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Conocer Berlín: Turismo de subsistencia con clase

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Seguro que la frase de en Berlín se puede vivir muy bien con muy poco te es familiar. Calidad de vida. Algo que no solo beneficia a sus habitantes, sino que es extensible a sus visitantes esporádicos de desplazamiento fugaz que invocan lo barato. Para conocer Berlín, toma buena nota de lo que aquí se cuenta y evitarás que tus bolsillo, cartera y tarjeta de crédito se desangren incapaces de contener el torrente hemofílico que preceden las vacaciones. Porque los viajes, como los hijos, no son más que una inversión a fondo perdido. Y si tienes conocimientos de alemán, no dudes en agenciarte las guías de ocio semanal y quincenal: Zitty y Tip copan con acierto la oferta cultural berlinesa.

Moverse

Si el tiempo cede y tu entumecido organismo lo resiste: ¡Alquila una bicicleta! No es una sugerencia, es una orden que no nos molestamos en camuflar con eufemismos endebles. Nos lo agradecerás. Imperativo que has de cumplir si quieres llevarte a tu país de origen una impresión más que completa de lo que es Berlín: la singularidad y diversidad arquitectónica (de los Plattenbauten de Friedrichshain a los edificios señoriales de Charlottenburg) y sociológica de cada barrio, las avenidas inmensas, su multiculturalidad. En ningún momento debes temer por tu seguridad.

En una ciudad como Berlín donde el carril bici está tan implantado, uno puede sentirse a salvo incluso en aquellos tramos donde el carril bici desaparece: es más que probable que todos los conductores de la ciudad hayan tenido desde edades precoces –o tengan aún– una bici, lo que les confiere cierta delicadeza, atención, precaución y condescendencia para con los ciclistas. Vamos, que está súper institucionalizado; no hace falta hacer un sondeo, ni un referéndum, ni consultar a una echadora de cartas o a un aprendiz de Merlín, ni siquiera a un sociólogo reputado para llegar a revelaciones tales. Dos opciones para alquilar: Grünberger Str. 42 y Dresdener Str. 25. También en grandes estaciones de tren así como en numerosos puntos en la ciudad, los reconocerás por tener en la puerta del establecimiento muchas bicicletas iguales aparcadas. El coste fluctúa dependiendo de la cantidad de días.

Lo clásico es recurrir al transporte público en su variedad de abonos: diario, semanal, fin de semana, Schönes Wochenende Ticket (por 68 euros es posible viajar durante un día a cualquier punto de Alemania cinco personas con un solo ticket en trenes regionales), o tickets para grupos y turistas. Los precios varían según las zonas del territorio que se pretendan abarcar (generalmente A, B, C). Más detalles en www.shop.bvg.de.

El transporte público en Berlín es de los más caros de Alemania, pero sin rozar cotas que rebasan la estratosfera como ocurre en Londres, por ejemplo. Así que se impone la picaresca; es muy fácil sucumbir a ese don –o a ese vicio– tan castellano que tanto ha dado a la literatura clásica española. Me explico: los accesos al metro (U-Bahn) o al tren interurbano (S-Bahn) no están restringidos por torniquetes que permiten el paso previo pago. Así que quien lo desee, puede viajar sin necesariamente tener que comprar el ticket, por supuesto con el riesgo que eso implica, no sólo para la conciencia del que lo perpetra.

Al tipo de personas que se entregan a esta práctica arriesgada se les denomina con un término seductor: Schwarzfahrer. Sin embargo, existen infinidad de controladores de paisano que penalizan a aquél que no disponga de Fahrschein en el momento requerido con una multa de 60 euros que se puede pagar en el acto o ingresar más tarde.

Visitar

En materia de museos, la opción certera para guarecer la economía de subsistencia del viajero, es reservar la tarde-noche del jueves para visitar los museos estatales: de 18 a 22 horas son gratis. Kostenlos. Bode Museum, Altes Museum, Pergamon, Alte Nationalgalerie. A tu alcance, las joyas de la isla del tesoro, más conocida como Museum Insel. Porque uno no puede plantarse en Berlín e ignorar los encantos seductores de Nefertiti o la visión expresionista de Corinth. Y para los devotos de la fotografía, la Fundación Helmut Newton –un must que no conviene esquivar– con sus exposiciones itinerantes, también participa de este lote sin cargos. Hazme caso. Otra orden.

Por 2,80 euros (precio del ticket sencillo válido para bus, metro, tren y tranvía durante dos horas y una misma dirección), también es posible acceder a los autobuses de línea 100 y 200 (disponibles en cualquier tramo de Unter den Linden), conocidos por su recorrido abarca-atracciones-turísticas. El este y el oeste. Piensa bien que de esta manera ahorras veinte euros en los clásicos buses turísticos descapotables que uno encuentra en cualquier capital civilizada.

