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Musikfest Berlin 2021: voces de otro mundo, el mago Harding y un ballet ruso

En nuestra primera tanda de conciertos del Musikfest Berlin 2021 hemos asistido al estreno del Coro Juvenil Federal de Alemania, a un brillante estreno de Goebbels “el bueno” y a la mejor orquesta de los Países Bajos con un ballet de Stravinski y obras de sus contrapuntos franceses Debussy y Messiaen. Las orquestas lo clavan, pero esta vez han sido las voces quienes han brillado. Y Harding, siempre Harding.

Concierto inaugural del Bundesjugendchor (28 de agosto)

El coronavirus truncó todos los planes de 2020. Incluso la presentación del Coro Juvenil Federal de Alemania (Bundesjugendchor) se ha tenido que retrasar un año entero tras numerosos casos positivos de coronavirus en 2020. El sábado 28 de agosto por fin se pudo escuchar por primera vez al coro juvenil en su concierto inaugural en la Filarmónica. Y menudo concierto.

El programa supuso un viaje desde lo contemporáneo al Renacimiento con escala en el Romanticismo del XIX. Los jóvenes cantantes, muchos de ellos tímidos solo en apariencia, brillaron con motetes renacentistas de Orlando di Lasso (In religione homo vivit, In hora ultima), en los que hicieron gala de un pulido canto a dos coros. La polifonía renacentista sin acompañamiento musical convirtió durante unos instantes la Gran Sala de la Filarmónica en una catedral. Más terrenal y quizás menos sorprendente fueron las obras románticas de Schumann y Brahms.

El estreno de la obra Innen de la jovencísima compositora alemana Kathrin Denner fue muy bien recibido, aunque lo que realmente volvió loco al público fue la interpretación de Alpha & Omega, una obra a cappella que el escocés James MacMillan, antiguo director de la Orquesta Filarmónica de la BBC. La obra, en apariencia con un tempo, incorpora versos del Libro del Apocalipsis y, según declaró MacMillan en una entrevista: “Está hecha para los extremos de la emoción y de la música”. Esta contraposición entre las voces agudas y graves, los ritmos acelerados y reposados, las emociones oscuras y las más elevadas fue un justo cierre para una velada que dejó con ganas de más.

Voces de ultratumba (30 de agosto)

Ha llegado la magia de las voces. La Ensamble Modern Orchestra, dirigida por el zimbabuense Vimbayi Kaziboni, interpretó el estreno mundial de A House of Call. Las voces —recopiladas a lo largo de la vida del compositor de apellido maldito, Heiner Goebbels— acompañan en un torbellino musical del que surgirán cantos grabados y seleccionados con un eclecticismo que asusta y maravilla.

Arranca la interpretación con el movimiento Stein, Papier, Schere (Piedra, Papel, Tijera) que deriva en una vibrante progresión, rota por una tormenta sonora —efectos digitales incluidos—. Se oscurece casi completamente la Filarmónica, mientras los altavoces recitan versos desconcertantes: “cargando la piedra / siempre cargando el peso de la piedra / hasta el punto más elevado / perdiendo fuerza / apertura y decepción”. No decepcionan tampoco las dos placas de metal regularmente golpeadas con vigor, ni los crescendos de cello y tambor de la pieza Under Construction.

Realmente emocionante es el segundo movimiento, en el que se mezclan piezas de los años de las Vanguardias de entreguerras con alguna contemporánea, mientras suenan grabaciones “arabescas” de rezos del Oriente Medio. Se unen a esta voz las trompetas en algunos excitantes pasajes —puro éxtasis—, seguidas de un conmovedor unísono de violines, que parecen ser el eco de la voz oriental. Le seguirá un tercer movimiento con una Filarmónica convertida en pecera de luces azules. Suben al escenario los violinistas-pez, que al sentarse encienden una lamparita que ilumina sus partituras. Una vez sumergidos, resonará una voz repitiendo en alemán, una y otra vez “Prueba número 1 / Prueba número 2 / Prueba número 3…”.

La sucede un movimiento con ritmos folclóricos en español, que bien podrían llamarse gemidos: “Sí, uhm, uhm, iih, uhm”, reza el texto, que conduce de forma descarada a la última pieza, When words are gone. Todo un ejercicio de autonegación, pues los músicos utilizan por primera vez en dos horas su propia voz. Sonará entonces el arpa, a la que se unen violas y violines en suave acompañamiento al ejercicio coral: Un desconcertante aunque bello final.

El mago Harding conquista Berlín (31 de agosto)

La Filarmónica está llena a rebosar —descontados los asientos que se dejan vacíos por la pandemia—. Quien suscribe está aterrorizado: una desconocida se ha sentado en el asiento de al lado. Los nuevos miedos. Aparece en el escenario el mago Daniel Harding para obrar su magia. Dirige con su varita a los “Tercios” holandeses de la orquesta del Concertgebouworkest Amsterdam. Y salen combativos a la batalla con un estremecedor toque de trompetas: por fin Stravinski. Suena el ballet Agon, obra que sirve de enciclopedia de los influjos estilísticos de Stravinski —del primitivismo al neoclasicismo—. Harding brinda una ejecución perfecta y en las butacas se agradece que Stravinski llegue a un grado de deconstrucción aún comprensible para el público mayoritario.

En la orquesta sobresale un chelista de nariz redonda y pelo largo revuelto: Un autorretrato de Rembrandt. Tras él, la arpista —pelo corto, vestido negro, manos firmes— marca unos decididos y delicados compases. Quizás demasiado delicados: en la grada comienzan a escucharse unos ronquidos. Un septuagenario se ha quedado dormido. No ha tenido paciencia para los circunloquios de Stravinski. Harding se venga con un sonoro arranque del tercer movimiento. Se acaban los ronquidos.

En el escenario aparece un brillante trombón cual cuerno de la abundancia: se anuncia la llegada de Messiaen, de nombre Olivier. Para la interpretación de sus Poèmes pour Mi se ha hecho traer a la soprano estadounidense Renée Fleming. La cantante hará exhibición de su poderío en una interpretación a ratos melancólica y a ratos angustiada. La acompañan chelos y violas en un juego religioso y sensual: “Vamos a dejar nuestras casas, abandonemos nuestros cuerpos”, recita. “Déjate llevar por el espíritu”. Termina anunciando la Resurrección, que llega con un fuerte golpe de tambor, que apena deja oír los gritos del público: “Brava, brava”.

Cierran la noche los bocetos sinfónicos que componen Le mer de Claude Debussy. Dominan los unísonos de chelos a cargo de “Rembrandt” y sus compañeros de fortuna. Se suceden las pregunta / respuesta entre las secciones de cuerda, y al fondo el intérprete del triángulo disfruta esperando el momento en que su agudo sonido se colará entre el enjambre de los violines. El concierto termina en un crescendo que desemboca en los vítores más sonoros de estos cuatro días. Harding sonríe exultante. Otra noche de escándalo para el mago que no puede evitar volver cada año a Berlín.

Musikfest Berlin 2021

Del 28 de agosto al 20 de septiembre
Programa y compra de entradas
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Texto: Juan F. Álvarez Moreno; fotografía: Astrid Ackermann/Berliner Festspiele @ agosto 2021
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