Suena la alarma. Amaneces con un incipiente dolor de espalda sobre el usado colchón de una incómoda litera. El free tour comienza en una hora y aún tienes que ducharte. Hora punta en los aseos. Te toca esperar. Mientras tanto, rezas para que el resto de viajeros —mucho más madrugadores que tú— vaya a dejar un poco más que muesli en el bufé libre del hostal.
¿Te resulta familiar? Seguro que alguna vez protagonizaste una escena similar la primera mañana que despertaste en un hostal al comenzar un viaje por algún pueblecito o una interesante ciudad.
Viajar debería ser un acto placentero. Un liberador de emociones. Un preámbulo para la vivencia de experiencias insólitas en el sino de culturas extrañas y fascinantes. Pero a la hora de descansar, tras un exhaustivo día pateando calles desconocidas, aguantando estoicamente las colas de los museos o haciéndote alegres selfies ante históricos monumentos, y te toca pernoctar en un masificado hostal sin intimidad, acabas echando en falta ese confortable colchón o esa almohada conocida de tu hogar.
Y es que, siendo realistas, aunque viajar sea un placer, es difícil alojarse en un lugar que te brinde ese descanso, esa tregua merecida que solo sientes en tu propia lar. Por suerte, los tiempos cambian, y descubrir tierras lejanas no está reñido con el placer de levantarse entre las cuatro paredes acogedoras de una casa con “alma”. Y Berlín atesora muchas de esas.
Si has decidido hacer turismo por la capital alemana, te mostramos cómo elegir bien dónde dormir en Berlín pues, hacerse con las llaves de uno de los apartamentos en Berlín de Hundredrooms es como recibir un ticket directo hacia uno de los capítulos del ecléctico pasado —y presente— de una de las ciudades con mayor pedigrí histórico de los últimos siglos.
Te contamos cómo. Con un ejemplo. Rebobinemos al comienzo del artículo.
Suena el despertador. Tímidos rayos de sol penetran a través de las cortinas que cuelgan de los ventanales de una amplia habitación. Hay plantas frente a la ventana. Y un estiloso sofá chéster de piel marrón. Te incorporas sobre una confortable cama de 2 m de ancho y te desperezas, descansado. Miras el reloj. Te queda aún una hora hasta que comience el tour por la ciudad. No hay prisas, sabes que estás a solo unos pasos del punto de encuentro, en Alexanderplatz. Te levantas. Las plantas de tus pies entran en contacto con el roce de una suave alfombra. Silencio en la casa. ¡Qué tranquilo es Berlín para ser una capital!, piensas. Comienzas a caminar descalzo sobre un templado parquet, al ritmo de tu incipiente curiosidad, mientras observas un universo extraño y a la vez familiar, pues recuerdas la decoración de las fotos que viste en Hundredrooms antes de alquilar el loft.
Entras en un impecable baño con una cerámica geométrica en el pavimento y abres determinado el grifo de la ducha. Dejas que el agua se vuelva casi magma mientras, desde la ventana, avistas entre una madrugadora niebla, cómo también se despereza la famosísima Torre de la Televisión. Icono del Berlín comunista. Y recuerdas que elegiste tu apartamento en el otrora barrio soviético de Prenzlauer Berg, al noreste de la ciudad.
Tras un reconfortante baño, te vistes con calma frente a una imponente estantería de madera maciza. Mientras lo haces, te percatas del amor que el dueño o la dueña de la casa también siente por la literatura. Qué cantidad de libros en los que sumergirse: Thomas Mann, Schopenhauer, Joseph Roth… Ojalá haya alguno en inglés, deseas. Le dedicarás un merecido repaso con calma cuando vuelvas al apartamento tras la jornada de turismo. ¡Ahora toca descubrir la ciudad!
Un enorme reloj de pared te recuerda que aún tienes veinte minutos para salir de casa. Entras en una moderna cocina y te dispones a desayunar un par de tostadas con mantequilla y mermelada que compraste al llegar la noche anterior en una especie de ultramarinos que había al lado de tu portal. Más tarde la guía te explicará que ese establecimiento, regentado generalmente por inmigrantes, se llama “Späti”, y que es un elemento primario de la cultura de barrio berlinesa (la “Kiezkultur”), abierto casi 24 horas. Te preparas un café con una Bialetti retro mientras admiras la enorme foto que corona la habitación. Es una instantánea de Helmut Newton, fotógrafo berlinés al que admiras. Y recuerdas que aquel fue el detalle definitivo que te convenció para elegir ese loft.
Coges las llaves que descansan sobre una mesa vintage de la RDA que hay en el recibidor. Cierras la puerta tras de ti. Todos tus enseres quedan dentro de ese hogar berlinés que ahora también alberga un poco de ti. Al introducir las llaves en el bolsillo, experimentas una sensación sin igual. Mucho mejor que alojarse en un hostal, celebras.
¡Dónde va a parar! Tus pensamientos se interrumpen al sentir los crujidos que te devuelven los vetustos escalones al bajar. Son como ecos de tiempos pasados. ¿Cuántas historias habrán vivido estas escaleras?, piensas. Y te vienen a la cabeza aquellas imágenes que dieron la vuelta al mundo el 9 de noviembre de 1989. Comienzas a recrearte imaginando cómo hubiera sido despertar aquella fría mañana de finales de los ochenta, en la que los mismos inquilinos de esa casa se percataron de que había caído el muro que se erigió durante casi treinta años a pocos metros de su puerta. Un escalofrío recorre tu espalda y a cada escalón empiezas a sentirte un poco menos forastero, un poco más berlinés y, tal vez, como cantaría Bowie, un poco más “héroe”*.
Y tú, ¿dónde quieres despertar?
¿Tal vez en un histórico apartamento en el multicultural y alternativo barrio de Kreuzberg del que salir cada mañana a través de un portal plagado de grafitis para después perderte entre los puestos de un variopinto mercadillo turco o uno de antigüedades, libros, o ropa vintage conocido como “Flöhmarkt”?. O ¿quizás quieres darte un capricho y alquilarte un lujoso ático en el Berlín occidental, frente al Tiergarten —una suerte de Central Park berlinés—? ¿Eres amante de la historia prusiana y te hace ilusión alojarte próximo a los palacios de Potsdam para sentir más de cerca la pomposidad del palacete veraniego “Sanssouci” de Federico el Grande?
“Berlin – Alles ist möglich (Berlín – Todo esto es posible)”, reza un grafiti en la histórica Karl-Marx-Allee. Y es que encontrar el alojamiento de tus sueños al mejor precio, ahora, con Hundredrooms, es posible. Y muy simple. Con solo unos clics eliges el destino, el número de habitaciones o viajeros y los servicios —o caprichos, ¿por qué no?— que consideres imprescindibles para tu base de operaciones durante tu viaje a la capital alemana: parking, lavadora, cocina, equipo de música, piscina, wifi o hasta una cuna, para los que viajan en familia. Los astutos algoritmos del buscador se encargarán de comparar entre los más de tres millones de apartamentos o casas vacacionales que ofrecen sus más de un centenar de partners como Booking.com, airbnb, Only-apartments, GoWithOh o 9flats.com, para encontrarte el alojamiento vacacional de tus sueños.
Mira las fotos, imagina cómo sería amanecer en ese lugar y resérvate tu próximo hogar vacacional en Hundredrooms. Sea en Berlín o en otra ciudad.
Y tú, en tu próximo viaje, ¿dónde quieres despertar?
*Este relato está inspirado a partir del interiorismo de apartamentos en Berlín que ofrece el buscador y comparador de alojamientos Hundredrooms
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