Escrito por: Mi Berlín

«El shock cultural no fue tan drástico»

Carolina Proaño berlin en español revista web directora

CAROLINA PROAÑO

Yo lo que quería, cuando me imaginaba viviendo en las Europas, era la arquitectura de cuento de hadas, las calles limpiecitas, relojes de iglesias funcionando, transporte público puntual y en perfecto funcionamiento y gente educada y culta. Y llegué a Berlín, específicamente a Kreuzberg y ahí la nube rosada del sueño inmigrante no se esfumó, pero sí tuvo que modificarse bastante. Eso sí, el shock cultural no fue tan drástico: el boom-boom de la música turca o del Schlager alemán es tan fastidioso como el boom-boom del reguetón latino.

No me volví loca de amor por Kreuzberg, pero me la pasaba muy bien y la verdad es que estábamos –mi marido y yo–  en el centro de todo.  Pero cuando nos convertimos en orgullosos padres, el barrio ya no nos funcionó tanto, sobre todo por la idea de que el crío se pusiera a coleccionar jeringuillas y condones usados de la plaza de juegos a la vuelta de casa.

De Kreuzberg a Pankow

Así que nos mudamos. Lo que correspondía era irse a Prenzlauer Berg, barrio en el que toda familia joven-profesional-creativa-usuariademac-bio-con-bebés que se precie de tal debe vivir. Pero con el caos inmobiliario del año pasado, muchas de estas familias jóvenes-profesionales-creativas-usuariasdemac-bio-con-bebés se han ido movilizando hacia Pankow, que está un poco más al norte, es más económico, más verde, más tranquilo, más lindo, pero que, aunque está a 5 minutos en U-Bahn de Eberswalder Str. y sigue siendo zona AB (civilización), es menos cool, menos estiloso y menos entretenido.

Ahí vivo yo ahora.

En realidad Pankow es el distrito oficial y éste incluye al sector que lleva su mismo nombre, a Prenzlauer Berg y a otro montón de barrios que uno ni sabía que existían antes de salir de Kreuzberg y que se acercan más a la nube rosada del sueño inmigrante: ordenaditos, limpios y con muchos árboles y parques. Incluso hay casas con jardín. Sólo se ven bebés, niños y viejitos y por lo menos en mi edificio no vuela ni una mosca los domingos. Sólo se escuchan chillidos y gritos infantiles. El paraíso.

Se extraña Kreuzberg

Pero se extraña Xberg, el café de siempre, la rutina entretenida, la fauna, el desorden familiar y el olor a conocido. Los martes y viernes partía religiosamente al Mercado Turco y lo primero que hacía era tomarme el mejor cortado de Berlín en el Schokomobil, que se instala en la esquina de Maybachufer y Schinkestraße.

Luego compraba telas para los cursos de costura que tomaba en el Linkle Nähinstitut, que ahora queda en el edificio de Modulor, en Moritzplatz. De vuelta, pasaba por la panadería árabe Tandur Lasan (Kottbusser Damm 6) y me comía un pan recién hecho con queso de cabra y sésamo por 1,50€.

Mi marido es músico, así que cuando llegó se recorrió todos los jam sessions y open mics de la ciudad para darse a conocer y hacer RR.PP. con los músicos locales. Una de las mejores descargas se hace los martes en Das Edelweiss (Görlitzerstraße 1-3 Haus 2). De ahí pasábamos al Burguermeister a comer hamburguesotas gigantes y jugosas. El local está justo debajo de la estación Schlesisches Tor, línea U1.

Y para romper el hielo con los compañeros de clase de alemán, alquilamos varias veces (hice varios cursos) una cabina privada de karaoke los miércoles o domingos, a mitad de precio, en el Monster Ronson’s Ichiban Karaoke (Warschauer Str. 34). Ahí me aprendí la mejor canción en alemán: «Eisbär» de Grauzone.

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Paseos por Pankow y Prenzlauer Berg

En Prenzlauer Berg hay demasiados lugares entretenidos, pero como acabo de parir no he tenido tiempo de conocerlos todos. Cuando estaba con la panza iba a golosear al café Kauf dich Glücklich (Oderberger Straße 44), que tiene unos waffles demasiado ricos y un ambiente muy simpático. Cerquita descubrí una nueva sucursal de la tienda de ropa de segunda mano Humana (Eberswalder Straße 27), que tiene una selección bastante más estilosa y vintage que otras de sus filiales y sigue siendo relativamente barata.

A unos minutos de mi barrio, en el sector de Niederschönhausen, hay un palacio que perteneció a una noble alemana famosa, luego se convirtió en la Casa Presidencial de la RDA y después pasó a ser la casa de invitados famosillos y rojillos como Fidel Castro y Mao Tse Tung. Hoy es un museo y el parque que lo rodea es muy lindo (Schloss Schönhausen, Tschaikowskistraße 1).

También por ahí queda la abandonada embajada irakí a donde van todos a sacar fotos (Tschaikowskistraße 51), y otra serie de maravillas de la época de la Alemania comunista: Pankow era el barrio top de Berlín oriental.

Pero lo que hace más fosforescente mi nube rosada del sueño inmigrante son las piscinas públicas. Ahora que soy pankowesa voy a una en el barrio de Buch, al noreste: Hallenbad Schwimmhalle Buch (Wolfgang-Heinz-Str. 41). Los casilleros todavía tienen el símbolo del marco alemán. Y no va tanta gente, así que ahora puedo nadar rectecito, sin chocar con el resto, en la línea que me corresponde: es que a uno como inmigrante le piden que se integre, que se adapte, pero en estos 4 años que llevo viviendo acá, no he conocido gente más desintegrada y desadaptada que los propios berlineses.  ¡Todo el mundo nada por donde le da la gana!

Carolina Proaño es editoria de Berlín en Español, uno de nuestros media-partners con el que colaboramos estrechamente a través de la sección BERLÍN PRÁCTICO

Carolina Proaño para Berlín Amateurs © marzo 2012
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