Adiós a Merkel, saludos a Angela: el domingo 26 de septiembre de 2021 termina una era. En las elecciones al Parlamento federal, el Bundestag, se decide quién sucederá a Angela Merkel como líder de Alemania tras 16 años en el poder. Desde hace cuatro décadas, la todavía canciller ha dejado sutiles huellas y estampas en la ciudad en la que empezó su imparable ascenso político. Vamos a recorrerlos.
Aquella noche de noviembre del 89 hacía un tiempo de perros. Berlín, noviembre, qué esperar. Está a punto de caer el Muro de Berlín y cientos de personas se agolpan en el paso fronterizo de la Bornholmer Str. Una treintañera aún desconocida escucha en televisión a Günther Schabowski, quien sin querer anuncia el fin de la partición de Berlín. Y ella decide combatir el tiempo de perros yendo a la sauna Thälmann con una amiga. Como cada jueves. Angela Merkel es una mujer de costumbres: ningún evento histórico la va a poner nerviosa. Una vez duchada y seca, Merkel cruza el paso fronterizo, pasa un rato en el Berlín occidental, se toma una cerveza con desconocidos y vuelve a casa.
Desde 1978 Angela Merkel vive en Berlín. En ese año, la joven diplomada en Física comienza a trabajar en la Academia de las Ciencias de la RDA en Adlershof. Aquí conocería en 1986 a su futuro —y segundo— marido, Joachim Sauer. En ese mismo año y ese mismo lugar defiende su tesis doctoral. En 1985 se compra una casa de fin de semana en un pueblo a hora y media de Berlín, Milmersdorf, a la que sigue yendo y donde planta patatas.
Desde que se mudó con sus padres siendo niña de Hamburgo a Templin en Brandeburgo, Merkel siempre quiso pasar desapercibida. Ni dio muestra de interés político. Algo lógico siendo hija de un párroco occidental en la autoritaria República Democrática. Todo cambia con la caída del Muro: en apenas dos años, Merkel pasa de alistarse en un pequeño partido opositor (Demokratischer Aufbruch, absorbido por la CDU) a ser ministra de Familia y Juventud de la Alemania unificada. Durante unos años vive a caballo entre Berlín y Bonn, hasta que en el 99 el Bundestag por fin vuelve a Berlín y con él Angela Merkel.
El poder de Angela Merkel en Berlín
Una fachada color melocotón, un par de policías aburridos en la puerta, enfrente el Museo de Pérgamo: berlineses y turistas saben de sobra que en el número 6 de la calle Am Kupfergraben vive la mujer más poderosa de los últimos dieciséis años. Los intentos de tocar al timbre —que lleva el apellido de su marido, Sauer— acaban en la seria mirada de los policías. Nunca se la ve asomada a la ventana. Se dice que entre semana sale a las ocho menos cuarto de su casa, camino a la cancillería. Dos kilómetros por la Dorotheenstr. en un Audi negro blindado, matrícula “0 – 2”.
“La lavadora”, “die Waschmaschine”. Así llaman vulgarmente los berlineses al edificio de la Cancillería Federal por su fachada lateral cuadrada con vidriera circular. Fue inaugurada en 2001 por el entonces canciller Gerhard Schröder y pasará mucho tiempo antes de que la “lavadora” se disocie de Ángela Merkel, quien ha pasado aquí miles de horas centrifugando el destino de Alemania. En sus jardines ha recibido cada verano a cientos de ciudadanos en las jornadas de puertas abiertas de su gobierno. Aquí la vio por primera vez en 2011 quien escribe estas líneas. “Hallo”, una breve sonrisa, una firma en un libro. Diez años sin volvernos a ver.
Justo enfrente, al lado de la estación central, se colgó en 2013 el cartel electoral más gigantesco de todo Berlín. Dos manos gigantes, reconocibles en el mundo entero, unidas por la puntas de los dedos en el signo conocido como “el rombo de Merkel”. “El futuro de Alemania, en buenas manos”, rezaba el cartel para aquellas elecciones federales, que Merkel casi ganó con mayoría absoluta.
El exorcismo berlinés de Angela
La canciller más humana puede verse cada semana haciendo la compra. En el supermercado HIT Ullrich de la Mohrenstr. en Mitte, Merkel es una clienta más. Es fácil encontrarla empujando su carrito entre estantes. Famosas son las fotos de la canciller llenando bolsas —patatas, carne, papel higiénico—, mientras sus seis o más guardaespaldas vigilan la escena. En 2014 le enseñó al primer ministro chino cómo cortaban los filetes en HIT Ulrich. A ella le gusta cocinar roulade de carne y sopa de patatas. O eso dice.
A dos manzanas de su supermercado, una sorpresa: en la urbanización de edificios pensada para funcionarios de la RDA —construida sobre los restos del búnker de Hitler— vivió a principios de los noventa Angela Merkel, flamante ministra federal. Los edificios de la Wilhelmstr. se empezaron a construir en 1987 y se terminaron en 1992, ya con el Muro caído. Sobre una fachada de hormigón de la RDA se colocaron las tejas en lo que ya era otro país. Alemania se había sometido al exorcismo. Como Angela Merkel.
Quedan lugares en la ciudad que ya apenas son una foto de Merkel en ellos. Un aniversario, una corona de flores, una señora de un metro sesenta y cinco. El Memorial del Muro de Berlín en la Bernauer Str. es uno de esos lugares. Allí ha acudido a cada aniversario relevante, esta vez sin pasar por la sauna. Cumple su obligación, se somete al peso de la historia alemana. “Nada tiene que quedarse como es”, dijo lacónica en 2014 frente al memorial. Ella bien lo sabe.
Quien quiera comer como una canciller no lo tiene difícil. Los restaurantes favoritos de Merkel en Berlín son curiosamente un italiano (Simon, Auguststr.) y un francés (Chez Maurice, Bützowstr.). El roce de las crisis europeas hace el cariño. Se cuenta que le encanta la morcilla francesa. Y que bebe Chardonnay. El eje francoalemán es de vino blanco.
Durante su tiempo como canciller el Berlín de Merkel se ha reducido al triángulo entre su vivienda, la cancillería y el HIT Ullrich. Mitte ha sido y será su barrio, el símbolo perfecto de la reunificación berlinesa y del ascenso de su ahijada más prominente. La presencia de Merkel en la capital alemana ha sido sutil, aparentemente cotidiana, como ella. Sus posibles sucesores —un hamburgués, un renano y una brandeburguesa— tendrán que empezar casi de cero. Merkel, a pesar de todo, es la canciller de Berlín. No hemos conocido otra.
Texto: Juan F. Álvarez Moreno para Berlín Amateurs @ septiembre 2021
Collage: Juan F. Álvarez Moreno con fotografías de Wiki Commons, Julius Drost, Lobostudio Hamburg, Simone Hutsch
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Excelente primera Ministro Alemán el mejor gobierno europeo por lejos parando las crisis y dando la cara a las adversidades. Cómo la van a extrañar!!! Larga vida a Ángela. Salud!!!