East Side Gallery. O lo que queda del muro. Igualmente sin costes. Berliner Mauer, como erróneamente suele pensar la inmensidad que puebla el planeta, no posee dimensiones titánicas. Lo que es más clarificador; lo más común es que la gente diga con asombro (del malo) no muy bien disimulado:

– ¿Es esto?

O lo que viene a ser lo mismo:

– ¿Esto es?

Una empresa que organiza tours gratuitos (en realidad se dona la voluntad) a pie por la ciudad, brinda al turista, no sólo la posibilidad de admirar un pedazo de historia viva de la RDA, sino también la opción de nutrir con información ad hoc el obligado y tan típico recorrido por la Puerta de Brandenburgo, Reichtag, monumento al Holocausto, Checkpoint Charlie. Con una entretenida, estimulante y sobre todo muy instructiva charla; guías distendidos sobradamente preparados, a los que sólo deberás pagar al final del tour la voluntad o lo que permita la generosidad de tu presupuesto para ese día. Beldades del este y del oeste también en castellano.

Arbeit macht frei. Campo de concentración. Sachsenhausen, Oranienburg (Berlín norte). Si el trabajo hace libre, ¿por qué media humanidad sigue esclavizada? Un pedazo de la historia negra de Alemania que no conviene olvidar. No cuesta mucho percibir allí a los que todavía continúan atrapados en su cruento final y pasado.

Si quieres ahorrarte trece euros, cambia la vista panorámica de la Fernsehrturm por la colina de Viktoria Park, en Kreuzberg SO61. Es gratis. Por supuesto no es lo mismo, con la salvedad de que esa colina no se promociona en las guías.

Y para amantes de la naturaleza y afiliados al partido verde: parques. Cada barrio posee como mínimo uno. La inmensidad del Tiergarten, la diversidad cultural de Görlitzer Park y Viktoria Park, las posibilidades deportivas del Volkspark de Friedrichshain, el refugio dominguero turco de Hasenheide, o la reserva cool de la biosfera en Mitte: Weinbergweg Park. En todos ellos está permitido tomar el sol completamente desnudo y hacer barbacoas.

Aunque siempre nos quedará la grandiosidad de los palacios de Potsdam, si es que ya has olvidado que fue allí mismo donde se firmaron los tratados de paz de la Segunda Guerra Mundial, cuyo domicilio es perfectamente visitable. La línea S75 del S-Bahn o el Regional Express destino Magdeburg (cada media hora en las estaciones claves del centro, léase Ostbahnhof, Alexanderplatz, Friedrichstrasse, Hauptbahnhof y Zoologischer Garten) te acercarán a este destino.

¿Fundamental? Recorrido por los antiguos edificios del Tercer Reich que aún sobreviven al paso y al peso del tiempo histórico. Y si hace buen tiempo, no descartes un chapuzón en el lago (Krummelanke, Wansee, Griebnitzsee) o en la piscina flotante del Spree: Badeschiff.

Comer

Porque el presupuesto del viaje sea exiguo no es necesario confinar la oferta culinaria al nada imaginativo McDonalds. Estamos en Alemania. Olvida la dieta por unos días. O piensa que todas las calorías que engullas las acabarás quemando con cada meneo, con cada itinerario, con cada ruta: el autoengaño sigue siendo una de las prácticas más infalibles que jamás haya concebido la humanidad. Bratwurst, Currywurst, Pommes Frites, Kartoffelsalat, Bratkartoffeln. O lo que es lo mismo: la prototípica salchicha alemana con su Beilage, con su acompañamiento sempiterno, la patata. Las hay hasta de tofu, así que no tienes excusas: pruébalas en los innumerables puestos repartidos por el este y el oeste, especialmente en puntos neurálgicos turísticos, estaciones y grandes avenidas, en los reconocibles Imbiss.

El kebap viene a ser en Berlín el rival resentido de la salchicha. Ambos comparten podium en materia de precios (entre un euro cincuenta y dos euros cincuenta) y estrellato en cuanto a fast food. Sobran las recomendaciones: los mejores kebabs que habrás engullido en tu vida son made in Berlin, quizá por aquello de la influencia turca. De cada diez comercios, siete expenden kebabs. Cuidado: es una valoración personal aproximada, sin base testada.

