La terrible transición del verano al invierno berlinés se ha hecho más dulce gracias a uno de los mejores festivales de música clásica del mundo. En este Musikfest Berlin 2024 hemos gozado con un viaje musical a las Américas, disfrutado de algunas de las mejores orquestas de aquel y este continente y escuchado voces conmovedoras. La guinda la ha puesto un concierto vienés con una asistente inesperada.
No os perdáis nuestra “playlist” con los platos fuertes del Musikfest al final del texto.
Entre dos Américas
El concierto inaugural del Musikfest Berlin 2024 fue una demostración de fuerza de la Orquesta Sinfónica de São Paulo. Mientras en la calle hacía un calor abrasador de finales de agosto, en la Filarmónica nos refrescábamos con la pieza “Central Park in the Dark” de Charles Ives, un suave y erótico homenaje a Nueva York que continuó con el “Concierto para violín y orquesta op. 30” de Alberto Ginastera, dirigido por primera vez por Leonard Bernstein en la metrópolis norteamericana.
Sorprendió a los habituales de la Filarmónica —que llenaban las butacas tras haber devorado tentempiés brasileños y bebido el primer crémant de la temporada en el intermedio— la interpretación de “Uirapurú”, obra del brillante compositor brasileño Heitor Villa-Lobos. La orquesta deleitó con cierto colorismo brasileño imbuido en el formalismo europeo, similar a los exquisitos “Jardines de España” de Manuel de Falla. Los de São Paulo cerraron la noche con “Amériques” del francoamericano Edgard Varèse, otra oda modernista a Nueva York que parece haber inspirado a Chaplin para su maquinal Modern Times.
Dos días después, la Orquesta de Cleveland presentó por primera vez en Alemania la pieza “Can you see?” de la estadounidense Allison Loggins-Hull. Fue una bella reinterpretación contemporánea de algunas de las estrofas de su himno nacional con elegantes sonidos de viento. Tras pasar sin demasiado entusiasmo por “Guide to Stranger Places” de John Adams, la segunda parte del concierto tuvo nombre propio: Serguéi Prokófiev.
La “Segunda Sinfonía” del ruso hizo que los contrabajistas parecieran deportistas de élite en medio de una tormenta sonora. La pieza se divide en una primera parte enérgica y vibrante y una segunda mística, en la que se nota la inspiración en el segundo “Klavierkonzert” de Beethoven. Hacia el final del concierto cada vez más parejas en las gradas se tocan sutilmente las manos, mientras la sinfonía eclosiona en un final en el que el Prokófiev rompe con los convencionalismos clasicistas.
Genio finlandés, Shostakovich y la mejor ópera
Del excelso concierto del Collegium Vocale de Gante el 27 de agosto poco se puede decir que no hayamos contado en ediciones anteriores: solo se puede pedir que su septuagenario director Philippe Herreweghe siga mucho tiempo a este nivel olímpico. El concierto titulado “Et in Arcadia Ego” nos transportó a un mundo onírico sublime de la mano de Rossi, Marenzio y Monteverdi. Otra vez, inolvidable.
Inolvidable fue también el concierto de la Orquesta Sinfónica de Oslo el primer día de septiembre. El insultantemente joven director finlandés Klaus Mäkelä se maneja prodigiosamente a través de un programa inspirado en su país natal y cerrado por el maestro Shostakóvich. Vimos a Mäkelä sacudirse y agitarse —a ratos Mick Jagger, a ratos Bernstein— para después ejercer de director hipercontrolado, casi inmóvil. Lo mejor de dos mundos. Pese a que todo el mundo había venido a oír a Shostakovich, en la primera parte fuimos sorprendidos con el exquisito “Cantus articus Op. 61.”, también conocido como “Concierto para pájaros y orquesta” de Rautavaara. Grabaciones de cantos de pájaros árticos se entremezclaban con excelentes unísonos de cuerda y crearon un ambiente único en la Filarmónica.
La “Quinta Sinfonía” le salvó la vida a Shostakovich en la Unión Soviética tras haberse ganado la animadversión del régimen con obras anteriores. Y salva la vida a cualquiera que la escuche por primera vez en directo. El compositor creó una obra personalísima y la vistió con una monumentalidad formalista para complacer a quienes deseaban engendrar un “Beethoven soviético”. La orquesta de Oslo y Mäkäla ejecutó una interpretación perfecta e hizo retumbar la Filarmónica. El público devolvió el magnífico estruendo en un aplauso de casi diez minutos.
