Seiscientos cincuenta grados centígrados para hacernos polvo fino. Es la temperatura mínima del principal horno del crematorio nuevo de Berlín (Krematorium Berlin-Baumschulenweg), inaugurado en 1999, y célebre por ser uno de los edificios más espectaculares de la arquitectura contemporánea. El diseño de Axel Schultes y Charlotte Frank tuvo tal éxito, que el dúo también proyectó para el 2001 la Cancillería Federal alemana, donde Merkel rige por cuarta vez. Así, un mismo estudio de arquitectos ha dado forma, en la joven capital reunificada, a las sedes para el gobierno de la vida y de la muerte.
La continuidad entre existencia y fin es precisamente la idea de este cubo de 50×70 metros de hormigón y cristal, dedicado, según explicó Frank en una visita guiada por el Día de los Difuntos del 2016, “más a los vivos que los muertos”, y al tránsito del dolor a la confianza. Unas rejillas verde “porsche” ajustables permiten que la luz ingrese al interior en diversos grados de intensidad y nos haga sentir, en palabras de la arquitecta, “más cerca de un dios”.
El interior es un imponente espacio para la reflexión inspirado en credos no muy definidos. De hecho, su planta y los nichos de la pared, con arena en la base, se basan en la mezquita de Córdoba o los templos egipcios de Karnak. También el vestíbulo principal, con las veintinueve columnas en torno a un estanque de agua sobre el que pende un huevo (símbolo tradicional del nacimiento), es un espacio de tranquilidad e intemporalidad en el que reunirse, y de una especial gravedad que facilita el alivio.
Hay salas de conmemoración y despedida para 50 o 250 personas. El encargado es un afable berlinés que recibe a dolientes, pone las flores o acciona el excelente equipo de sonido en las salas, con total profesionalidad y la dulzura de un ángel. En la sala, el ataúd sube para la ceremonia de modo mecanizado, ya con su código de barras. Tras el rito, acabará en el sótano, donde están las instalaciones para la recepción del mismo (hay espacio de almacenamiento casi para una guerra) y su cremación.
El proceso es de lo más eficaz y hasta respetuoso con el medio ambiente. Cuenta con maquinaria dirigida por ordenador y tres hornos en una misma cámara: el principal nos quema, un segundo reduce el potencial contaminante de los restos, y un tercero, el Rauchgasnachbrennkammer, sirve para la combustión a 850 °C de los últimos gases contaminantes que queden en el interior.
Finalmente, un operario saca de un cajón los restos óseos, las cenizas y los tritura juntos. En cuatro horas se ha terminado todo, incluido el enfriamiento y cierre hermético de la urna con lo que queda de nosotros. La vida se reduce a algo así de sencillo. Mientras, recomendamos la visita al espacio. Especialmente, en su jornada anual de puertas abiertas el domingo 26 de noviembre de 2017, día en que los protestantes alemanes honran a sus difuntos.
Krematorium Berlin-Baumschulenweg
Kiefholzstr. 221, 12437 Berlín
Texto: Lara Sánchez para BA © noviembre 2017
Fotos: Paco Neumann para BA © noviembre 2017
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