Velada (de velar). 3. f. Reunión nocturna de varias personas para solazarse de algún modo.
Solaz. 1. m. Consuelo, placer, esparcimiento, alivio de los trabajos.
En invierno, mi vida social se ve reducida a la mínima expresión y por lo general, salvo contadas excepciones, se circunscribe a mi ámbito laboral y a las visitas al “Späti”; pero también soy víctima de la buena mesa y me es muy difícil declinar una invitación a cenar. A pesar de mi autoimpuesto ostracismo, me veo de camino a un restaurante nuevo: Feliu, donde he quedado con una amiga.
En una calle no muy transitada, pero muy bien situada, se esconde esta joya en la que nos disponemos a solazarnos. Un restaurante de ambiente extremadamente sencillo, mucha vela, algunas fotos antiguas de Sant Feliu de Guixols, mesas de madera desnudas teñidas con vino tinto… Pero no es el interiorismo lo que nos ha traído hasta aquí.
La carta: lo bueno, si breve…
La carta es breve, concisa y equilibrada. ¡Empezamos bien! Cada vez que ojeo la carta de un restaurante, recuerdo el gesto torcido de reprobación de mi madre ante una carta interminable; la calidad de la cocina en un restaurante es inversamente proporcional a la extensión de su carta: cuanto más amplio sea su menú, menores son las posibilidades de que cualquier cosa que salga de esa cocina sea medianamente aceptable.
El servicio amable y servicial nos explica el menú sin escatimar en recomendaciones. Empezamos con un aperitivo: chips de boniatos y miniespárragos trigueros con pimientos del piquillo. Prima la sencillez y el buen gusto en la presentación. Aquí no se trata de esfericaciones, deconstrucciones y demás artificios de pretendida cocina molecular; la tan trillada palabra “fusión” queda en estos lares desterrada. Estamos ante una cocina de mercado, mediterránea, pero con la presencia de aromas y sabores de otras culturas que no hacen más que potenciarla, sencilla -que no simplista- y agradable a la vista (pues también comemos con los ojos).
Primeros, principales y postres
Como primeros compartimos unas vieras en su punto con una deliciosa salsa estilo Thai y lo que para un servidor es uno de los platos estrella de este restaurante: berenjenas asadas servidas en tabla, con pimentón, manchego y un dressing de miso que termina de redondear un plato que espero permanezca en la carta como uno de los signos de identidad del Feliu.
Como principales tomamos una dorada con romesco y un filete de cerdo ibérico a la plancha con trinxat, cocinado a la perfección, respetando el producto y sin innecesarias “erudiciones a la violeta”; cuando se apuesta por una materia prima de calidad, ese es el resultado.
A pesar de estar llenos, no podemos resistir la tentación de pedir postre: tarta de chocolate con chupito de chocolate blanco caliente y azafrán y piña colada casera. Los postres no defraudan, más bien al contrario; aquí los postres no son un mero relleno, la carta es un todo coherente de principio a fin.
Después de una maravillosa velada vuelvo a casa pensando lo fácil que es hacer feliz a la gente. Si muchos restaurantes aprendieran… No hay nada peor que la frustración que produce ir a un restaurante y salir decepcionado. Pero no es el caso. El Feliu es un restaurante sin más pretensiones que la de permanencia, que en estos momentos no es poco. Vuelvo a mi autoimpuesto ostracismo invernal, de la misma manera que pretendo regresar al Feliu.
Restaurant Feliu