Escrito por: Actualidad Artes Plásticas CULTURA De día

Retrospective 1965-2017 | La historia detrás de la obra de Beatriz González en KW Berlin

KW Institute for Contemporary Art, abrió el pasado 13 de octubre en su sede de Auguststr. una muestra retrospectiva de la artista colombiana Beatriz González (Bucaramanga, 1938), con el título, Retrospective 1965-2017. Se trata de una selección de 120 trabajos creados en ese periodo. La exposición, que fue coorganizada con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y con el Musée d’Art Contemporain de Bordeaux, estará disponible en Berlín hasta el 6 de enero de 2019.

Una grata sorpresa para el espectador es que la muestra exhibe varias de las obras cruciales del desarrollo artístico de González, no solo por el uso de determinadas técnicas y estilos, sino por su contenido.

De los «hechos diversos» a los hechos políticos

Desde los comienzos de su carrera a principios de los años sesenta en Bogotá, su interés por la llamada cultura de masas, y su afición a pintar con tonos brillantes, hizo que se la asociaran con el pop-art. Una caracterización con la que nunca estuvo de acuerdo. “Yo pintaba la alegría del subdesarrollo”, dijo alguna vez en una entrevista, refiriéndose a los colores y motivos de sus cuadros, escenas de la vida cotidiana, provinciana, como las imágenes del Sagrado Corazón presentes en todas las casas. González quería pintar las pequeñas alegrías, el dolor, una polvera con la cara de Sarita Montiel; imágenes inspiradas en fotos de noticias en los periódicos, en anuncios publicitarios.

Sus guiños de ojo a cuadros de grandes artistas como Vermeer, Manet, Monet, Gauguin, no se basaban por lo general en las obras originales de estos maestros, sino en las reproducciones que encontraba en revistas populares. Algunas de estas quedaron estampadas en cortinas o en camas. En el excelente vídeo sobre la vida y obra de la artista que se puede ver en la muestra, dice que le gustaba pasearse por los mercadillos de Bogotá para comprar toda clase de objetos y muebles que después transformaba. Como en la mesa que terminó convertida en La última mesa (1970), según una idea de Leonardo da Vinci.

Los suicidas del Sisga (1965) es el resultado de un fait divers recortado en la prensa (una pareja de jóvenes suicidas obsesionados con asuntos místicos), con su buena dosis de drama y sensación, y con un estilo que imita el grabado popular. De esta obra, de la que existen tres versiones, se ha dicho que revela la madurez artística de González, y el comienzo de su exploración en los temas de la violencia social.

A partir de ahí, su trabajo tendría cada vez más una mirada claramente sociológica. Aparecerían próceres de la historia colombiana, retratos de familias acomodadas, episodios de páginas sociales y de las notas rojas, estampas populares. Presidentes, narcotraficantes y toda clase de figuras famosas de la vida nacional.

En el vídeo, González cuenta también cómo un hecho político a mediados de los años ochenta —la toma que hizo el ejército colombiano del Palacio de Justicia de Bogotá—, propició un cambio en la manera de abordar su arte. Ya no es solamente la pequeña violencia cotidiana del hecho diverso, sino la gran violencia nacional desatada por el narcotráfico, y las acciones del ejército y la guerrilla, ante la cual, en su país ya no era posible seguir riendo. Pero no hay en sus obras de este periodo una violencia explícita. La artista aborda el acontecimiento político y la historia reciente del país a través de asuntos personales, íntimos. La violencia se muestra entonces sugerida en el cinismo y la ironía de la imagen.

Decoración de Interiores (1981) está considerado como su primer trabajo explícitamente político. Es una cortina que representa al entonces presidente de Colombia, Julio César Turbay, en una fiesta privada. Turbay tenía fama de juerguista y de llevar una vida social desenfrenada. Las figuras interactúan, beben champaña, ríen. En vez de mostrar las atrocidades del gobierno de este presidente, González elige presentarlo en un ambiente festivo, “aparentemente no perturbado por las atrocidades de su política gubernamental y al margen de las preocupaciones del pueblo colombiano”.

González trató la obra como si fuera un artículo de consumo comercializable que podía ser comprado por cualquiera. La repetición y estandarización de la imagen de Turbay —sacada de una foto de la sección de chismes de la prensa— en un patrón era una denuncia crítica al régimen político, mostrándolo como algo kitsch. En Decoración de Interiores, el presidente es reducido a un estatus utilitario, de decoración doméstica. La cortina tiene también un impacto metafórico, de objeto que oculta algo corrupto y siniestro. Con esta obra, González ironiza sobre la figura más poderosa del país socavando veladamente su autoridad.

A sus ochenta años, Beatriz González es una de las artistas latinoamericanas más influyentes del momento. Durante más de medio siglo su obra ha explorado temas domésticos, sociales y políticos con igual lucidez. Las obras que se pueden apreciar en el KW Berlin revelan indudablemente la aguda observación social que distingue el trabajo de esta veterana artista.

Beatriz González. Retrospectiva 1965-2017

Hasta el 6 de enero 2019 en KW Institute for Contemporary Art (Auguststr. 69, 10117 Berlín-Mitte)

www.kw-berlin.de/en/beatriz-gonzalez

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