Y por el Overground. La U5 es la línea de metro de Berlín con el tramo más largo de vías sin soterrar. Su recorrido, de algo más de 18 kilómetros, conecta la céntrica Alexanderplatz con el burbujeante Friedrichshain y se adentra desde ahí en el lejano oriente. Territorios ignotos jamás profanados por la chancla de un turista, exóticos parajes en los que solo se sirve café filtrado con capsulitas de crema optativas, como en los aviones, y donde la toponimia falaz nos promete colinas luminosas, campos de federicos eternos y pintorescas poblaciones: Lichtenberg, Friedrichsfelde, Hellersdorf…
Desde principios de año y, previsiblemente hasta el mes de abril, desplazarse por la U5 se ha convertido en una yincana (así se escribe) internacional. Para recorrer los cuatro o cinco kilómetros que separan Alex de Frankfurter Allee hay que cambiar tres veces de tren, coger un autobús y salvar los últimos metros con tirolina. En serio.
De lunes a viernes, cojo la línea marrón nada más que cuatro veces al día. Me he especializado en el Pendlverkehr, single track train o como quiera que se diga en español el tren que incansable viene y va, vía arriba, vía abajo, de Frankfurter Allee a Frankfurter Tor y viceversa, y juro que desde 2017 le han pasado muchas cosas, pero ningún mocho. No me quejo. O por lo menos no todo el rato. Al fin y al cabo, soy una contribuyenta comprensiva que acepta que los servicios semipúblicos que nos brinda la BVG requieren de su mantenimiento y que de vez en cuando hay que dar cera, pulir cera.
Además, un optimismo fuera de control y absolutamente infundado me ha llevado a concebir la idea de que los Bauarbaeiten están secretamente relacionados con la extensión de la U5 hacia el oeste (si la extienden un poco más hacia el este, invaden Polonia, cari) prevista para 2020. Cuando esto suceda, la línea de mis entretelas enlazará con la U55 en Bandenbuger Tor y alargará su recorrido hasta Hauptbahnhof (¿y más allá?), adentrándose por primera vez en su historia en territorio occidental y convirtiendo mi Kiez en el centro del puto Berlín. Es decir, con todo mi coño me he autoconvencido de que la BVG está mejorando el servicio en secreto, sin muchos aspavientos, para darle una sorpresa al usuario.
Como para la fecha prevista inicialmente para la inauguración del nuevo tramo, esto es, abril de 2010,—condensador de Fluzo—, mejor no avisar, no les pase como con el aeropuerto, que la peña está muy pesada con que si cuándo y que si cuánto.
Berlín, Alexanderplatz
Aterricé en Berlín por primera vez hace diez años, con tanto tino, que fui a caer en la mismísima Alexanderplatz, me quedé ensartada en la aguja de la Fernsehturm y no hubo manera de sacarme de ahí en varios meses. Lo que quiero decir es que, para mí, al principio Berlín era Alexanderplatz y Alexanderplatz era la Fernsehturm, y aunque ahora procuro ir por Mitte lo menos posible, la plaza dura más fea de Europa tiene en mí un efecto comparable al de la mítica magdalena, el caldo de mi abuela o el olor de la crema bronceadora de zanahoria —vuelco al corazón, desorientación existencial, dilatación de pupilas y repentino lifting espiritual—.
No hay que ir a Mitte. Las ruedas de la bici se te meten por los raíles del tranvía y te caes todo el rato; nada más que hay guiris con el palo selfie, cafeterías nauseabundas, un Primark apocalíptico y una feria de contrachapado que lo mismo les apaña un Weihnachtsmarkt que un Oktoberfest descolorido. No vayáis a Mitte, insisto, a menos que tengáis que hacer transbordo, encontraros con vuestro propio fantasma o, selbstverständlich, como punto de encuentro para dar comienzo a esta excursión. Os espero delante del Weltzeituhr, darse brío que hace rasca.
