Hemos llegado al ecuador de Musikfest Berlín 2025 y el festival de música clásica por antonomasia en la capital alemana hasta el momento no ha defraudado. Los primeros cinco conciertos a los que ha asistido Berlín Amateurs han sido un disfrute: la mejor violinista de Alemania, orquestas internacionales al máximo nivel, música coral íntima, un sorprendente número de directoras de orquesta y también un viejo conocido para los seguidores del festival. Estas han sido nuestras impresiones.
Concierto lituano a ritmo de “Boléro”
(2 de septiembre)
Nuestro primer concierto del Musikfest Berlin 2025 nos acerca al pequeño país báltico de Lituania, del que proviene la directora de orquesta Mirga Grazinyte-Tyla, que esta noche dirige la Orquesta Filarmónica de Radio France. La velada musical arranca con la pieza “Voci (Folks Songs II)” de Luciano Berio, compositor italiano nacido hace justo un siglo. El violista Antoine Tamestit sostiene la composición de forma casi siempre tranquila, mientras Grazinyte-Tyla dirige con rigidez metronímicas. En mitad del concierto el violista Tamestit suelta el arco y comienza a tocar su instrumento como si de un arpa se tratase, y es que la pieza está concebida como un recital de todos los registros de la viola. Nos llevamos un susto a golpe de trompeta en el último tercio, que hace que a un par de personas del público se les caiga el móvil al suelo.
Esta noche es para la mayoría de asistentes la primera vez que escuchan en directo una composición de Mikalojus Konstantinas Čiurlionis, el compositor más reconocido de Lituania. Su pieza “Jura (El mar)” es una dulce sinfonía con instantes de tempo acelerado en los que pasar la hoja de la partitura supone toda una hazaña para los músicos. Cuando el gigantesco órgano que pende sobre el escenario de la Filarmónica comienza a sonar, todos buscan con desconcierto al organista, que está escondido en un espacio separado tras las arpas. Él y el resto de la orquesta ejecutan una impresionante interpretación de una de las piezas fundadoras del canon clásico lituano.
Poco se puede decir del “Boléro” de Ravel que no caiga en la banalidad o lo ya mil veces escrito. La carismática pieza, con la que termina nuestro primer concierto del Musikfest, es un delicado viaje musical donde se mezclan lo romántico y lo militar. Una pieza hipnóticamente repetitiva, con variaciones hasta la extenuación de la melodía principal. Da igual si suena en delicados solos de flauta y oboe o a metálica y potente a través de las trompetas. Tras el último acorde, la orquesta recibe un sonoro aplauso y vítores a la directora, que sale triunfante del escenario.
Dos genios rusos y un popurrí delirante
(4 de septiembre)
Chaikovski tuvo la genial idea de componer unas variaciones para violonchelo y orquesta con tintes rococós, anacrónicas y a la vez modernas en su momento. El chelista austriaco Kian Soltani las va a llevar al límite esta noche. Es un hombre grande, de semblante afable y expresivo, que podría sostener un contrabajo entre las piernas. Con el chelo tiene total libertad de movimiento. Las ocho variaciones parecen un juego de niños en manos del virtuoso.
Bajo batuta de Anja Bihlmaier la orquesta de la DSO Berlin culmina la noche con la Novena Sinfonía de Shostakóvich, que hemos podido escuchar en pasadas ediciones del Musikfest. Pero antes de arrancar ese vertiginoso viaje de cinco movimientos, la orquesta ofrece la obra delirante de Alois Zimmermann “Musique pour les soupers du Roi Ubu”, un extravagante popurrí compuesto en los años sesenta del pasado siglo. Cuenta la historia de un sádico y malvado rey que se hace con las riendas de Polonia. Y representa musicalmente una reunión de intelectuales berlineses, bailes italianos, sonidos de jazz, acordes de la archiducal y archiconocida Marcha Radetzky e incluso las Valquirias de Wagner. El disparatado collage hace sonar las primeras carcajadas del público de la Filarmónica que este autor ha podido escuchar.





