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Palacio Sanssouci, los cimientos de la despreocupación

Conjunto palaciego Park Sanssouci-Potsdam

Aunque Berlín no ocupe una posición céntrica en el mapa de Alemania, sí es un buen punto de partida para conocer algunas localidades que han jugado un papel importante en la historia del país. Hablamos de Potsdam. La inmensidad y el atractivo contenido histórico-artístico de Park Sanssouci estremecen los sentidos. Uno fija la vista en Sanssouci de un modo significativo. Allí no cuesta imaginar a un rey de tragedias en una de sus mañanas malas en un incesante deambular tristemente de un lado a otro, como si fuera Hamlet. Otra joya impagable del patrimonio prusiano.

Cuando uno vive sumido en la vorágine de la escena underground berlinesa —y como sucede en las películas pornográficas, prácticamente una repetición desasosegante de lo mismo—, al plantarse un buen día en Park Sanssouci (Potsdam) le sobrecoge la inevitable sensación de haberse perdido algo, y no solo por el simple hecho deducible de no haber sido coetáneo de Federico el Grande (1712-1786). Lo que sin duda implica un paso adelante. Park Sanssouci llega pues como una recompensa que se ha dejado de esperar, como un regalo fuera de fecha, como una devolución de Hacienda. Uno descubre así otro lugar desde el que asomarse al pasado histórico de Alemania. A veces en la vida se encuentran cosas nuevas, pero siempre como efecto secundario de buscar las antiguas.

A tan solo 44 kilómetros de Berlín se sitúa Potsdam, capital a su vez del estado de Brandeburgo. La ciudad, con sus más de 175 000 habitantes, fue sede vacacional de los monarcas prusianos y de su corte (además de privilegiado acuartelamiento para sus tropas), lo que se concreta en un valioso ramillete de palacios y jardines estivales, entre los que destaca el complejo de Sanssouci, residencia oficial de Federico el Grande, soberano de Prusia. De hecho, pasó más tiempo en las dependencias de este palacio que en Berlín, entonces capital prusiana. Sanssouci es una auténtica fantasía barroca, rococó y afrancesada que culmina en el Neues Palais (Palacio Nuevo, 1763-1768). Sanssouci significa «sin preocupación» en francés. Este era el idioma favorito de Federico el Grande, quien entre 1740 y 1786 convirtió a Prusia en una potencia europea de primer orden.

El conjunto palaciego de Sanssouci marca el punto álgido del barroco friedriciano con sus espléndidos parques y pabellones salpicados por esculturas de mármol, jardines, senderos, caminos, setos, arriates y un monte artificial de vides en cuyo escalón superior se asienta el palacete Sanssouci. El Neues Palais (obra de Büring, Manger y von Gontard 1769-1769) constituye uno de los edificios principales del parque Sanssouci. Con 123 metros de fachada y 200 salas, es la actual sede de la Universidad de Potsdam. El conjunto Sanssouci además cuenta con la Bildgalerie (donde se exhiben obras de Rubens, Van Dyck y Caravaggio), la Chinesisches Teehaus (pabellón-casa de té que recrea la estética china tradicional o el estilo chinoiserie), ambos de Büring, el Historische Mühle (reconstrucción del molino originario de ese monte), Orangerie (construcción de estilo florentino) o la Drachenhaus.

Park Sanssouci fue ideado por el arquitecto Knobbelsdorf, implacable talento creador miembro del séquito cortesano de Federico el Grande a quien conoció entre el círculo de artistas e intelectuales que rondaban al monarca durante su estancia en Rheinsberg. Uno se acomoda paseando por estos parajes como si estuviese en el interior de un sueño. No estamos dentro de un sueño, pero sí de una ensoñación muy poderosa. Real eso sí, aunque sabemos que la realidad es un bien escaso. En Sanssouci cada poco hay que acordarse de tomar aire y expulsarlo porque la respiración deja de ser un movimiento involuntario. Y no precisamente por la falta de oxígeno.

Un paraje frondoso que invita a la ensoñación bucólica, a la teletransportación histórica, al desconcierto comedido y al deleite artístico, si uno no tiene mutilada la capacidad y la sensibilidad estética. Lugar idóneo para disfrutar de joyas barrocas, de los caprichos palaciegos de Federico el Grande y del progreso tecnológico de cámaras digitales y smartphones que uno es incapaz de contabilizar en manos de viajeros por cuyos rostros cruzan todas las gamas de las emociones.

Park Sanssouci gusta no solo por su belleza objetiva sino porque está presentado con eficacia. Aquí cada fragmento encuentra su sitio predilecto en la totalidad. Al disfrutar de las delicias arquitectónicas de estos palacios, se puede entender fácilmente que las vanguardias que con tanto orgullo muestra el nuevo Berlín hunden sus raíces en una región donde el arte siempre ha tenido mucho que decir. Y no sé cómo continuar. En el caso de que no haya llegado ya al final. Agotado, no por el efecto de la jornada sino por el impacto de la belleza.

Paco Arteaga CAI © Berlín Amateurs 2010; revisado 2018
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