Según El arte de amar de Erich Fromm, todos estamos sedientos de amor. Pero ¿qué es el amor? ¿Algo con lo que uno tropieza si tiene suerte y/o ha sido bueno? ¿Una mentira que funciona? ¿La respuesta a la existencia humana? ¿Un ritual trasnochado que solo sirve para dotar de seriedad al sexo? ¿Dar y recibir sin sentirse obligados o sin que nadie perciba la obligación que en esas acciones subyace? ¿Algo que finalmente llega si no lo buscas ni esperas? ¿Un cúmulo de exigencias a veces muy mal disimuladas? ¿La fusión interpersonal? ¿Un yugo o una cadena? ¿Es realmente un sentimiento o solo algo muy impreciso que nos han hecho creer que puede llegar a sentirse? ¿Construir algo y perder algo? ¿Un sistema íntimo de comunicación en el que precisamente predominan la incomunicación y los problemas de comunicación? ¿Un asunto cultural que da cierto significado y relevancia a las relaciones íntimas y lo que cada miembro significa para el otro? ¿Invertir en sensibilidad y sentimientos a fondo casi siempre perdido? ¿No existe el amor, solo las pruebas de amor?
En todo eso y algunas cositas más se basa la historia y el contenido del amor. Culturalmente, a través de la literatura, el cine, la prensa, la psicología, las costumbres, las leyendas… el amor se nos presenta —o más bien se nos impone— de la manera en la que lo concebimos hoy. Con un código trivializado que guía el comienzo, las ilusiones, las esperanzas, el mantenimiento, la decepción, la ruptura y hasta la venganza. ¡Somos actores de la representación del amor! Aunque como dice una gran amiga mía, a la que yo considero muy sabia: “¡Pero todos estamos esperando ser rescatados!”.
Redacción & Arte Berlín Amateurs © febrero 2012, revisado febrero 2015
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Bonito Articulo