Los activistas del grupo Letzte Generation (Última generación) llevan meses pegándose al suelo y bloqueando las calles de Berlín para llamar la atención sobre el cambio climático. También han usado pintura y pegamento contra monumentos y obras de arte. Su forma de protesta radical cada vez tiene menos defensores entre los berlineses. Los activistas defienden sus métodos mientras que otros grupos de activistas discrepan.
A mediados de septiembre la Puerta de Brandeburgo apareció con sus seis columnas frontales dóricas pintadas de naranja. Se trataba de una acción de protesta del grupo de activistas Letzte Generation (Última generación). El alcalde de Berlín, Kai Wagner, criticó la acción con vehemencia: “Quienes de verdad quieran proteger el clima deberían distanciarse de las acciones de protesta de este grupo”, dijo el político cristianodemócrata. La pintura penetró en la piedra del monumento y tardó días en poder eliminarse. La limpieza del monumento costó 35 000 euros.
Acciones del grupo de activistas Última generación
Esta es solo una de las numerosas acciones del grupo de activistas contra el cambio climático Última generación. Desde hace dos años este grupo ha realizado protestas llamativas, podría decirse que radicales, para dejar claro que –según ellos defienden– no puede perderse más tiempo en la lucha contra el cambio climático y es necesario evitar que se supere el objetivo de 1,5 grados de calentamiento de la atmósfera. Apelan a que son la última generación capaz de evitar el desastre climático y defienden que el Gobierno alemán debería actuar con mayor rotundidad.
El grupo está activo en Alemania desde 2022 y se considera parte de un movimiento de protesta climática internacional. Sus métodos de protesta se enmarcan dentro del concepto de desobediencia civil. Desde hace dos años no dejan de cortar calles de Berlín y otras ciudades, normalmente fijándose al suelo con pegamento instantáneo, lo que dificulta que la policía los aparte y tenga que usar disolventes o incluso cortar y arrancar el asfalto.
Ataques contra infraestructuras u obras de arte
Letzte Generation también ha realizado acciones de protesta contra infraestructuras –como ataques a oleoductos– o edificios, por ejemplo, pintando de color naranja la sede de los tres partidos que forman el gobierno federal.
Muy criticados fueron los ataques contra obras de arte: han llegado a pegarse a obras de arte en Dresde o en el Museo Städel de Fráncfort del Meno, o arrojar pintura sobre algunas en la Alte Nationalgalerie de Berlín. Los cuadros, protegidos por una capa de vidrio, no sufrieron desperfectos.
En su protesta contra el estilo de vida de los ricos, a los que consideran los mayores promotores de la crisis climática, los activistas han pintado jets privados, yates y bloqueado la entrada del hotel de lujo Ritz Carlton de Berlín.
Estos métodos los distinguen del movimiento de protesta Fridays For Future (FFF). Los jóvenes activistas de FFF llevan años protestando los viernes en acciones llamadas “huelgas climáticas”, abandonando las aulas escolares y ganándose las simpatías de gran parte de la sociedad alemana, que ve cómo sus miembros más jóvenes les recuerdan que quienes sufrirán en el futuro las consecuencias del cambio climático no son quienes las han provocado.
Desaprobación de la sociedad alemana
Por su parte, la Última generación parece haberse ganado la desaprobación de la gran mayoría de alemanes, según las encuestas. Una mayoría pide incluso penas de cárcel para quienes participen en protestas disruptivas o consideradas delictivas. Muchos no entienden por qué se “castiga” con cortes de tráfico a personas que suelen usar su vehículo para ir a trabajar. Aun así, una gran parte de los alemanes consideran que el gobierno debería hacer más para frenar o al menos mitigar el cambio climático.
A su favor cuentan con una sentencia del Tribunal Constitucional alemán, que estableció en 2021 que el Estado está obligado a proteger a las generaciones venideras de la emergencia climática. En algunos de los numerosos juicios contra los activistas –muchos de ellos por desobediencia a la policía– ya ha habido jueces que han argumentando que los activistas pueden ampararse en esta sentencia. Esta no es de momento una opinión de consenso en el mundo judicial, y los juicios, denuncias y condenas contra los activistas continúan, unas veces por daños a la propiedad, otras por resistencia a la autoridad o por impedir el tráfico.
Entretanto, las acciones del grupo siguen llevándose a cabo en Berlín. Con cierta frecuencia bloquean la autopista de circunvalación A100. A finales de septiembre intentaron interrumpir la maratón de Berlín arrojando pintura naranja sobre el suelo, aunque la policía los detuvo. Este intento les ha granjeado numerosas críticas, también desde el entorno del activismo climático. La ciudadanía tampoco termina de entender qué se gana protestando contra personas que corren.
Críticas en alza contra Letzte Generation
Las críticas contra el grupo siguen en aumento, siendo alguno de los adjetivos más recurrentes “iluminados”, “sectarios” o “instigadores del caos”. También desde el activismo climático más “tradicional” se critica alguna de las formas de protesta más radicales del grupo. A estas legítimas críticas se les está sumando en las últimas semanas un número cada vez mayor de ataques contra los activistas: personas que les escupen, golpean o –en algún caso aislado– incluso intentan atropellar.
Berlín es el escenario de estas tensiones crecientes y hay quien teme que alguna de las partes termine excediéndose y provocando daños personales irreparables. Las acciones de protesta de la Última generación probablemente no van a ganarse la simpatía de muchos más berlineses, y es difícil de creer que hayan conseguido sumar muchos adeptos a su causa. Aun así, hay que reconocer que han conseguido que se discuta sobre la urgencia de protestar y sobre la eterna pregunta de si el fin justifica los medios. Que no queda mucho tiempo para mitigar la emergencia climática es algo que ya todos deberíamos saber.
Texto: Juanfran Álvarez Moreno para Berlín Amateurs © octubre 2023
Fotografías: Stefan Müller, Flickr (CC BY-NC 2.0 Deed)
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