Escrito por: Mi Berlín

“En Berlín acabas conociéndote más a ti mismo; eso me fascinó”

Niurka Elena Benavides

NIURKA ELENA BENAVIDES

En Berlín me tuve que acostumbrar a ver rostros sin sonrisa la mayor parte del tiempo, miradas esquivas y escurridizas. Se convierte en cotidiano eso de que se pongan a mirar un punto fijo a tu lado para evitar mirarte a los ojos. Toda la jovialidad y el encanto de los encuentros cálidos dejan de formar parte de tu vida. Los saludos son sin besos, un apretón de manos basta y si soy sincera confesaré que me chocó muchísimo hasta que me acostumbré. Todos estos poquitos juntos deprimen, hay que sacar fuerzas de adentro, y bastantes, para entender estas cosas como normales.

Comunicación e incomunicación en Berlín

Si me preguntas qué significa Berlín, no sabría por dónde empezar. Es una ciudad que te encanta cuando llegas, quedas maravillado de la modernidad, de sus canales, de tanta naturaleza, de la limpieza, del desarrollo… Sobre todo para mí, que llegué de La Habana en 2005 y el cambio fue de 180 grados; nunca había salido de mi país. Para nosotros, los hispanohablantes, el idioma alemán se convierte en la principal barrera que nos impide disfrutar aún más de la ciudad, porque disfrutar una ciudad implica hablar con la gente, al menos desde mi punto de vista.

Si uno se puede comunicar con los alemanes Berlín será más linda todavía. Después del deslumbramiento inicial me tuve que enfrentar al hecho de ser una muda; no me podía comunicar. Me convertí en una especie de cero a la izquierda, porque todos los que me rodeaban sencillamente no me entendían. Es una dura prueba que cuesta superar. Cuando hablas alemán, Alemania se puede convertir en lo máximo. 

“Cada uno a lo suyo”

La manera en la que me encantó conocer Berlín fue en bicicleta. Las condiciones que la ciudad presta a los ciclistas son innumerables y aprovechar esta oportunidad es fabuloso. Lo bueno que tiene Berlín es que siempre sigues descubriendo cosas nuevas, rincones, locales o fiestas, que aunque vivas aquí, a veces las percibes con el entusiasmo del turista. Lugares lindos hay muchísimos.

Eso sí, no esperes disfrutar de una gran comunicación ni mucha familiaridad cuando llegas a tu bar favorito o al restaurante del barrio. Cada uno a lo suyo. Por una parte ves el encanto en la singularidad del mobiliario y de las paredes y por otra podrías decepcionarte con el trato de las personas que te atienden o las que frecuentan los locales, a veces te resultan tan extrañas que quisieras salir corriendo.

Si te gustan las partes viejas de la ciudad y hurgar en el pasado, en un centro de la ciudad descubres la Gedächtnidkirche y la Berliner Dom en el otro centro de la ciudad. De estas dos iglesias me encantaba explorar el Berlín de hace siglos, una de las múltiples caras de la capital alemana. Al igual que Nikolaiviertel. Precisamente en sus calles se encuentra el museo Knoblauchhause (Poststr. 23), gratuito e interesante. En realidad es la casa de una familia adinerada del siglo XVIII, muy diferente al Berlín moderno.

“Berlín es la ciudad donde llega la gente que no sabe qué hacer con su vida”

Uno de mis profesores de alemán –original del sur de Alemania hoy afincado en Berlín- nos decía que Berlín es la ciudad donde llega la gente que no sabe qué hacer con su vida. Siempre me pareció que tenía razón. Te puedes perder en la vida nocturna de la ciudad -hay para todos los gustos-, o te puedes disipar en su historia, en su silencio, en su soledad, en su frío. Durante los seis años que viví en la ciudad, muy sutilmente con el tiempo, comencé a sentirme parte de esa energía colectiva que consistía en ser una persona directa al hablar, siempre apresurada, que no miraba a los ojos de los otros y que saludaba con apretones de mano. Gracias a Dios, iba de vez en cuando de vacaciones a Cuba, si no hubiese llegado el momento en que me habría transformado del todo como persona.