Casi tanto se aplaudió ocho días después tras la interpretación del cuarto acto de “Otelo” en la Filarmónica. La orquesta de Deutsche Oper entró en calor con las “Feste Romane” de Respighi y la compleja “Sul Ponte di Hiroshima” de Luigi Nono. En “Otelo” la soprano Federica Lombardi ofreció una extraordinaria Desdémona. Su “Ave María” fue prodigioso y rico en matices. Enfrentado a ella, el francoitaliano Roberto Alagna presentó un Otelo desgarrado. Su voz, con un timbre inconfundible, fue el contraste perfecto a la angelical Lombardi. La actuación de ambos ha sido quizás el momento más fascinante de este desbordante Musikfest.
Bruckner está de moda
Y eso que no han faltado momentos estelares durante esta edición, como el segundo concierto de la Orquesta Filarmónica de Berlín el 14 de septiembre, en el que su director titular Kirill Petrenko presentó la obra “In-Schrift” del recién fallecido Wolfgang Rihm. En una larguísima segunda parte, la orquesta berlinesa se entregó de lleno a la “Quinta Sinfonía” del austríaco Anton Bruckner. En una interpretación desatada y enérgica, el director ruso-austríaco hacía que las partes tediosas de la sinfonía pareciesen un oasis en el que descansar antes de la próxima tormenta sinfónica.
El público más novato, extasiado, no podía evitar aplaudir entre actos —un tabú para el público berlinés—. Petrenko lo dio todo, se le veía articular los brazos como placenteras ondas que resonaban en cada cuerda, en cada arco y cada metal. “La Quinta” deleitó durante más de una hora y cuarto que se hizo corta y en la que se vio con claridad la maestría de Bruckner al utilizar el silencio como instrumento primordial. Bruckner vuelve a estar de moda, y por buen motivo.
Siempre nos quedará Viena
Finalmente, la Orquesta Filarmónica de Viena no trajo un concierto de Año Nuevo anticipado bajo batuta de Thielemann, sino algo mucho mejor. Los vieneses se lanzaron con un ambicioso programa —dos primeras sinfonías, de Robert Schumann y de Bruckner— a conquistar Berlín. Las expectativas eran altas y era difícil encontrar un solo asiento vacío cuando Thielemann entró en la sala grande de la Filarmónica entre aplausos entusiastas. La orquesta a cargo del alemán, alejado de los excesos de Mäkelä y la aceleración de Petrenko, llevó la pieza sinfónica del romántico Schumann al borde de la perfección.
Durante el intermedio quien suscribe estas líneas se encontró de frente con una señora de chaqueta morada, pelo ligeramente anaranjado y el semblante feliz de la jubilación: Era Angela Merkel, excanciller alemana, que paseaba tranquilamente entre los asistentes sin ser vilipendiada pero tampoco interrumpida o molestada por cazadores de selfies. Esto es Alemania.
Tras el intermezzo merkeliano, la orquesta vienesa puso el broche final al paso de Berlín Amateurs por este Musikfest Berlin 2024 con la exquisita sinfonía de Bruckner, cuyos últimos movimientos maman directamente del tormentoso y excesivo estilo compositivo de Wagner, que tanto fascina a los alemanes. La obra puso los pelos de punta a un público que solo se movió para toser brevemente entre actos. El final, descrito en la partitura como “feurig” (ardiente o fogoso) cedió el paso a diez sublimes segundos de silencio en el que la música aún resonaba en los cuerpos y mentes del público. Solo entonces alguien gritó un primer ¡bravo! y estalló la ovación.
Playlist con lo mejor de este Musikfest Berlin 2024
Texto: Juanfran Álvarez para Berlín Amateurs © septiembre 2024
Fotografía: cortesía de Berliner Festspiele © – Fabian Schellhorn (São Paulo, Cleveland); John-Halvdan Olsen-Halvorsen (Oslo); Marcus Lieberenz (Deutsche Oper); Stephan Rabold (Berlín)
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