El 29 de febrero, Homa Zaher, de 38 años y su hija Tajala de 9, fueron asesinadas en un piso en el barrio de Marzahn. Hace solo dos días, en Magdeburgo, un hombre alemán de 33 años se entregó a la policía tras confesar el asesinato de su pareja, quien llevaba días muerta en su vivienda. Ambos crímenes se escriben en ese reguero de muerte que, en la mayoría de los casos, pasa desapercibido en los medios alemanes: la violencia de género en el país teutón. Según datos del Ministerio de Familia, en 2018, 122 mujeres fueron asesinadas en Alemania. O lo que es lo mismo: una cada tres días.
La mañana del 9 de marzo, las fotografías de Homa y Tajala eran una pancarta en la plaza Robert-Koch mientras unas 200 personas cabizbajas les dedicaban un minuto de silencio.
“El caso de Homa y Tajala es solo una muestra más del machismo y el racismo estructural que se sufre en Alemania”, denunció a BA Leonora, del colectivo feminista y comunista KALI. Mina, una publicista iraní perteneciente al mismo colectivo, explicó a este medio que desde que el partido ultraderechista AfD se hizo un hueco en la política de este país “el ambiente se ha enrarecido” y los migrantes, pero sobre todo las mujeres migrantes como ella, han sentido como se incrementaban los actos xenófobos o la discriminación contra ellas.
Robert-Koch-Platz: “We Strike Because We Care”
KALI fue uno de los colectivos organizadores del acto protesta “We Strike Because We Care” (estamos de huelga porque nos importa), con motivo del Día Internacional de la Mujer en esta plaza cercana al hospital Charité. “Exigimos desde aquí que se depuren responsabilidades para encontrar al asesino de estas nuevas víctimas de género”, reclamó, desde el escenario improvisado, otra miembro del mismo colectivo.
La mañana era gris y fría, pero se fue templando a medida que los cantos al unísono como “We are here, we are queer, we’re feminist. Don’t mess with us!” (estamos aquí, somos queer, somos feministas, no te metas con nosotrxs) iban sumando voces ante la mirada impertérrita de la escultura del médico alemán Robert Koch, revestido, para la ocasión, con pañuelos de colorines.
Leonora explicó que estaba allí porque quería “ejercer su derecho legítimo a la huelga para poder manifestarse ya no solo a favor de los derechos de las mujeres, sino también de los sectores que también siguen siendo vulnerables”, como los que se contienen dentro de las siglas “FLINT”: mujeres, lesbianas, intersexuales, no binarios y transexuales, o los BiPoc (negros y gente de color).
Durante un par de horas en las que se intercalaron discursos y performances, no solo se condenó el feminicidio o el racismo como yugo social en Alemania, también se exigió la extirpación del aborto del código penal alemán. En ese texto jurídico, los párrafos 219 y 218 referentes a la interrupción del embarazo aparecen entre el homicidio negligente y los asesinatos por encargo. Si bien hoy por hoy se pueden realizar abortos sin “castigo”, con las leyes en la mano, la interrupción del embarazo en Alemania se puede pagar con hasta tres años entre rejas.
En el acto, a golpe de potentes gritos que se hacían eco en las ventanas de los altos edificios que rodean la plaza, se enumeraron varias de las batallas que el movimiento feminista iba a abanderar ese día durante el Frauentag: la libertad sexual, la equiparación salarial (recordemos que la brecha salarial en Alemania puede llegar a alcanzar un 21 % entre hombres y mujeres) o la remuneración de los trabajos domésticos.
Lina, de la asociación Feministische Streik Berlin, aclaró a BA que “no solo hay que acabar con el patriarcado, también hay que hacerlo con el capitalismo y sus estructuras de poder” que, según ella, “estrujan aún más si cabe a la mujer, quien de por sí ya sufre un hostigamiento sistémico”.
En la Robert-Koch-Platz también se denunció el desamparo legal de las trabajadoras sexuales, sobre todo de las trans, la cosificación del cuerpo femenino en el mundo del arte o la precaria situación de las mujeres en otros rincones del mundo, como las decenas de iraníes encarceladas injustamente.
Wedding: “Feiern, Streiken, Weiterkämpfen”
Sobre la una de la tarde, el frío decidió dar una breve tregua a las miles de personas que salieron a las calles o congestionaban la línea U6 del metro en dirección a la Leopoldplatz de Wedding. Allí, bajo un tímido sol pseudoprimaveral, iba a comenzar la marcha más multitudinaria del día bajo la bandera “Feiern, Streiken, Weiterkämpfen” (festejar, hacer huelga y seguir luchando), apoyada por varios partidos del ala izquierda del espectro político alemán (desde SPD o Die Linke hasta el partido Marxista Leninista), y otras muchas organizaciones feministas.