No obstante, existe otra posibilidad: la de permanecer siendo tú mismo, aunque puede que así seas menos aceptado en aquella sociedad. Ése fue el camino que emprendí, tal vez por eso ya no vivo en Berlín. Es una ciudad fría, difícil y fuerte, porque de cierta manera me arrastraba a ser otra persona para poder integrarme, sólo que yo no quería ser esa otra persona.

Lamentablemente la guerra es un tema recurrente en la ciudad, no sólo en los medios de comunicación. Las nuevas generaciones en su fuero interno siguen sintiendo culpabilidad por el desastre que ninguno de ellos provocó. Cuando llegas a sentir todo esto en Berlín y le sigues la rima, estás frito. Por eso decidí ignorar la negatividad de los alemanes y conseguí que la ciudad me gustara más. Preferí fijarme en el lado positivo de los berlineses y en lo que tenía que ver más conmigo, como su curiosidad por lo nuevo, lo exótico, lo novedoso.

“Berlín es una ciudad atómica”

Uno de mis parques preferidos era Tiergarten. Los berlineses lo llaman el pulmón de la ciudad -significa “jardín de animales”- que un rey mandó a construir.  Quería una parcela de tierra con animales para cazar y por esa excentricidad de aquel rey disfrutamos ahora nosotros de este bello lugar. Otro lugar precioso es Schloss Charlottenburg, el palacio real de Sofia Carlota de Hanóver levantado allá por el año 1699. Cuenta con unos jardines inmensos y esa magnitud se traslada también a su hermosura. En el canal que hay cerca se puede tomar un barco y recorrer los barrios de Berlín desde otra perspectiva, cada uno con sus características tan peculiares. Siempre que pasaba por los canales era capaz de sentir una energía, una fuerza que identificaba con el gran poder y magnetismo que tiene esta ciudad.

Berlín es una ciudad atómica, donde aparte de electrónica también se encuentra muy buena música clásica, pues tiene una de las mejores orquestas sinfónicas de Europa. Para ir de copas con amigos solía ir a Kastanienallee o al Biergarten Golgatha en Viktoriapark. ¿Mi restaurante favorito? Café do Brasil en Mehringdamm 72. En la calle Boppstraße de Kreuzberg se come el mejor Döner Kebap de Berlín hecho de carne de res o si se prefiere de vegetales. De los restaurantes alemanes típicos me quedo con Gambrinus (Linienstraße 133) en Mitte, de las pocas veces que me he chupado los dedos comiendo comida alemana.

«Berlín de fácil no tiene nada»

Tengo una mezcla de sensaciones y sentimientos en lo que respecta a Berlín. Hay que entender a los berlineses para querer a Berlín, hay que hablar alemán para entender a los berlineses, hay que tener tiempo y dinero para estudiar alemán, hay que trabajar para tener dinero y poder estudiar alemán. Te encuentras que para trabajar tienes que hablar ya alemán y hablarlo bien, claro está. Una encrucijada. Te tienes que ir por la tangente a ver si le encuentras el pollo al arroz con pollo… De fácil no tiene nada, pero sí mucho de interesante. Cuando empecé a conocer gente buena en la ciudad, a hacer amigos y a relacionarme más con los alemanes, me sentí mucho mejor. Ya no era la muda del principio.

Más tarde te sientes orgulloso de todo lo que logras y llegas a alcanzar por tu propio esfuerzo en esta ciudad. Raramente recibes ayuda de alemanes amigos, por eso es tan importante tu fuerza interior, porque es una ciudad donde todo, absolutamente todo es cuestionado. Es increíble lo mucho que se aprende; no sólo el idioma. Acabas conociéndote más a ti mismo. Eso me fascinó.

Niurka (Cuba), traductora e intérprete, vivió en Berlín entre 2005 y 2012. Actualmente reside en España
Niurka Elena para Berlín Amateurs © junio 2013
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