Alcarràs, de dos horas de duración, trata sobre la última cosecha de la familia Solé, la cual lleva ochenta años cultivando melocotones en el pueblo catalán de Alcarràs. Las tierras les fueron cedidas en su día por el terrateniente Pinyol como agradecimiento por su rescate durante la guerra civil española. Ahora el hijo de Pinyol quiere recuperar el terreno para construir una planta fotovoltaica y ya no le sirve aquel acuerdo verbal. A partir de ese momento comienza la cuenta atrás para dejar de desempeñar un oficio familiar que los une y define.
A esta situación se suman las circunstancias emocionales de cada uno reflejadas en la multiplicidad de voces y caracteres que conforman la familia, pero también en los silencios que hablan por sí solos. El contexto del campo es el telón de fondo, castigado por la lucha en la cooperativa contra los dictados de los precios de los supermercados y la incertidumbre sobre lo que pueda venir. Alcarràs es la historia de una cosecha que teme el final del verano.
Carla Simón dedicó el premio a “todas las personas y familias que trabajan duro en el campo para que podamos obtener alimentos”.
Entrevista a Carla Simón
Berlín Amateurs: ¿Qué papel juega en esta película la fragilidad con que se puede perder todo? También en tu anterior película, Verano 1993 hay un cambio de vida, ¿crees que la historia también habla de qué modo cada uno supera la fragilidad en momentos de cambio?
Carla Simón: Sí, uno de los temas más importantes de la película es la necesidad de adaptarse y de aceptar el cambio. Sin duda, para mí es un tema importante porque he tenido que cambiar y adaptarme en varias situaciones de mi vida, pero sobre todo cuando era pequeña. Me parece interesante trabajar esa capacidad de adaptación desde la facilidad que tienen los niños. Como en Verano 1993, que enseguida se adaptan a pesar de que sea duro, y casi más rápido que los adultos. El personaje de Quimet está en negación de aceptar ese momento de cambio de vida hasta el final de la película, cuando finalmente lo acepta.
Era interesante empezar la película con la hija pequeña y sus dos amigos, ya que son los primeros que ven desaparecer sus lugares de juego. Un poco como espejo de lo que tendrán que hacer los adultos con su tierra. Se pasan toda la película buscando soluciones y un nuevo lugar mientras que los adultos tienen que dejar esa tierra y, en vez de buscar soluciones, están en la negación y la necesidad de aceptar ese cambio y por eso pasa lo que pasa. En cualquier caso, para mí es importante porque, cuando mi madre murió, me fui a vivir con una nueva familia. Soy muy consciente de la fragilidad de la familia. Cuando lo vivimos con normalidad damos por hecho que es algo que siempre está ahí, pero el hecho de tener que construir una familia de nuevo cuando era pequeña ha hecho que eso no sea tan obvio para mí. Por eso le doy tanto valor a la familia y uno de mis mayores miedos es perder esa unidad familiar o alguno de sus miembros. En el caso de Alcarràs, el miedo es a perder un sitio que les une y que puede afectar muchísimo a su manera de vivir juntos.
BA: Me sorprendió durante la película que en ningún momento se habla largo y tendido de la decisión que tomarán respecto a las tierras o de qué manera se pueden unir para enfrentar esta situación. ¿Crees que la falta de comunicación en la familia tiene que ver con el dolor? La música y las canciones que cantan en familia juegan un papel en esta película, ¿cuál es?
CS: Sí, sin duda. La falta de comunicación es uno de los grandes temas que trata la película. Si en el minuto cinco o diez de película todos los miembros de esta familia se sentaran y contaran abiertamente cómo se sienten, se terminaría la película porque no habría ningún conflicto. Los conflictos surgen por esa falta de comunicación, tanto de las emociones como del hecho de que van a perder las tierras. Evitar el tema de lo que les está pasando tiene que ver con la premisa de que esa noticia les llega en un momento en el que ellos están bien con la cosecha de melocotones y se tiene que hacer rápido porque si no se pudre la fruta en el árbol. Tienen que trabajar sí o sí e implicarse todos en ese trabajo, no hay tiempo de reflexión sobre el futuro. Lo que pasa en una familia, como es un grupo de gente viviendo junta, las emociones de uno se pegan en el otro y nos afectan. Evidentemente, la falta de comunicación tiene que ver con el dolor porque lleva a muchos conflictos.
La música y las canciones juegan un papel, sin duda, importante. Yo quería ser muy fiel a los personajes que retratamos y a sus mundos. Escogimos canciones que les gustarían a estos personajes, pero no necesariamente a mí como cineasta. En vez de tomar decisiones estéticas o de mi gusto, tomamos decisiones desde los personajes y con la música que tenía sentido para ellos. Desde Mariona bailando “La Patrona”, esa idea feminista que implica la canción trap que la gente de su edad baila; a Roger que baila techno, muy frecuente en esta zona a esa edad. También la música popular del pueblo y la canción del abuelo, que existe la tonada pero no tiene una letra fijada. Recogimos varias letras de canciones que se cantan durante la cosecha e hicimos una letra para adaptarla a la película. Esa es la canción que se transmite de generación en generación que para mí es algo muy bonito.
