Escrito por: Actualidad Artes Escénicas CULTURA De noche Literatura Música OCIO Ópera

Staatsoper Berlín: «The Turn of the Screw». Cuando los sueños se vuelven pesadillas

Opera en Berlin - Turn of the screw - Staatsoper Berlin

El pasado día 22 de abril acudí invitada por la Staatsoper de Berlín a la última representación de la temporada de la ópera The Turn of the Screw (Otra vuelta de tuerca) de Benjamin Britten. Una ópera de cámara basada en la novela del mismo título que escribiera el norteamericano Henry James en 1898.

He descubierto la historia que se esconde detrás de los pocos personajes que ilustran este cuento de fantasmas a través de cuatro momentos diferentes. La primera vez cuando me encontré con una versión espantosa de la novela hecha película, Otra vuelta de tuerca (1985) dirigida por Eloy de la Iglesia. La parte buena es que esta película me llevo a descubrir la novela en mis años de instituto. Este sería mi segundo contacto con esta historia, y para la adolescente que yo era, esta me pareció una novela absolutamente turbadora. Mi tercer encuentro se produjo años después cuando vi la película Suspense (The Innocents), dirigida por Jack Clayton en 1961, interpretada por Deborah Kerr y con guion de Truman Capote.

La cuarta fue hace unos días, a través de esta ópera que he de reconocer no sabía de su existencia, pese a haber visto y escuchado otras del mismo autor. Para mí, ha sido un experiencia especial porque era la primera vez que veía esta historia de esta manera, representada en directo, con música y letra.

The Turn of the Screw nos narra la historia de una institutriz, cuyo nombre nunca llegamos a conocer, que nos cuenta su experiencia cuidando a dos hermanos huérfanos, Flora y Miles. Su tutor, los deja a su cargo y se marcha con la firme e irrevocable norma de no ser molestado bajo ningún pretexto con las asuntos de los niños o la casa. Se queda sola, con los hermanitos y el ama de llaves, Mrs. Grose. Y lo que en principio parece una tarea sencilla se transforma en una situación de pesadilla. La institutriz no sabía que los niños viven un trauma reciente a causa de la muerte de dos antiguos empleados, la anterior institutriz Miss. Essel y el mayordomo, Peter Quint. Ambos mantenían una relación sentimental en la que de alguna manera también estaban envueltos los niños.

Pronto, y tras conocer esta historia, la niñera empieza a escuchar voces, tener pesadillas y ver presencias fantasmales.

Pero ¿es esta una historia de fantasmas o es un tratado de psicología? ¿Son los fantasmas y las voces que escucha la joven reales, o son solo producto de su desequilibrio?

Todo el relato conforman los vericuetos mentales de la institutriz, todo lo que ella experimenta, siente y reflexiona. Todo narrado desde su punto de vista, que cada vez se vuelve más distorsionado e irreal. La institutriz ve espectros a través de las ventanas, espectros que nunca aparecen en escena, escucha las voces de Essel y Quint, voces que aparentemente nadie más escucha, pero ella supone que sí. La institutriz interpreta que los niños la engañan, y aunque ven y escuchan lo mismo que ella, hacen como que no.

Todo se transforma en un ambiente cada vez más onírico, aunque en lugar de llevarnos al mundo de los sueños, nos lleva al mundo de las pesadillas, pero también al mundo de los fantasías eróticas, ya que todo está cargado con tintes sexuales. Esto se observa en la relación libre y supersensual que tienen los niños con sus propios cuerpos y entre ellos, la relación de la niñera con Miles, la relación que ella supone tenían Essel y Quint, las fantasías que ella tiene con el tío de los niños.

La misteriosa y cautivadora ópera The Turn of the Screw tiene una construcción fragmentada que refleja las percepciones y recuerdos aparentemente seccionados y posiblemente distorsionados del personaje principal, como sería también la desestructurada estructura que tienen los sueños. Cada escena arroja una luz diferente y particular sobre los acontecimientos, que se ven a través de la lente alterada de la memoria de la institutriz. No se funden en un todo unificado, sino que se sienten más como un rompecabezas al que le faltan muchas piezas, y las que tenemos no encajan del todo bien.

El director Claus Guth y su magnífico escenógrafo Christian Schmidt, quienes generan unas escenas en unos ambientes totalmente metafísicos, que recuerdan además muy claramente escenas de lo que podrían ser cuadros de Balthus y también de Magritte, juegan con esta idea del remolino en el espectacular decorado que no deja de girar y girar durante toda la representación. Este remolino, este escenario que rota como metáfora de esa tuerca que va girando, y como metáfora del tornillo que se va a aflojando cada vez más en la cabeza de la institutriz.

El hecho de que el director haya insistido en que el prólogo y los dos actos se reproduzcan en 110 minutos sin interrupción para un descanso dota a la actuación de un algo opresivo y agobiante que se hace patente también para el público. Digamos que no es solo la institutriz la que se siente abrumada y viviendo una experiencia intensa.

El papel de la desquiciada institutriz lo interpreta la soprano sueca Maria Bengtsson. En los roles de los niños Flora y Miles, la soprano portuguesa Sonia Grané y el contratenor austriaco Thomas Lichtenecker. Interpretando a Mrs. Grose, el ama de llaves, la soprano británica Marie McLaughlin. Y como las voces fantasmales de Miss. Essel y Peter Quint, la soprano rusa Anna Samuil y el tenor alemán Stephan Rügamer.

Dácil Granados para Berlín Amateurs; Fotografías © Monika Rittershaus, abril 2018
(Visited 15 times, 1 visits today)

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial