Written by: Actualidad CULTURA Música

Musikfest Berlin 2025: conciertos de música clásica imprescindibles (II)

La segunda mitad del Musikfest 2025 nos ha traído seis conciertos que nos han invitado a disfrutar de la gran música orquestal rusa, una sinfonía de Brahms, composiciones contemporáneas coreanas, una velada jazzística e incluso el estreno mundial de una ópera inspirada en la Bauhaus con casi un siglo de antigüedad. Ha sido un viaje musical estimulante y acompañado de agradables sorpresas que abre el apetito para la próxima edición. Faltan solo once meses.

La guerra bajo lámparas de araña

(11 de septiembre)

Cambiamos por una noche las líneas rectas de la papiroflexia arquitectónica de Scharoun por la pompa neoclásica de Schinkel. El concierto de la Rundunk-Sinfonieorchester Berlin dirigida por Vladimir Jurowski se celebra bajo las lámparas de araña y entre las gigantescas columnas jónicas de la gran sala de conciertos del Konzerthaus en Gendarmenmarkt. Doce lámparas de araña en total que hacen esperar la Guerra y la Revolución a las que pondrá música Shostakóvich. Le precede la “Oda a Napoleon Buonaparte”, compuesta durante la Segunda Guerra Mundial y en la que Arnold Schönberg ridiculizaba musicalmente la figura de su contemporáneo Adolf Hitler.

La esperada explosión musical con tintes bélicos llega en la segunda parte: son los cuatro movimientos de la Undécima Sinfonía de Shostakóvich, en la que —ya muerto Stalin— puso el foco en la represión zarista del levantamiento de 1905, preludio de la guerra civil rusa que llevaría a los Bolcheviques al poder. La dramática melodía tiene una fuerza sobrehumana, es a ratos suave y tranquila como el frío viento ruso, y a ratos feroz, despiadada y explosiva como el más letal de los cañones. Una delicia para los amantes del compositor, a los que Jurowski deja más que satisfechos.

Ocho orquestas en una y el deseo primaveral

(13  de septiembre)

Arranca la noche con una gran sorpresa: el escenario está casi vacío, unos pocos músicos de la Orquesta Filarmónica de Berlín llenan dos filas de asientos. El resto, y de esto nos damos cuenta una vez que empieza a sonar la pieza “Rituel in memoriam Bruno Maderna” de Pierre Boulez, están distribuidos en ocho grupos, cada uno en un balcón de asientos. Vemos violines junto al órgano, otros cuantos en el balcón de enfrente, y así hasta ocho agrupaciones que parecen tribus en un valle habitado por un público que queda en el centro de la música. Dolby Surround 8.1. Y el director de orquesta Francois-Xavier Roth apuntando en una y otra dirección, girándose hacia las mismas direcciones que el, a veces desconcertado, público. Frente a él, la gigantesca partitura de esta pieza deconstruida y que nos hace perder la noción del tiempo, disueltos en la música. Son treinta minutos, según el programa, porque tampoco los hemos contado.

Antes de lanzarse con la segunda parte del concierto, Roth da unas palmadas en la espalda al primer violín, quizás para dar fuerzas ante lo que se viene: “Le sacre du printemps”una exquisita composición de Ígor Stravinski que llena de esperanza primaveral y que igual pasa del máximo estrés melódico a la distensión de un suave trío de flautas sin pestañear. Son los estados de ánimo de la primavera, que nos hacen olvidar por un momento la venida del temido invierno.

Petrenko infinito con la fuerza de Brahms

(18 de septiembre)

Sale Petrenko y el público se enciende recibiendo a su Dios, que esta noche además de sus característicos movimientos de brazos describiendo el infinito trae un programa fresco y exigente. La Orquesta Filarmónica de Berlín arranca con la pieza “Exeo” de Pascal Dusapin, un juego contemporáneo de tensión entre la estabilidad y la inestabilidad. Una melodía que sorprende por no ser disonante o atonal, y que nos conmueve con unos agudos de cuerda casi cósmicos. La pieza a veces parece perder la dirección, nos sentimos en una nave espacial sin órbita contemplando el espacio sonoro. Es entonces cuando mejor se aprecian los matices sonoros y percibimos notas de casi un minuto que acaban conduciendo a un sutil y bello final. La orquesta pasa a interpretar el concierto de oboe y orquesta de Alois Zimmermann, en un ejercicio de virtuosismo del oboísta Albrecht Meyer, una pieza calmada y que abre el apetito para el drama que nos espera.

Y es que en la segunda parte los Philarmoniker tienen por delante la grata tarea de interpretar la Primera Sinfonía de Brahms. El compositor tardó décadas en atreverse a componerla, y es que la sombra de Beethoven era alargada. Nos alegra que se atreviese. Un latido de tambor aparece y desaparece a lo largo de los cuatro movimientos que componen esta obra expansiva, en la que aun así no faltan los exquisitos huecos que deja el silencio. Este es un instrumento que Petrenko controla a la perfección. Entre movimiento y movimiento, saca un pañuelo de seda blanco con el que se limpia el sudor de la frente. Insufla fuerza a una orquesta que estalla en el energético y bombástico cuarto movimiento, que culmina en gritos de júbilo y sonoros aplausos del público. Berlín lame las mieles de su orquesta reina.

Noche de jazz en la Filarmónica

(20 de septiembre)

La Big Band de la orquesta de la Deutsche Oper celebra su vigésimo aniversario con un magnífico ménage à trois jazzístico compuesto por la vocalista y chelista Mathilde Vendramin, el multitalento Thomas Pigor y el genial guitarrista Biréli Lagrène. Consiguen de la mano de la Big Band que el público se mueva en sus butacas, deseando salir a bailar, que para algo se ha iluminado con focos azules y rosas toda la Filarmónica. Canta Vendramin con mucha pasión y se agradece poderla escuchar con esta acústica en lugar de en un café de jazz con gente hablando, olor a tabaco o a Schnitzel.

