sido de diez horas); y, 3º) Que las circunstancias objetivas y subjetivas concurrentes permitan inducir, a través de la realización de un juicio de notoriedad, la realidad de la afección de la esfera psíquica del pasajero perjudicado (según el caso, preocupación por la pérdida de un día de trabajo, viaje de novios, ausencia de cualquier explicación por la compañía aérea, pérdida de un vuelo de conexión, desembolso extraordinario para buscar ruta alternativa, etc.) produciéndome sensaciones anímicas de inquietud, incertidumbre, impotencia, zozobra, ansiedad, angustia, temor, …, que permitan fundar la aplicación de la rebla in re ipsa loquitur; sin que puedan ser tomadas en consideración las molestias no relevantes, los enojos o enfados poco justificados o la mera sensación de aburrimiento. En virtud de lo expuesto y dado que el retraso experimentado por el vuelo me ha causado un perjuicio objetivo de naturaleza patrimonial y/o moral, SOLICITO de la Compañía de Transporte Aéreo que representan: 1º) La restitución de la cantidad pagada por adelantado en concepto de precio del billete de pasaje concertado, por un importe de 235’98 Euros. 2º) El abono de una indemnización de los daños y perjuicios sufridos, que prudencialmente cuantifico en 1200 €, debiendo serme abonada por el procedimiento que Vds. estimen oportuno (pago en metálico, por transferencia bancaria electrónica, por transferencia bancaria, cheque, etc.). En caso de que, en un plazo razonable no contesten afirmativamente a la petición jurídicamente fundada realizada en este correo, me veré obligado a ejercitar judicialmente la pertinente acción en defensa de mis intereses patrimoniales, amén de poner reclamaciones en otros órganos competentes (DGAC, AENA, OCU, CAM, etc). Sin otro particular, y a la espera de una respuesta por su parte, reciban un cordial saludo. Móstoles (Madrid), a 22 de enero de 2008. Rodrigo Jiménez García
***
Estimado Sr. Jiménez García:
Gracias por contactar con nosotros.
Lamentamos este derroche de retórica que, sin duda, no estamos en capacidad de valorar ni de entender, casi. Le sugerimos que reserve usted todos sus recursos legales a su alcance para desplegarlos frente a un tribunal y no ante un simple departamento de atención al cliente que por otra parte, y como comprobará por sí mismo, no se deja abrumar ante recursos tales.
Los Códigos, vemos que los conoce usted en sumo detalle, sin embargo, ¿sabe usted lo que es un punto y aparte? Úselos en el futuro, por favor, si estimara conveniente volverse a poner en contacto con nosotros.
Le agradecemos una vez más que se haya puesto en contacto con nosotros y quedamos a su entera disposición para cualquier consulta adicional. En caso de necesitar nuestra ayuda de nuevo, utilice la sección ‘Ayuda’ en nuestro sitio Web.
Atentamente
Estefanía Herrera
funnyJet Atención al Cliente
Una historia de ficción que podría ser increíblemente real.
CONTINUARÁ…
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