Reuterkiez, Nord-Neukölln, el norte de Neukölln, donde Kreuzberg y Neukölln confluyen. Los iniciados lo llaman Kreuzkölln porque realmente –creen- suena mejor. Porque aquí todavía es Kreuzberg o casi Kreuzberg es. Donde la serenidad se confunde a menudo con lo bullicioso. Kreuzkölln vive. Y se nota. El nombre, más que responder a la realidad social de un vecindario concreto, funciona mejor como marca registrada de un lugar determinado al que se acude por las noches. De hecho, lo más representativo de Kreuzkölln es su escena comercial, sobre todo la nocturna. Aquí todo se reduce a una cuestión de libre albedrío. 2005 marca el inicio del uso del término, generalmente por parte de propietarios de viviendas que encontraron un eufemismo certero para combatir el Problembezirk por excelencia de Berlín: Neukölln. Pisos baratos en edificios antiguos para inquilinos que no se dejaran asustar por los aspectos problemáticos del distrito. El fenómeno Kreuzkölln empezó a cubrirse en los medios de comunicación en 2006-2007. El eterno hype, la tendencia suprema de Berlín –‘Mudarse al barrio de moda’– dura ya unos 5 años… Y ahora sus habitantes, hasta parecen pandilleros delimitando su territorio.
Unir partículas de dos nombres para crear uno nuevo pretendidamente ingenioso, es una fórmula aburrida y desgastada, aunque increíblemente recurrente. Y devastadora. Situado entre los barrios de Kreuzberg y Neukölln del que este espacio toma precisamente su nombre, en el último quinquenio, Kreuzkölln se ha convertido en una de las zonas más populares de la ciudad. Las fronteras de Kreuzkölln son para pocos todavía difusas. Un barrio oficioso, aunque no incierto, de Berlín definido dentro del cuadrilátero irregular -quasitrapezoide- que trazan las calles Kottbusserdamm, Sonnenallee, Maybachufer/Landwehrkanal, Wildenbruchstraße y Kiehlufer. Todavía no es un barrio ni una Ortsteil administrativamente oficial de la capital alemana, pero lo será con el tiempo, como cualquier corriente de pensamiento en ciernes que termina por imponerse en su época y su momento. Aquí viven unas 20.000 personas de las que el 30% no tienen pasaporte alemán.
Sehen und gesehen werden
Cada vez más Modeateliers que funcionan como tiendas de ropa, bares, cafés, restaurantes y galerías de arte son inauguradas en esta parte de la ciudad por la que también se mueren los jóvenes y artistas (a veces, jóvenes artistas) de Mitte, Kreuzberg o Prenzlauer Berg que aquí mismo terminan por mudarse. El 68% de la población de Kreuzkölln está compuesta por jóvenes entre 18 y 45 años. Cada dos semanas, más o menos, surge algo nuevo en sus calles. Actualmente existen unos 350 establecimientos comerciales de los que el 50% son gestionados por inmigrantes. El ambiente se asemeja bastante al de Wrangelkiez, quizá por eso guste tanto. Con los mismos problemas de desempleo e integración del extranjero: uno de cada cuatro Neuköllner está en paro (30%) y la nómina de los que trabajan no supera los 700-800€. A lo que se suma sus índices de criminalidad, los más altos de la ciudad y el fracaso escolar: el 70% de los niños no consigue terminar la Hauptschule (datos de 2008).
No sin cierta mueca grotesca de fastidio y espanto en sus caras, algunos lo consideran ya el nuevo Prenzlauer Berg. Los movimientos migratorios empezaron con los profesionales liberales y creativos en torno a 2005, poco antes de que los medios de comunicación empezaran a usar el nombre del barrio en sus contenidos informativos. Artistas, músicos, galeristas, estudiantes e incluso intelectuales y familias jóvenes compuestas por extranjeros, es decir, Familien mit Migrationshintergrund, si somos precisos. Personas con iniciativas e ideas estrafalarias que insuflan dinamismo allí donde se asientan. Y lo de siempre: los alquileres suben con la aceptación de un barrio, claro. Al principio eran bajos, ahora casi prohibitivos, gracias a la gestión encomiable de inversores inmobiliarios carroñeros, desalmados y rapaces amparados en las leyes de la gentrificación. Otros temen que se acabe convirtiendo en un Nobelkiez, o sea, en Prenzlauer Berg. El cambio estructural de esta zona se debe en parte a proyectos de subvenciones como el Existenzgründung que apoyaron la apertura de pequeños negocios, al igual que contribuyera la Zwischennutzungsagentur a la consecución de galerías de arte.
Pero no es oro todo lo que reluce ni glorioso todo lo que se alaba. Todo tiene su lado oscuro. La lacra de Kreuzkölln es Hermannplatz. Hermannplatz se ha convertido en cosa de poco más de un año en el nuevo Kotti: el foco de drogadicción y conflicto por excelencia. Limpiar Kottbusser Tor de yonquis y delincuentes callejeros, sólo sirvió para desplazarlos unas cuantas manzanas más allá, dirección sur. Desde 2009, Hermannplatz es el boom de los yonquis, de los alcohólicos, de los Penner, de gente deforme y descapacitados sin techo. Parias. Pruebas fehacientes de la des-integración y de la multiculturalidad –fracasada, eso sí- de la que alardea Berlín. Si hace sol, la congregación roza cotas de macroconcierto. El mercado de víveres que aquí tiene lugar 3 veces a la semana cuenta con seguridad privada que protege por igual a transeúntes y comerciantes.