A través de un programa centrado en el jazz parisino de los clubs nocturnos de Saint-Germain-des-Prés, la banda y el trío estelar no paran de cosechar aplausos de un público entusiasmado, que se rinde sin oponer resistencia al excepcional virtuosismo de Biréli Lagrène a la guitarra eléctrica. Pibor, el politalento alemán dedicado al cine, la música y la literatura igual canta que explica anécdotas sobre los encuentros “existencialistas” de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre en los clubs parisinos. Conmueve por lo inesperado una  interpretación de Pibor del “Ne me quitte pas” en alemán, con Vendramin al chelo, y nos hace vibrar un dueto de trompeta y guitarra eléctrica, previo a una disparatada Zugabe con el “Je t’aime… moi non plus” en la que se anima al público a gemir a lo Jane Birkin. Divertido final para un concierto que ha dejado un estupendo sabor de boca.

La Bauhaus hecha ópera

(21 de septiembre)

“I pity you, but I love you, Rectángula” es una de las frases de amor que se intercambian una serie de figuras en la ópera cubista “Parabola and Circula”, inspirada en la Bauhaus y a cuyo estreno mundial asistimos esta noche. Ha venido hasta el presidente de la República Federal Alemana que da un discurso en el que explica cómo la obra del estadounidense Marc Blitzstein (1929) fue descubierta hace poco en el archivo de la Bauhaus berlinés. Pocas veces se asiste al estreno de una obra que ha estado encerrada en un cajón casi un siglo, y la première ha venido la flor y nata de la cultura y la política alemana.

La ópera en un solo acto carece de las construcciones dramáticas de la Grand Opéra del XIX, y pese al cubismo temático en lo formal, no dista mucho de sus contemporáneos más clasicistas como Puccini. La soprano Mari Erkismoen y el barítono Aleksander Nohr encarnan a Círcula y Parábola, un dueto geométrico de enamorados cuya historia —como en cualquier ópera que se precie– acabará con la innecesaria muerte de la protagonista. Es en este último tercio de la obra donde esta cobra su mayor fuerza y nos llega a emocionar.

A los más escépticos les espera tras la pausa la Segunda Sinfonía de Leonard Bernstein. La pieza de orquesta y piano evoca el ambiente neoyorquino de posguerra, donde los jóvenes buscaban un nuevo sentido a sus vidas, meditando sobre qué es aquello que los unía. Bernstein llegó a tocar varias veces los solos de piano que hoy interpreta Tzimon Barton, y que nos hace pensar que la música es uno de los pegamentos humanos más efectivos. Por desgracia siempre es temporal.

Una noche de K-Classic

(23 de eptiembre)

Terminamos el Musikfest Berlin 2025 celebrando el octogésimo cumpleaños de la compositora surcoreana Younghi Pagh-Paan, que está presente en la Filarmónica para ver la representación de dos de sus obras a cargo de la Orquesta Sinfónica de Busan (Corea del Sur). Comienza el concierto con su pieza “Sori” (1980), un collage de subidas y bajadas melódicas en el que suenan no menos de 32 instrumentos de percusión, algunos de ellos realmente extravagantes como un cuenco con garbanzos. La obra es uno de esos “paisajes sonoros” que tan difíciles resultan al público con expectativas melódicas. En la segunda pieza de Pagh-Paan, la orquesta de Busan evoca el lloro de una mujer coreana con los instrumentos de cuerda, en una obra mucho más reciente y, curiosamente, estructurada.

Termina la primera parte con el “Concierto para mano zurda en Re mayor” de Ravel. Aparece frente a los de Busan el pianista Ben Kim, que ofrece una exquisita interpretación y es capaz de llenar solo con su mano izquierda toda la Filarmónica, a veces solo y a veces entrelazado con la orquesta. La melodía a ratos arabizante y el característico uso obstinado del tambor (el Tambor ostinato es el hilo conductor del “Boléro” que también pudimos escuchar en este Musikfest). Kim conmueve al público y a la orquesta, cuyos miembros bajan la cabeza como señal de respeto ante cada uno de sus brillantes solos a una mano.

Casi nos despedimos del Musikfest con una pieza de cuatro movimientos de Messiaen basada en la Ascensión de Jesucristo a los cielos, una pieza mística, bella y complicada que parece muy anterior a su fecha de composición en los años treinta del pasado siglo. Remata el programa y el festival la Séptima Sinfonía de Jean Sibelius, la obra sinfónica más breve del célebre compositor finlandés y su penúltima antes de retirarse y vivir treinta años de los derechos de autor de sus creaciones. La obra es también una pieza de ascensión, aunque no sabemos muy bien a dónde. Nos traslada a un gigantesco espacio sonoro durante su único movimiento y nos deja en las alturas del espíritu, de las que esperamos no volvernos a caer hasta la próxima edición del festival.

Texto: Juanfran Álvarez para Berlín Amateurs © septiembre 2025
Fotos: Albrecht Mayer cortesía de Orquesta Filarmónica de Berlín/Monika Rittershaus; Orquesta Filarmónica de Berlín con F.-X. Roth cortesía de Orquesta Filarmónica de Berlín/Stephan Rabold; concierto de la Rundfunk Sinfonie-Orchester Berlin cortesía de RSB/Stefan Maria Rother;  Ben Kim y Orquesta de Norrköping cortesía de Berliner Festpiele/Fabian Schellhorn
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