Escrito por: Aire libre Alemania Escapadas Fuera OCIO

Autostadt Wolfsburg: visita al parque temático y a la fábrica de Volkswagen

Una gigantesca pancarta en un edificio de treinta pisos. “Das Auto” me anuncia que, tras dos horas en la autovía desde Berlín, por fin he llegado a Wolfsburg. En el trayecto el paisaje automovilístico ha ido mutando hasta convertirse en una orgía monopolística de Volkswagen y algún que otro Audi. Motivo del viaje: visitar el corazón de acero de la industria automovilística alemana, en plena Baja Sajonia. Volkswagen es “das Auto” y Wolfsburg es su Autostadt. Así que, sin sonrojarse, decidieron llamar así al parque temático de la marca, Autostadt Wolfsburg.

Llegamos al espacio al aire libre del recinto, en el que pequeños edificios, cada uno de ellos consagrado a una de las marcas del grupo Volkswagen, hacen gala de lo mejor y lo peor de la arquitectura-espectáculo (prueba del crimen es la fachada de retrovisores que se aprecia en una de las fotos). Al adentrarse en el pabellón Porsche, nos encontramos un deportivo colgado de una pared giratoria, rodeado de humo en una performance de ruido y luces que igual tuvieron su punto en los noventa. Para colmo de males, de repente la pared gira sobre un eje y el vehículo desaparece para volver a escena en pocos segundos con un abominable estrépito.

El resto de pabellones está dedicado a Volkswagen, Seat, Skoda y Audi, entre otros. El de Audi es sin duda el más interesante al estar expuestos varios motores de prueba. Por lo menos Autostadt no esconde su carácter publicitario-propagandístico (comunicativo, dirían ellos). Pero mejor que los pabellones es el edificio que alberga una colección de automóviles de todo el siglo XX, con algunas fabulosas reliquias.

Y, por fin, mi parte preferida de la visita a Autostadt Wolfsburg: dos enormes cilindros de vidrio en los que se guardan coches listos para ser recogidos por sus nuevos dueños. No nos pudimos resistir y nos montamos en una especie de ascensor de coches que después de dos o tres vertiginosos giros te eleva hacia la cima. Las vistas sobre el interior de la torre y Autostadt son increíbles.

No contentos con esto, y a pesar de estar las entradas agotadas, decidimos echarle cara y colarnos en uno de los ferries que llevan a la fábrica de Volkswagen. A la empleada que corta el paso parezco caerle bien y no puso problemas. Tras un viaje corto por el canal (por el que llegan los materiales para la fábrica, además de en tren), nos montamos en un trenecito-bus que nos lleva a lo largo de la fábrica. Las fotografías están prohibidas y por supuesto no hacemos ninguna: las que encuentras aquí nos han llegado de forma misteriosa y anónima en un correo sin remitente.

La fábrica es un microcosmos: algunos trabajan de pie, otros sentados en lo que parece ser un sistema de rotación. Aquí y allá se ven vehículos a medio terminar en una cinta transportadora. Cada uno de ellos con una configuración individual, todo perfectamente coordinado. Dos segundos y un robot ha colocado un parabrisas. Y muchos trabajadores trasladándose de un punto a otro en – ¡sorpresa!– bicicleta.

La primera piedra de la fábrica fue colocada por Adolf Hitler en 1938, del que el fundador Ferdinand Porsche supo mantenerse cerca. La lista de industriales alemanes que hicieron migas con el nazismo es bien larga. Sobre esta parte de la historia se puede leer –demasiado poco– en la zona dedicada a la historia de la marca. En la actualidad trabajan más de 50.000 personas en el complejo, en el que en 2014 se produjeron más de 800.000 vehículos.

Por fin, agotado, me marcho de Autostadt con una enorme saturación automovilística en mi cabeza. En medio de esta fantasía a cuatro ruedas y montado en un Toyota –¡pecado mortal!– de alquiler, paso junto al estadio de fútbol de la ciudad, por supuesto, patrocinado por Volkswagen. Volkswagen aquí, Volkswagen allá. Wolfsburg no sería nada sin la marca de la W. Creo que me equivocaba: Wolfsburg no es Autostadt. Wolfsburg es Volkswagen.

Y SI TE SOBRA TIEMPO…

…no te pierdas el Phaeno, un “parque de las ciencias” con interesantísimas muestras de ciencia para descubrir. Llamémoslo feria o juegos con la ciencia. El Phaeno lo conforma un edificio de la –por muchos odiada– arquitecta estrella Zaha Hadid, muy bien integrado en el paisaje urbano. Es desde luego una forma interesante de pasar la tarde y de probar tu curiosidad.

 Juanfran Álvarez para Berlín Amateurs © febrero 2015
 Fotografía: Juanfran Álvarez, Richard Bartz (1) y autor misterioso (3)

 

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