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¡Felicidades, Christiane F.! La antiheroína por excelencia cumple 50 años

Christiana

 Christiane Vera Felscherinow se hizo popular gracias a la novela juvenil autobiográfica Wir Kinder vom Bahnhof Zoo (que no escribió ella, por cierto), publicada por una de las filiales editoriales del grupo Bertelsmann. La historia narra sus peripecias en la noche berlinesa y su adicción a la heroína a finales de los setenta -cuando apenas tenía trece años-, situación que la empujó a prostituirse en los alrededores de la estación Zoologischer Garten para poder costearse las papelas. En cierto sentido, muchos nos sentimos herederos de esta mujer: aunque rozamos o sobrepasamos la treintena, en Berlín nos sentimos como adolescentes experimentados. Y como Christiane, también intentamos sobrevivir.

Aquella chica nacida en Hamburgo el 20 de mayo de 1962 y residente, más tarde, de Gropiusstadt, Berlín, sería no mucho después conocida mundialmente como Christiane F. a secas. La misma que siempre llevaba sus deportivas en bolsa de plástico blanca todo el tiempo que aguantara la vertiginosidad de las sandalias de tacón de su madre, y de aquella vida. Como si el intercambio del calzado le otorgara automáticamente otra personalidad, dos vidas, desde las que era más fácil sobrellevar y disociar su existencia. El mismo tiempo que aguantara todas las mamadas a veinte marcos la unidad. Una anti-heroína en todas las acepciones de la palabra.

La película entera (alemán con subtítulos en español):

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El pesado peso del “pasado”

Christiane F. se trasladó con su familia a Berlín oeste en 1968, se familiarizó con las drogas a los 12 años y desde 1975 se convirtió en Stammkunde del Sound (el Berghain del momento), donde hizo ese tipo de amistades difusas –a veces increíblemente intensas, a veces dolorosamente ilusorias– tan características de la noche, al abrigo de sus excesos y de sus distorsiones. Todos se volvieron adictos a la droga del momento: la heroína. Ella sobrevivió. Y lo sigue haciendo.

Manchas solemnes en su Lebenslauf son sus incursiones en la prostitución (¿quién no se ha prostituido alguna vez en sentido literal o figurado?) a los 14 años (1976-1977), cuando su adicción era ya muy poderosa. Fue detenida debido a sus recurrentes e indiscretos escarceos con el tráfico y el consumo de drogas. Su proceso conmocionó a la opinión pública alemana.

En 1978, mientras cubrían el caso en el tribunal de infancia y juventud en el que ella intervenía en calidad de testigo o incriminada (no hay consenso en las fuentes), Kai Hermann y Horst Hieck, dos periodistas carroñeros (valga la redundancia) de la revista Stern/G+J, vieron en Christiane F., más que a una muchachita desamparada, un suculento filón. La entrevistaron durante dos meses y con el resultado final, basado en sus vivencias y en la Drogeszene berlinesa de la época, publicaron aquel año el que sería bestseller internacional: Wir Kinder vom Bahnhof Zoo, que en España tomó el nombre sensacionalista -casi de telenovela- de Yo, Christiane F. Hijos de la droga. Nacía el antimito.

(Anti)heros. David Bowie, banda sonora de la película. (Christiane F. probó la heroína después de un concierto de Bowie):

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«Ich bin so süchtig, ich find’s so wunderbar»

Su vida ha sido un constante devenir entre terapias, ingresos hospitalarios, recaídas, procesos de autodestrucción, intentos de recuperación, subidones y bajones. Así es la vida; con o sin drogas. Después de todo, ¿qué son las drogas? Un factor cultural más a nuestro alcance al que hemos estado expuestos desde que nacimos. Las drogas amortiguan el estado endeble de las cosas y de las personas; atenúan la insoportable levedad del ser.

Con el respaldo de su pareja de entonces, Alexander Hacke, (con el que formó el dúo musical “Sentimentalen Jugend”), entre 1981-1983 intentó hacer carrera musical y cinematográfica, a veces con el nombre de Christiane F. y otras con el de Christiana. En 1982 inició su experiencia musical en solitario al estilo sonoro de la Nueva Ola Alemana (Neue Deutsche Welle). De aquella época es el EP “Gesundheit!”, así que ya sabemos que Christiane F. además es irónica. En “Wunderbar”, por ejemplo, canta lindezas del tipo ‘ser adicto es maravilloso’. Películas hizo algunas, de las que señalaremos dos: Neonstadt (1981) y Decoder (1983).

Wunderbar, pinitos en la música bajo la producción de Einstürzenden Neubauten:

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En 1983, además de haber sido pillada in fraganti en casa de un camello (por la policía, eso sí), fue invitada a participar en la gira de promoción por Estados Unidos de la película que lleva su nombre, dirigida por Uli Edel en 1981, otro exitazo que ganó el premio al filme más popular (Most Popular Film) en el Festival de Cine de Montreal del 81, así como la «Goldene Leinwand», galardón alemán que se otorga a las películas que comercialmente han funcionado muy bien.

Así es la vida también (a veces): hoy te detienen y mañana te invitan a promocionar por todos los contornos una peli que han hecho sobre ti que a la gente le ha encantado, oye. Arrastrada por el amor (esa otra gran adicción) de un yonqui, vivió en Grecia entre 1987 y 1993. A partir de aquel retorno ha vivido en Berlín, Potsdam, Ámsterdam y Teltow.

De la estación Zoo a la de Kotti

Argumentando problemas psíquicos y de drogadicción, la custodia del hijo que parió en 1996, fruto del amor de otro yonqui, pasó a la justicia alemana en 2008. ¿Qué mejor tutor que Alemania? Tuvo serios problemas (otros) con la justicia por raptarlo y llevárselo a Holanda ese mismo año. Esta mujer, más que mucho, es demasiado.

En esa misma época, aseguran que se la veía bastante por Kotti en compañía de su perro. Según datos recientes extraídos de la prensa alemana, Christiane F. vive actualmente en Berlín con su hijo de 16 años. No tiene trabajo; le basta para vivir con los 2000 euros que le paga mensualmente la editorial por los ingresos del libro que ya ha vendido más de tres millones de ejemplares, ha sido traducido a unas 15 lenguas y además es el típico libro-arma de doble filo implantado en Alemania como lectura obligatoria en colegios e institutos, que lo mismo vale para prevenir el consumo de drogas que para incitarlo.

Heimweh, otro hit:

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Seguimos modelos de imperfección

Cuanto más grosero, grotesco, sórdido o extravagante es un personaje público, más crece su popularidad y nuestra admiración. Las bondades y las vidas rectas no enganchan. Las desgracias sí. Sobre todo las ajenas. Las desgracias terminan de humanizar del todo a las personas. ¿Acaso Jesucristo no fue un mártir ejemplar, un desgraciado irrepetible?

No hay demasiadas cosas que nos diferencien de Christiane F. y de su pandilla de heroinómanos. Con ellos compartimos la misma endémica falsedad social a la que también estamos expuestos. Nadie se toma a nadie demasiado en serio. Y quizá, como los niños de la estación del Zoo, sólo tratamos de vivir de la mejor manera posible que se nos ocurre. Puede que equivocada. Puede que no. Y aunque ya somos adultos, dentro de nosotros, y no hay que hurgar demasiado adentro, sólo encontramos, sólo habitan criaturas desvalidas en busca de atención y de cariño. Sobre todo de cariño.

Daniel Zimmermann para Berlín Amateurs © mayo 2012
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