Hasta Frankfurter Tor: La Karl-Marx-Allee
La U5 sigue bajo tierra el trazado de la Karl-Marx Allee, antes Stalinallee y antes aún Neue Frankfurter Allee, hasta que se convierte en Frankfurter Tor en la Frankfurter Allee, esa calle que yo creí durante años que debía su nombre a Frankfurt am Main, la ciudad donde vivían Heidi y Clara, pero que en realidad si la recorriéramos nos llevaría hasta Frankfurt Oder, que es mucho más pequeña y en lugar de rascacielos tiene un puente que te lleva a Polonia.
Desde Alexanderplatz, dirígete hacia el suroeste. Gira a tu izquierda y toma la Grunerstr. Al cabo de 170 metros encontrarás una gran avenida a mano derecha. Felicidades, has llegado a la Karl-Marx-Allee. Verás un Humana gigantesco a la izquierda. Ignóralo. Es una trampa. Continúa indiferente hasta esa preciosura modernista que es el Kino International. Haz fotos, métete a ver una peli, tómate algo en ese foyer con lámparas de araña, lame los muros, restriégate con la alfombra, haz ¡yo que sé!, genuflexiones o algo, en Berlín no abundan los edificios bonitos.
A 400 metros se encuentra la Strausberger Platz, donde da comienzo la avenida más emblemática de la RDA, a ambos lados de la cual se alzan los llamados Arbeitspaläste in Zuckerbäckerstil, o palacios de los trabajadores estilo pastel de boda con sus imponentes fachadas recubiertas de azulejos en amarillo vainilla que reflejan el sol los 365 días del año. Dirán que exagero.
Si no te has paseado por la Karl Marx Allee, tú no has visto nada de Berlín. Hazlo ahora. Detente en los bajorrelieves con escenas obreras, alégrate de que la ley de conservación de edificios históricos haya protegido las fachadas e impedido que las plantas bajas se llenen de supermercados y tiendas de souvenirs. Nota que entre Strausberger Platz y las dos torres de Frankfurter Tor (casi) todos los establecimientos tienen algo especial.
De Frankfuter a Frankfurter. Town after town
De repente, todo es más feo. Las aceras son estrechas, las tiendas de muebles de diseño dan paso a Spätis y Döner Kebabs y ya no hay jardines. Por algún motivo, ha dejado de brillar el sol y todo se encuentra de nuevo bajo la típica luz del cielo sobre Berlín. Es que has llegado a la Frankfurter Allee. Bienvenidos a mi barrio. Si os apetece un Matcha Latte, una hamburguesa gourmet o un encontronazo con las fuerzas del orden, estáis en el lugar adecuado.
Las torres que franquean el comienzo de la avenida son una atalaya privilegiada para observar el avance implacable de la gentrificación en Friedrichshain. De oeste a este y de sur a norte, cada semana se adentra un par de metros en los Samariter y Boxahgener Kiez. Es posible que al recibo de la presente se haya desplazado la línea de gangrena, pero a las 13:20 horas del día de hoy esta se encontraba en su extremo oeste en el número 57 de la Frankfurter Allee (justo delante del Netto) y en la Rigaer Str., al norte.
Magdalenenstr., Lichtenberg y Friedrichsfelde: El páramo
Si la U5 funcionara un poco mejor, os recomendaría bajar al metro. Entre el Ring Center y Friedrichsfelde, la U5 sigue el curso de la Frankfurter Allee, que es cada vez más una carretera monstruosa rodeada de una nada interrumpida cada tanto por algún bloque de pisos inmundo, revestido de plasticurri de colorines en un intento, supongo, fallido, declaro, de mitigar ese aire de archivadores humanos que no hay quien les quite. Se encuentra en los aledaños, aunque en realidad no tan cerca, el Museo de la Stasi, un centro comercial vietnamita tan gigantesco como divertido y el cementerio donde descansan algunos de tus héroes rojeras favoritos, como Rosa Luxemburg, Käthe Kollwitz y Karl Liebknecht.
De Tierpark a Hönow: las reliquias de la RDA
Muy lejos del Wir Kinder vom Bahnhof Zoo de Christiane F., se encuentra el que fuera el parque zoológico del Berlín oriental. La idea de un zoológico comunista me da bastante risa porque me hace evocar a esos perros con peluca de león, pero por muy comunistas que sean, los zoológicos son más tristes que una tienda de animales o que un turno de noche. No vayáis.