El cruce entre la Luxemburger Str. y la Müller Str., cerrado al tráfico, era un clamor popular, donde camionetas con música y gente de todas las edades, orientaciones sexuales y nacionalidades se preparaban con entusiasmo para hacer vibrar las calles de Berlín con sus cánticos hasta la Alexanderplatz.
Bajo una pancarta que rezaba “Todo lo que puedes hacer, yo puedo hacerlo sangrando” sonreía Federica, italiana, quien contó a BA que es una de las conspiradoras del proyecto Hildas Haus: una centro de comunidad para mujeres, enfocado especialmente a mujeres provenientes de sectores desfavorecidos: “Les ofreceremos las herramientas para que se puedan independizar económicamente”. También explicó que su proyecto intentaría paliar con ayudas económicas la guerra hacia las mujeres a través de las altas tasas a los productos de higiene como los tampones (un 21 %). “Es como si le hiciéramos pagar a los hombres cada vez que se empalmaran”, apuntó Federica, insolente.
En la Leopoldplatz, también se encontraba Jan, un estudiante alemán, quien explicó a BA que para él “ser feminista es lo correcto. Hay que deconstruir en general. Los hombres deberían ser más activos en la lucha feminista”. Jan portaba un póster donde se podía leer: “El feminismo nos involucra a todos”.
Timi, un joven en la veintena, que se identificaba como no binario, comentó a BA: “Yo no tengo por qué decidir entre uno u otro sexo. Un día puedo sentirme así, otro asá, y el otro, nada o un poco de los dos”.
Portando una ilustración de la última película de apología queer de Céline Sciamma, “Portrait of a Lady on Fire”, estaba Pola, indignadísima ante los que galardones que acaba de recibir el cineasta Roman Polanski en los premios César de Francia: “El tipo ha sido acusado y está siendo juzgado por acoso sexual, también a menores. Es una vergüenza siquiera que lo nominen. Los premios son políticos y eso no se puede aceptar”.
Enfundado en un tampón gigante, Christian declaró con orgullo a BA que estaba en la mani acompañando a una amiga que formaba parte del “bloque menstrual” de la marcha: “Vestido de tampón quiero alentar a este grupo en su lucha contra el tabú de la menstruación”.
Warschauer Str.: “It’s not a party, it’s a fight”
A las tres de la tarde, cuando el sol parecía haber tomado cada vez más confianza sobre el cielo de Berlín, en el puente de la Warschauer Str., no cabía un alfiler. Arrancaba la marcha organizada por la Alianza Internacional de Feministas que convocaba a mujeres de todo el mundo para recorrer Friedrichshain hasta la cárcel de mujeres de Lichtenberg.
Entre las presentes, destacaba la voz de las latinoamericanas, acentuada por la presencia en Berlín de las activistas chilenas Las Tesis. A la hora en punto, un centenar de mujeres protagonizó la mundialmente conocida coreografía “un violador en tu camino” de las chilenas que, al pasar los minutos, y en cada repetición que siguió, iba ganando adeptas.
Las denuncias machistas que pudo recoger BA sobre aquel puente dibujaron con dolor y rabia un mapa de las violaciones a los derechos de la mujer en América Latina, una región del mundo en la que, según la ONU, cada dos horas una mujer es asesinada.
Se estima que en todo Berlín unos 20 000 participantes (según organizadores, 12 000 según el gobierno) acudieron a la llamada de solidaridad con la lucha feminista por el Día Internacional de la Mujer 2020.
En el resto del mundo, millones de mujeres salieron a la calle para clamar contra la violencia machista y reivindicar un mundo más justo y más igualitario hacia ellas y hacia las próximas generaciones.
Del futuro me habló Hanah, de 21 años, quien participó en la marcha de la Warschauer Str. con una amiga y con su hija de dos años: “Solo deseo que mi hija pueda vivir en un mundo en el que nadie le impida ser quien quiera ser por ser mujer”.
Entre la marea multicolor de camino a Frankfurter Tor, Anna, una de las manifestantes, lanzó a BA una reflexión: “Las mujeres somos el 50 % de la sociedad. Hasta ahora el equilibrio del sistema se ha construido sobre la opresión de esa población. Pero ¿qué pasará ahora que estamos despertando y no nos dejaremos amedrentar?”
“El futuro será feminista o no será”, quedó escrito aquel 9 de marzo en el asfalto de la Robert Koch Platz.
Texto, video y fotos: Minerva Burroni para Berlín Amateurs © marzo 2020
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