Escrito por: CULTURA Literatura Tipps Literatura por Bartleby / Co.

TIPPS LITERATURA by Bartleby & Co – junio 2014

“NO HAY BESTIA TAN FEROZ”, EDWARD BUNKER (SAJALÍN)

Reseñas realizadas por los libreros de Bartleby & Co., librería española en Berlín, sobre libros recomendados disponibles en la librería.

No hay bestia tan feroz

Edward Bunker

Ed. Sajalín

«I believe you will lead me
to a life of crime»

The Triffids, 1986

Esto es una tragedia. Voy a coger el teléfono y llamar a todas las bibliotecas, escribir a las escuelas, contactar con mis amigos libreros. Organizaré nuevas quemas en la plaza pública. Gritaré por las esquinas si hace falta. ¡El debut de Edward Bunker es como la peste! ¡Huyan ahora que pueden! Hablamos de un artefacto con metralla suficiente como para astillar no solo nuestra existencia sino la de todos los que nos rodean ¿Cómo se le ocurriría a Sajalín traducir semejante herejía? ¿Por qué devolver la vista a un libro que arremete contra el 95 por ciento de los valores occidentales? Pues sencillamente: porque en la editorial catalana tienen ojos en la cara. Y porque Mr. Blue, personaje al que Bunker daba vida en Reservoir Dogs, siempre llevará las de ganar.

No les quepa la menor duda, No hay bestia tan feroz supone un gravísimo desplante a la sociedad del bienestar. Un jaque a las posibilidades de salir indemne de este mundo con tantísima razón de ser que dan ganas de salir a la calle y remendar a base de hurtos y juegos prohibidos nuestra sumisa existencia bajo la línea de flotación. Casi diría que estas 412 páginas podrían justificar la delincuencia mundial, si no supiera que la mayoría de los criminales carecen de la índole moral y la inteligencia de Max Dembo, protagonista de una novela a la que el tiempo ha colocado en la cumbre del género noir y que ha supuesto, y perdonen que me exprese tan categóricamente, uno de los puntos y aparte literarios más rotundos que servidor ha podido experimentar desde el bendito día que empezó a devorar libros.

La cosa va así: Dembo, una suerte de alter ego de Bunker (quien pasó buena parte de su juventud entre barrotes), sale en libertad condicional tras ocho años en chirona. Deja la cárcel con la mejor de las intenciones, pero el transcurso de los días y un par de situaciones inopinadas lo revierten a la encrucijada clásica, la misma que se llevó por delante a Robert Johnson y otros tantos personajazos de los bajos fondos. Lo más portentoso de este relato es que Bunker cuenta las cosas tal y como son. Recordemos que, al contrario que Ellroy –quien se deshace en elogios en el prefacio–, Chandler, Hammett, Leonard o Connolly, Bunker sí fue un criminal. Y eso, amigos, eso marca la diferencia. Se podría aprender muchísimo de todo lo que aquí se dice, incluso podría utilizarse este libro como manual de supervivencia cuando la miseria aflorase o simplemente sintiésemos que la vida nos decepciona. Pero como advertía al principio: alejemos a los incautos de esta bomba de relojería. Me entenderán mucho mejor en cuanto echen un vistazo a cualquiera de sus concisos párrafos.

Además de las grandes probabilidades de descuajeringar la conciencia de quien lo lee, este libro tiene la capacidad de enganchar como la heroína y estremecer como el roce de la muerte. Hay incluso un par de momentos que en su día consiguieron arrancarme lágrimas, y eso en una novela negra es rarísimo, por no decir imposible. Bunker es un escritor de máxima precisión, dueño de una prosa angular, elegante y en absoluto épica, pero sí definitiva y reflexiva. El libro, pues, gustará tanto a los que disfruten del trasiego existencial como a los que simplemente les vaya la marcha. También los que les pirre el cine se relamerán con su lectura. Como en los mejores guiones, cada gesto y descripción que se cuela en el relato tiene un sentido. Por eso no resulta extraño que de aquí surgiera el germen de Straight Time (78), la película que encumbró a Ulu Grosbard y que confirmó las dotes de Dustin Hoffman. Tampoco que a lo que más recuerde su métrica sea al naturalismo bronco y afilado del Jean-Pierre Melville más tardío.