Pero si quieres recomendaciones, aquí van unas cuantas: pizzas y comida italiana en Da Dante a precios de saldo en Warschauer Str. 75; híbrido asiático en Lemongrass de Simon-Dach-Str. 2; los Asia Imbiss en Rosenthaler Platz; el Hamy vietnamita de Hasenheide 10; Monsieur Vuong, otro vietnamita en Alte Schönhauser Str. 46; White Trash, hamburguesas y nachos, de Schönhauser Allee 6; Kreuzburger de Oranienstr. 190; Fritiert Salon de Boxhagener Str. 104; El Morgenrot de Kastanienallee 85; las ensaladas de marisco de Clärchens Ballhaus de Auguststr. 24; los dänisch hot dogs del Ikea de Tempelhof a tan solo un euro.

Aunque la gastronomía germana no es tan surtida como la mediterránea o la francesa, no debemos reducirla solamente a la Bratwurst. Generalizar sólo conduce a errores colosales y evidencia magnos prejuicios. Por no más de cuatro euros, es posible almorzar en algunas Fleischerei (carnicerías), que además de expender los productos por los que son mundialmente conocidas, ofrecen la posibilidad de degustar allí mismo –en pocas mesas dentro, en la calle, o en una barra improvisada-, especialidades típicas como Gulasch o innumerables variedades de ensaladas de patata, sin olvidarnos de la omnipresente Wurst.

Una generosa dosis de realidad patria que sin duda dejará satisfechos a turistas en pos de lo autóctono. La predilección de obreros y jóvenes sin recursos por estos Kneipe improvisadas, se nota. En cualquier caso, se debe tener en cuenta que en Berlín (este) es posible comer o cenar por menos de 10 euros en multitud de restaurantes. Es posible encontrar dos muestras de estas carnicerías en Boxhagener Str. 14 y Warschauer Str. 50.

Dormir

¿Quién necesita dormir en Berlín? New York es popular por su Open 24 hours, etiqueta que tampoco desmerecería Berlín. Aunque siempre es necesario echar una cabezada, darse una ducha, encontrar un lugar donde dejar la maleta, sobre todo si solo estamos de paso en Berlín.

En este último caso se pueden guardar en la consigna. El método tradicional sería acudir a estaciones grandes de tren o aeropuerto, pero hemos encontrado otra opción, quizás más cómoda al contar con muchas más opciones alrededor de donde nos encontremos, en la red de consignas de equipajes Nannybag. Cuenta con distintos tipos de establecimientos (hoteles, tiendas, etc) donde dejar las maletas de forma segura y a buen precio en la zona que más nos convenga.

Cuando uno visita una ciudad fascinante, estimulante como la que nos ocupa, se deberían dejar de lado requerimientos que atienden a la comodidad y al lujo que indudablemente restarán ceros en nuestra cartera en detrimento del disfrute de la propia oferta convulsiva de la ciudad. Al fin y al cabo, es en el hotel donde menos tiempo pasaremos. Otra vez: autoengaño. Infalible. Si lo que se trata es de sacarle partido a los cuartos, de ahorrar en alojamiento para invertir en otras atracciones de la ciudad, he aquí unas cuantas sugerencias.

Ostel. Ostel se sitúa en el corazón de Berlín este, en los aledaños de Ostbahnhof. Presume de mobiliario original de la RDA, recreando la atmósfera de la época (la llamada Ostalgie), o eso pretendían sus propietarios y el interiorista oficial cuando se lanzaron a tamaña y ambiciosa empresa. Habitaciones dobles desde 60 euros. www.ostel-hostel.hotel-in-berlin.org

Circus Hostal. La clientela de este hostal ubicado en las inmediaciones de Rosenthaler Platz, es tan joven y distendida como sus empleados. Alojamiento a precios accesibles (en torno a los 60 euros por habitación doble) en el epicentro de Mitte. También ofrecen servicio de alquiler de bicis. www.circus-berlin.de

The Generator.
Un clásico del backpacking también disponible en otras capitales europeas. Habitaciones de dimensiones minúsculas que apenas dejan espacio para mobiliario moderno de PVC y otros derivados del plástico. Suele estar infectado de pre y posadolescentes de hormona revoltosa y acné virulento en pleno viaje de fin de estudios. Se encuentra a dos pasos de Landsberger Allee muy cerca del velódromo, en el extremo oriental del este de Friedrichshain. Sus precios están al alcance de paga juvenil. www.generatorhostels.com

Kreuzberger Hostel.
Alojamiento tipo albergue en una de las calles con más desparpajo y entusiasmo de Kreuzberg: Schlesische Str. –una de mis favoritas–. Además, podemos garantizar que esta calle puede suplir fácilmente las necesidades medias de cualquier joven –y no tan joven–: bares (Barbie Deinhoff, Zur fetten Ecke, Transit), cafés (Cake), tiendas de primera y segunda mano de muebles y ropa, terrazas junto al canal (Heinz Minki, Club der Visionäre) e incluso una sala de conciertos (Lido).

