La directora española Eva Libertad debuta en la sección Panorama de la Berlinale con Sorda, una película acertada y urgente en un mundo que condena y margina la discapacidad. Hace unas horas (22 febrero), se anunciaba que ha ganado el premio del público de la sección Panorama de la Berlinale.
No es un secreto que la maternidad en sus primeros meses genera crisis. Pero ¿qué sucede cuando se es madre y también se es sorda? La española Eva Libertad dibuja una posibilidad en su acertada y urgente ópera prima con la que participa en la sección Panorama de la Berlinale. Con el título de Sorda, esta cinta llega como un grito silencioso en el espectador que clama por un poco de empatía en este mundo que condena y margina la discapacidad. A través de una narración sin concesiones, la directora nos sumerge en una realidad que pocas veces es abordada con tal rigurosidad en el cine.
La maternidad y la sordera en el cine de Eva Libertad
La película presenta a Ángela (Miriam Garlo), una joven no oyente que junto a su pareja Héctor (Álvaro Cervantes) —él sí es oyente— esperan a su primer bebé. Pero esa noticia no es para dársela a todos, porque, a simple vista, al menos para los padres de Ángela, es un tema más de preocupación que evidencia cómo la discapacidad sigue siendo vista desde una perspectiva de limitación y no de diversidad. Sin embargo, nada eclipsará la alegría de esta pareja, al menos en las primeras semanas de espera. Los problemas vendrán ya al momento de dar a luz.
Médicos y enfermeras con mascarilla, que simplemente no están preparados para atender el parto de Ángela, con una falta de empatía dolorosa, no dejan que Héctor se quede junto a ella, gritándole lo que debe hacer. La escena es un microcosmos de una sociedad que impone barreras en lugar de adaptarse a las necesidades de todos. Una escena desgarradora que la directora logra cuando Ángela tiene que arrancarle la mascarilla a la doctora en un intento por leer sus labios.
La tensión en este momento no solo refleja su desesperación, sino que también expone la falta de inclusión en un sistema como el de salud que debería haber trabajado en esto hace ya mucho. Una vez que la bebé ha nacido, Ángela solo puede celebrar lo que sus otros sentidos le permiten: puede tocar a su bebé, mirarla, olerla, pero no así escucharla. Aquí, la película introduce un contraste fundamental entre la experiencia sensorial de una madre sorda y la percepción de maternidad generalizada, donde el llanto del recién nacido es visto como el primer vínculo con la vida.
Por eso, para Ángela no es una celebración escuchar la primera palabra de su hija, pese a sus esfuerzos por entablar comunicación con su bebé. Su frustración se intensifica a medida que la comunicación con su pareja también se ve afectada. De esa forma, Libertad introduce al espectador en el dilema de la maternidad desde la perspectiva de una mujer que no encaja en el molde tradicional.
Frustrada y con una crisis con su pareja por sus intentos de cumplir su rol de madre, Ángela intenta alejarse dejando a Héctor mayor responsabilidad sobre la niña. Esta decisión, más que un escape, parece ser un acto de reivindicación: ella necesita encontrar su propia manera de ser madre, fuera de las expectativas del resto.
Una discusión con Héctor será el clímax de una crisis de la pareja que revela los dolores que cargan quienes no pueden oír en un entorno que, aunque intenta ser empático, jamás comprenderá lo que se siente a cabalidad vivir con una discapacidad como la auditiva. La película no solo habla de la maternidad, sino también del peso emocional de la exclusión y la incomprensión.
La directora es contundente con escenas cortas a la hora de mostrarnos que un problema como la sordera no se soluciona con el uso de audífonos y rompe esa idea de que la tecnología puede reemplazar una experiencia sensorial compleja y subjetiva, pues esos sonidos tan ajenos en la vida de un sordo podrían ser simplemente dolorosos y estresantes.

Sorda de Eva Libertad © Nuria Jean
A lo largo del film, la directora nos interpela con situaciones carentes de empatía que invitan a preguntarnos: ¿quiénes somos los que realmente estamos sordos ante situaciones como estas? La sordera de Ángela no es la verdadera barrera; es la falta de comprensión del mundo oyente lo que la aísla. Finalmente, Ángela encuentra en su valentía la forma de que todos la escuchen, pues en el primer cumpleaños de su hija, cuando todos cantan en coro el “Cumpleaños feliz”, ella irrumpe con sus señas y celebra a su hija dejando a todos en silencio, pero al final uniéndose a ella en su celebración. En este gesto, la cinta subraya la importancia del reconocimiento mutuo: la comunicación no es solo hablar y escuchar, sino también ver, sentir y aceptar otras formas de lenguaje.
En esta historia, Libertad nos regala un poco de luz cuando la pequeña Ona comienza a replicar las señas que su madre le ha hecho desde su primer día en este mundo. Muchas veces se ha dicho que el cine de alguna forma se ha adelantado a la realidad en algunos temas; si ese fuera el caso, la directora nos deja con un ápice de esperanza sugiriendo que quizá el verdadero cambio llegue con las próximas generaciones que podrían crecer con una comprensión más amplia de la diversidad humana.
Sobre el cine de Eva Libertad
Eva Libertad es directora de cine y socióloga oriunda de Murcia (España). Su largometraje Sorda toma como punto de partida su cortometraje homónimo, nominado al Premio Goya de Cine Español en 2023 y ganador de numerosos premios en festivales nacionales e internacionales. “Como dramaturga, ha escrito y dirigido obras de teatro para instituciones como la Universidad Complutense de Madrid y la Secretaría de Desarrollo Social de México, que abordan temas como la violencia de género, la trata de personas y los derechos sexuales de las personas migrantes”, se lee en el dossier de prensa de la película.
Carla Hannover para Berlín Amateurs, especial Berlinal © febrero 2025
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