Herreweghe en medio de la tormenta
(5 de septiembre)
¿Qué huella dejó la Revolución francesa en la música clásica? De esta cuestión se ocupa hoy el septuagenario belga Philippe Herreweghe, que vuelve un año más al Musikfest Berlin, esta vez para dirigir a la Orquesta de los Campos Elíseos, acompañada por el Collegium Vocale de Gante. Herreweghe, cuyo físico cada temporada parece reducirse más, es ejemplo de la calidad de una esencia concentrada. Con movimientos reducidos de mano, dirige a la “pequeña” orquesta (45 músicos) a través de la Tercera Sinfonía (“Heróica”) de Beethoven, que el genio alemán dedicó a Napoleón. Nos brinda entrañables momentos, como cuando dirige al primer violín alzando y bajando los dedos de una mano apenas un centímetro mientras sonríe. Napoleón acabaría desterrado en la isla de Santa Elena, pero al menos pudo consolarse sabiéndose inspirador de la sinfonía victoriosa con más brío de su siglo.
Tras la pausa, orquesta y coro interpretan el Réquiem en Do menor de Luigi Cherubini, compuesto para el segundo entierro de Luis XVI y María Antonieta en 1817, tras ser exhumados y trasladados a la catedral de Saint Denis. La obra, cuyas partes vocales se cantan siempre a coro con ausencia de solistas, nos traslada las ansiedades existenciales de la época, que no cuesta tanto entender dos siglos después. Sería estupendo poder preguntar a Herreweghe, que además de excelente director de orquesta y coro es también psiquiatra. Especialmente complejo es el “Offertorium”, que muestra cómo el marco formal de la misa en réquiem es solo una excusa para una creación más libre y satisfactoria de lo que el prejuicio permite sospechar.
Isabelle Faust en una noche fantastique
(6 de septiembre)
Dos mujeres excepcionales están hoy a cargo de las dos grandes B de la música decimonónica: Beethoven y Berlioz. Dirige la orquesta de Les Siècles la alemana Ustina Dubitsky, que en perfecta simbiosis con la violinista estrella Isabelle Faust saca lo mejor del Concierto para violín y orquesta en Re menor Op.61 de Beethoven. El brutal virtuosismo de Faust igual domina uno de los solos de violín más complejos del canon como acompaña a la orquesta en un hermoso final. Este emocionante viaje onírico-musical es lo mejor que hemos visto en este Musikfest Berlin hasta el momento. Y eso que aún viene Berlioz.
Para la sinfonía titulada “Fantastique” del francés se colocan durante la pausa cuatro arpas que enmarcan la orquesta cual proa de un barco romano. La orquesta navega por las turbulentas aguas de la obra más influyente del periodo decimonónico comprendido entre Beethoven y Wagner. Comanda la “capitana” Dubitsky la rebosante orquesta —no cabe un músico más en el escenario— durante una hora de excelencia. Completa la metáfora marina una flautista que, a modo de sirena odisíaca, nos llama desde uno de los balcones de butacas. Al final será ella quien acabe seducida por el barco orquestal y camine hacia su seno, donde acabará reunida con la tripulación de Les Siècles. La tarea no es sencilla: la “Fantastique” es una de las sinfonías más complejas y ricas del repertorio. La orquesta parisina cumple su misión y recibe un sonoro aplauso.
Ay, cómo duele el amor
(9 de septiembre)
Strana armonia d’amore; anch’egli al tuo cantar forma il mio core. Así comienza el concierto de la agrupación parisina Les Cris en la sala de música de cámara de la Filarmónica. Una “estraña harmonía del amor, que con tu cantar forma mi corazón” y toda una declaración de intenciones de un exquisito programa de madrigales tardorrenacentistas (Gesualdo, Rossi, Vicentino) combinadas en “extraña harmonía” con las cinco piezas de la composición contemporánea “VicentinoOo” de Francesca Verunelli. El pequeño grupo de seis músicos y otros tantos vocalistas nos conduce por un paisaje sonoro en el que se encuentran dos mundos menos distantes de lo que se podría creer.
Resulta apasionante el madrigal “Si no miro, non moro” de Carlo Gesualdo y la pieza “Quivi Sospiri, pianti ed alti guai” de Luzzaschi con texto del mismísmo Dante, que elevan el concierto. Pese a ello, algunos asistentes abandonan la sala poco antes del final. Quizás les resulte demasiado doloroso tanto amor apasionado. Hay incluso una pareja joven que cruza media sala sin apenas pudor, mientras Les Cris esperan a que deje de sonar su taconeo para poder comenzar el último madrigal de la noche. Se oyen risas, que sin duda eran necesarias entre tanta dolorosa belleza.
Texto: Juanfran Álvarez para Berlín Amateurs © septiembre 2025
Fotografías: cortesía de los Berliner Festspiele; Marlene Pfau y Sebastian Schellhorn
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