Y si uno es apuesto, de buen ver y con don de gentes, la mejor manera de reducir gastos de estancia es, sin duda, dejar mochila en consigna, ligar y dormir en casa del/la amante de turno. No es tan descabellado como presupones.

Beber

Un placer o un vicio. Esta dualidad tan propia del alcohol, en Alemania queda colmada y/o superada con su interminable mercado de cerveza. Con la particularidad de que aquí beber por la calle –o en el transporte público y privado– está permitido, y no me estoy refiriendo precisamente a agua con gas. En algunos casos, determinadas casas cerveceras hacen posible que medio litro de cerveza sea más barato que una botella de agua mineral de idéntica capacidad. Lo que convierte la lucha contra el alcohol en impensable.

Beber una determinada marca puede arrojar al curioso, al transeúnte información útil a niveles sociológicos. Por ejemplo, la Sternburg –cerveza producida en Leipzig–, viene a ser una de las más baratas del mercado y su consumo está más vinculado a okupas, punkies, hippies, homeless, Penner (vagabundo). Lo que sin duda en otras manos, la convierte en una elección sofisticada. En barrios como Friedrichshain se consume mucho. Doy fe.

Las más populares suelen ser Berliner y Becks, aunque las opciones son infinitas: Wahrsteiner, Erdinger, Flenschburger, Augustiner, Tannen Zäpfle, Krombacher. Las cervezas de trigo (Weizenbier) también son muy codiciadas. Los precios varían dependiendo del establecimiento donde se adquieran (supermercado, Späti o Getränkeladen –tiendas típicamente regentadas por turcos, expendedoras de bebidas–) y suelen oscilar entre los sesenta céntimos y el euro y medio. En las terrazas, bares y clubs no suelen sobrepasar los tres euros la unidad.

Die Weinerei (Veteranenstr. 15). El origen de este tipo de establecimientos se remonta a la era comunista, cuando ciertos comercios estaban prohibidos y algunos acondicionaban determinadas estancias a modo de bares y restaurantes en los que los clientes pagaban la voluntad por la bebida y las viandas para evitar sospechas y suplir así hipotéticas prácticas mercantiles no permitidas por el régimen.

El espíritu de estos locales ha sobrevivido hasta hace cuestión de meses: la picaresca y el descaro de turistas casi llevan a la quiebra a estos establecimientos, razón por la que ya no se paga lo que el consumidor determina sino lo que el camarero considera oportuno. No existen precios fijos, preestablecidos. En cualquier caso, la factura nunca es de las que inducen a llevarse las manos a la cabeza. Ni a salir corriendo.

Salir

La oferta nocturna ya ha quedado condensada en artículos pretéritos. Ya dijimos que Berlín era paraíso de clubbers y club kids. Sin embargo, en verano las posibilidades de ocio se multiplican con estrépito para tomar diversas formas y adquirir extravagantes manifestaciones.

El clásico club nocturno es muchas veces sustituido por fiestas clandestinas al aire libre en cualquier rincón de un parque; por la proliferación de Strandbars o terrazas veraniegas que se reproducen a orillas del Spree desde el barrio gubernamental hasta Treptow donde en ocasiones hay arena artificial y espacio donde practicar el volley-playa. La oferta festivalera –donde prima la música electrónica– tampoco suele tener desperdicio durante la época estival: Fusion, Berlin Festival y las convocatorias callejeras de la Fête de la Musique.

A veces es posible una sesión en cines de verano cuando la noche es clemente y su temperatura y la compañía –por supuesto– lo permite. Obvia mencionar teatros, las tres óperas, Friedrichstadtpalast, Admiralpalast, posiblemente no aptos para todos los públicos. A niveles monetarios, aclaro.

Comprar

Y si llegados a este punto aún te queda dinero, que no te queme los bolsillos: contribuye a que el Producto Interior Bruto alemán crezca unas décimas imperceptibles. Gasta todo lo que te puedas fundir agotando cada dígito permitido en tus números rojos: en mercadillos de domingo, en tiendas de compra-venta (Ankauf und Verkauf), en el mercado turco y en los ejes comerciales de la ciudad. Las guías semestrales gratuitas que encuentras en casi cualquier tienda te serán de gran ayuda.

Y cuando el viaje haya muerto del todo, compadécete de ti mismo porque no podrás evadir la nostalgia que se avecina.

Redacción Berlín Amateurs © 2010
© CAI
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