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Musikfest Berlin 2020: Mozart, jazz y el pianista estrella en la Filarmónica

Daniel Barenboim dirige a la Staatskapelle. Foto: Monika Karczmarczyk / Berliner Festspiele

El Musikfest Berlin 2020 ha comenzado su homenaje a Ludwig van Beethoven en el segundo centenario de su muerte. Berlín Amateurs ha asistido en la Filarmónica de Berlín a tres conciertos tan dispares como emotivos: el pasado sábado, Mozart de la mano de la Staatskapelle; el domingo, una noche de jazz pianístico desenfadado; y el lunes, un concierto del pianista del momento en Alemania: Igor Levit. Presenciamos una Filarmónica desconcertante y casi vacía por las medidas frente al coronavirus. Y aun así, son conciertos inolvidables.

Sábado: Mozart y sus tres cantos de cisne

Cincuenta músicos con sus cincuenta mascarillas entran al escenario. Las entradas se habían agotado, pero hablar de “lleno total” sería ridículo: solo está permitido un sexto del aforo habitual en la Filarmónica. Cada persona disfruta o padece de un radio de dos metros de soledad a su alrededor. Entre el público se distingue a Wolfgang Schäuble, presidente del Parlamento alemán. Los músicos y el público se quitan la mascarilla al comenzar el concierto. Cada vez que se oye un estornudo, se entrecruzan miradas nerviosas.

Dirige Daniel Barenboim a la Staatskapelle, que interpreta las tres últimas sinfonías de Mozart compuestas en el verano de 1788 en Viena. Con zapatos de charol, pantalón ancho y levita, Barenboim acaricia con los dedos de una mano el aire, con la otra dirige la batuta describiendo ochos invisibles. Es el primer movimiento de la Sinfonía  n.º 39, una suave melodía.

Los violinistas se mecen en sus sillas hacia delante y hacia atrás, son la fuerza conductora. Es el momento perfecto para divagar sobre los acolchados de las butacas diseñadas por el arquitecto Scharoun y cómo ejercen el mismo efecto acústico que una persona sentada. ¡Qué práctico en tiempos de pandemia!

Arranca la muy conocida Sinfonía n.º 40, que Barenboim acelera en su primer movimiento como si estuviera apurando el límite de 90 minutos que exige el protocolo frente al coronavirus. Los músicos lanzan miradas constantes a la partitura y mantienen el ritmo veloz. En el lento segundo movimiento parece que se estuvieran recuperando tras caer por un barranco. Tras otros dos frenéticos movimientos, el reducido público llena con sus aplausos el espacio, algo triste por lo vacío, de la Filarmónica.

Una flauta travesera y su genial intérprete —pelo corto, vestido negro, mirada concentrada— nos meten de lleno en la última sinfonía de la noche y de la vida de Mozart, la n.º 41 o de Júpiter, en la que el maestro de Salzburgo tanto nos quiere decir en media hora. Apenas da tiempo a observar el público, cuyos atuendos lucen más que nunca entre tanto asiento vacío: aquí un espectacular vestido rojo, allí el hortera alemán de turno y algún periodista tomando notas. Termina la representación, Barenboim y los músicos se ponen la mascarilla y dejan atrás el escenario entre aplausos.

Domingo: un intermezzo de jazz

“Esta obra, con el título Octubre/Noviembre, es una oda a la oscuridad invernal, que aguardo con esperanza”, cuenta el pianista finlandés Iiro Rantala antes de sentarse junto al piano. Iiro protagoniza junto al austriaco David Helbock y el alemán Michael Wollny la trigésima entrega de “Jazz at Berlin Philarmonic”. Y cumple lo prometido, su composición es sensible y exquisita, nos hace volar entre los árboles del bosque finlandés.

Le sucede Helbock, que sin miramientos se sienta y comienza a golpear las teclas con fiereza y tocar las cuerdas del piano abierto. No está afinando el instrumento, es una composición de jazz que apura los límites del piano hasta lo extraordinario. Toca una pieza principal en la película Atrápame si puedes e improvisa jugando con la marcha imperial de La guerra de las galaxias.

El concierto se desborda maravillosamente entre la locura jazzística y los juegos musicales. En dúo a dos pianos reinterpretan la Séptima de Beethoven, colocan toallas sobre las cuerdas, que alteran el sonido del piano y consiguen evocar una sinfonía para orquesta con su complejidad tonal. En el siguiente dúo, Iiro y Michal parecen emular una carrera de caballos, introducen un Para Elisa jazzístico totalmente enloquecido.

Nunca se había oído así el clásico de Beethoven, han matado a Elisa y a su sopor. Aparece el tercer pianista y comienzan a interpretar el Himno de la alegría, movimiento final de la Novena. Los pianistas corretean entre pianos, tocando a veces cada uno en un instrumento, en ocasiones los tres apretujados frente a un único teclado. Es la versión más americana, o quizás berlinesa, del himno europeo. “Freude, Freude”, grita Iiro, entre las risas del público. Han causado furor.

El pianista Igor Levit. Foto: Robbie Lawrence / Berliner Festspiele

El pianista Igor Levit. Foto: Robbie Lawrence / Berliner Festspiele

Lunes: el pianista que deja sin respiración

Arranca Igor Levit frente al piano, la cabeza inclinada hacia abajo, camisa blanca y gran vigor en sus movimientos. Desde este asiento solo se ven los dedos cuando alza con ímpetu sus muñecas, esas articulaciones sobrehumanas. El piano de cola, con su tapa levantada, hace de intérprete: los macillos dorados son dedos metálicos golpeando las cuerdas-tendón que vibran con la magia de las manos del músico.

Levit es probablemente el mejor pianista de Alemania. Hace un año se aseguró su trono con una grabación de las treinta y dos sonatas de Beethoven que ha sido un éxito indiscutible de ventas. Según el New Yorker, Levit aúna en sus interpretaciones “el encanto sonoro, el impulso intelectual y la brillantez técnica”. Dotes que está exprimiendo durante los ocho conciertos en los que finalmente habrá interpretado todas las sonatas. En esta su tercera noche termina con un favorito del público.

Suena Appassionata, la Sonata n.º 23 de Beethoven, con su famoso primer movimiento. Se dice de ella que es la quintaesencia del virtuosismo alcanzable en una obra para solista. Los cruces de manos de Levit son espectaculares, la precisión del intérprete ruso-alemán es impecable. Levit conoce tan bien esta obra y sus matices que mientras toca más bien parece meditar junto al piano.

Es como si trascendiera, asistimos a un acto místico y queremos que nos lleve al paraíso del genio total Beethoven. Levit, en definitiva, juega con nuestro pulso hasta dejarnos a ratos sin respiración. La lenta Zugabe, que toca tras Appassionata, parece prescrita por un cardiólogo. Se oyen vítores, aunque más bien habría que decir “amén”.

El concierto de Igor Levit está disponible en streaming durante 72 horas en esta página, donde se podrán ir viendo el resto de sus conciertos y otros muchos de los que tendrán lugar en la Filarmónica durante este Musikfest 2020.


Puedes comprar alguna de las pocas entradas disponibles para el resto del Musikfest aquí.


En este otro artículo te contamos lo más importante acerca del Musikfest 2020.

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