BA: ¿Crees que lo que siente el abuelo es diferente a lo que siente el resto de la familia?
CS: No creo que sea diferente porque todos se ven muy afectados por el hecho de perder las tierras, pero el abuelo es de una generación anterior y le pesa mucho esa palabra que él tenía acordada con el propietario de las tierras. En el momento en que él muere y lo hereda su hijo, esta palabra desaparece. Esa idea del abuelo que, aun teniendo valores que en su juventud tenían sentid, ya no lo tienen hoy en día porque existen abogados y contratos y la gente lo firma todo. También era importante entender al hijo del propietario, alguien que dice “¿hasta cuándo tiene que durar este acuerdo que tenían por un favor que les hicieron durante la Guerra Civil?”. Le queda muy lejos y de repente quiere poner placas solares, algo que es necesario y lícito que quiera hacer.
El dilema era interesante y sin duda el abuelo es quien lo sufre más porque hay esa sensación, como de traición, por parte de la familia de su amigo, de que cultivaban esas tierras y un poco de culpa, porque al final él no quiso firmar nada porque confió en esta gente y resulta que en cuanto no está su amigo, esta familia ya no es de fiar. En los sentimientos del abuelo se acentúa mucho el hecho de perder las tierras, aunque Quimet y Roger también lo sienten, y todos lo sienten, pero de maneras distintas.
BA: Tus primeros rodajes fueron en EE. UU. y Reino Unido, más tarde te acercaste más a casa, ¿era una necesidad que tenías de comunicar un mensaje más propio?
CS: Sí. Estudié Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona. Pedí una beca de La Caixa para ir a estudiar a Londres. El primer corto lo hice en California y luego en Londres, por tanto mis primeros cortos los escribí y dirigí en inglés. Para mí fue muy natural volver a casa y una liberación poder escribir en mi idioma y sobre todo a nivel de diálogos. Aunque luego con los actores tampoco seguimos tanto el guion, pero la base está ahí. La razón por la cual volví a Barcelona después de todos esos años fue, sin duda, porque es de lo que yo podía hablar.
Tenía un profe en la London Film School que nos decía “empezad hablando de lo que sepáis y de lo que conozcáis.” Para mí fue muy natural empezar con Verano 1993 y seguir con Alcarràs, que son mundos que tengo cerca y que conozco, que me apetece retratar y que siento que puedo llenar la historia de más detalles. Volví porque en la escuela de Londres enseguida me di cuenta de que mi tema realmente era la familia porque tengo familias muy grandes y pasan muchas cosas ahí. Por el hecho de estar fuera, de echar de menos, de poner en valor lo que te define, tenía sentido rodar las pelis aquí, aunque no descarto que algún día lo haga en inglés.
BA: ¿Es Alcarràs un homenaje a la tierra? Ya no solo a tu pueblo, sino a la madre tierra en el sentido de que perdemos de vista la relación entre lo que somos y gracias a esta tierra que nos da de comer…
CS: Sin duda es un milagro que requiere mucho trabajo y mucha dedicación. El trabajo que hacen mis tíos con los árboles es muy digno, muy bonito, pero a la vez muy duro y exigente. No descansan nunca. En realidad, yo no vivo en Alcarràs y nunca viví ahí porque es el pueblo de mi madre, yo me crié en otro pueblo y luego me fui a vivir a Barcelona. Siempre que he estado ahí me choca ver tantos árboles plantados que en su momento dan sus frutos.
Me apetecía mucho retratar este sitio y también el paisaje es distinto, no es salvaje como el de mi pueblo, sino que es tratado por el hombre, muy llano. Lo llamamos el Far West catalán. Ahí la tierra tiene un peso muy importante y yo me doy cuenta a través de los sentimientos de mis tíos hacia esa tierra que han terminado siendo los míos también, porque he pasado con la película mucho tiempo ahí. Incluso nos mudamos con Arnau, el coguionista, dos veranos a la casa donde cultivan melocotones mis tíos, entre melocotoneros, para inspirarnos y de ahí sacamos muchas ideas para la película y para el guion. Podíamos tener esa interacción constante con mis tíos de irles a ver y que nos contaran cosas, muchas nos sirvieron para la peli. Sin duda es un homenaje a la tierra y a ese milagro que es cuando nos da de comer.
Estreno en Alemania de la película Alcarràs de Carla Simón
11 de agosto 2022 en cines a nivel nacional
Entrevista: Belén Lucas para Berlín Amateurs © agosto 2022; Fotos cortesía PifflMedien
SOBRE EL AUTOR:
¡Síguenos y comparte!
[DISPLAY_ULTIMATE_SOCIAL_ICONS]