Ingredientes para un barrio de moda
Kreuzkölln empezó con una surtida Kneipenszene, a qué negarlo. Sus bares, cafés y restaurantes se cuentan por centenas, si somos imprecisos y exagerados. No hay una calle específica donde esté todo, pero todo queda en el Kiez. Meta usted en la coctelera lo siguiente. Lo mejor de la Hobrechtstrasse es el Mama (número 61), un café de esos con interiorismo en ruinas que cautiva a la gente. Lenau Stuben hace esquina con Lenaustrasse, una de las tabernas alemanas del barrio con aquel sabor añejo que hasta es acusado por las arrugas y rostros ajados de los camareros. Idéntica mención para el Sander Stübl, misma calle, esquina Sanderstrasse. Y ya que estamos en Sanderstrasse, ¿por qué no engullir un bio-pastel en Kuchen Mafia (número 11) que a continuación podremos bajar con un café en el Pigalle Bar (número 17)? De Friedelstrasse nos gusta el minicafé Heroes con Showroom al fondo (número 50), que ha sabido muy bien gestionar sus escasos recursos para crear una atmósfera en la que apetece instalarse; la asociación Räume des Akazie-Berlin e.V. (sólo para socios, número 51); y el compromiso de la galería-bar Ori (número 8) con la fotografía.
La oferta compite en Weserstrasse a través de lustrosos ventanales que casi siempre dejan constancia de la pulcritud de una clientela que destaca ante mobiliario y paredes generalmente destartalados, aunque rebosantes de Charme. Hablamos de Fuchs & Elster aunque nos repele su camarera (Weserstrasse 207), del SilverFuture (Weserstrasse 206), bar gay dirigido a reyes y reinas y criminales maricas, o el Café Kuschlowski (Weserstrasse 202), el vodka-bar con mobiliario de obra de la construcción e iluminación naranja. Es necesario andar un buen trecho para tomar algo en el legendario Ä (Weserstrasse 40), pionero del barrio al que acuden sus veteranos a jugar al futbolín. Freies Neukölln (Pannierstrasse 54) es el café clásico de Pannierstrasse al que le ha salido un reñido contrincante: Rita (Pannierstrasse 12). Que las fieras se repartan sus presas, pues no es nuestra jurisdicción.
Todos los locales están ligeramente hermanados por una especie de estilo común que les otorga el parecido que suele darse entre parientes lejanos. No en vano, comparten vecindario. Algo que podríamos catalogar como Random Furniture, mobiliario usado escogido al azar. En muchos establecimientos está permitido fumar y de casi todos cuelga un cartel: No place for Nazis!
Sobrecobertura y excesiva publicidad, nunca vienen mal
Si hay que recomendar algún sitio para comer, echaremos mano de Pizza a Pezzi (Weserstrasse 209), donde acuden los italianos afincados aquí; el Jimmy Woo (Friedelstrasse 27) de cocina franco-asiática colonial; y las especialidades españolas de Manuela Tapas (Friedelstrasse 34), con sección especial para niños como ocurre en los cafés de Prenzlauer Berg -donde pueden lamer de sus dedos y a sus anchas el polvillo naranja de las patatas fritas a la Páprika-, práctica ahora imitada en Kreuzkölln.
Si existe una fiesta que ha sabido recoger el espíritu del barrio –y hasta de la ciudad– mejor que ninguna, ésa es Arm & Sexy. La máxima de Klaus Wowereit -por la que siempre será recordado- es celebrada una vez al mes en un enclave distinto de la ciudad, generalmente de esta zona y en los clásicos Bier Stübl-Gasstätten antes mencionados.
La alimentación siempre es necesaria. Para algunos. Los residentes de Kreuzkölln escogen entre el mercado turco de Maybachufer (ahora en litigio con los vecinos por la pugna en pos del tercer día de celebración semanal), el mercado de víveres de Hermannplatz, los supermercados turcos y no de Kottbusserdamm, el recién estrenado Biomarkt de la Weserstrasse 212 o el Pennymarkt -también en Kottbusserdamm-, socorrido de las clases desfavorecidas. La proliferación de bio-Bäckerei, bio-cafés o bio-pasteles hacen pronosticar que esto ya es Prenzlauer Berg. Su KaDeWe es el Karstadt de Hermannplatz, aunque sus fieles prefieren las boutiques del barrio: las camisetas de Icke (Friedelstrasse 35), la ropa con mensaje de JR Sewing (Hobrechtstrasse 18) o las prendas de marca propia en Q-ture (Friedelstrasse 48). Sin olvidar la actividad cultural a través de asociaciones como Lenau Kultur Center e. V. (Lenaustrasse 6), Kinski e.V (cultura underground) y que todas las galerías del distrito una vez al año unen fuerzas y recursos para presentar nuevas propuestas a través del evento 48 Stunden Neukölln. Hay más, pero aquí no cabe.
(Sin las impresiones y consejos de Arnau Armadans, residente del barrio, este artículo no habría sido posible)
© CAI
Redacción Berlín Amateurs © marzo 2011
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