Le guste a uno o no la novela negra este es un libro capaz de saciar el apetito de vivir a nuestra voluntad, y sólo por eso merece estar en cualquier biblioteca que se precie. Además, su vigencia resulta espeluznante. Originalmente publicado en 1973, “No hay bestia tan feroz” es un tratado de orfebrería por el que no van pasar los años, y es que las cuestiones que Bunker reparte sobre el tapete son, en este caso sí, cuestiones capitales. Las enunciaría una tras otra, pero de poco serviría ser tan pretencioso. A la verdad se la encuentra uno sin quererlo, y es conveniente mirarla de frente, así que les aconsejo sumergirse en estas gloriosas páginas y adivinar cuáles son. Seguro que aciertan.

Matate, amor

Ariana Harwicz

Ed. Lengua de trapo

Los hombres son blandos, tontos y, en el mejor de los casos, dóciles. La locura mata, sí, pero sin ella estaríamos muertos. Las madres lo saben todo. Ellas estuvieron un día en el ojo del huracán y solo por eso pueden permitirse transgredir lo que les venga en gana. Un libro que nos enfrenta con tamañas conclusiones no puede ser malo. Puede ser enfermizo, fomentar la misantropía, pero nunca podrá ser malo. Requerirá tenazas, mascarilla anti gas y tener los ánimos ultravitaminados, de acuerdo, pero ¿obviaremos semejante bramido porque su lectura incomode como un diapasón atrancado entre las costillas? Podríamos, claro que sí, pero nos estaríamos perdiendo algo muy gordo.

Ariana Harwicz, es una autora novel, aunque pocos lo dirían tras leer Matate, amor. Sus mimbres, vive Dios, son lo suficientemente nudosos como para dejar petrificado al más pintado en, qué se yo, menos de una docena de líneas. La que aquí habla es una serpiente. Un oscuro y viscoso animal que envenena igual que embelesa. De aliento clásico y terroso (Faulkner, Woolf), la prosa de esta argentina impresiona por su ritmo endiablado, abrasivo e increíblemente violento. Me replicarán que igual ando poco puesto en cháchara bonaerense –cosa que no creo dado que vivo con porteños desde hace años–, pero los juegos de palabras que aquí se utilizan me parecen espectaculares. También el uso de la puntuación. Esa velocidad de ataque.

“¿Rubia o morocha?; lo que prefieras, amor. Somos parte de esas parejas que mecanizan la palabra “amor” hasta cuando se detestan; amor, no quiero volverte a ver. Ahí voy, digo, y soy una falsa mujer de campo con una pollera roja a lunares y el pelo florecido. Rubia, traeme, digo con mi acento. Y soy una mujer que se dejó estar y tiene caries y ya no lee. Leé, idiota, me digo. Leéte una frase de corrido. Acá estamos los tres juntos para una foto familiar. Brindamos por la felicidad del bebé y bebemos las cervezas, mi hijo sobre su sillita mastica una hoja. Le meto la mano y chilla, me muerde con las encías. Mi marido quiere plantar un árbol para darle larga vida al bebé y yo no sé qué decirle, sonrío como una gansa. ¿Se da cuenta él? De todas las bellas y sanas mujeres que hay en la región, se vino a enganchar conmigo. Un caso clínico. Una extranjera. Alguien que debería ser clasificada de incurable. Qué día de humedad, ¿eh?, parece que tenemos para rato, dice él. Yo trago la botella en sorbos largos y aspiro por la nariz queriendo estar, exactamente, muerta”

Podría estar leyendo cosas así toda mi vida.

Si uno agarra el libro envuelto en llamas, se pulirá esta desquiciada mirada sobre la maternidad en lo mismo que se aguanta la respiración. O la risa. Si uno anda en modo pasivo, mpff, probablemente lo tire a la basura a las tres o cuatro páginas. En cualquier caso, conozco a muchísima gente que mataría por saber sacar a relucir toda la mala leche como lo hace Harwicz. Porque sí, señores, el vómito negro era esto. Y estoy seguro que la brujería y las sectas nacen de miradas tan retorcidas como la suya. Schiele, Bacon y Freud tampoco andan lejos. Y eso no ocurre todos los días. Leerlo helará la sangre de muchos, pero también inspirará a los que se saben osados a llegar más lejos todavía. Sea como sea, merece la pena asomarse al pozo y remojar un poco la cabeza en sus aguas negras. Ya veremos luego por dónde vienen los barbos.

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Tipps Literatura by Bartleby & Co © Adrián De Alfonso Prieto-Puga – Berlín Amateurs – junio 2014

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