Escrito por: Actualidad

Enamorado de Berlín diez años después

Este año se cumplen diez de mi primera visita a Berlín, una visita que sirvió para forjar un idilio con esta ciudad que todavía perdura. Fue un viaje breve, apenas tres días, en el que tuve como cicerone a mi amigo Javier Martín, coreógrafo y artista contemporáneo coruñés, quien me había ofrecido la excusa perfecta para conocer la ciudad: realizar unos talleres de danza contemporánea que organizaba una de sus colegas. Una década después, todavía recuerdo aquella experiencia como la toma de contacto con una ciudad muy impactante que jamás he tenido.

Recién llegados a la ciudad, apenas tuvimos tiempo para dejar el equipaje antes de dirigirnos al workshop que dirigía Juschka Weigel en la Weinmeisterhaus. La habíamos conocido en Compostela, tras una colaboración que ella y Javier habían realizado en el festival “En pé de pedra”, y la explosiva naturalidad y riqueza de su propuesta nos cautivó a ambos, hasta el punto de que decidimos viajar más de 2300 kilómetros para participar en su proyecto. Fue una decisión tan arbitraria y espontánea como acertada; una feliz locura.

En aquel entonces, la misma idea de Javier de dedicarse a las artes escénicas me parecía una locura en sí misma. No hace mucho, leyendo una entrevista a Ramón Colillas, exitoso jugador de póker español, me encontré con una frase que me había dicho mi amigo diez años antes, en un café del Mitte, y que me llevó a recordar el viaje que ahora trato de describir en estas líneas: «Si puedes, tienes que hacer lo que te gusta». Me pareció pueril en su momento, pero ha ido ganando peso conforme se han ido desarrollando los acontecimientos con el paso de los años… Y ha sido la respuesta que vengo recibiendo cada vez que le recuerdo a Javier lo complicado y arriesgado que es su sector.

Después de la primera sesión de trabajo con Juschka, la siguiente parada del escueto plan de viaje que habíamos preparado nos llevó a la Neue Nationalgalerie, donde alucinamos (casi literalmente) con una exposición de Jannis Kounellis, uno de los máximos exponentes del Arte Povera, que cambiaría nuestra forma de entender las posibilidades artísticas que ofrecen distintos espacios y materiales y que, a día de hoy, sigue muy presente en las escenografías de las obras de Javier.

No recuerdo muy bien cómo, pero de ahí pasamos a ser espectadores de un espectáculo poco destacable de danza Butoh que se representaba en una iglesia un tanto decadente. No recuerdo su nombre, pero sí que estaba en Kreuzberg. El siguiente paso fue compensar la ausencia de interés de lo que acabábamos de ver con una buena dosis de cerveza rubia alemana.

Al día siguiente no recordábamos gran cosa más allá de los carteles de “Control” de Anton Corbijn, que se estrenaba en Berlín por aquellas fechas, así que aprovechamos el mensaje de nuestro subconsciente para pasarnos por el Central Kino en Mitte y darle una oportunidad. Recuerdo que nos gustó tanto que la película e Ian Curtis monopolizaron los temas de conversación durante el resto de la tarde, al menos hasta llegar a la Sophiensaele y sus destartaladas butacas. De nuestro paso solo recuerdo esto.

Al día siguiente, desayunamos unos bollos en el cementerio de Mitte, el Garnisonfriedhof. Sacamos fotos, visitamos algunas galerías cercanas y hablamos sobre Peter Handke, Wim Wenders y Der Himmel über Berlin. Y de tanto hablar de cine, acabamos en un ciclo de Tarkovsky en el Babylon. Al acabar, un par de Berliner Pilsner en el Café Zapata a ritmo de cumbia. El regreso al hotel nos llevó por la orilla congelada del río. Aunque era un trayecto relativamente corto, la falta de calzado apropiado lo convirtió en un infierno de caídas y resbalones.

Hubo también exposiciones de arte digital, visitas a instalaciones de luz y sonido, búsquedas eternas en un mar de vinilos, visitas al Pergamonmuseum… Demasiados estímulos para que la memoria los recuerde con detalle transcurridos diez años, pero el tiempo no ha hecho mella ni un ápice en la sensación de aventura que se apodera de mí cada vez que piso Berlín, una ciudad única, universal e irrepetible.

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