Quedaos conmigo en el underground. La de Tierpark es la única parada bajo tierra construida durante la RDA, amén de mi parada favorita de la U5, con sus columnas de azulejos turquesa piscina y sus apliques semiesféricos en el centro del andén.
(Casi) todas las estaciones entre Tierpark y Hönow están protegidas por la ley de patrimonio histórico como monumentos de la RDA y no pueden ser alteradas. A finales de los setenta se proyectó la construcción de una nueva área residencial en lo que hoy es el municipio de Hellersdorf. La magnitud del proyecto requería de una conexión rápida del área con el centro de la city. Se decidió aprovechar un tramo de la antigua línea ferroviaria VnK (Verbindung nach Kaulsdorf) que originariamente enlazaba Rummelsburg con Kaulsdorf y a la sazón se encontraba en desuso.
Las obras de ampliación comenzaron en 1985. Una pronunciada curva hacia el norte conectaría el final del túnel de Tierpark con la ruta del VnK. Las vías emergen para recorrer los diez kilómetros y nueve estaciones que cubre el tramo final de la U5. Las dos últimas paradas de la línea, Louis Lewin Str. y Hönow pertenecieron a Frankfurt-Oder hasta la unificación.
La ampliación entre Tierpark y Elsterwerdaer Platz se inauguró el 1 de julio de 1988 y un año después, el tramo más oriental, entre Elsterweardaer Platz y Hönow. O sea, reliquias de la RDA, sea, pero en tiempo de descuento.
Kienberg (Gärten der Welt)
Está cristalino que el extremo más oriental de Berlín, a pesar —o precisamente— por su escaso atractivo turístico, no iba a quedarse sin explotar el capital nostálgico de la RDA, uno de los activos más potentes de la ciudad y que le pertenece por derecho propio. No es casualidad que declaren monumento histórico a ocho de las nueve estaciones que constituyen la ampliación de la U5, sin demasiado interés arquitectónico, por cierto, únicamente porque fueron inauguradas un par de meses antes de la unificación. Cuidao, a mí me parece fenomenal lo de la memoria histórica y las estaciones están fetén tal y como están, don’t get me wrong. Pero me desconcierta (en verdad no tanto) la arbitrariedad aparente de unas políticas que, por ejemplo, no consideran tan imprescindible conservar los vestigios del Muro.
O el caso de la estación Kienberg (Gärten der Welt), a la que le cambian el nombre cada semana y al parecer, a diferencia de sus compañeras de proyecto, no es digna de mantener su aspecto original. ¿Por qué si no la han reformado de la cabeza a los pies y le han puesto el nombre de unos jardines que se encuentran como a tres kilómetros de distancia, cuya entrada, por cierto, cuesta siete europeos? Pues exactamente por lo mismo que han declarado patrimonio histórico a las otras estaciones.
A medida que los barrios más céntricos de Berlín se colapsan, surge un nuevo tipo de turista o viajero que valora, ante todo, la autenticidad. A ellos se dirigen estas estrategias que con bastante desfachatez persiguen convertir cualquier barrio en el epicentro de lo cool. Ser el primero en llegar tiene además el nada despreciable (o sí, según se mire) valor añadido del prestigio que confiere el erigirse en pionero. Cuando alguien te dice I was there before it was cool, lo que en realidad te está diciendo es que su presencia allí, su buen gusto e intuición, es lo que ha dado brillo a lo que antes era un antro chorreante de mierda.
Otra cosa es que Lichtenberg, Marzahn o Hellersdorf vayan ahora a convertirse en el nuevo Neukölln. No es eso lo que estoy diciendo y de hecho lo dudo mucho, pero vamos, a estas alturas y con todo lo que he visto, tampoco me apostaría la Monatskarte.
SOBRE EL AUTOR:
¡Síguenos y comparte!
[DISPLAY_ULTIMATE_SOCIAL_ICONS]