La película Olmo del mexicano Fernando Eimbcke se proyectó como parte de la sección Panorama de la Berlinale. Con esta cinta, el director vuelve al festival tras dieciséis años desde la última vez, cuando presentó Lake Tahoe en 2008.
Olmo no parece ser un film pretencioso, pero, una vez que comienza, seduce por sus personajes, una historia sólida y una meticulosa ambientación. Se trata de un coming-of-age y de las relaciones en una familia imperfecta que nos recuerda que la vida puede ser muy parecida a una película.
Esta propuesta, la cuarta en la filmografía del mexicano Fernando Eimbcke, se estrenó el domingo 16 de febrero de 2025 en la sección Panorama del Festival Internacional de Cine de Berlín, que se extenderá hasta el 23 de febrero.
Olmo, una entrañable tragicomedia
Ambientada en el Nuevo México de 1979, la película retrata con humor la compleja transición de la adolescencia a la adultez en un entorno marcado por la precariedad. Aivan Uttapa interpreta a Olmo, un joven que intenta evadir las dificultades de su hogar —un padre enfermo, una madre sobrecargada y una hermana que también busca escapar— refugiándose en su amistad con Miguel (Diego Olmedo) y en sus sueños románticos.
Una tarde, su madre, Cecilia (Andrea Suárez Paz), le encomienda cuidar de su padre, Néstor (Gustavo Sánchez Parra), quien, postrado en cama a raíz de una esclerosis múltiple, depende de todos para sobrevivir. Su hermana mayor, Ana (Rosa Armendáriz), vive algo similar a Olmo: quiere experimentar su juventud lejos de las responsabilidades, mientras que la madre intenta cumplir con las obligaciones del hogar y con las económicas, trabajando turnos dobles en un restaurante.
Deben tres meses de alquiler, no hay ni tiempo ni dinero para comida hecha en casa, solo para lasañas congeladas que el padre se niega a comer, y el estéreo está averiado. Pero nada de eso desanima a Olmo a acercarse a su vecina Nina (Melanie Frometa). Secundado por Miguel —quien a lo largo del film vendría a ser algo así como el Samsagaz Gamyi de Frodo—, logrará que ella lo invite a una fiesta. Eso sí, para entrar, deben prestar el estéreo familiar. El protagonista se verá obligado a elegir entre la responsabilidad familiar y el deseo de vivir su juventud, y, de esta forma, la película retrata una verdad ineludible: crecer implica tomar decisiones difíciles.

“Olmo” © Plan B Entertainment
Pero más que un simple relato de madurez, Olmo es también un retrato íntimo de una familia migrante, con padres que se comunican en español e hijos que responden en inglés. Una familia fracturada por la enfermedad de Néstor, un padre que, aunque físicamente limitado, aún intenta ejercer su rol con anécdotas y consejos que sus hijos no siempre están dispuestos a escuchar.
La ausencia de un equilibrio en la familia hace que Olmo se vea atrapado en un dilema mayor: ¿hasta qué punto debe cargar con responsabilidades que no le corresponden? Mientras su madre y su hermana buscan escapar a su manera, él también anhela ese respiro. Así, la película nos recuerda que crecer no es solo un proceso de descubrimiento personal, sino también de aceptación de los lazos familiares, con todo el peso que estos implican.
En esta historia, la familia no es un refugio idealizado, sino un vínculo complejo que se sostiene sobre sacrificios y pequeñas batallas diarias. Cada personaje lidia con la realidad a su manera, pero todos están unidos por una verdad común: a pesar de sus fracturas, siguen siendo un equipo, uno en el que la responsabilidad y el afecto conviven en un equilibrio frágil.
Esta es la segunda vez que Eimbcke participa en la Berlinale. La primera fue en 2008 con Lake Tahoe, película que recibió los premios FIPRESCI y Alfred Bauer. Debutó como director en 2004 con Temporada de patos, que se estrenó en Cannes, además de cosechar varios premios en su país. En 2013 presentó Club Sandwich, su tercer largometraje, con el que ganó el premio al mejor director en la 61.ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, entre otros galardones.
Entrevista con el director de Olmo, Fernando Eimbcke
El director conversó con Berlín Amateurs sobre su película y los desafíos de contar una historia de migrantes en el contexto actual.
Berlín Amateurs: ¿Cuál fue el proceso de desarrollo de esta historia?
Fernando Eimbcke: La parte más importante en el nacimiento de esta historia es Vanessa Garnica (coguionista); sin ella, hubiera sido imposible hacerla. Era un tema difícil de tratar. Las relaciones familiares siempre son complicadas, más aún cuando nadie quiere hablar de su situación o de una persona que está enferma. Tuvimos la posibilidad de explorar esa parte tan dolorosa a partir del humor. Creo que el humor es la manera más dignificante de ver a una persona en una situación difícil porque te pone en la misma situación. Esto es algo que aprendí mucho de Charles Chaplin. ¿Qué hay más duro que un homeless o The Kid, donde el protagonista es un niño huérfano? Pero son historias que, desde el humor, dignifican. Creo que el humor te ayuda a acercarte de manera más humana.

Fernando Eimbcke © Fernando Aceves
BA: En Olmo hay varios temas que invitan a la reflexión. Uno de ellos es el paso de la adolescencia a la madurez. ¿Cuáles fueron los desafíos a la hora de trabajar con un actor tan joven como Aivan Uttapa?
FE: Fue mucha suerte llegar a él. Tuvimos una directora de casting que creo que es la mejor del mundo, Susan Shopmaker. Ella encontró a Aivan después de recorrer toda la unión americana. Cuando lo vi, pensé que debíamos dejarlo ser y adaptarnos a él. Aparte, el guion era muy claro, no hubo improvisaciones, era muy preciso. Además, teníamos muy poco tiempo para trabajar con él porque, al ser adolescente, solo podíamos filmar cinco horas al día. Pero algo importante fue que logró establecer un vínculo con Miguel, y eso hizo que todo fuera muy sencillo.
BA: Tu película también toca algo muy complejo, como las relaciones familiares en un contexto de migración…
FE: Es que es una historia, en un sentido muy primitivo, sobre la familia. Para mí, las historias que me interesan son las que tienen que ver con la familia, pero no solo la familia nuclear, sino también la extendida, los amigos. Eso es lo que le daba esa universalidad. Todos, en algún sentido, venimos de familias migrantes; nuestros antepasados se han movido de un lado a otro. No existe una sociedad sin migración. Eso era algo que a Vanessa y a mí nos llamaba muchísimo la atención.
BA: Precisamente, ¿cómo crees que tu película puede aportar al debate político de la migración en EE. UU.?
FE: Para nosotros, lo más importante como cineastas es generar emoción en el espectador. Sigo la máxima de Chaplin: para mandar mensajes está el podio. El arte no está para generar discursos, sino para tocar. Creo que esta película logra transmitir la idea de que la familia no es solo la familia nuclear, sino también la extendida, es decir, los amigos. Como humanidad —y aunque suene cliché— somos una gran familia. Y en las familias no se expulsa a la gente de la casa.
Sí, las familias son complicadas. Claro que vamos a tener conflictos y diferencias. Ojalá esta película pueda generar la sensación de que no existe una “otredad”, que, al final, todos somos lo mismo: una familia.
Carla Hannover para Berlín Amateurs, especial Berlinale © febrero 2025
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