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Krampnitz: taquicardia continua

Krampnitz © Aida Bresoli

Hacía tiempo que quería acercarme a Krampnitz, pero al estar lejos lo seguía posponiendo hasta que, aprovechando una escapada fugaz e improvisada con bici por Brandeburgo, decidí hacer unos kilómetros más y acercarme a explorar. Lo que tenía que ser una escapada romántica a Potsdam acabó convertida en una historia de fantasmas nazis en la base militar de Krampnitz.

La entrada al pueblo de Krampnitz es una de las más confusas que he visto jamás. Al lado del cartel que señaliza la entrada al pueblo hay una hilera de casas, todas coronadas con la estrella comunista en rojo vivo. Pensando que ya habíamos llegado a nuestro destino, frené la bici y entré en una de ellas, hasta que me di cuenta de que una mano con cigarrillo salía de una de las ventanas y de que de otra, una vecina cotilla me desafiaba con la mirada. Se ve que a los habitantes del pueblo aún les gusta el estilo comunista, han decidido dejar todos los recuerdos de aquel entonces y siguen viviendo en las casas donde se alojaban los soldados.

Pero, ¿eso era todo?, ¿cuatro casas con estrellita?, ¿para eso 45 kilómetros de bici y agujetas? Estaba enfadada. Con depresión momentánea y contando los kilómetros que me separaban de Berlín, me topé con la base militar de Krampnitz; majestuosa, enorme y sin vecinos. Al entrar no podía ser más feliz, mi cámara disparaba sola y mis ojos se perdían en la inmensidad del complejo.

La base militar de Krampnitz sirvió de campo de entrenamiento nazi en 1937. Después de la guerra fue ocupada por los soviéticos que, para no olvidarse de su patria, se llevaron el vodka con ellos (aún se pueden encontrar botellas vacías en las barracas). Cuando digo que es enorme, no exagero ya que hay más de cincuenta edificios, entre ellos casino, cine, teatro, sala de baloncesto, pistas de tenis. Si no queréis moveros, también podéis encontrar partes de Krampnitz en algunas de las escenas de: Enemy at the Gates (2000), Resident Evil (2002), Mein Führer (2006) y Inglorious Basterds (2009).

Después de que los rusos abandonaran la base militar, el estado de Brandeburgo tuvo la genial idea de convertirla en un parque temático del fútbol. Doy gracias a quien les convenció de que no era una buena idea, ya que un año después una compañía danesa compró gran parte del complejo y de momento no han decidido qué van hacer con él. Espero que esta indecisión dure.

Los exploradores de verdad llevan su mapa satélite donde marcan el recorrido que se tiene que efectuar para encontrar la famosa águila con esvásticas (podéis verla en abandoned Berlin), que se supone que es lo más espectacular del lugar. Pero como yo iba de pícnic y me quedé ensimismada intentando adivinar las historias que contaban los periódicos rusos que cubren la mayoría de paredes, no la encontré.

Justo cuando estaba haciendo una foto a un par de botas abandonadas en medio de uno de los pasillos, una puerta se cerró de golpe, seguida de otra, y otra, incluida también aquella por la que había entrado. El corazón se disparó, me temblaban las piernas y no podía dejar de pensar en asesinos en serie llevando botas miliares. ¿Había alguien más allí dentro? ¿Cuál era la mejor opción, coger un ladrillo o saltar por una de las ventanas? De nuevo, otra puerta se cerró de golpe. Me quedé inmóvil esperando oír pasos acercándose, pero nada pasó. Solo eran los últimos coletazos del pequeño Niklas, el huracán que en aquel momento castigaba a Alemania y que ahora quería entretenerse conmigo.

Al salir por patas de ese edificio me dediqué a contemplar lo que quedaba del jardín. En uno de los árboles colgaba una cuerda; me fijé mejor. Era una soga, lo que me faltaba. A paso ligero, decidí cambiar de zona. Cuando aún me estaba recuperando del susto, mi peor pesadilla se hizo realidad. Entre los árboles vislumbré un uniforme y al lado un perro. Momento de irse y dejar a los fantasmas tranquilos. Ni tiempo de comerme el bocadillo que me había preparado; cogí ritmo de Berlin Half Marathon  y recuperé la bici, que me llevó más rápido que de costumbre a mi calmado y pacífico Berlín.

Como precauciones:

– Hay vigilancia

– Los suelos de algunos edificios se caen a pedazos

– Se dice que la base es sitio de reunión habitual de neonazis, no vayáis solos ni de noche ni al atardecer

– Ser respetuoso

EQUIPO NECESARIO:

Comida de perro

Mapa satélite de la zona

Linterna

Botella de vodka para invitar a los fantasmas

* Para que estos lugares perduren en el tiempo, se recomienda tener prudencia –algunos edificios abandonados están muy deteriorados– y discreción si en la zona hay vecinos, y por supuesto no causar daños al lugar, así más gente podrá disfrutar de ellos. Además en ocasiones hay personan viviendo en estos lugares, por lo que recomendamos igualmente prudencia y respeto para evitar problemas.

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